Cardenal Urosa inauguró Año Jubilar de la Misericordia en Chacao


El alcalde Ramón Muchacho,  expresó su deseo de que en Venezuela reine la sensatez, y la nueva Asamblea Nacional se pueda instalar en paz, el 5 de enero

Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic
Nota de Prensa y fotos: Alcaldía Chacao

Chacao, 19 de diciembre de 2015.- “Este sábado, la Iglesia San José de Chacao abrió su puerta principal sagrada para recibir al Cardenal Jorge Urosa Savino, quien oficializó la primera eucaristía del Año Jubilar de la Misericordia e hizo votos para que, el año que viene, reine la sensatez en el país”, afirmó el alcalde Ramón Muchacho.

El mandatario local resaltó que “quienes hoy acompañamos al Cardenal Urosa nos apegamos a su petición de paz, para que los conflictos políticos de Venezuela se resuelvan de la mejor manera posible; y así impere la sensatez de sus ciudadanos, además para que en el mes de enero se pueda instalar la nueva Asamblea Nacional en paz”, destaca una nota de prensa emanada de la alcaldía.

Muchacho aseguró que la celebración del Año Jubilar de la Misericordia en Chacao contará con el apoyo de la Alcaldía para la ejecución de cada una de las actividades programadas. 

Atenderemos siempre el llamado de la Iglesia para garantizar también la seguridad de los cientos de feligreses que nos visitan para reforzar su fe”, agregó.

Por su parte, el Cardenal Jorge Urosa Savino, destacó durante el acto litúrgico que “la paz es el camino de los que guardan los mandamientos del Señor, por eso la sensatez debe reinar el año que viene en respuesta a cualquier conflicto político”, enfatizó.

Finalmente, Savino dijo que, por mandato del Papa Francisco, este año se debe reforzar el acto de la confesión. “Es necesario confesar a la mayor cantidad de feligreses, para redimir el pecado entre nosotros. Un buen corazón siempre le debe dar cabida al perdón. Sin perdón, no puede haber paz,” concluyó.

El Cardenal Urosa Savino estuvo acompañado por los párrocos y sacerdotes del Arciprestazgo de Chacao. A continuación se publica la Homilía pronunciada por el arzobispo de Caracas con motivo del inicio del Año Santo de la Misericordia en la Catedral de Caracas:

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Acoger e imitar la Misericordia de Dios
Homilía en la inauguración del Año de la Misericordia,
Santa Iglesia Catedral de Caracas, 13 de diciembre de 2015
+Jorge Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de Caracas
“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia” (Mt 5, 7)
En su primera predicación, en el bellísimo y así llamado Sermón de la Montaña, Jesús nos presenta el programa de vida del cristiano. Y  lo primero que El nos enseña es el camino de la felicidad. Lo hace al proclamar las bienaventuranzas, es decir, al plantearnos actitudes y virtudes fundamentales que nos llevan a la felicidad. Allí Jesús nos dice entre otras cosas, “dichosos los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia”.
Nos enseña así Jesús que, por la debilidad física y moral de nuestra frágil condición, los seres humanos necesitamos permanentemente la misericordia de Dios y de nuestros hermanos. Y la alcanzaremos sólo si somos misericordiosos: “felices los misericordiosos”, pues ellos recibirán la compasión, la ayuda, el perdón de Dios y de los demás.
Pues bien: para que contemplemos, acojamos y agradezcamos la misericordia de Dios, y para que seamos “misericordiosos como el Padre” celestial (MV 9), el Papa Francisco ha convocado con la Bula Misericordiae Vultus el Año Jubilar de la Misericordia. El objetivo de este tiempo de gracia y salvación es destacar la grandeza de la misericordia divina para con la humanidad, su manifestación viva y personal  en Jesucristo, e invitarnos a cada uno de nosotros a ser  signo eficaz de la misericordia de Dios con nuestros semejantes.
EL AÑO DE LA MISERICORDIA:
Este año de la Misericordia comenzó en Roma el pasado 8 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, y se extenderá hasta el 26 de noviembre de 2016, solemnidad de Cristo Rey. En el mundo entero, se está dando inicio hoy al año de la misericordia con la apertura de la Puerta Santa de cada Catedral, como acabamos de hacer nosotros en nuestra Catedral metropolitana de Caracas. En este Adviento, pues, y durante todo este tiempo que va hasta noviembre de 2016, estamos invitados a contemplar la misericordia de Dios, y a dar gracias al Señor por la inmensidad de su amor a la humanidad: El quiso enviarnos a su divino Hijo, encarnado en el vientre purísimo de María Santísima, para redimirnos de nuestros pecados, y llamarnos a participar de la vida misma de Dios, a través de la fe y el bautismo en la Santa Iglesia Católica.
En efecto, mis queridos hermanos: la misericordia es uno de los más hermosos atributos de Dios. El es, sin duda, infinito, eterno, perfectísimo, omnisciente, todo poderoso; pero, sobre todo, “es clemente y misericordioso, lento a la ira y lleno de amor” (Sal 103,8). Más aún, San Juan evangelista nos dice en su primera carta que “Dios es amor” (1Jn 4, 8), puro amor, amor intenso, vivo, eterno, inextinguible, irrevocable. Amor para con la humanidad pecadora, para sacarla de las tinieblas y sombra de muerte en las que vivimos…. Y ese amor lo ha mostrado Dios Padre de manera extraordinaria, sorprendente y misteriosa, pero cierta y real, en la encarnación redentora de su divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. En palabras del Papa Francisco: “Jesucristo es el rostro de la misericordia de Dios” (MV 1).
ACOGER LA MISERICORDIA DE DIOS
La palabra misericordia, muy propia del cristianismo, ajeno y contrario a la dureza, la frialdad, la indiferencia y la crueldad del paganismo,  es equivalente a bondad, compasión, clemencia, piedad, ternura, dulzura, solidaridad, perdón, tolerancia. Y todo eso, mis queridos hermanos lo ha mostrado Dios Padre en el rostro humano, cercano a nosotros, de Jesús, Dios eterno hecho hombre, quien en su  carne cargó con nuestras culpas, para conseguirnos la remisión de nuestros pecados, realizando así la mayor obra posible de misericordia. La misericordia  es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. “Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro  encuentro” (MV 2). Jesucristo nos revela el especial amor  de Dios por la humanidad, y por eso  El es el rostro misericordioso del Padre.
Hoy, pues, iniciamos gozosos en nuestra Arquidiócesis de Caracas este  JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA. Es un tiempo en el cual estamos llamados a acoger la misericordia divina para con nosotros, pobres pecadores. Acabamos de abrir la Puerta Santa de nuestra Catedral caraqueña, significando así que queremos acoger en nuestras vidas la misericordia de Dios. Haremos esto si, sintiendo el toque bondadoso de la mano de Dios en nuestros corazones, y, si acaso estuviéramos separados de El por el pecado, nos convertimos y nos acercamos de nuevo a Él, como hizo el hijo pródigo al retornar a la casa de su padre (Lc 16,11-32). Para esto el Papa Francisco destaca la importancia del sacramento de la Reconciliación, y quiere que los pecadores puedan recibir la clemencia de Dios a través de ese misericordioso sacramento del perdón. Por eso invito a mis queridos hermanos sacerdotes a ejercer con prontitud, con dedicación, el hermoso ministerio de la reconciliación (Jn 20,23). Para ello es preciso organizar en cada Parroquia o Iglesia filial un programa de celebración del sacramento en el cual haya en tiempos estipulados sacerdotes dispuestos en los confesionarios a escuchar amablemente la confesión de los penitentes, para acogerlos de nuevo en la casa del Padre celestial impartiéndoles la absolución en el nombre del Señor.
