Monseñor Enrique José Parravano Marino, durante la homilía que pronunció en la Catedral de Caracas el 15 de enero de 2017. Fotos Cortesía del Facebook de Monseñor Adán Ramírez Ortiz. |
Durante
la Jornada Mundial por la Paz, el obispo auxiliar de Caracas expresó que “el
amor a los enemigos constituye el núcleo de la revolución cristiana"
Ramón Antonio Pérez //
@GuardianCatolic
Caracas, 17 de enero de 2017
“Para
los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más
bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del
amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal
únicamente con las armas del amor y de la verdad. “El amor a los enemigos constituye
el núcleo de la revolución cristiana”.
Así
se expresó monseñor Enrique José Parravano Marino (SDB), durante la homilía que
pronunció el domingo 15 de enero en la Catedral Metropolitana de Caracas, con
motivo de la jornada mundial por la paz, que la iglesia cumple a principio de
cada Año Nuevo desde hace cinco décadas.
En
esta ocasión la ceremonia fue presidida por el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge
Urosa Savino, quien estuvo acompañado de los obispos auxiliares, monseñores:
Jesús González de Zárate, Tulio Luis Ramírez Padilla y el propio Enrique José Parravano,
además de un grupo de sacerdotes y seminaristas.
También asistió un representante
de la Nunciatura Apostólica, así como delegados del Cuerpo Diplomático acreditado
en Venezuela, quienes al concluir la misa compartieron saludos con el arzobispo
de Caracas.
“Todo
seguidor de Cristo está llamado a vivir esta dimensión de siervo: con Dios, en
la familia, en el trabajo, en las comunidades. Servir a Dios con una vida santa”
sostuvo en su predicación monseñor Parravano, según citó de las palabras del apóstol
San Pablo.
El
Prelado invitó a “servir en el trabajo con una vida honesta. Servir en las
comunidades mediante la disponibilidad desinteresada en los diversos
apostolados que vayan surgiendo”.
Dijo
que los cristianos están para ser servidores de los hermanos. “No
caigamos en la envidia y los celos. En lugar de mirar con rabia a los
que están a nuestro lado, miremos siempre con bondad, con respeto y amor a las
personas”, dijo el obispo auxiliar de Caracas. Luego, agregó: “Estamos
llamados a ser humildes para poder cumplir la misión que Dios nos confía”.
A continuación, la homilía íntegra
de Monseñor Enrique José Parravano Marino:
HOMILÍA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
15 enero 2017
Queridos Hermanos y Hermanas:
Cada
nuevo año lo iniciamos
celebrando litúrgicamente la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Comenzar
el nuevo año de manos de la Santísima Virgen María es una invitación a entrar
en su escuela, la escuela de la fiel discípula del Señor para aprender de Ella
a acoger en la fe y en la oración la salvación que Dios quiere ofrecer a
quienes confían en su amor misericordioso.
Invocar la bendición del
Señor sobre el año nuevo que ya ha dado sus primeros pasos, nos estimula a orar
para que el 2017 sea para todos nosotros un año de dicha y de paz. Que el Señor ponga su mirada
sobre nosotros y podamos animarnos, sabiendo que cada día su rostro
misericordioso, más brillante que el sol, resplandece sobre nuestras vidas y no
se oculta nunca. Descubrir el rostro compasivo de Dios hace nueva la vida.
Nos encontramos reunidos en nuestra Santa
Iglesia Catedral de Caracas para alabar y bendecir al Señor, en el Domingo “día
en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de la gloria de
la resurrección”, y pedir juntos a nuestro Dios el don precioso de la
paz, celebrando esta Jornada Mundial de Oración por la Paz. Formulo mis más sinceros deseos de paz para todos nosotros y para nuestro
querido pueblo de Venezuela y para todas las naciones del mundo.
Hace apenas
unos días hemos cerrado el Ciclo de la Navidad, en el que celebramos el
nacimiento del Hijo de Dios, y la manifestación de Jesús, el Señor, que ha
venido como "luz del mundo" (Jn 8,12) y salvación para todos los
pueblos. Es Jesús mismo el que nos invita – como lo expresa la última
exhortación pastoral: “Jesucristo luz y camino para Venezuela”,
de la CVII Asamblea de la CEV – a iluminar los ambientes en que nos
desenvolvemos con la claridad de la verdad, la libertad, la justicia y la
solidaridad para que en todo momento, podamos “reconocernos unos a otros como
dones sagrados dotados de una inmensa dignidad” y en las situaciones
más difíciles aprendamos a respetarnos y – como nos lo pide el Papa Francisco –
hacer de la no violencia activa nuestro
estilo de vida, porque “la no violencia activa es una manera de mostrar
verdaderamente cómo, de verdad, la unidad es más importante y fecunda que
el conflicto”.
1.
