Monseñor Baltazar Porras: “Chávez está manipulando el lenguaje religioso”


 El Arzobispo de Mérida llamó a los venezolanos a dar un voto responsable el próximo 7 de octubre cuando se optará entre “un sistema de vida social más restringido en cuanto a libertades o uno que sea auténticamente democrático”. En trabajo del Diario EL TIEMPO, reiteró que la Iglesia no está con ninguno de los dos candidatos presidenciales, Hugo Chávez o Henrique Capriles, porque “no es nuestro papel”; sin embargo, destaca la importancia de tener claridad en  saber “por qué se vota por el uno o por el otro”, señaló.
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En pleno auge del socialismo en Venezuela, cuando el presidente Hugo Chávez llegó a Miraflores en 1999, monseñor Baltazar Porras fue elegido como presidente de la Conferencia Episcopal de ese país, cargo que ocupó durante seis años. Desde esa época, el obispo se mostró públicamente como uno de los contradictores más acérrimo de la política chavista, lo que generó la furia del Gobierno Nacional y del oficialismo.

Fue tanto el enfrentamiento entre el presidente Chávez y monseñor Porras que el mandatario le dedicó más de una alocución en los que atacaba a la Iglesia. En el 2007, por ejemplo, el Presidente calificó de “vagabundos” y “sinvergüenzas” e “ignorantes” a los obispos venezolanos. Del otro lado, la Iglesia y entre ellos monseñor Porras han insistido, en fuertes comunicaciones públicas, que la política social del Presidente fracasa, que es excluyente y que dividió a un país. No obstante, en julio pasado, Chávez envió un mensaje que ha sido interpretado como una rama de olivo a los obispos, en el que llamaba a abrir un camino a la concordia.

Sin embargo, 14 años después, monseñor Porras sigue dando baculazos, mientras que su catedral en Mérida, donde es Arzobispo de la ciudad, ha aparecido pintada con mensajes como “fascista” o “tumba gobiernos”. Desde allí, una de las voces más importantes de la Iglesia venezolana habló con ELTIEMPO.COM sobre la campaña presidencial y el discurso del presidente Chávez, quien se ha visto en los últimos años en iglesias y nombrando a Cristo en su discurso.

¿Cuál es su lectura sobre cómo se ha desarrollado esta carrera por la presidencia?

Desde el 98 para acá ha habido una polarización de la población por esta política excluyente que ha mantenido el Gobierno. Una política de buenos y malos, de amigos y enemigos. Se ataca a todas las instituciones que no sean del Estado. Los que opinan diferente a la línea oficial son denigrados y catalogados como no merecedores de tener ciudadanía. Esto ha creado un clima de violencia, que empezó en una violencia verbal y que ahora se ha manifestado de manera física.

¿Cuál ha sido la posición y el papel de la Iglesia frente al gobierno de Chávez? Pareciera que con el tiempo se ha apagado su voz crítica…

No ha habido un cambio de postura de la Iglesia, no solo con este Gobierno, sino desde antes. La Conferencia Episcopal ha mantenido una postura autónoma y crítica de los males de la sociedad. Esto conlleva a señalar a algunos elementos que componen el Gobierno. Pero como ha habido un cerco mediático, porque prácticamente el gobierno maneja directamente más del 80 por ciento de los medios de comunicación, hemos notado que los últimos años la estrategia es ignorar públicamente la postura de la Iglesia para que esta pase por debajo de la mesa. Eso no significa que la Iglesia haya perdido su papel. Pero hay mucho miedo por represalias directas o indirectas contra instituciones y personas. Y de esto no ha escapado la Iglesia.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, la dificultad que existe para que cualquier sacerdote o agente pastoral de la Iglesia Católica entre en el país y se le conceda una visa. Eso se ha vuelto en los últimos años un asunto difícil. Cuando se trata de otra denominación religiosa se les concede el permiso con mucha facilidad. Esto ha repercutido de manera negativa en Mérida, donde tenemos centros de formación, en los que hay muchachos de diversos países de América Latina. Ahora hay que mandar a los venezolanos al exterior.

¿Y a usted qué le ha pasado?

Bueno, a mí me ha pasado que me han levantado juicios ante el propio Tribunal Superior. No deja de haber dificultades cuando se sale o se entra del país. Hacen más preguntas de la cuenta. En dos ocasiones no me han dejado salir porque supuestamente aparezco como muerto en el sistema. Aquí mismo es un problema ir a la notaría con un documento de la Arquidiócesis, cuyo representante soy yo. O las trabas que se ponen en las visitas pastorales a escuelas y liceos donde dicen que tengo prohibida la entrada.

