Un terrible accidente de vehículo acabó con la vida de Monseñor Arias Blanco, el 30 de septiembre de 1959 en Barcelona, Anzoátegui. El 1 de mayo de 1957, publicó su famosa Carta Pastoral sobre el tema laboral, iniciando un proceso de cambios que culminaría el 23 de enero de 1958
Ramón Antonio
Pérez // @GuardianCatolic
Caracas, 6 de octubre 2020
Monseñor Rafael Ignacio Arias Blanco, fue un excelente sacerdote venezolano, a quien la muerte lo encontró de forma prematura en el ejercicio de su apostolado, el 30 de septiembre de 1959. Este año 2020, se han cumplido 61 años del trágico accidente en el que falleció junto a monseñor José Humberto Paparoni Bottaro, obispo fundador de la diócesis de Barcelona y el padre Hermenegildo Carli, italiano, del clero diocesano, quien conducía el vehículo.
Los tres estaban todavía muy jóvenes y con muchas ganas de aportar sus conocimientos en favor de la Evangelización, la Iglesia y la población en general, según sus respectivas hojas de vida.
“El 1 de octubre,
muy temprano, estando todos los seminaristas en la capilla, el padre rector,
Miguel Antonio Salas, más tarde santo Obispo de Calabozo y luego Arzobispo de
Mérida, nos informó con dolor que en la tarde anterior habían muerto, en un
trágico accidente automovilístico en Barcelona”, escribe el cardenal Jorge
Urosa Savino, que entonces era estudiante del seminario de Caracas, en un
artículo en el que recuerda al XI
Arzobispo de Caracas.
“Todos quedamos conmovidos por la trágica
noticia”, expresa el arzobispo emérito de Caracas, en homenaje al que define como “gran
Arzobispo de Caracas”, y cuyo apostolado en la Iglesia Metropolitana se cumplió desde 1955 hasta su trágica muerte. “Al atardecer de ese mismo día, fuimos a la Catedral
a orar ante los restos mortales (…) impresionados por la inmensa cantidad de
personas, de todos los estratos sociales, que colmaban el Templo”, añade Urosa.
Describe que la
misma escena se vivió al día siguiente, y especialmente en el solemne acto del
sepelio, cuando todos los obispos de Venezuela y una gran cantidad de
sacerdotes, guiaron la plegaria del pueblo fiel por monseñor Rafael Arias
Blanco. “El pueblo de Caracas, presidido por sus Obispos y acompañado por sus
autoridades civiles, sentía dolorosamente que había muerto su buen pastor”,
expresa.
El Cardenal Urosa indica que Arias Blanco se
preocupaba por ayudar a otras diócesis, a las cuales auxiliaba promoviendo el
establecimiento de comunidades religiosas. Además, se interesaba también por los
problemas de la población. Una muestra fue “su último telegrama, fechado el
mismo día de su muerte y enviado al entonces Secretario de la Presidencia de la
República, planteando el problema de la escasez de agua en el estado Anzoátegui”.
Igualmente, lo describe como un
sacerdote de “férrea personalidad, gran simpatía personal, carismático
liderazgo, amor a la libertad y patriotismo”.
Monseñor Arias
Blanco fue “insigne apóstol de los pobres, se preocupó especialmente por la
aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, y publicó su famosa Carta
Pastoral sobre la cuestión laboral en ocasión del 1 de mayo de 1957, la cual
fue punto de partida para la caída de la dictadura y el restablecimiento de la
vida democrática en Venezuela”.
A continuación, el homenaje a Monseñor
Rafael Arias Blanco por parte del Cardenal Urosa
HOMENAJE A MONS. RAFAEL ARIAS, UN GRAN PASTOR
+Cardenal Jorge
L. Urosa Savino,
Arzobispo emérito de Caracas
Hoy 30 de septiembre de 2020 se han cumplido 61 años del
trágico fallecimiento de Mons. Rafael Arias Blanco. Con ese motivo y como un
homenaje a ese gran Arzobispo de Caracas, he querido difundir este artículo,
escrito originalmente en el año 2009.
En septiembre de 1959 ya era yo alumno del Seminario
Interdiocesano de Caracas. El 1 de octubre, muy temprano, estando todos los
seminaristas en la Capilla, el Padre Rector, Miguel Antonio Salas, más tarde
santo Obispo de Calabozo y luego Arzobispo de Mérida, nos informó con dolor que
en la tarde anterior habían muerto, en un trágico accidente automovilístico en
Barcelona, Mons. Arias, el XI Arzobispo de Caracas, Mons J. Humberto Paparoni,
Obispo de Barcelona, y el P Hermenegildo Carli, italiano, de clero de Barcelona.
