El Cardenal Urosa invitó a dar testimonio de Cristo en medio de la crisis del país



Durante la Misa Crismal, monseñor Jesús González de Zárate, informó que el próximo 19 de agosto, en la mañana, se realizará un acto central con motivo del Cincuenta Aniversario de Ordenación Sacerdotal del Cardenal Urosa

Ramón Antonio Pérez // @GuardianCatolic
Fotos tomadas del Facebook Adán Ramírez
Caracas, 14 de abril de 2017

El cardenal Jorge Urosa Savino hizo un llamado especial a los sacerdotes de la arquidiócesis de Caracas para “dar testimonio de Cristo en el amor fraterno especialmente en las deplorables circunstancias actuales que golpean a los más pobres en nuestro país, cuando inmensos grupos de nuestra población están sufriendo hambre y carencia de medicamentos y un terrible y constante incremento del costo de la vida”.

Las palabras del Purpurado se produjeron este Jueves Santo, 13 de abril, con motivo de la Misa Crismal que presidió en la Catedral Metropolitana de Caracas, fecha en la que también la Iglesia católica celebra el Día del Sacerdote. 

Cabe indicar que el arzobispo de Caracas, además de sus obispos auxiliares, estuvo acompañado por el Nuncio Apostólico de Su Santidad en Venezuela, monseñor Aldo Giordano, ante quien reafirmó “nuestra comunión con el Santo Padre y la Iglesia Universal”, según expresó en su homilía.

También saludó y dio la bienvenida al padre Florencio Abajo, director general de los Operarios Diocesanos, quien se encuentra de visita en Venezuela, agradeciéndole por el “magnífico servicio” que esta congregación religiosa presta a la iglesia arquidiocesana de Caracas, “en la dirección de nuestro Seminario de Santa Rosa de Lima”. 

Al menos cien hombres consagrados renovaron su entrega al servicio de Dios, del pueblo creyente y de la colectividad en general.

Debemos ir siempre adelante

El cardenal Urosa reconoció el trabajo que los sacerdotes cumplen en la Iglesia de Caracas, especialmente entre los más necesitados. 

“Por eso, aunque no tenemos ni los recursos ni la capacidad para resolver todas las necesidades de nuestros hermanos, hemos de seguir adelante con esas estupendas iniciativas de las ollas solidarias en nuestras parroquias”, dijo.

Felicitó “de todo corazón” a quienes han establecido e impulsado esta iniciativa de Cáritas de Venezuela y expresó su deseo de que “muchos más sigan el ejemplo o diseñen alguna otra forma de apoyar y socorrer el dolor de nuestros hermanos más pobres”.

Misioneros. El arzobispo saludó de manera efusiva a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y seminaristas “que han venido de otras partes para ayudarnos, para darle fuerza a nuestra Iglesia de Caracas”. 

Recordó que como hombres de Dios “estamos llamados a entregarnos con dedicación y gran ardor pastoral, con intenso celo apostólico, como San Pablo, a nuestros fieles, cada uno en nuestras propias labores pastorales”.

Para el cardenal Urosa “dadas las circunstancias de escasez de personal, de ministros del Señor y de religiosos y religiosas, cada uno de nosotros, y los seminaristas, debemos tener esa actitud de entrega de servicio a los fieles, de generosidad, de no negarnos, de ir siempre adelante”.

Anécdota del descanso. El cardenal Urosa contó una anécdota de su época de seminarista que le convenció aún más en su camino hacia el Sacerdocio. “Recuerdo una Hermanita de Santa Ana, española, se llamaba Anita, que trabajaba sin descanso en el Seminario Interdiocesano de Santa Rosa, allá por 1960, a quien le pregunté: Y Ud., ¿cuándo descansa? Y ella me respondió con serenidad y alegría: ¡descansaremos en la eternidad!", dijo Urosa.

Bodas de Oro Sacerdotales del Cardenal Urosa

Durante esta celebración, monseñor Jesús González de Zárate, recordó que la Iglesia de Caracas se encuentra motivada porque el próximo 15 de agosto, el cardenal Jorge Urosa Savino, arribará a 50 años de su ordenación sacerdotal

Nació el 28 de agosto de 1942, y fue ordenado presbítero el 15 de 1967, en la Catedral Metropolitana de manos del Eminentísimo Señor Cardenal José Humberto Quintero Parra, XII Arzobispo de Caracas. 

El momento es propicio para que todos nosotros le expresemos nuestra cercanía y nuestro cariño al Señor Cardenal, así como nuestra comunión con la Iglesia de Caracas”, dijo el obispo auxiliar de Caracas.