EL
EVANGELIO DE HOY: Jesús es “el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo”.
San Juan nos ofrece, en este domingo, el testimonio de Juan el Bautista sobre la identidad
de Jesús y sobre su misión: Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”. El Bautista señala a Jesús como, el mesías esperado, el Ungido
por el Espíritu de Dios, que nos trae la paz. El Evangelista nos dice
que Jesús es Siervo,
quien inicia su vida pública a los treinta años con un carnet de identidad: “Vino para servir y no para ser servido”.
Jesús es siervo para servir a Dios Padre,
glorificándolo y cumpliendo con todas sus fuerzas la misión de ser luz y poder
congregar a su pueblo en torno a Dios como lo expresa el Profeta Isaías en la
primera lectura. Jesús es el Siervo de Dios que se entrega para cumplir la
voluntad de Dios, porque en Dios encuentra la paz y trabaja para darle gloria.
Jesús es siervo para servir a la humanidad.
Para cumplir esta misión se hace Cordero que se dejará sacrificar para
quitarnos el pecado y para darnos el Espíritu de santidad.
Juan le da a
Jesús el nombre de Cordero de Dios.
Un título bien conocido por el pueblo de Israel. El Cordero es el animal que
los israelitas sacrificaban para
celebrar la Pascua, la liberación de la esclavitud de Egipto. Ahora
Jesús es señalado como el nuevo Cordero que quita el pecado. ¿Y
cómo lo hace? Asumiendo la condición humana de siervo y
ofreciendo su vida en la cruz, de forma voluntaria y en servicio de
amor. Desde la cruz, Jesús nos da el Espíritu Santo que purifica y perdona
todos nuestros pecados.
Todo
seguidor de Cristo está llamado a vivir esta dimensión de siervo: con
Dios, en la familia, en el trabajo, en las comunidades. Servir a Dios con una vida santa. Como nos dice San Pablo en la segunda
lectura: servir a la familia con una vida de entrega, sacrificio y ejemplo para
los hijos. Servir en el trabajo con una vida honesta. Servir en las comunidades
mediante la disponibilidad desinteresada en los diversos apostolados que vayan
surgiendo.
Los cristianos estamos llamados a ser servidores de los hermanos. No
caigamos en
la envidia y los celos. En lugar de mirar con rabia a los que están a nuestro
lado, miremos siempre con bondad, con respeto y amor a las personas.
Estamos llamados a ser humildes
para poder cumplir la misión que Dios nos confía. Fijémonos en la humidad de
Juan el Bautista: “el que viene existe
antes que yo…”
Los cristianos estamos llamados a ser testigos, como lo fue el Bautista.
Testigos de que Jesús es el Hijo de Dios, el que vino al mundo para salvarnos
de todos nuestros pecados.
También el Evangelio de este Domingo nos dice que Jesús es la luz. Juan el Bautista afirma
que él no es la luz. La luz es Cristo,
nuestro Señor.
Ninguno de
nosotros somos la luz. Somos solamente el reflejo de esa luz, porque la verdadera luz es Jesucristo, el
Señor, a quien tenemos que seguir.
Dejemos que la luz
del amor de Dios entre en nuestras familias, en las relaciones con los amigos,
entre las parejas, en la empresa, en la economía, en todos los ámbitos de
nuestra sociedad. Tenemos que dejar que la luz del amor de Dios entre en
nuestra vida real de cada día, porque este es el único modo para que el mundo
cambie.
No podemos
quedarnos de brazos cruzados ante la oscuridad del mundo, ante las situaciones
dramáticas que vivimos. Tenemos que anunciar a Cristo como la luz del mundo. Hemos
de ser nosotros, reflejos de esa luz. Pero para esto, hay que hacer el esfuerzo
por estar limpios, puros, transparentes, para que la luz que reflejemos sea limpia
y pura, como la de Jesús, el Maestro.
Hermanos y
Hermanas, tenemos una gran misión: encender
nuestros corazones con la luz de Jesucristo para que este mundo en el que
vivimos no camine en la oscuridad, ni en las tinieblas, sino buscando al Dios
que da la vida.
2. “LA NO VIOLENCIA:
estilo de una política para la paz”.
Desde el año en que se instituyó la Jornada Mundial de
la Paz, el Santo Padre dirige al mundo entero un mensaje que invita a
reflexionar, orar y trabajar por la paz y la justicia en todas partes. En el
mensaje para la Jornada de este año, que ha llegado a la edición número 50, el
Papa Francisco nos recuerda que la violencia es una profanación del nombre de
Dios. Contestar con violencia sólo puede generar un enorme padecimiento. Jesús
predicó sin descanso el amor incondicional de Dios, que acoge y perdona. Ser
hoy sus verdaderos discípulos quiere decir, aceptar su propuesta de paz.
