“Hoy le doy gracias a Dios por la vida de Pedro Nicolás. Le agradezco todo lo que con él aprendí para el trabajo delicado de los seminarios (…) sigan intercediendo desde el cielo para que nuestros seminarios formen sacerdotes santos, pastores con olor a oveja”
Cuando en septiembre de 1957 llegué a Bogotá para hacer el noviciado con los Padres Eudistas se hablaba de que poco antes se habían ordenado algunos nuevos eudistas. Entre esos estaba Nicolás Bermúdez. Y como yo era venezolano me dijeron que ese Padre había sido asignado al Seminario de Maracaibo. Por eso no lo conocí en Valmaría.
Unos 4 años después llega mi primera obediencia para hacer los primeros pininos en el trabajo de seminarios y fue justamente para el seminario de Maracaibo. Y allí me encontré con Nicolás. Un joven sacerdote nos recibió con el cariño y la alegría fraternal para los recién llegados. Conmigo viajaba trasladado desde San Cristóbal el muy recordado y amable Padre Dumont.
Monseñor Luis Alfonso Márquez Moliba (CJM)
Salimos de Mérida a las 7 de la mañana y llegamos a Maracaibo a las 7 de la noche. Recuerden que no había puente todavía. El oficio de Rector lo ejercía el recordado Padre Marcos Evangelista Gelves. Un hombre exigente pero muy humano. El edificio del Seminario de la época daba lástima.
Ya estaba construida la obra negra del nuevo Seminario, levantado justamente al lado del antiguo, pero con una soberbia vista sobre el lago. Y todas las noches sin excepción los cuatro sacerdotes y el seminarista maestrillo que era yo con 20 años de edad nos reuníamos en uno de los viejos y destartalados corredores del Seminario.
Allá había una máquina de Cocacola que en Maracaibo y con ese calor se convertía en tesoro. El ecónomo del Seminario era Nicolás. Y siempre llevaba consigo una cajita con muchos medios o mediecitos. Cada medio valía un cuarto de bolívar. Y todos recibíamos de mano de Nicolás la respectiva moneda que ansiosos introducíamos en la máquina que nos devolvía una cocacola bien fría por no decir friísima.
En medio de la pobreza eso era un gran regalo. No puedo describir el gusto que sentíamos una vez que la cocacola estaba sin tapa. Gracias Nicolás por todos esos mediecitos que reunías para darnos ese gusto. Allá en el cielo Dios ha tenido en cuenta ese mediecito que nos obsequiabas. Éramos pobres pero felices. No teníamos dinero, pero la generosidad sobraba.
Como ecónomo vi muchas veces a Nicolás madrugando para ir a hacer el mercado y obtener precios más bajos. Había una camioneta blanca en la cual se hacía mercado y también llevábamos a los seminaristas a las playas del Moján.
Allá entrábamos a la casa de un joven de quinto grado que más adelante llegó a ser Arzobispo de Barquisimeto. Se trata de SE. Mons. Antonio José López Castillo que ya está en la casa del Padre recordando con nuestro Nicolás las gallinas y los pollos que llevábamos de la casa de Chepito para disfrutarlos en el Seminario.
Nicolás estaba entregado totalmente como ecónomo al servicio del seminario y de la diócesis. A los dos meses de estar yo en el Seminario murió el obispo de Maracaibo, muy cerca por cierto del Seminario. La Santa Sede nombró inmediatamente un Administrador apostólico con plenos poderes. Nombraron a Mons. José Alí Lebrún que era el Obispo Auxiliar. Y Mons. Lebrún nombró como su secretario a nuestro querido y recordado Nicolás Bermúdez. Supongo que fue un trabajo muy fuerte y delicado. Nicolás ahora tenía doble trabajo: en el Seminario y en La Curia.
Años más tarde ya en Caracas el Cardenal Lebrún y yo recordábamos esa etapa de la historia. Y me decía palabra más palabras menos:
Verdaderamente es casi un milagro que en tan poco tiempo se hubieran hecho tantas cosas. Se terminó de construir el Seminario Nuevo, se crearon muchas parroquias, se ordenaron los archivos de la Curia, etc.
El Padre Nicolás Bermúdez en octubre de 1958 fue trasladado a San Cristóbal. Luego fue a especializarse en Moral en la ciudad de Roma. Regresó a Caracas y luego fue nombrado Rector del Seminario Santa Rosa de Lima. Si mi memoria no me falla fue nombrado para un cargo administrativo en la casa general de Roma. Volvió a Venezuela y Mons. Salas le pidió al Padre Provincial que se lo cediera para ser Rector del Seminario San Buenaventura de Mérida.
Transcurridos unos 30 años desde que nos conocimos en Maracaibo nos volvimos a encontrar trabajando en lo nuestro: los seminarios. Primero estuve como formador y profesor de planta y luego la obediencia cuando Pedro Nicolás Bermúdez Villamizar (su nombre exacto) fue nombrado Provincial de los Padres Eudistas en Venezuela, El Arzobispo Mons. Salas, mi gran maestro y amigo, me nombró Rector del Seminario San Buenaventura de Mérida.
Luego el Padre Pedro Nicolás me pidió que me trasladara a Calabozo y estando allá, a la hora de nona, Pedro Nicolás fue nombrado obispo auxiliar de Caracas y un poco después y a la misma hora fui escogido para Obispo Auxiliar de Mérida y ordenado obispo por Mons. Baltazar Porras, hoy Cardenal de la Santa Iglesia.
A la muerte del Cardenal Ignacio Velazco de Caracas, Pedro Nicolás tuvo que recordar el trabajo que en Maracaibo realizó con Mons. Lebrún y entonces tiene que ejercer como Administrador Apostólico de Caracas.
Hoy le doy gracias a Dios por la vida de Pedro Nicolás. Le agradezco todo lo que con él aprendí para el trabajo delicado de los seminarios. Que Mons. Miguel Antonio Salas, Mons. Helímenas Rojo, y Mons. Pedro Nicolás Bermúdez sigan intercediendo desde el cielo para que nuestros seminarios formen sacerdotes santos, pastores con olor a oveja.
Que ellos intercedan por Venezuela para que todas las diócesis tengan muchos jóvenes aspirantes a ser Sacerdotes de Cristo y que sean discípulos y misioneros al tiempo como nos lo recuerda Puebla. También les pedimos que intercedan para que los hijos de san Juan Eudes tengan muchos aspirantes en las casas de formación.
1 Comentarios
Los Eudistas en el mundo tienen la maravillosa labor de darle forma y cuerpo al nuevo sacerdote según el corazón de Jesús y María. De ahí que los Eudistas se han entregado a dirigir los Seminario en diferentes partes del mundo, pero no sólo su vida consagrada está dedicada a la formación sacerdotal, también son misioneros y trabajan en lugares recónditos y sectores populares de grandes urbes. Una labor realmente digna de destacar y apoyar. Jesús y María les siga bendiciendo y dando vocaciones sacerdotales para que continúe esa bonita labor de su fundador San Juan Eudes. Dios les bendiga.
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