En consecuencia, invitó a la feligresía estar atentos porque en los próximos meses “realizaremos una serie de actividades para preparar tan significativo acontecimiento que tendrá como punto central una celebración eucarística el sábado 19 de Agosto, en horas de la mañana”.

González de Zárate comentó a la oficina de prensa arquidiocesana que con la celebración de este aniversario o Bodas de Oro Sacerdotal del Arzobispo de Caracas, se quiere “poner de relieve no sólo la amplia y fructífera trayectoria del Cardenal Urosa, sino el valor del sacerdocio y del episcopado, y la vocación de servicio de la Iglesia”.

A continuación la homilía completa del Cardenal Urosa durante la Misa Crismal:

Testigos fieles de Cristo
 HOMILÍA EN LA MISA CRISMAL

Jueves Santo 13 de abril de 2017-
+Jorge L. Urosa Savino, Card. Arzobispo de Caracas

Mis queridos hermanos: Gracias a todos Ustedes por venir a nuestra Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Caracas para participar en la solemne Misa Crismal, una de las celebraciones más importantes de la sagrada liturgia Católica. Mil gracias especialmente a mis queridos hermanos diáconos y sacerdotes, por estar presentes para manifestar nuestra fe en Cristo, sumo y eterno sacerdote, nuestro amor al sacerdocio de Cristo  y nuestra unidad.

Esta Santa Eucaristía, en la que consagraremos los oleos santos que los obispos y presbíteros utilizamos en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Unción de los enfermos, y la ordenación sacerdotal, así como para dedicar los templos y los vasos sagrados, es la mayor expresión del oficio litúrgico sacerdotal del Obispo, pues en unión de sus presbíteros y diáconos confecciona los elementos sagrados para la administración de esos maravillosos sacramentos.

Esta celebración es también la mayor expresión litúrgica de la unidad de la Iglesia: aquí estamos congregados fieles laicos de todas las parroquias, religiosas y religiosos, diáconos y sacerdotes de todos los confines de nuestra querida Caracas, y los Obispos, que somos, por gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, los sucesores de los Apóstoles llamados por el Señor a servir y santificar a toda la Iglesia santa de Dios que vive su fe en Caracas. Y hoy tenemos el gusto de que nos acompañe en esta solemne ocasión, el Excmo. Sr. Aldo Giordano, Nuncio Apostólico del Papa Francisco en Venezuela. Muchas gracias, Excelencia, por estar con nosotros, para confirmar nuestra comunión con el Santo Padre y la Iglesia Universal. También nos acompaña el R.P. Florencio Abajo, O.D., Director General de los Padres Operarios Diocesanos, que prestan un magnífico servicio a la Iglesia en Caracas en la dirección de nuestro Seminario de Santa Rosa de Lima. Bienvenido, Padre Director.

Gracias, pues, por estar aquí en esta bellísima ocasión. Hoy, Jueves Santo, nuestros corazones llenos de fe y nuestros  sentimientos llenos de agradecido amor se elevan a Cristo, sumo y eterno sacerdote, y le damos gracias por su inmensa misericordia, y por habernos llamado a participar de la Santa Eucaristía, memorial sublime de su sacrificio y de su banquete de salvación.

TESTIGOS FIELES DE CRISTO

La Oración Colecta con que iniciamos esta santa Misa centra nuestra atención en el llamado que todos nosotros hemos recibido a ser Testigos fieles de Nuestro Señor Jesucristo. A sus apóstoles, luego de su resurrección, Jesús confió esa honrosa misión, lo cual es un serio compromiso pero también un excelso honor (Lc 24, 48). Se trata de dar testimonio de Cristo, de que Él es el Salvador (Lc 2, 11; Ti 2,13), que él es el Camino la Verdad y la Vida (Jn 14,6), que  él es el Agua viva (Jn 7,37), Dios y hombre verdadero (Tit 2, 13), la resurrección y la vida (Jn 11,25), el Rey de reyes y Señor de los señores (Ap. 17,4; 19,6).

Y dar testimonio de la extraordinaria, sobrenatural naturaleza de Nuestro Señor exige para todos nosotros, fieles laicos, religiosas y religiosos, obispos, presbíteros y diáconos, una profunda vivencia de fe, una permanente actitud de entrega, de amor, de fidelidad; exige una conducta elevada, virtuosa, a la altura de la sagrada y sublime condición cristiana de ser Hijos de Dios, discípulos de Cristo, y miembros de su pueblo santo, la Iglesia Católica.