El Papa nos recuerda que el
fundamento y el camino de la paz es “la convicción de que todos somos hijos del
único Padre celestial, que formamos parte de la misma familia humana y que
compartimos un destino común”.
Afirma el Papa que “la violencia no es la solución
para nuestro mundo fragmentado”. Responder con violencia a la violencia
lleva, en el mejor de los casos, a un enorme sufrimiento, ya que las grandes
cantidades de recursos que se destinan, por ejemplo, a fines militares son
sustraídas de las necesidades cotidianas de los jóvenes, de las familias en
dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los
habitantes del mundo. Y, además, lamentablemente, lleva tantas veces a la
muerte física y espiritual de muchos.
Se necesita del compromiso de todos para
construir una sociedad verdaderamente más justa y solidaria. No son suficientes las palabras, es necesario el
compromiso concreto y constante de los responsables de las naciones y es
necesario, sobre todo, que cada persona esté animada por un auténtico espíritu
de paz, que hay que implorar siempre de nuevo en la oración y que hay que vivir
en las relaciones cotidianas, en cada ambiente.
Todos debemos ser
constructores de paz, y allí donde hay un hombre o una mujer constructor de la
paz, allí está el Espíritu Santo que con su fuerza nos ayuda.
Asimismo, el Papa Francisco, pide para que la caridad
y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales
y sociales. El Sumo Pontífice levanta su voz para que la no violencia se
trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el
estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de
nuestras acciones y de la política en todas sus formas.
Para el Papa Francisco es fundamental recorrer el
sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia. La familia es el espacio indispensable en el que los
esposos, padres e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a
cuidarse unos a otros de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso
los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el
respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón.
No perdamos, queridos hermanos y hermanas, ninguna
oportunidad para decir una palabra amable, para ofrecer una sonrisa, para hacer
cualquier pequeño gesto que siembre paz, amor y amistad.
3. JESÚS NUESTRO MODELO.
Jesús vivió también en tiempos de violencia. Él enseñó
que el verdadero campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la
paz, es el corazón humano: “Porque de dentro, del corazón del hombre,
salen los malos pensamientos”, leemos en el Evangelio de San Marcos
(7,21). Pero el mensaje de Cristo, ante esta realidad, ofrece una respuesta
radicalmente positiva: Él predicó incansablemente el amor incondicional de un
Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (cf. Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (cf. Mt 5,39).
Cuando impidió que la adúltera fuera lapidada por sus acusadores (cf. Jn 8,1-11) y
cuando, la noche antes de morir, dijo a
Pedro que colocara la espada en su lugar (cf. Mt 26,52), Jesús trazó el
camino de la no violencia, que siguió hasta el final, hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la
enemistad.
Por esto, quien acoge la Buena Noticia de Jesús
reconoce su propia violencia y se deja curar por la misericordia de Dios,
convirtiéndose a su vez en instrumento de reconciliación, anteponiendo un plus
de amor, un plus de bondad. Y este “plus” viene de Dios.
Para los cristianos la no violencia no es un mero
comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud
de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo
de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad. El amor a
los enemigos constituye el núcleo de la revolución cristiana.
El texto de San Lucas, que pone en los labios de Jesús
la invitación de amar a los enemigos
(6,27) es considerado como “la carta magna de la no violencia cristiana”, que
no se debe entender como un rendirse ante el mal, sino en responder al mal siempre
con el bien (cf. Rm 12,17-21), rompiendo de este modo cualquier injusticia.
Jesús mismo nos ofrece un manual para la construcción
de la paz en el Sermón de la montaña. Las ocho bienaventuranzas que nos entrega San Mateo (5,3-10) trazan el
perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, dichosa, buena y
auténtica. Bienaventurados los mansos – dice Jesús–, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y
los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia.
Esto es también un programa y un gran desafío para
todos nosotros: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de nuestras
propias responsabilidades, que en nuestra vida cotidiana se traduce en
actitudes concretas de diálogo, perdón, comprensión, respeto, en una palabra,
en actitudes de misericordia.
4. CONCLUSIÓN.
MARÍA REINA
DE LA PAZ
Pidamos a la Virgen María, Reina de la Paz, que sea
Ella quien nos guíe. Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada
día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga al
intentar edificarla.
Comprometámonos todos con nuestra oración y acción a
ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la
violencia, a construir una nación no violenta y a cuidar de nuestra casa común.
Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos
ser artesanos de la paz. Unámonos en la construcción de una mejor sociedad,
donde vivamos en la Justicia y el Derecho.
Dulce Virgen de Coromoto, patrona de los
venezolanos, concédenos el tan anhelado don de la paz, de la reconciliación y
de la conversión, para que unidos en la fe, el año 2017, sea un año de
verdadera paz y que el Evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado,
pueda hablar al corazón de los venezolanos, y nos comprometamos para que todos tengamos vida y Vida en abundancia. Amén.
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