Pero la Iglesia sí ha perdido el poder político…

No, lo sigue teniendo. Las encuestas dicen que la Iglesia tiene credibilidad y esto supone no un privilegio, sino una tarea en diversos temas de la sociedad. Por ejemplo, en este campo de la educación, en el que la presencia de la Iglesia es significativa, no mayoritaria, son muchas las restricciones que le han hecho a la Iglesia Católica.

Al presidente Chávez se le ha visto en iglesias, rezando, a raíz de su enfermedad, y ha llevado a Cristo a su discurso político. ¿Cómo le parece esto?

Ese es un manejo que lo ha tenido desde el comienzo. Creo que desde la evaluación que hizo el propio Gobierno en noviembre del 2007, se determinó que era necesario aparecer, al menos, cercano al lenguaje religioso y a lo que son las exigencias de la Iglesia. Esto forma parte de la revisión que la izquierda marxista latinoamericana ha hecho ante el porqué de su poca incidencia en todas las capas de la población. Entonces se asumió el lenguaje religioso y se le da otro sentido. Por ejemplo, en Venezuela no existen programas, sino misiones. Es interesante y curioso que este país ha sido de corte liberal y positivista, por lo que las autoridades de todo tipo del último siglo y medio se cuidaron de ser o aparecer cercano a algún tipo de lenguaje religioso. Mientras que ahora hay claramente una manipulación. Se quiere utilizar el lenguaje religioso como otro tipo de lenguaje, asumirlo como propio y eso genera confusión.

En nuestro recorrido nos hemos encontrado con algunos oficialistas que ven al Presidente como la persona que les soluciona o les va a solucionar todos lo problemas. En algunos casos se percibe que hay una visión casi dogmática. ¿Qué piensa de esto?

Se da por la utilización de un lenguaje apocalíptico y de un sentido personalista de la política que no es nada sano en una democracia. Arreglar una cloaca, una calle o un servicio se quiere aparecer como que el comandante se acordó de las personas. Eso es algo que desvirtúa lo que es la vida ciudadana. A quien se elige como gobernante tiene que cumplir. El que pone la luz o la carretera no hay que agradecérselo sino que hay que reconocérselo y decir si está bien o lo pudo hacer mejor. Crear una dependencia de recibir una casa, una beca y decir que el comandante se acordó de mí, yo creo que eso es un lenguaje muy típico cuando se analiza el fascismo o el nazismo. Esto ya está en los libros elementales de cómo crear un culto: generar una dependencia casi mesiánica con un lenguaje apocalíptico. Dicen que si no está el gobierno, sigue el caos. Se creó un lenguaje mítico-religioso en el que se crea una esperanza que nunca llega.

¿Ha dado la orden a sus parroquias para promover un candidato?

No, en lo absoluto. La insistencia es que hay que actuar en conciencia. Hay que ver los valores que hay dentro de uno. Hay un valor cristiano que es el amor al prójimo. Eso es incompatible a decir: Patria, socialismo o muerte. Ha cambiado el sentido sociológico de patria. Morir por la patria es hoy bastante alejado a la realidad.

Entonces la Iglesia está con el candidato Henrique Capriles…

Con ninguno de los dos porque no es nuestro papel. La pregunta fundamental es por qué se vota por el uno o por el otro. Hoy lo que está en juego no es solo elegir a un presidente, sino elegir entre un sistema de vida social más restringido en cuanto a libertades o uno que sea auténticamente democrático, en el que se permita disentir sin necesidad de que el que lo haga esté bajo la espada de Damocles.

¿Teme por su vida por su férrea oposición contra el Gobierno?

Recuerdo la frase: “No hay que tentar a Dios”. Hay que cuidarse mínimamente. Creo que una de las cosas que sí hay en lo personal es que en Venezuela cada vez hay más grupos armados que actúan de manera más anárquica y que han sido fomentados en estos últimos años. Eso crea un clima de desasosiego que no es sano. Hay una violencia desatada. Nuestro llamado es a la serenidad.

¿Quién va a ganar el próximo 7 de octubre?

Lo dirán las urnas. Independientemente del resultado, lo importante es que haya un diálogo entre los venezolanos. Y debe haber un control social de los ciudadanos sobre los comicios, ya que esto no se asegura con las instituciones del Estado.

¿Qué penitencia le impondría al presidente Chávez?

La que siempre le he dicho, que diga la verdad por delante.

ANDRÉS GARIBELLO
ENVIADO ESPECIAL DE ELTIEMPO.COM
MÉRIDA (VENEZUELA)
ESPECIAL DIRECTO CARACAS
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