Fabiola de Abreu Obadía describe la experiencia que no solo transformó su vida, sino que fue reconocida por la Iglesia Católica como el milagro que abrirá las puertas a la primera santa de Venezuela, la Madre Carmen Rendiles.
Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 15 de octubre de 2025
Publicado el 15 de octubre de 2025
Yo creo que hay que vivirlo como para de verdad creerlo, y toda persona que estuvo en mi entorno, todos mis amigos, toda mi familia... todos son testigos y partícipes del cambio y que al final sí pasan, este tipo de cosas sí pasan; sí pasan milagros y sí hay que creer.La historia de Fabiola de Abreu Obadía es una de fe, pero también de una profunda tribulación. Todo comenzó en 2015, cuando fuertes dolores de cabeza revelaron una hidrocefalia triventricular idiopática. Lo que siguió fue un viacrucis médico: múltiples cirugías cerebrales entre 2015 y 2018 para colocar y reajustar una válvula, con breves periodos de mejoría que siempre terminaban en una nueva crisis.
El punto más bajo llegó en mayo de 2018. Después de una operación, Fabiola no recuperó la conciencia. Días más tarde, en su casa, perdió por completo todas sus facultades, según relatan sus familiares en un video difundido en medios y redes sociales: no hablaba, no caminaba, no se movía.
"Para nosotros la verdad fue un verdadero dolor ver ese mayo en que Fabi cae en ese letargo, vamos a decir vegetal", recuerda uno de sus familiares. El diagnóstico final fue devastador: meningitis y encefalitis, ratifica.
Durante dos meses la vida de la joven pendió de un hilo en terapia intensiva, con un estado de conciencia mínimo. La esperanza médica se agotó. "Aquí no hay nada que hacer", fue el crudo pronóstico.
A principios de julio, fue dada de alta y llevada a su hogar, no porque estuviera curada, sino porque el riesgo de una infección en el hospital era mayor que cualquier tratamiento.
Fue en esta desesperanza que la Madre Carmen Rendiles, fundadora de la Congregación Siervas de Jesús y beatificada en 2017, entró en sus vidas de manera casi simultánea.
Gisela, la madre de Fabiola, quien raramente veía televisión, encendió el aparato y se encontró con la ceremonia de beatificación de la Madre Carmen, realizado en esa fecha en el estadio de la UCV, en Caracas.
"Por favor escúchame, intercede, haz que papá Dios voltee los ojitos para acá", fueron sus súplicas iniciales. Casi al mismo tiempo, amigos y familiares comenzaron a sugerir encomendarse a la sierva de Dios.
La fe se encarnó en una visita al Colegio Belén donde la Madre Carmen había servido. La hermana Anselma les recibió, les habló de su vida y les dio una estampita con una medallita, pidiéndoles que se la pasaran por la cabeza a Fabiola. Poco después, el Padre Franklin le administró la unción de los enfermos. La cadena de oraciones estaba completa.
Contra todo pronóstico médico, la recuperación de Fabiola comenzó. Fue un proceso que, para la ciencia, carecía de explicación. La joven no solo despertó de su letargo, sino que recuperó todas sus facultades físicas y cognitivas por completo.
Yo me siento completamente agradecida, todos los días agradecida por una nueva oportunidad, y todos los días tratando de echar para adelante y aprovechar esta nueva oportunidad que me dio Madre Carmen, testifica Fabiola en el documental difundido.
Este desenlace, documentado también en El Guardián Católico, fue sometido al escrutinio de la Congregación para las Causas de los Santos. Tras un riguroso examen, la Iglesia declaró oficialmente la curación como un milagro, atribuido a la intercesión de la Madre Carmen Rendiles.
El hecho extraordinario se convierte así en el segundo y último milagro requerido para su canonización, siendo además un hito histórico que elevará a la primera venezolana a los altares, confirmando, con el testimonio vivo de Fabiola, que en Venezuela "sí pasan milagros".
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