El documento Mater populi fidelis, que desaconseja el uso de títulos tradicionales para la Virgen María, ha desatado un intenso debate en la Iglesia. El padre Santiago Martín cuestiona los fundamentos teológicos y sus implicaciones políticas y pastorales, planteando una pregunta crucial: ¿A quién beneficia esta controversia?
Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 8 de noviembre de 2025
Publicado el 8 de noviembre de 2025
El pueblo seguirá acudiendo a Lourdes, a Guadalupe, al Pilar de Zaragoza, a la Macarena de Sevilla, a Luján o a Chiquinquirá. Al margen de si en Roma piensan que crea o no confusión pedirle ayuda a la Vírgen, ¿no sería más inteligente y útil educar a ese pueblo en qué, además de pedir, debe ofrecer y debe imitar a Madre querida?.
Así se contundente ha sido el padre Santiago Martín, reconocido teólogo español y fundador de los Franciscanos de María, en su acostumbrado análisis semanal "La realidad comentada" que transmite por Magníficat TV.
El religioso comentó sobre la polémica desatada por la publicación de Mater Populi fidelis (Madre del Pueblo fiel), en la que el Vaticano pide a la feligresia evitar nombrar como "Corredentora" y "Mediadora de todas las gracias", a la Virgen María.
"En cuanto al título de Mediadora, ya pueden decir en el Vaticano lo que quieran, que no va a influir absolutamente en nada, lo que se dice en nada, en la del pueblo de Dios", expresó el padre Santiago, intentando precisar en su análisis que la polémica solo busca identificar a los ganadores y perdedores en un conflicto que afecta la unidad eclesial y la autoridad del papado.
Martín recuerda que, históricamente, los dogmas nunca surgieron de consensos previos, sino de tensiones y disputas. Sin embargo, advierte que esta controversia podría estar alimentando divisiones innecesarias y desviando la atención de problemas pastorales urgentes.
Cuestionamientos a la metodología del documento
El análisis de Martín señala inconsistencias en la elaboración de la Nota pastoral aprobada Por el Papa León XIV. Critica la falta de consulta previa al episcopado mundial, un procedimiento que, en su opinión, debió acompañar un texto que aspira a revestirse de autoridad.
Además, subraya que la justificación de evitar «explicaciones complejas» resulta insuficiente, ya que numerosas definiciones dogmáticas en la historia de la Iglesia enfrentaron dificultades similares sin por ello renunciar a su proclamación.
La tensión se agudiza al reconocer el documento que los títulos desaconsejados han sido utilizados por santos y papas, lo que genera dudas sobre su rigor histórico-teológico.
Fundamentos bíblicos y tradición viva
Frente a la reticencia hacia títulos como «María Corredentora», Martín acude a la Carta a los Colosenses (1,24), donde Pablo afirma completar en su carne «lo que falta en las tribulaciones de Cristo». Esta referencia bíblica, considera el teólogo, resulta más audaz que la noción de corredención mariana, lo que relativiza los temores en torno a este último concepto.
Asimismo, recuerda que figuras como Juan Pablo II y el escritor León Bloy destacaron el valor del sufrimiento ofrecido en unión con Cristo, una idea que acerca la experiencia mariana a la de cualquier creyente.
La Mediación en la Piedad Popular
Respecto al título de «Mediadora», Martín sostiene que su desaconsejamiento tendrá un impacto limitado en la fe concreta de los fieles. La piedad popular, afirma, sigue canales autónomos: los santuarios marianos, las peregrinaciones y la intercesión ante la Virgen permanecen al margen de precisiones terminológicas. Para el teólogo, este divorcio entre la reflexión académica y la devoción práctica revela un riesgo pastoral: la confusión innecesaria en lugar de la edificación de la comunidad.
¿Intereses Ecuménicos o Concesiones Doctrinales?
Martín vincula esta polémica con tensiones recientes en el diálogo interconfesional, en particular con las Iglesias ortodoxas tras el documento Fiducia Supplicans.
Plantea la sospecha de que el desaconsejamiento de ciertos títulos marianos podría responder a presiones ecuménicas, lo que generaría un interrogante mayor: ¿debe el diálogo con otras confesiones condicionar la doctrina católica?
El teólogo alerta sobre el peligro de sacrificar riquezas teológicas propias en aras de una unidad que, en realidad, podría verse debilitada por gestos percibidos como ambiguos.
Un Llamado a la Unidad
Desde su tradición franciscana y mariana, Santiago Martín hace un llamado a evitar polémicas estériles que dividan a la Iglesia. Subraya que estos debates, lejos de fortalecer la fe, dañan especialmente a los más pobres, para quienes la devoción a María es un sostén espiritual fundamental.
Su exhortación final es clara: «Recemos por no crear polémicas inútiles que dividen la Iglesia». Una advertencia que resuena como crítica velada a quienes, en su opinión, podrían estar instrumentalizando el debate teológico en beneficio de agendas particulares.


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