El
arzobispo de Caracas presidió la Misa de Nochebuena dando respuestas a muchas inquietudes de estos tiempos: ¿quién es ese niño que nació
en Belén? y ¿qué es la misericordia?
Ramón Antonio
Pérez / @GuardianCatolic
Caracas, 26 de diciembre de 2015.- “Esta noche, y
todo este tiempo de Navidad, son propicios para que renovemos y fortalezcamos
nuestra fe en el Señor. El niño que nació en Belén no es un niño
cualquiera, no es un niño prodigio o sabio, ni solamente poderoso. Es todo eso
y mucho más Es el Mesías, pero aún más: es el mismo Dios hecho hombre, nuestro
redentor y salvador”.
De esta manera
el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa Savino, predicó durante la Misa
de Nochebuena, en la catedral metropolitana de Caracas, donde estuvo acompañado
del Deán del Capítulo, monseñor Adán Ramírez Ortiz, algunos sacerdotes,
diáconos permanentes y de manera especial un grupo de seminaristas a quienes dedicó
buena parte de su homilía titulada: “Navidad en el Año de la Misericordia”.
Con vivo entusiasmo
dijo que a Jesús “lo adoramos, lo reconocemos como Dios con nosotros, portador de la
misericordia divina al hombre sumido en el mundo hostil de las guerras, de la
delincuencia, del aborto y de la droga, de la injusticia y la opresión, de la
crueldad y el horror”.
Sostuvo que el Niño Dios vino a librar de todos esos
males al ser humano cargado y abrumado por el peso del pecado. “Jesús,
nos dice el Papa Francisco, es el rostro de la misericordia del Padre. Porque
es el mismo Dios humanado”, precisó Urosa.
Tiempo de Misericordia
El cardenal
Urosa también recordó que los católicos están en pleno Año de la Misericordia,
tiempo en que la Iglesia por indicación del Papa Francisco, dedica a contemplar
las maravillas del inmenso y misericordioso amor de Dios, “para apreciarlo cada
vez más, y para llegar a ser (...) misericordiosos como nuestro Padre celestial”.
“Y
¿qué es la misericordia?”, se preguntó el primado de la Iglesia católica
en Venezuela. “Misericordia es compasión, clemencia, piedad; es bondad que se acerca a
alguien que necesita ayuda, que se encuentra en una situación penosa, difícil,
negativa”, se respondió. “Eso es
lo que ha hecho Dios al enviar a su Hijo único”, según dejó claro en el
ambiente marcado por la alegría de esta fiesta de Navidad.
Explicó que
Jesús vino “a encarnarse, a hacerse carne humana”; a nacer como cualquiera persona,
“y
siendo semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, enseñarnos el camino
de la verdadera vida, de la salvación, de la felicidad en esa vida y en la
eternidad”.
De igual manera ilustró
acerca de otra pregunta que con frecuencia se hacen los hombres: ¿Qué es la
Navidad? Su respuesta fue: “Navidad es la manifestación más hermosa y
sublime de la bondad de Dios. Y por eso la Navidad es una época tan hermosa,
sugestiva y querida por todos los venezolanos, aún por los no creyentes”.
Tras citar el
mandamiento principal del cristianismo: “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al
prójimo como a nosotros mismos”, recordó al Papa Francisco, que en la
Bula Misericordiae Vultus, convocó el Año de la Misericordia. “Nos
pide que seamos misericordiosos como el Padre celestial”, indicó. De
manera que, en este Año Jubilar, exhortó el Purpurado: “procuremos vivir realmente con un
corazón lleno de amor compasivo, bondadoso, efectivamente, hacia nuestros
hermanos”.
Otros Cristos para iluminar el mundo
Urosa aprovechó
la presencia de los seminaristas para hablarles de las responsabilidades de los
sacerdotes como instrumentos de la misericordia de Dios. “Los hechos maravillosos y
sobrenaturales que celebramos hoy nos llevan a apreciar cada vez más, mis
queridos seminaristas, la excelsa vocación a la que hemos sido llamados”.
Igualmente los
invitó a sentir profundamente en sus corazones el gozo de ser cristianos, y
valorar la maravilla de ser llamados al sacerdocio, “para ser instrumentos de su
amor, de su misericordia, especialmente entre los más pobres y con los más débiles”.
Denunció “un mundo que se debate en el egoísmo y el odio, en la guerra y el
terror, en las tinieblas y sombras de muerte del pecado, en la opresión y el
dolor de la injusticia”.
Finalmente les
hizo un llamado “a ser ‘otros Cristos’, sacerdotes como Jesús, para ofrecer nuestras
vidas al Padre celestial por la salvación del mundo”. A continuación, la Homilía completa del Cardenal Urosa:
********************************
Homilía en la Misa
de Nochebuena, 24 de diciembre de 2015,
Catedral Metropolitana de
Caracas,
+Jorge L. Urosa Savino,
Cardenal Arzobispo de Caracas
Una inmensa alegría espiritual llena
nuestros corazones en esta espléndida noche, pues celebramos con profunda fe y viva
gratitud la manifestación de la infinita misericordia de Dios en su Divino Hijo
hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor.
