El Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión

  

Para comenzar es necesario aclarar que es un error decir “ministro extraordinario de la Eucaristía”, por lo que el término es incorrecto debido que en la sagrada Eucaristía o Santa Misa el único ministro es el sacerdote.

Pedro Reinaldo Bravo | El Guardián Católico
Publicado el 11 de noviembre de 2025

Para la distribución de la sagrada comunión en la celebración de la Eucaristía como fuera de ella hay dos tipos de ministros en nuestra Iglesia Católica quienes pueden distribuir la sagrada comunión siguiendo y respetando las disposiciones de la Iglesia al respecto y ellos son los ministros ordinarios y el ministro extraordinario.

Es Incorrecto decir Ministro Extraordinario de la Eucaristía

Para comenzar es necesario aclarar que es un error decir “ministro extraordinario de la Eucaristía”, por lo que el término es incorrecto debido que en la sagrada Eucaristía o Santa Misa el único ministro es el sacerdote. 

Recordemos que la Eucaristía es el sacramento por excelencia donde Cristo se hacer verdaderamente y realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en las especies de pan y vino en el momento de la consagración, se actualiza su único sacrificio para la redención del mundo y se nos da como alimento espiritual.

Por tales motivos para que haya Eucaristía debe haber un sacerdote que es quien puede presidir porque sin sacerdote no hay Eucaristía o Santa Misa. Recordemos lo que dice el Código de Derecho Canónico en su canon 900 § 1: “Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo.”

Por lo antes mencionado no existe ministro extraordinario de la Eucaristía, solamente el sacerdote y el obispo son los únicos ministros de este sacramento por excelencia que pueden presidir la sagrada Eucaristía. Por lo tanto, lo que hay es ministro extraordinario para la distribución de la sagrada comunión que es el término correcto y el tema del presente artículo.

Los Ministros Ordinarios de la Comunión

De acuerdo al Código de Derecho Canónico en su canon 910 numeral 1: “Son ministros ordinarios de la sagrada comunión el obispo, el presbítero y el diácono.”

El obispo, el presbítero y el diácono son ministros ordinarios porque son ministros ordenados quienes recibieron por imposición de manos y oración consecratoria la gracia del sacramento del Orden Sacerdotal. Por lo tanto, tienen la facultad, el derecho y el deber de distribuir la sagrada comunión como ministros ordinarios tanto en la celebración de la Santa Misa como fuera de ella siguiendo siempre lo establecido por la Iglesia para distribuir el Cuerpo de Cristo a la feligresía como también llevarlos a los enfermos que no puedan asistir a la Eucaristía.

Consecuentemente, en la celebración de la Eucaristía mientras estén presenten los ministros ordenados les corresponden primero a ellos la distribución de la sagrada comunión, en virtud de la gracia del sacramento del Orden que un día recibieron en algunos de los tres grados (episcopado presbiterado y diaconado) porque este sacramento como señala el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1581:…”configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en su Iglesia."

El Acólito Instituido

El acólito Instituido -que no es el monaguillo- es un ministerio de la Iglesia que lo recibe un laico aspirante a las órdenes sagradas, es decir, el sacramento del Orden Sacerdotal, y tiene como misión ayudar al sacerdote y al diácono en la liturgia especialmente la Eucaristía. Este ministerio está precedido por el ministerio del lectorado.

El ministerio del acolitado lo puede recibir también el laico que no va a recibir las órdenes sagradas, en este particular le corresponde al obispo diocesano discernir de acuerdo a las necesidades pastorales de la diócesis si es conveniente o no para luego tomar una decisión al respecto.

El ministerio del acolitado a igual que el de lectorado es conferido solamente por el obispo mediante el rito litúrgico establecido para la institución de ambos ministerios.

Una de las funciones del acólito instituido es distribuir como ministro extraordinario la sagrada comunión, el Código de Derecho Canónico en su canon 910 § 2 dice lo siguiente: “Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro fiel designado según el c. 230 § 3.”  Por lo tanto, cuando el sacerdote está solo o no es suficiente los ministros ordinarios o los ministros ordenados presenten no puedan por razones de salud y de edad le corresponde si está presente al acólito instituido la distribución de la sagrada comunión.

