En la Fiesta de Todos los Santos, la Iglesia Católica celebra a quienes vivieron el Evangelio de manera heroica. La festividad no solo incluye a figuras universales, sino también a un creciente número de venezolanos, cuya fama de santidad, nacida de sus virtudes y algunas entremezcladas con la religiosidad popular, sigue los cauces formales del Vaticano para aspirar a la canonización.
Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 01 de noviembre de 2025
Esos santos venezolanos que te harán suspirar
Cada 1 de noviembre, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de Todos los Santos, una ocasión para recordar a todos aquellos hombres y mujeres que, en algunos casos, sin ser siempre conocidos, vivieron de manera extraordinaria el mensaje de Jesucristo. Lejos de ser figuras inalcanzables, su vida es un testimonio de que es posible superar las debilidades humanas con la guía del Espíritu Santo, sirviendo como ejemplo para los creyentes de hoy.
“Los santos son todas aquellas hijas e hijos de Dios que vivieron la fe, la esperanza y la caridad siguiendo el ejemplo de Jesús, y que practicaron en modo eminente las Bienaventuranzas descritas en el Sermón de la Montaña”, publicó en esta fecha el portal del Vaticano.
Reflexionando sobre este tema y afianzado en el Evangelio de San Mateo, se puede establecer que el criterio fundamental para alcanzar esta meta es el amor concreto al prójimo.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes... porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber...’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?...’. Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. (Mt 25, 31-46).
La religiosidad popular es semilla de la fe y camino hacia lo divino .jpg)
En países de arraigada tradición católica como Venezuela, es común que la gente considere “santos” a hombres y mujeres de virtudes excepcionales, incluso antes de un reconocimiento oficial por parte de la Iglesia. Este fenómeno forma parte de lo que se conoce como religiosidad popular.
De acuerdo con el criterio de la Iglesia Católica, la religiosidad popular es la expresión de fe del pueblo sencillo. Aunque valora su profundo sentido espiritual y su potencial evangelizador, la Iglesia también busca orientarla para que no se desvíe hacia la superstición, insistiendo en que debe estar siempre en armonía con la doctrina y guiada por la jerarquía eclesiástica.
En este contexto, la devoción popular suele otorgar una fama de santidad a ciertas figuras, a las que se acude en busca de intercesión para necesidades materiales, físicas y espirituales. Con el tiempo, esta veneración puede consolidarse y dar paso a una causa formal de canonización, si en la diócesis donde falleció el aspirante a la santidad deciden iniciar una causa formal, llamada la fase diocesana.
El caso más emblemático en Venezuela es el del Doctor José Gregorio Hernández Cisneros, canonizado el 19 de octubre de 2025, en el Vaticano, junto a la Madre Carmen Rendiles Martínez. El pueblo proclamó “santo” a José Gregorio desde su muerte el 29 de junio de 1919, en Caracas, mucho antes de que la Iglesia completara el riguroso proceso de su causa.
Su elevación a los altares fue, de hecho, una “canonización equivalente”, es decir, no se necesitó que se aprobara el milagro en la etapa de canonización, sino que el decreto del Vaticano decidió más allá del proceso. La “Canonización equivalente” se trata de una figura que aplica cuando un siervo de Dios “ha sido venerado desde mucho tiempo atrás, cuando sus virtudes heroicas y milagros han sido relatados por historiadores confiables y la fama de su intercesión milagrosa está ininterrumpida”.
El arzobispo de Caracas, monseñor Raúl Biord Castillo, reconoció que en esto influyó la numerosa emigración de venezolanos por el mundo, quienes en su maleta han llevado su fe, costumbres, creencias y su amor por el país.
Venezuela es una tierra fértil para la santidad
Más allá de José Gregorio Hernández, Venezuela cuenta con un número significativo de siervos de Dios, cuyas causas de beatificación y canonización han sido abiertas. Algunos se encuentran en proceso ante el Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano, mientras otros "santos" esperan las motivaciones de las Diócesis donde fallecieron en fama de santidad.
Estos nombres representan a laicos, religiosos y sacerdotes que vivieron a plenitud las virtudes cristianas de manera heroica en distintos rincones del país.
En este artículo no podremos abarcar todos los nombres de los venezolanos o de aquellos extranjeros que hicieron vida en el país y que hoy son aspirantes a la santidad. Por eso nos hemos valido de un primer listado correspondiente a la Carta Pastoral Conjunta de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Calabozo que, el 26 de octubre de 2020, habla de un grupo de hombres y mujeres, laicos y religiosas, de esa región que abarca Guárico y Apure.
Mencionaron a la segunda Beata de Venezuela, la Madre Candelaria de San José, fundadora de las Carmelitas venezolanas, o Carmelitas de la Madre Candelaria, Congregación que, desde su Casa madre en Altagracia de Orituco, se fue extendiendo por varios lugares del país.