Estamos todos llamados a ser testigos de Cristo, Dios y Salvador nuestro, y para ello hemos de escuchar la palabra de Dios y cumplirla, lo cual es maravilloso, pues nos conduce a la felicidad. Recordemos lo que dice Nuestro Señor: “Felices serán los que escuchen y cumplan la palabra de Dios”  (Lc 11, 28)

SACERDOTES: TESTIGOS DE CRISTO BUEN PASTOR.

En particular, en esta Misa Crismal, en que recordamos nuestra unción sacerdotal, nuestra consagración, el llamado a ser testigos se dirige sobre todo a nosotros los ministros consagrados, sacerdotes y diáconos.

Estamos llamados a ser testigos de Cristo porque por la ordenación sacerdotal hemos sido configurados a Cristo, Sumo sacerdote y buen pastor que da la vida por sus discípulos. Es bueno recordar que no se trata solamente de un nombramiento o un cargo, ni de una “función”, sino de una unción sacramental, espiritual, ontológica y sagrada, que toca lo más profundo de nuestro ser, y nos confiere el carácter sacerdotal de consagrados, configurados a Jesús, nuestro Divino amigo y hermano. Por eso estamos obligados a vivir una vida santa, a practicar todas las virtudes, a ser ejemplo de santidad para los fieles. Más aún estamos llamados ofrecer nuestras vidas a Dios en sagrada oblación, tal como lo hizo Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Nuestra vida toda debe ser una ofrenda de amor al Señor, en nuestro servicio sacerdotal, en la entrega a los fieles, en concreto en nuestra Iglesia Arquidiocesana de Caracas, a la cual hemos prometido servir para toda la vida.

TESTIGOS DE CRISTO EN NUESTRA COMUNIÓN FRATERNA Y ECLESIAL

El mandamiento supremo de Jesús, para los cristianos, para cada uno de nosotros sacerdotes y diáconos, es el mandamiento del amor a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos, más aún, como Cristo nos ha amado, pues así nos lo dice El en el Sermón de la Cena. Y es un mandato sumamente agradable y provechoso, pues como dice el salmo, “cuán  buena y dulce  es la unión de los hermanos” (Sal 133,1). Los diáconos, presbíteros y obispos estamos llamados urgidos a vivir la fraternidad sacramental, pues participamos todos del mismo sacerdocio de Cristo, y hemos de vivir en el amor fraterno, en la ayuda mutua, en la práctica de la caridad, en la vivencia del auxilio fraterno. Nuestra propia felicidad nos va en ello. ¿No es cierto que en la hermandad, en la unión, en la fraternidad experimentamos una gran alegría? Y que, por el contrario ¿el egoísmo, la separación, la división y la discordia, los conflictos y problemas nos causan gran desazón y molestia? Por eso es tan importante  vivir en el amor, como nos dice San Pablo (Cfr Ef. 5,2). Superar las diferencias, saber perdonar, apoyarnos mutuamente, evitar cualquier cosa que pueda herir o dañar a un hermano. En esto hemos de poner mucho empeño, especialmente en estos tiempos difíciles,  pues hacerlo nos ayuda a ser felices, a vivir con alegría nuestra entrega al Señor, nos ayuda a hacer más llevadero el trabajo pastoral. Y hemos de ayudarnos con tanta mayor razón por cuanto todos estamos consagrados al servicio de nuestra Iglesia caraqueña, de estos cinco millones de personas que nos ven con esperanza, que nos necesitan, que nos miran como fuente de fortaleza y de consuelo, que nos buscan para que los acerquemos a Dios. Vivamos intensamente nuestra hermandad, nuestra fraternidad sacramental. Gracias a todos Ustedes, por el testimonio de amor que dan diariamente a nuestros fieles. En especial, quiero expresar mi reconocimiento y más viva gratitud a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y seminaristas que han vertido de otras partes para ayudarnos, para darle fuerza a nuestra Iglesia de Caracas. Ustedes, queridas hermanas y hermanos, son un ejemplo de entrega a Dios para todos nosotros, los caraqueños. Y ojalá que se fortalezca entre nosotros el deseo, el interés, el compromiso por servir a Jesús en nuestro pueblo capitalino, a pesar de tantas dificultades. Reafirmemos nuestro serio y sagrado compromiso sacerdotal de servir a los fieles de Caracas.