El Ministro Extraordinario de la Comunión

Como se mencionó los ministros ordinarios de la sagrada comunión son ministros ordenados, en consecuencia, el ministro extraordinario de la comunión es un laico que no es acólito instituido y que puede ser varón o mujer que tiene a solicitud del párroco, administrador parroquial o capellán una autorización del obispo de la diócesis por un tiempo determinado la cual puede ser renovado para distribuir la sagrada comunión cuando el sacerdote lo considere conveniente.

El Código de Derecho Canónico refiere este aspecto en su canon 910 § 2 mencionado anteriormente y el canon 230 § 3 la cual es el siguiente:

Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho.

El ministerio extraordinario de la sagrada comunión es un llamado de Dios previo discernimiento y aprobación de la Iglesia ante una necesidad y por lo tanto es el sacerdote de la parroquia o comunidad eclesial quien en su discernimiento y con asistencia del Espíritu Santo, elige qué laico puede ser ministro extraordinario con la aprobación del obispo diocesano.

El ministerio extraordinario de la comunión es también un servicio (recordemos que la palabra ministerio viene del latín ministerium que significa servicio) que un fiel laico presta a la parroquia  o comunidad eclesial para distribuir la sagrada comunión en la Santa Misa, cuando hay una cantidad considerable de fieles presentes en la celebración y solamente está el sacerdote  quien preside, cuando no es suficiente el número de los ministros ordenados o acólitos instituidos, o cuando los ministros ordenados presenten no puedan por razones de salud y de edad.

También el ministro extraordinario con la aprobación del párroco, administrador parroquial o capellán puede llevar la sagrada comunión a los enfermos que no puedan asistir a la santa Misa y están convalecientes en sus casas, asilos, hospitales y cárceles. En este aspecto el sacerdote debe ir primero a donde vive el enfermo para luego discernir si el ministro extraordinario puede posteriormente llevar la comunión.

El ministro extraordinario de la comunión debe recibir previamente una formación del ministerio que va a ejercer como también del sacramento de la Eucaristía para conocer, amar, valorar y respetar la santa Misa, el culto al Santísimo Sacramento fuera de la celebración de la Eucaristía y el servicio de distribuir el Cuerpo de Cristo a la feligresía y a los enfermos. También es importante el recibir una formación continua cada cierto tiempo tanto a nivel parroquial como a nivel diocesano.

El laico que tiene el permiso para distribuir la sagrada comunión debe ser una persona que viva su fe católica dando testimonio de vida cristiana. También debe estar en plena comunión con la Iglesia Católica y con sus pastores: el papa, los obispos, presbíteros y diáconos, como también estar en comunión con el Magisterio aceptando sus enseñanzas, por lo que es inconcebible que un ministro extraordinario de la comunión no viva su fe católica y no esté en comunión con la Iglesia.

El laico que está llamado para ejercer este sagrado ministerio debe hacerlo con humildad y obediencia y no creerse que está por encima de los demás. Debe cultivar su vida espiritual por lo que debe ser amante de la oración, asistir con fervor a la sagrada Eucaristía especialmente los domingos, acercarse con frecuencia al sacramento de la Confesión, visitar y orar ante el Santísimo Sacramento, ser devoto de la Santísima Virgen María, tener un director espiritual, leer la Palabra de Dios y libros espirituales católicos que ayudan a vivir la fe cristiana y realizar este servicio con amor.

El ministro extraordinario para distribuir la sagrada comunión debe conservar las normas de higiene personal en especial tener las manos limpias y aseadas y usar un vestuario decente y respetuoso a igual que debe usar calzado, en este particular aun cuando no vaya a distribuir la comunión el solo asistir al templo debe ir con decoro porque el templo es casa de Dios y lugar sagrado. Es inconcebible que un ministro extraordinario de la comunión no use una ropa respetuosa y no conserve las normas de higiene personal.

El ministro extraordinario de la comunión debe seguir las disposiciones del párroco y del obispo y estar en comunión con ellos, también cumplir las normas de la Iglesia universal y de la diócesis con amor y disposición para ejercer con dignidad este sagrado servicio.

