Liberar un preso
es un gesto de mucho valor en este Año de la Misericordia, porque todos merecen una segunda oportunidad
Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic
La
noche del lunes 21 de marzo, el rostro de Armando José Villegas, dibujaba una
gran sonrisa que a ratos intercambiaba con la seriedad de quien evalúa el
recorrido de su vida y hace el compromiso de “no volver a caer”.
No era para menos. Esa noche recibió su libertad luego de cometer un delito menor
que le llevó a permanecer en un depósito policial de Petare, una
población del estado Miranda, ubicada al este de Caracas.
La
liberación de un preso en el municipio Sucre, es una tradición de Semana Santa
que lleva a cabo en este poblado conformado por un Casco Colonial y rodeado de más
de ochocientas barriadas.
“Tiene más de un siglo”, repetían los
vecinos ansiosos de conocer el rostro del liberado de este año. Los petareños y
la iglesia consideran esta actividad como un buen gesto de parte de las autoridades
locales hacia algún ciudadano que haya infringido las leyes cometiendo
delitos, relató Juan Almeida.
Se
conoció que la tradición está fundamentada en las fiestas de Pascua de Judea y
relatada en el Evangelio de San Mateo. Fue rescatada en el año 1990, y desde
entonces cada lunes Santo en la noche, el alcalde local conjuntamente con el
párroco de la Iglesia “Dulce Nombre de Jesús”, liberan a un preso.
El
padre Armelín de Sousa destacó que es un gesto de mucho valor en este Año de la
Misericordia que le da mucha fuerza al perdón que merece una persona concreta. “Todos
merecemos una segunda oportunidad”, indicó.
La misericordiosa escena de la
liberación
Armelín
presidió la procesión que partió desde la iglesia fundada en 1604 con el paso
de Jesús en la Columna, y fue en la búsqueda del “privado de libertad” que
es como en Venezuela, el léxico oficial revolucionario, denomina a los presos.
Se
detuvo frente al palacio municipal, tocó la puerta y le solicitó al alcalde
Carlos Ocariz, -quien se encontraba dentro de la sede con el reo-, la
liberación de éste. “Vengo a cumplir con la tradición de la
Liberación del Preso”, dijo el cura. De inmediato se abrió la enorme
puerta; y los promeseros se colocaron de rodillas. “Perdona a tu pueblo, Señor.
Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor”, comenzaron a cantar.
Al
intercambiar palabras con Armando José, este manifestó su arrepentimiento por
los errores cometidos, así como la expresa voluntad de seguir por el buen
camino. Luego se unieron a la procesión para recorrer las calles empedradas del
casco histórico de Petare.
“Cometió
un delito de hurto menor, y lo liberamos tal cual como lo dice nuestra fe, que Dios
le dio a un preso una segunda oportunidad para poder arreglar su vida y no
volver a cometer esos errores”, dijo Ocariz. “En épocas difíciles y de momentos
duros, es cuando más las personas se tienen que aferrar al espíritu, a la fe y
a Dios”, acotó.
Finalmente,
valoró que esta tradición debería ser un ejemplo a tomar por las autoridades
nacionales en función de aligerar los procedimientos judiciales de los presos
comunes, así como darles la libertad a los casi 80 presos de conciencia que
existen en Venezuela.
“Los nadies”
El
informe 2015 del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), revela que en
Venezuela se encuentran privadas de libertad 49.664 personas, de las cuales:
31.503 son procesados; 17.374 son penados; 265 están bajo destacamento de
trabajo; y 522 se encuentran en depósitos policiales, como fue el caso de
Armando José Villegas. Es decir, el 63% de las personas están en prisión
preventiva y con retardo procesal.
El
informe, con prólogo del provincial de los jesuitas en Venezuela, padre Arturo Peraza, trae a la memoria el poema de Eduardo Galeano: “Los Nadies.
“Los
nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos,
los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que
no son, aunque sean. (…) Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en
la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies,
que cuestan menos que la bala que los mata”.
Digo yo: Los nadies, también merecen libertad y misericordia.
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