"¡Viva Cristo Rey!": El martirio que conmocionó a México

Esta historia, aunque dolorosa, sigue fascinando a la feligresia católica y es uno de los testimonios de fe en Cristo más conmovedores en América

Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 23 de noviembre de 2027

Ocurrió un 23 de noviembre de 1927, Festividad de Cristo Rey. El Padre Miguel Agustín Pro (sj) fue fusilado expresando públicamente su fe en Cristo Rey. Con el tiempo fue reconocido como beato de la Iglesia Católica, un testimonio como pocos.
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Bajo un cielo gris, el sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro salió de su celda y se encontró con un patio convertido en un escenario macabro. Ante él, no solo se desplegaba un pelotón de fusilamiento, sino también un grupo de "invitados especiales": fotógrafos oficiales y miembros del cuerpo diplomático, testigos elegidos por el gobierno de Plutarco Elías Calles para documentar el castigo a un enemigo del Estado. 

El Padre Pro, condenado sin juicio por un atentado que no cometió, caminó con una serenidad que contrastaba con la tensión del momento. Incluso, tuvo un gesto de perdón cristiano cuando uno de sus captores le pidió disculpas, a lo que él respondió: "No sólo te perdono, te doy las gracias".

UNA EJECUCIÓN CALCULADA PARA AMEDRENTAR 

Las autoridades, lejos de concederle un momento privado, le preguntaron su última voluntad frente a todos los presentes. "Rezar a mi Padre Dios", fue su petición. Acto seguido, el sacerdote se hincó en el suelo, cruzó los brazos y se sumergió en una profunda oración, ofreciendo su vida, según testimonios, "por la salvación de México y la conversión de sus perseguidores". 

Al levantarse, en un acto de desafío espiritual que quedaría grabado en la memoria nacional, abrió sus brazos en forma de cruz y gritó con toda su fuerza la consigna prohibida de los cristeros: "¡Viva Cristo Rey!". La descarga de los fusiles interrumpió el eco de su grito, y al ver que aún respiraba en el suelo, un oficial se acercó para administrarle el tiro de gracia.

EL LEGADO DE UN MÁRTIR EN LA MEMORIA COLECTIVA 

La estrategia del gobierno de Calles para utilizar la imagen de la ejecución como una muestra de fuerza resultó un profundo error. Las fotografías publicadas en la prensa, lejos de infundir miedo, revelaron al mundo la dignidad y la fe inquebrantable de un hombre inocente, convirtiendo su muerte en un símbolo potente de la resistencia católica. 

El Padre Pro no fue eliminado como un criminal común, sino que fue elevado a la categoría de mártir. Su figura, lejos de desvanecerse, se fortaleció, y hoy, como Beato Miguel Agustín Pro, su historia sigue inspirando a los fieles y su grito final resuena como un testimonio eterno de fe frente a la opresión.

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