Además, debemos dar testimonio de Cristo en el amor fraterno especialmente en las deplorables circunstancias actuales que golpean a los más pobres en nuestro país, cuando inmensos grupos de nuestra población están sufriendo hambre y carencia de medicamentos y un terrible y constante incremento del costo de la vida. Por eso, aunque no tenemos ni los recursos ni la capacidad para resolver todas las necesidades de nuestros hermanos, hemos de seguir adelante con esas estupendas iniciativas de las ollas solidarias en nuestras parroquias. Felicito de todo corazón a quienes las han establecido, y ojala muchos más sigan el ejemplo o diseñen alguna otra forma de apoyar y socorrer el dolor de nuestros hermanos más pobres.

TESTIGOS DE CRISTO EN EL ARDOR APOSTÓLICO

Testigos de Cristo como buenos pastores que dan la vida por sus ovejas, testigos en el amor fraterno y a nuestra Iglesia caraqueña. Son exigencias que nos pone el Señor. Pero hay también otro testimonio de Cristo que es bueno que consideremos en esta sagrada y solemne ocasión, y que meditemos y pongamos en práctica luego en nuestra vida diaria. Estamos llamados a ser testigos de Cristo en el celo pastoral, en el ardor apostólico, en el servicio abnegado a los fieles. En esto San Pablo fue y es para nosotros un gran ejemplo: Recordemos esa hermosa frase, que indicaba la intensidad de su ardor apostólico: “ !Me gastaré y desgastaré totalmente por vuestras almas!” (2 Co12, 15) Y otra frase semejante: “aunque yo sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me regocijo y comparto mi gozo con todos vosotros (Fil 2, 17).

Estamos llamados a entregarnos con dedicación y gran ardor pastoral, con intenso celo apostólico, como San Pablo, a nuestros fieles, cada uno en nuestras propias labores pastorales. Qué hermoso ejemplo nos dan esas religiosas que se entregan totalmente al servicio de los pobres. Recuerdo una Hermanita de Santa Ana, española, se llamaba Anita, que trabajaba sin descanso en el Seminario Interdiocesano de Santa Rosa, allá por 1960, a quien le pregunté: Y Ud., ¿cuándo descansa? Y ella me respondió con serenidad y alegría: ¡descansaremos en la eternidad!

Especialmente, mis queridos hermanos, dadas las circunstancias de escasez de personal, de ministros del Señor y de religiosos y religiosas, cada uno de nosotros, y los seminaristas, debemos tener esa actitud de entrega de servicio a los fieles, de generosidad, de no negarnos, de ir siempre adelante. Y estoy seguro de que Ustedes experimentan lo mismo que yo: el gozo, la alegría, la satisfacción de haber hecho lo que teníamos que hacer, a pesar del cansancio. Total, el cansancio se repone con un buen descanso. Pero el servicio abnegado a los fieles es un tesoro pues los acerca más a Dios Nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

Estamos llamados a ser testigos. Y el Señor nos llena de su gozo cuando damos testimonio con nuestra vida. Ahora los sacerdotes vamos a renovar nuestras promesas de consagración al Señor. Pero antes, yo quiero expresar a mis hermanos sacerdotes, en unión y en nombre también de los Excmos. Señores Obispos Auxiliares de Caracas, nuestra gratitud y felicitación por el hermoso testimonio de amor, de celo, de entrega que dan constantemente en su ministerio pastoral. Que Dios los colme de bendiciones y los llene de alegría, paz y felicidad en la vivencia de su excelsa vocación sacerdotal. Queridos hermanos todos: Démosle un gran aplauso a nuestros sacerdotes de Caracas.

Mis queridos hermanos sacerdotes: Especialmente importante la promesa de vivir con alegría, con fidelidad, con un corazón puro, nuestra entrega a Dios y a la Iglesia en el celibato y la castidad perfecta, en la consagración de nuestro corazón al Señor, para ser testigos de Cristo en su amor total a la Iglesia. Pidamos al Señor que nos ayude a ser testigos en la fraternidad y amor a nuestra Iglesia, en el servicio pastoral abnegado, en la consagración a Cristo sumo y eterno sacerdote, y en la vivencia fiel de nuestra consagración en el celibato. Recordemos que nuestra consagración a Cristo conlleva la firme esperanza y seguridad de nuestra feliz resurrección. Que la piadosa celebración de este triduo pascual de 2017 nos fortalezca en esa feliz esperanza.

Amadísimos hermanos y hermanas: Encomendemos estas necesidades e intenciones a la bondad de nuestra madre de misericordia, María Santísima, Nuestra Señora de Coromoto, ejemplo acabado y perfecto testimonio y fidelidad a Cristo Salvador. Amen.







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