Testimonio de Fe – Canonización de San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles

 

Mi vida ha estado llena de pequeños milagros: ser hija, madre de dos maravillosos hijos, esposa, hermana, tía y amiga. Pero el gran milagro de mi brazo derecho, concedido por intercesión de Madre Carmen Rendiles, me une a ella de un modo indescriptible...

Por Trinette Durán de Branger – Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, 19 de octubre de 2025

Para Venezuela y para el mundo, queridos hermanos y hermanas:

¿Cómo describir la dicha inmensa de estar viva y presente hoy, 19 de octubre de 2025, siendo testigo de la fe y llena de esperanza en este maravilloso día en la Plaza de San Pedro?

La Santa Sede celebra la canonización de siete nuevos santos que entregaron su vida al servicio de Dios, entre ellos nuestros amados San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles. Esta fiesta del cielo en la tierra ha sobrepasado todas las expectativas: Roma, el Vaticano, se encuentran de júbilo. Miles de feligreses se congregan con emoción y alegría para vivir este momento histórico.

Desde el inicio de la Santa Misa, cada paso de la ceremonia nos acerca más a Dios. La canonización de nuestros santos, ahora universales y venerados, nos llena de gratitud y humildad. No hay palabras suficientes para expresar lo que sentimos. Hoy representamos a toda una nación y a nuestra América Latina. Muchos lugares se visten de lujo espiritual. Es, sin duda, un día de gracia, bendición y esperanza.
Les aseguro, hermanos, que sí se puede llegar a ser santo. Ellos son ejemplo vivo de humildad, grandeza, pureza y entrega absoluta a las normas de Dios. Por eso hoy gozan de la gloria del cielo.

Aunque me encuentre fuera de mi amada Venezuela —tan dolida y necesitada—, elevo mis oraciones por la justicia y la paz. Nuestro país está lleno de almas buenas; debemos ser mejores cada día para que, cuando seamos llamados, podamos gozar en la presencia de Dios.

La alegría que hoy se respira es incontenible. Nos encontramos con hermanos y familias que hacía años no cruzaban sus miradas. Los abrazos se mezclan con lágrimas que caen sobre el suelo santo: un verdadero bálsamo para el alma. Tenemos una Madre en común, María Santísima, que nos protege. Ver los pendones con las imágenes de nuestros santos en la Casa Madre del catolicismo conmueve profundamente el corazón.

Aprovecho este momento para pedir por los enfermos y sus necesidades. Nuestros santos amaron a Dios por encima de todo, sirvieron a los más necesitados, entregaron su vida al prójimo y honraron nuestra bandera tricolor.

Imagino desde aquí las celebraciones en Caracas, en La Candelaria —donde reposan los restos de nuestro San José Gregorio—, llenas de fervor y alegría. Y en la iglesia del Colegio Belén, donde descansan los restos de Santa Carmen Rendiles, brilla hoy una luz especial que inspira a sus hijas consagradas y a todo el pueblo fiel. Las campanas de Venezuela doblan y resuenan al unísono, alabando a Dios por este maravilloso regalo.

Gracias, Santo Padre Francisco, y también al Papa León XIV, por esta bendición para nuestra nación.

Mi amado Trujillo, mis hermanos andinos, están hoy de fiesta, llenos de recogimiento y gratitud por esta luminosa celebración. Tengo tanto que agradecer a Dios, a la Virgen y a nuestros santos, ejemplo que me acompaña desde niña.

Mi vida ha estado llena de pequeños milagros: ser hija, madre de dos maravillosos hijos, esposa, hermana, tía y amiga. Pero el gran milagro de mi brazo derecho, concedido por intercesión de Madre Carmen Rendiles, me une a ella de un modo indescriptible. Su intercesión me favoreció con una gracia venida del cielo, una vivencia mística imposible de expresar con palabras.

Hoy, desde Roma, sostengo en mis manos sanas la alegría de dos santos venezolanos. Regresaré a mi patria llevando conmigo esta dicha inmensa: Santa Madre Carmen y San José Gregorio, nuestros intercesores eternos.

¡Viva Jesús Eucaristía por siempre!
¡Viva nuestra bendecida nación, Venezuela!

Trinette Durán de Branger


Publicar un comentario

0 Comentarios