Estamos en pleno Año
de la Misericordia ,
tiempo que la Iglesia
católica, por indicación del Papa Francisco, está dedicando a contemplar las
maravillas del inmenso y misericordioso amor de Dios nuestro Señor, para
apreciarlo cada vez más, y para llegar a ser, también nosotros, misericordiosos
como nuestro Padre celestial. En efecto, desde el pasado 8 de diciembre, los
católicos del mundo estamos dedicando especialmente este tiempo para conocer
cada vez más la misericordia de Dios, para vivirla intensamente, y actuar en
conformidad y en imitación al Dios de las misericordias.
Nuestro mundo, queridos hermanos,
por culpa del pecado de los seres humanos, es un mundo hostil, lleno de
contradicciones, con muchas tragedias, y sobre todo, marcado por la presencia
del pecado, fuente de todos los males. Pues bien: para librar a los seres
humanos de las garras y las cadenas del pecado, Dios Padre celestial decidió
enviarnos a su Hijo eterno para que hecho hombre, y muriendo por nosotros en la
cruz, nos librara de la fuerza maligna del pecado, y nos diera la capacidad y la
posibilidad de llegar a ser, por la gracia de la fe y el bautismo, nuevas
criaturas, más aún, hijos adoptivos suyos, semejantes a Jesucristo, Y todo ello
simplemente gracias al misericordioso amor de Dios.
Y ¿qué es la misericordia? Misericordia
es compasión, clemencia, piedad; es bondad que se acerca a alguien que necesita
ayuda, que se encuentra en una situación penosa, difícil, negativa. Y eso es lo
que ha hecho Dios al enviar a su Hijo único, la segunda Persona de la Santísima Trinidad ,
a encarnarse, a hacerse carne humana, en el vientre purísimo de la Santísima Virgen
María; a nacer como cualquiera de nosotros, y siendo semejante en todo a nosotros,
menos en el pecado, enseñarnos el camino de la verdadera vida, de la salvación,
de la felicidad en esa vida y en la eternidad. Todo eso, mis queridos hermanos,
es lo que los cristianos y los católicos del mundo entero celebramos en esta
noche de Navidad: la encarnación redentora del Hijo único del Padre, y su nacimiento
en la humilde familia de María y José. Navidad
es la manifestación más hermosa y sublime de la bondad de Dios. Y por eso la Navidad es una época tan
hermosa, sugestiva y querida por todos los venezolanos, aún por los no
creyentes.
RESPONDER A LA
MISERICORDIA DE DIOS
Al contemplar, pues, la inmensa
bondad de Dios que en Belén se abaja a nuestra condición humana para elevarnos
a la altísima dignidad de hijos suyos, espontáneamente surgen de nuestros
corazones el asombro, la alabanza, la gratitud, la adoración. Estamos llamados
a responder como hicieron los Reyes magos, esos sabios hombres de Oriente que,
movidos por la fe en la venida del Mesías, lo buscaron, preguntaron, recorrieron
distancias inmensas por caminos difíciles. Ellos tenían el deseo de Dios. Y al
ver a Jesús, lo reconocieron como el Mesías, el Salvador, y le presentaron sus
dones, símbolo de su amor y de su fe. Así, mis queridos hermanos, hemos de
hacer también nosotros.
Esta noche, y todo este tiempo de
Navidad, son propicios para que renovemos y fortalezcamos nuestra fe en el
Señor. El niño que nació en Belén no es un niño cualquiera, no es un niño prodigio
o sabio, ni solamente poderoso. Es todo eso y mucho más Es el Mesías,
pero aún más: es el mismo Dios hecho
hombre, nuestro redentor y salvador. Por eso lo adoramos, lo reconocemos
como Dios
con nosotros, portador de la misericordia divina al hombre sumido en el
mundo hostil de las guerras, de la delincuencia, del aborto y de la droga, de
la injusticia y la opresión, de la crueldad y el horror; Jesús vino a librar de
todos esos males al ser humano cargado y abrumado por el peso del pecado.
Jesús, nos dice el Papa Francisco, es el
rostro de la misericordia del Padre. Porque es el mismo Dios humanado.
Los invito, pues a manifestar
nuestra fe en Jesús, nuestro divino salvador, “Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero”, como proclamamos en el Credo niceno constantinopolitano con
todos los católicos del mundo entero. Recordemos la hermosa enseñanza del
Evangelista San Juan en su Primera carta: “En esto se manifestó el amor que
Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por
medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados” (1Jn 4, 9-10).
AMAR A NUESTROS HERMANOS.
Y sigue diciendo San Juan: “Queridos:
si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1
Jn 4, 11).
