Padre Juan Francisco Becerra se despide de Cúpira tras siete años de labor misionera y pastoral

 

Con tan sólo 7 meses de ordenado sacerdote, llegó a la Parroquia Inmaculada Concepción de Cúpira en el año 2018, siendo la primera vez que asumía como párroco y lo hizo muy bien.

Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 5 de agosto de 2025  
Con sentimientos encontrados, la comunidad de la parroquia Inmaculada Concepción de Cúpira (estado Miranda) despidió el domingo 3 de agosto al padre Juan Francisco Becerra, quien por casi siete años sirvió como párroco  en esta localidad de Barlovento y adscrita a la Diócesis de Guarenas. 
El sacerdote trujillano, misionero fidei donum, dejó un legado marcado por la fe, la unidad y obras como la consolidación del Santuario Diocesano del Beato José Gregorio Hernández.  

En un emotivo mensaje, el padre Becerra agradeció el cariño recibido y recordó los desafíos superados, como la pandemia, que fortalecieron la fe de la comunidad. 

Con obediencia a su vocación, asume ahora una nueva misión, pero prometió llevar a Cúpira en su corazón. “No es un adiós, sino un hasta luego”, expresó el Padre Juan Francisco, animando a los feligreses a perseverar en el camino de la fe.  

De acuerdo con la información divulgada por la Diócesis de Guarenas, corresponderá al Padre Pedro José Guerra Martínez, tomar posesión de esta parroquia el domingo 10 de agosto, a las 10 de la mañana.

A continuación, el mensaje íntegro del padre Juan Francisco Becerra:  
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PALABRAS DE DESPEDIDA DEL PBRO. JUAN FRANCISCO BECERRA AL PUEBLO CUPIREÑO

Apreciados miembros del consejo pastoral parroquial, miembros de los diferentes grupos de apostolado que hacen vida en nuestra comunidad, queridos niños y adolescentes de Infancia Misionera y Centimisión, catequistas, monaguillos, servidores, hermanos de todas las comunidades aledañas que forman parte de nuestra parroquia, feligreses en general…muy queridos hermanos en Cristo:

Primeramente, quiero dar gracias a Dios por este día, por todas las bendiciones que derrama en cada uno de los aquí presentes y pedir que bendiga a todos aquellos que, por alguna razón, no pudieron venir a esta celebración eucarística.

Quiero agradecer también a cada uno de ustedes, a todos aquellos que desde el primer día de mi llegada a Cúpira me recibieron con alegría, a los que me tendieron la mano como verdaderos amigos, a los que me ayudaron y me cuidaron durante todo este tiempo y no solo a mí, sino también a mi familia. Dios les pague infinitamente tanto amor y misericordia para con este indigno servidor del Señor.

Mis casi siete años en Cúpira han marcado un antes y un después en mi servicio sacerdotal. Salí de mi amada tierra de Trujillo, enviado como misionero fidei donum a la zona de El Junquito, donde presté servicio como vicario parroquial, y después, con tan sólo 7 meses de ordenado sacerdote, llegué a esta comunidad barloventeña en el año 2018, con muchas expectativas y muy poca experiencia ya que esta es la primera parroquia que asumo como párroco, pero lleno de esperanzas y sueños, siempre de la mano de Dios y de María Santísima. Asumí, junto a todos ustedes, el gran reto de seguir con la construcción del nuevo templo parroquial, trabajo iniciado por el anterior párroco el padre Salvador, sin saber que años después tendríamos la dicha de que fuera escogido y nombrado como Santuario Diocesano del Beato Dr. José Gregorio Hernández, médico de los pobres, ejemplo de santidad y orgullo no solo de los trujillanos, sino de todos los venezolanos.