En el momento de la distribución del Cuerpo de Cristo en la celebración de la Eucaristía y el  dar la comunión a los enfermos, además de la higiene personal y usar calzado y vestuario decente, se debe usar también el distintivo aprobado por el obispo de la diócesis que lo identifica como ministro extraordinario, y dar la comunión con respeto y dignidad y estar pendiente que no vaya a caer al suelo alguna hostia o partícula consagrada, recordemos que en la partícula más pequeña está presente Cristo sacramentado.

Para llevar la comunión a los enfermos el ministro extraordinario debe colocar la hostia consagrada en un portaviático limpio la cual será guardado en un bolsito elaborado y destinado para esta finalidad y a su vez guardarlo en un maletín o bolso también limpio (algunos ministros extraordinarios cuelgan el bolsito donde está el portaviático en el cuello). Lo importante es llevarlo de forma segura, con dignidad y respeto, recordando que a quien está llevando es al mismo Jesucristo Señor de señores.  También debe llevar el corporal para colocar el portaviático y el purificador para purificar con agua potable o filtrada el portaviático al terminar el sagrado servicio. Cuando se esté llevando la comunión a los enfermos tener cuidado de no entretenerse y hablar con otras personas y orar en silencio mientras se está en el camino.

Celebración de la Palabra presidida por un Ministro Extraordinario de la Comunión

En las parroquias que son extensas y el párroco no pueda presidir la sagrada Eucaristía en las capillas o iglesias filiales que pertenezcan al ámbito parroquial, o cuando él no pueda presidir la santa Misa por algún motivo en el propio templo parroquial, puede delegar a un ministro extraordinario de la sagrada comunión para que realice una celebración de la Palabra con distribución de la comunión.

En este particular el ministro extraordinario debe tener en cuenta que es un laico y no un ministro ordenado, por lo tanto debe realizar la celebración de la Palabra siguiendo y respetando las normas de la Iglesia, como por ejemplo, no sentarse en la sede del sacerdote sino en otro lugar, no extender las manos como hace el sacerdote, no decir ninguna  plegaria eucarística, no hacer ningún gesto o postura propia del sacerdote en la Misa, no dar la bendición al final de la celebración como lo hace un ministro ordenado, entre otros aspectos.

Es decir, el ministro extraordinario debe buscar información de cómo realizar correctamente una celebración de la Palabra y también el párroco debe formar a sus ministros extraordinarios orientando lo que puede hacer y lo que no puede hacer y estar pendiente que lo haga de acuerdo a lo establecido por la Iglesia.

Amar el ministerio de la distribución de la comunión y seguir el ejemplo de San Tarcisio

También el ministro extraordinario de la comunión para ejercer su servicio debe amar la sagrada Eucaristía, defender este sacramento cuando es atacado y proteger a Cristo sacramentado cuando corre algún peligro, en este particular es bueno recordar a San Tarcisio patrono de los monaguillos y considerado también patrono de los ministros extraordinario de la comunión.

San Tarcisio fue un joven cristiano de doce años y monaguillo en Roma que, en el siglo III durante el tiempo de las persecuciones a los cristianos por parte del imperio romano, murió mártir de la Eucaristía al defender al Santísimo Sacramento cuando con aprobación del Papa llevaba la comunión a los cristianos que estaban presos por su fe. En el camino un grupo de jóvenes paganos pretendieron quitárselo atacándolo ferozmente y el jovencito lo protegió en todo momento no dejándose quitar tan gran tesoro que es Jesús sacramentado pagando con su propia vida por tan gran heroico acto. San Tarcisio cumplió lo que dijo el mismo Cristo: “No den lo que es santo a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra ustedes para destrozarlo.” (Mt 7,6).

Finalmente, el ministro extraordinario de la sagrada comunión debe amar, valorar y respetar el tener en sus manos a Jesucristo sacramentado para el cumplimiento del servicio de llevarlo a los enfermos como también en la distribución en la celebración de sagrada Eucaristía. Por eso, no debe olvidar que Dios lo llamó para el ministerio y la Iglesia discernió y aprobó, y por lo tanto debe llevar una auténtica vida cristiana, fortalecer su vida espiritual y estar en comunión con la Iglesia para el cumplimiento de este ministerio para la mayor gloria de Dios y el bien espiritual tanto de sí mismo como de las demás personas. 




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