El
nuevo ajuar de la Patrona del estado Lara es un canto visual a la población de El
Tocuyo, entrelazando el afamado canto de tamunangue, cañaverales y el mapa
fundacional en su manto. El Niño Jesús calzará alpargatas, liqui liqui y
portará un garrote típico del tamunangue.
Publicado el 5 de diciembre de 2025
Barquisimeto se viste de gala espiritual. La ciudad se alista para recibir, una vez más, el paso reverente de su Pastora de Almas en la anhelada Visita Nº 168. Pero esta vez, quien llega ataviada de historia es ella. La sagrada imagen de la Divina Pastora no solo realizará su peregrinación anual; portará, cosida a hilo, perla y pincel, el alma misma del municipio Morán del estado Lara, en Venezuela.
La
revelación de su nuevo ajuar, presentado por el Arciprestazgo Inmaculada
Concepción, trasciende lo ornamental para convertirse en una poderosa
catequesis de tela: un homenaje donde la devoción mariana y la identidad
cultural se funden en una sola ofrenda.
De acuerdo con la Pastoral de la Comunicación de la Arquidiócesis de Barquisimeto que dirige el Padre Jesús Lárez, el nuevo vestido de la venerada imagen, es mucho más que una pieza de arte sacro.
Es un relato tejido, una declaración de amor a la tierra larense. Cada detalle ha sido concebido para narrar la fe, la historia y la esencia de El Tocuyo, cuna primigenia de Venezuela, dice la nota recibida por El Guardián Católico.
La imagen de María, en su advocación de Pastora, se transforma así en un sagrado lienzo que recorre las calles de Barquisimeto llevando consigo el espíritu de la "Ciudad Madre".
La falda es un jardín de símbolos
y sustento
Al describir la vestimenta, la mirada se detiene primero en la falda, el lienzo principal de esta narrativa visual. Sobre ella florece un tríptico botánico cargado de significado. Los lirios, puros y sencillos, proclaman la castidad y la virtud de la Madre de Dios.
Junto
a ellos, la cayena, esa flor de vibrante color que antaño adornaba los atrios
de los templos tocuyanos, trae el recuerdo de las plazas coloniales y la fe
popular. Y, enraizándolo todo, la caña de azúcar. Su tallo no es solo un
elemento decorativo; es la columna vertebral del Valle del Río Tocuyo, el
cultivo que forjó economías, paisajes y comunidades.
Esta
trilogía –espiritualidad, belleza local y sustento– ha sido inmortalizada con
meticulosa devoción mediante ilustración, pintura manual y bordado, exaltando
la creación divina y humana.
La blusa representa el vuelo del
tamunangue hecho liturgia
Elevando
la mirada, la blusa de la imagen constituye una traducción solemne y respetuosa
del traje folclórico del tamunangue, la expresión dancística y musical por
excelencia de la región.
Sus característicos vuelos y arandelas han sido interpretados en fino encaje de algodón, pero transformados en un elemento sacro mediante la intervención manual con perlas, lentejuelas y canutillos.
No se trata de un disfraz, sino de una integración sublime: el baile que honra a San Antonio y a la Virgen se transfigura en el atuendo de la Pastora, creando un puente directo entre la celebración comunitaria y la veneración litúrgica.
El manto es un mapa hacia la
memoria
Quizás
la pieza de mayor carga histórica es el manto. Más que una capa, es un
documento fundacional bordado. Sobre su superficie se despliega, como un tesoro
revelado, el mapa más antiguo conocido de El Tocuyo: el plano de “La Ciudad de
El Toquio”, fechado en 1579.
Este
detalle no es casual; recuerda la primacía de El Tocuyo como la primera ciudad establecida tierra adentro en
Venezuela. Con más de 446 años, representa el punto de partida de la
colonización y evangelización del occidente venezolano.
La
"Ciudad de los 7 Templos", cuna de la devoción mariana bajo la
advocación de la Inmaculada Concepción, queda así bajo la protección simbólica
del manto de la Divina Pastora. La técnica es una sinfonía de arte:
ilustración, pintura manual y bordado con cristales que otorgan luz.
La
composición se corona en su borde superior con lirios que aspiran a la gloria
celestial, mientras que su base descansa, firme y fértil, sobre la
representación de los verdes cañaverales que le valieron a la ciudad el apodo de
"Ciudad de los Lagos Verdes".
El báculo y el Niño, un gran
detalle de raíces larenses
La
narrativa se completa en los accesorios. El báculo, tallado en madera de vera,
es una pieza de artesanía que rinde tributo al trabajo de la tierra.
Tejido
por manos curtidas, evoca con sus hilos el garrote utilizado por los bailadores
de tamunangue, transformando un instrumento de danza en un bastón de guía
pastoral. Sus botones florales en amarillo, azul, rojo y rosado entretejen la
identidad nacional con la feminidad sagrada de María.
A
su lado, el Niño Jesús, que acompaña a la Pastora, vestirá un tradicional liqui
liqui color caqui. Esta elección conecta con la memoria social, evocando la
vestimenta de gala de los hacendados de antaño durante las festividades en las
haciendas cañeras, cerrando así el círculo de un homenaje que abraza todas las
dimensiones de la comunidad: lo espiritual, lo histórico, lo económico y lo
festivo.
El vestido como testigo vivo
La Arquidiócesis de Barquisimeto informó que este ajuar, es fruto de la conceptualización de Mariana Rodríguez Leal, las ilustraciones de María Giannina Álvarez, el patronaje y confección del equipo de Camalu CA, y el exquisito bordado y pintura de Marylu Leal, Marianne Leal y sus colaboradores, es un monumento textil.
Es
el testimonio silencioso pero elocuente de una identidad que persiste, de una
memoria histórica que se niega al olvido y de una devoción mariana que, lejos
de ser estática, se revitaliza año tras año, tejiendo su historia con los hilos
del presente.
Destacaron
que cuando la Divina Pastora recorra las calles en su Visita 168, el próximo 14
de enero de 226, no caminará sola. Llevará consigo, en cada pliegue y detalle,
el alma de Morán, un pueblo entero que, puntada a puntada, se ha bordado a sí
mismo en el manto de su fe.







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