El trabajo ha sido duro, arduo, con altas y bajas, pero siempre con Dios como nuestro guía; el Buen Pastor siempre al frente de su rebaño. Con ayuda de los grupos que ya estaban conformados comencé mi trabajo pastoral, mi aprendizaje y caminar en esta misión que el Señor me había encomendado. En todos estos años se logró también la conformación y consolidación de algunos grupos y equipos pastorales, tales como: La Catequesis misionera, Movimiento de Cursillo de Cristiandad, Apostolado de la oración, Escuela de Servidores del Altar “Domingo Savio”, Infancia Misionera y Centimisión, Hermandad de Emaús, Pro-Vida, Legión de María, Amigos de José Gregorio Hernández, Ministerio de Música “Santa Cecilia”, Cáritas parroquial, Ministros de la comunión y los equipos pastorales en varias comunidades.

Como párroco he sentido el gozo y la alegría en cada Eucaristía, bautizo, confirmación y matrimonio celebrados; he sufrido el dolor por la pérdida de algún amigo, de algún ser querido de mi feligresía, por algún miembro de mi comunidad; me he puesto en el lugar del que sufre por una enfermedad cuando lo he ungido con el óleo de los enfermos; he implorado a Dios su gran misericordia, su perdón y su sabiduría cuando escucho a mis hermanos en el sacramento de la Confesión; he sido feliz con cada noche de la alegría planificada y llevada a cabo, con cada bingo, con cada tómbola. He recibido, junto a todos ustedes, la infinidad de peregrinos que han venido a visitar nuestro santuario desde lugares lejanos de nuestra diócesis y de otros estados cercanos del país, para orar y encontrarse con Dios en este lugar santo. 

Es imposible olvidar el tiempo de la pandemia del Covid 19, tiempo muy duro para todos, de mucha incertidumbre y miedo, en el cual nuestra fe se puso a prueba, pero también un tiempo en el que más imploramos la misericordia de Dios y en el que, a pesar del riesgo de contagiarnos, nos hicimos más hermanos ayudando al que más nos necesitaba, apoyando al enfermo, al que vivía sólo, a los más vulnerables, y siempre llevando el mensaje de esperanza que Dios quería transmitir a través de nosotros, fortaleciéndonos unos a otros. El Covid 19 quiso paralizarnos, pero la fuerza del Espíritu Santo nos hizo salir. Esto me hace recordar el pasaje del libro de Isaías 9,1: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; para los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz resplandeció".

A pesar de las adversidades que se hayan podido presentar en este caminar, he sido muy feliz en Cúpira, pero como misionero es el Señor quien ahora me llama a una nueva misión, la cual debo cumplir y asumir con obediencia.

Sólo me queda decirles que sigan adelante, no desfallezcan, ni pierdan su fe; el Señor cuenta con cada uno de ustedes, ya que la mies es mucha y los obreros pocos. Dios no nos quiere aislados, ni divididos, nos quiere juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, como dice el canto. Ustedes son muy valiosos e importantes para Dios, no olviden nunca que Él los ama infinitamente. 

Si en algún momento les hice sentir que no fui cercano, demostré mi cansancio y mi fragilidad, les pido perdón. No olviden jamás que los sacerdotes también somos humanos.  

Cuando la amistad y el cariño son verdaderos y de corazón, perduran en el tiempo, no importa la distancia ni dónde nos encontremos. Esto no es un adiós, sino un hasta luego, porque llevaré en mi corazón a cada uno de ustedes, y estoy seguro que el Señor nos reunirá en cualquier momento.

Y como bien se lee en el libro del Eclesiástico 6, 14-15: "Un amigo fiel es un refugio seguro, quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable". Ciertamente, he encontrado un gran tesoro y una hermosa familia en este pueblo cupireño. 

Una vez más, muchas gracias a todos por su cariño y amistad. Que el Dios de toda bondad les bendiga infinitamente y María Inmaculada y Santísima los cuide siempre. 

Hasta pronto! 

Pbro. Juan Francisco 
Adm. Parroquial.
Misionero Fidei Donum



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