Sí, mis queridos hermanos: El mandamiento principal
del cristianismo es “Amar a Dios sobre
todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos”. Por eso el Papa Francisco,
en la Bula Misericordiae
Vultus, con la cual convocó el Año de la Misericordia , nos
pide que seamos misericordiosos como el Padre celestial. De manera que, en este
Año de misericordia, el segundo objetivo
es que procuremos vivir realmente con un corazón lleno de amor compasivo,
bondadoso, efectivamente, hacia nuestros hermanos. Y que practiquemos las
obras de misericordia, que es bueno recordar una vez más, las materiales y las
espirituales. Las materiales: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir al enfermo, socorrer
a los presos, enterrar a los muertos (Cfr. Mt 25,31- 46); y las espirituales:
enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que
yerra, consolar a los tristes, perdonar las ofensas, sufrir con paciencia a las
personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Siempre que
enseñamos el camino del Señor a alguien, cuando ayudamos, asistimos o
defendemos a una persona, cuando promovemos el bien común, cuando solucionamos
un problema material o personal de alguien o de una comunidad, estamos
realizando una obra de misericordia.
SACERDOTE: INSTRUMENTO DE LA MISERICORDIA DE DIOS
En este momento quiero recordar a
mis seminaristas de Caracas, lo que les dije el año pasado en esta misma fecha.
Los hechos maravillosos y sobrenaturales que celebramos hoy nos llevan a
apreciar cada vez más, mis queridos seminaristas, la excelsa vocación a la que
hemos sido llamados. Dios nos ha llamado - como a los ángeles y a los pastores
(Cfr. Lc 2, 16-18) -, a anunciar a la humanidad sumida en tinieblas y sombras
de muerte, las maravillas del esplendoroso amor del Dios de la vida, a
comunicar su misericordia infinita a
nuestros hermanos a través de nuestro ministerio sacerdotal.
Por eso, los invito a sentir profundamente
en sus corazones el gozo de ser cristianos, y además, los invito a valorar la
maravilla de ser llamados al sacerdocio, para ser instrumentos
de su amor, de su misericordia, especialmente entre los más pobres y con
los más débiles, en un mundo que se debate en el egoísmo y el
odio, en la guerra y el terror, en las tinieblas y sombras de muerte del pecado,
en la opresión y el dolor de la injusticia.
Hemos sido llamados a ser “otros
Cristos”, sacerdotes como Jesús, para ofrecer nuestras vidas al Padre celestial
por la salvación del mundo. Por eso mismo estamos llamados a identificarnos
cada día más con Jesús, es decir, a tener sus mismos sentimientos, a perseguir
día tras día la santidad, la perfección cristiana, en la entrega dócil al
Señor, al Espíritu Santo, y en la práctica concreta y sostenida de la virtud.
Este es el camino del hombre que quiere ser sacerdote. No hay otro. Es el camino
que nos señala Jesús, cuando nos habla de la cruz y la abnegación (Mt
16,24-25), es el camino que nos indican
los santos, y las enseñanzas antiguas y
actuales de la Iglesia. Y
es el camino de la misericordia efectiva: cuando en el Seminario nos preparamos
para ser buenos sacerdotes, estamos practicando la misericordia; cuando
forjamos nuestro espíritu en el yunque
del deber, de la entrega, de la generosidad, del sacrificio, del amor y el
servicio a los pobres, estamos preparándonos para ser misericordiosos.
Cuando actuamos en los lugares de
apostolado, enseñando el camino, la verdad de Jesús a nuestros hermanos,
estamos practicando la misericordia.
Cuando el sacerdote trabaja duro por sus fieles, cuando promueve obras de
acción social, de desarrollo y progreso, cuando defiende los derechos humanos, está practicando la misericordia. Por eso hay
que prepararse cada vez mejor, e ir desde ahora por el camino del amor misericordioso de Jesús a nuestros
hermanos
CONCLUSIÓN:
Con los ángeles en Belén bendigamos
al Señor: Gloria a Dios en el Cielo.
Y dispongámonos a trabajar por la paz, a ser siempre misericordiosos, viviendo
la opción preferencial por los pobres. Estemos siempre dispuestos a perdonar, a
atender las necesidades de los demás, a ayudar
al que lo necesita, a no ser duros con la gente, a buscar siempre el bien de
todos. Ese es el camino que nos enseñan los ángeles en Belén. Que en esta Navidad todos crezcamos en el amor a
Dios, acogiendo su misericordia, y siendo misericordiosos con los demás, con
los que están cerca de nosotros, pero sobre todo, con los más pobres y necesitados.
Nos ayude en
esta tarea nuestra madre amorosa, la Virgen María , Madre de misericordia. Amén.
0 Comentarios
Comentarios de Nuestros Visitantes
Agradecemos sus comentarios, siempre en favor de nuestra Fe Cristiana Católica y de manera positiva. Si considera válido su comentario para ser publicado, se agradece no usar una cuenta anónima o desconocida.