El Año de la Misericordia propuesto por el Papa es un tiempo especial para el crecimiento espiritual, para la conversión, para reconocer que necesitamos la misericordia de Dios. Con humildad hagamos un examen de conciencia y veamos nuestra situación. Seamos humildes y reconozcamos la necesidad que tenemos de la compasión divina y del perdón del Señor. Y acudamos confiadamente al sacramento de la reconciliación. Este año es una invitación de Dios y de la Iglesia a acercarnos más al Señor, inmensamente bondadoso y siempre dispuesto al perdón, mediante la participación en actos religiosos en algunos Templos designados especialmente para ello. En Caracas están designadas la Iglesia Catedral, y algunas Iglesias especiales en diversas zonas de Caracas. Al participar en esos actos religiosos y recibir a los Santos sacramentos de la reconciliación y la sagrada Comunión con las debidas disposiciones, podremos ganar la indulgencia plenaria que, para el total perdón de nuestros pecados, ha concedido el Papa Francisco.
SEAMOS MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE CELESTIAL
Pero el Año Jubilar de la Misericordia ha sido convocado por el Papa también para que se haga más fuerte y eficaz la misericordia de los creyentes,  llamados ser nosotros mismos “signo eficaz del obrar del Padre” (Misericordiae Vultus [MV] 3). La misericordia hacia los demás debe ser un distintivo visible de todo discípulo de Jesús, de cada uno de nosotros. Así nos enseña el Señor con la Parábola del Buen Samaritano (Lc  10, 29-37).
El Papa nos invita especialmente en este año a practicar las obras de misericordia (MV 15). Es bueno que las recordemos: las materiales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir al enfermo, socorrer a los presos, enterrar a los muertos (Cfr. Mt 25,31- 46); y las espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, consolar a los tristes, perdonar las ofensas, sufrir con paciencia a las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Siempre que enseñamos el camino del Señor a alguien, cuando ayudamos, asistimos o defendemos a una persona, cuando promovemos el bien común, cuando solucionamos un problema material o personal de alguien o de una comunidad, estamos realizando una obra de misericordia.
Una de las mayores obras de misericordia es anunciar el Evangelio de Jesucristo, el camino de la felicidad, la esplendorosa luz de la verdad, a nuestros hermanos, especialmente a quienes no la conozcan. Por eso invito a todos los párrocos y demás agentes de pastoral a organizar misiones parroquiales para anunciar en los sectores, instituciones y hogares el Evangelio de la Misericordia del Padre, para invitar a todos a la conversión.
En esta línea, queridos hermanos, también hemos de intensificar nuestra acción social, a nivel arquidiocesano y a nivel parroquial. Hemos de fortalecer y apoyar  nuestros institutos de beneficencia, las casas hogares de niños y de ancianos, los comedores populares, los dispensarios, los roperos y todas las obras de acción social que ya tenemos. Que este Año de la Misericordia deje como fruto el florecimiento de muchas iniciativas, actividades y centros  de acción social en nuestra querida Caracas. Para llevar así la misericordia de Dios  a los más necesitados. Tenemos una oportunidad muy a la mano, cuando compartimos con nuestros vecinos, con los que menos tengan, los productos que  están escaseando
En este año, y luego en el futuro, cada parroquia e instancia eclesial está llamada a atender situaciones concretas que requieran el acompañamiento de la caridad: además de los hogares de niños y de ancianos, entre otras actividades, ayudar a los centros de salud, visitar a los presos en las cárceles cercanas a Caracas, visitar a los jóvenes internos en centros de educación especial
ADVIENTO Y  NAVIDAD EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA
Los invito pues, con palabras del  Papa Francisco, a ser misericordiosos como el Padre (MV 14).  Los invito en este precioso tiempo de Adviento y Navidad a abrir el corazón a las personas que nos necesitan: a los enfermos, los tristes, los abandonados, los más pobres; los que sufren la injusticia y el atropello, los que no tienen casa, los que se encuentran privados de libertad. De manera particular a los pecadores, para invitarlos a acercarse a Dios, y a cambiar de vida, recibiendo los santos sacramentos de la reconciliación y la sagrada comunión. Como cristianos estamos llamados a ser generosos con los demás, a compartir nuestros bienes, a aliviar las penas de los que sufren. Seamos misericordiosos como nuestro Padre celestial.
CONCLUSION

Imploremos para ello la maternal ayuda e intercesión de la Virgen María, a quien la Iglesia invoca y canta como Madre de misericordia. Que ella, que acompañó a su Hijo en el camino de la cruz y en el Calvario, nos ayude a ser misericordiosos, para que alcancemos la  misericordia de Dios. Amén.


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