“A su ejemplo podemos agregar el de los Siervos de Dios Arturo Celestino Álvarez, Sixto Sosa y Miguel Antonio Salas, ligados de diversas maneras a la entonces Diócesis de Calabozo, así como a otras diócesis del país; igualmente el de Sor Lucía del Niño Jesús y de la Santa Faz, oriunda de San Fernando de Apure, fundadora de varios monasterios carmelitas en nuestra Patria. Sus causas de beatificación se encuentran en proceso”, dice la Carta.
“En esta Provincia eclesiástica varias personas, tanto clérigos como religiosos y laicos, han fallecido en olor de santidad. Podemos citar entre ellos a Mons. Ángel Adolfo Polachini, quien fuera Prelado de San Fernando de Apure y luego Obispo de Guanare, donde promovió la construcción del Santuario de N. S. de Coromoto; Mons. Ramón de Jesús Loreto, por luengos años Vicario General de Calabozo y Párroco de la Catedral Metropolitana; el P. Rogelio Grollier, de los Hijos de María Inmaculada, apóstol de las Mercedes del Llano, Santa Rita de Manapire y Cabruta; el P. Serafín Cedeño, que ejerció su ministerio entre Barinas y Apure a finales del siglo XIX y comienzos del XX; el P. Guillermo Emilio de Jesús García, párroco por muchos años de Arichuna; los frailes dominicos Lorenzo Galerón, Antonio Talegón, Antonio García Hidalgo y Gregorio Buena, encargados por un largo período de la región de San Fernando; los jesuitas Ignacio Galobart y Acacio Belandria, misioneros en el Alto Llano; las religiosas Haydée Urbano, Dominica, y Benedicta Valecillos, Franciscana del Sagrado Corazón, ambas apóstoles en el campo educativo; las hermanas Natividad y Marcelina Pérez Medina, y Mercedes Malaver, cofundadoras con la Madre Candelaria de las Carmelitas venezolanas, quienes se distinguieron en la práctica de la caridad heroica atendiendo enfermos; la Hna. Rosa Elena Chacón, de las Hermanitas de los Pobres, quien ejerció su apostolado en el actual territorio de la Diócesis de Valle de la Pascua; laicos como Ana Leonor Mayol, Del Valle Luque, Gladys Córdoba, Ana de Tovar, Régula Josefina Villanueva, Dilia Ochoa de Savery, y entre los jóvenes destacan el estudiante salesiano Amílcar Montañez, nativo de El Sombrero, y más recientemente Juliet Velásquez y Noel Querales, activos en la pastoral juvenil de San Fernando de Apure”, agregó el comunicado.
Por investigación propia, a este listado se puede incorporar a la señorita Adelina Rico, otra alma nacida en El Sombrero, estado Guárico. Según sus familiares, amigos y sacerdotes, “Adelina falleció en olor de santidad y merece se le recuerde como un testimonio de quien vivió y practicó la exigente ley del amor de Jesús”.
La lista no se queda solo en esta región llanera, en cada provincia eclesiástica venezolana están recogidos los nombres de hombres y mujeres que vivieron a plenitud las virtudes cristianas y merecen ser contados entre los santos de la iglesia católica, aunque mencionarlos haría larga esta nota.
Por ejemplo, en Caracas se promueven las causas del matrimonio de Abraham Reyes y Patricia García, quienes donaron su vivienda para el primer colegio de Fe y Alegría, iniciaron su camino hacia los altares en mayo de 2022; el cardenal y arzobispo de Caracas, José Alí Lebrún Moratinos; el padre Cesáreo Gil Atrio, fundador de los Cursillos de Cristiandad en Venezuela; y por supuesto, el Padre Pedro Lahoud Saade, un sacerdote de origen libanés cuya opción entre los más pobres de las barridas de capital venezolana, lo llevó a que después de su formación sacerdotal prefirió «La Silsa», un barrio pobre y no otros lugares económicamente más pudientes; etcétera.
También sobresalen la Madre María de San José, primera beata de Venezuela, cuyo segundo milagro para la canonización aún está en la fase diocesana.
Además, existe un grupo de siervos de Dios del estado Táchira: monseñor Tomás Sanmiguel, la niña Amandita Ruiz, Don Lucio León, Medarda Piñero, la Hermana María Israel Bogotá, monseñor Martín Martínez y la Madre Lucía, dos en fase romana y 5 en fase diocesana. Merece ser mencionado monseñor Luis María Padilla (1895–1960) quien fue Obispo de Coro, promotor de la educación y arduo defensor de los derechos humanos.
Estos hombres y mujeres demuestran que la santidad no es un destino lejano, sino un camino que se recorre en el servicio cotidiano y que, desde la fe sencilla del pueblo hasta el reconocimiento de la Iglesia, Venezuela continúa escribiendo su historia de amor a Dios y al prójimo.

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