Todos quedamos conmovidos por la trágica noticia.
Al atardecer de ese mismo día, fuimos a la Catedral a
orar ante los restos mortales del gran Arzobispo, impresionados por la inmensa
cantidad de personas, de todos los estratos sociales, que colmaban el Templo,
para orar y venerar los restos de aquel hombre de Dios. La misma escena se
vivió al día siguiente, y especialmente en el solemne acto del sepelio, cuando
todos los obispos de Venezuela y una gran cantidad de sacerdotes, guiaron la
plegaria del pueblo fiel por Mons. Arias Blanco. El pueblo de Caracas,
presidido por sus Obispos y acompañado por sus autoridades civiles, sentía dolorosamente
que había muerto su buen pastor.
Mons. Arias Blanco,
sacerdote y obispo
Había nacido el 18 de febrero de 1906 en La Guaira,
que en ese entonces pertenecía a esta Arquidiócesis, y fue un excelente
sacerdote de nuestra Iglesia caraqueña. Ordenado el 22 de diciembre de 1928, ejerció
sus labores pastorales en Caracas, Guatire y Villa de Cura.
Muy joven, fue llamado al episcopado en 1937, y
consagrado Obispo el 12 de diciembre de ese mismo año. Inició sus labores
episcopales en Cumaná, como Auxiliar del Obispo Sixto Sosa durante dos años, y luego
fue nombrado Obispo de San Cristóbal, el 12 de diciembre de 1939. Allí desplegó
una extraordinaria y fecunda acción pastoral hasta 1952. En solo 12 años
realizó en esa Diócesis una estupenda labor episcopal. Entre sus muchos frutos
se cuenta la fundación del Seminario Mayor Diocesano de Santo Tomás de Aquino.
Durante sus años de Obispo de San Cristóbal fue también Administrador
apostólico de Barquisimeto desde 1947 hasta 1949.
Más
tarde, el 23 de abril de 1952, fue nombrado Arzobispo Coadjutor de Caracas,
para acompañar y apoyar al bondadoso y querido Arzobispo Lucas Guillermo
Castillo, y luego, a la muerte de éste, el 9 de septiembre de 1954 se convirtió
en el XI Arzobispo de esta Arquidiócesis.
Permítanme
citar la declaración de la Presidencia de la Conferencia Episcopal con motivo
de los 100 años del nacimiento de Mons. Arias: “Su carácter emprendedor, su
celo apostólico y su labor incansable se manifestaron en todo su esplendor en
esa inmensa Arquidiócesis que en esa época abarcaba no sólo todo el Distrito
Federal, sino también los Estados Miranda y Aragua. En pocos años dio un gran
impulso a la vida de la Iglesia caraqueña, con la creación de nuevas
Parroquias, la organización de la Curia Arzobispal y del Seminario, el establecimiento
de numerosas comunidades de vida consagrada, el fomento de las vocaciones
sacerdotales, el fortalecimiento de la catequesis escolar y de la educación
católica, el desarrollo de los Secretariados Arquidiocesanos de Pastoral, y la
realización del Congreso Eucarístico Bolivariano”.
Se
preocupaba también por la ayuda a otras Diócesis, a las cuales auxiliaba
promoviendo el establecimiento de comunidades religiosas en las más
necesitadas. Co-fundador de Pro-Venezuela, se interesaba por todos los
problemas del pueblo, muestra de lo cual es su último telegrama, fechado el
mismo día de su muerte y enviado al entonces Secretario de la Presidencia de la
República, planteando el problema de la escasez de agua en el estado
Anzoátegui.
Dotado de grandes cualidades, entre ellas una férrea
personalidad, gran simpatía personal, carismático liderazgo, amor a la libertad
y patriotismo, Mons. Arias Blanco, insigne apóstol de los pobres, se preocupó
especialmente por la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, y publicó
su famosa Carta Pastoral sobre la cuestión laboral en ocasión del 1 de mayo de 1957,
la cual fue punto de partida para la caída de la dictadura y el
restablecimiento de la vida democrática en Venezuela.
La famosa Carta Pastoral
Presente
en la memoria de Venezuela toda está su valiente actitud al desafiar la ira del
gobierno de entonces con su Carta Pastoral. Allí, sin abordar expresamente el
tema político sino el social, reivindicaba los derechos de los trabajadores,
reivindicaba el derecho de la Iglesia de participar activamente en la vida del
país, y cumplía su deber episcopal de ser un esforzado constructor de la paz.
Recordemos algunos párrafos de ese histórico documento:
“Cuando la Iglesia aboga por vuestros derechos y os recuerda vuestros
deberes, amadísimos trabajadores, simplemente está reclamando que en todos los
aspectos: económico, cultural, sindical, moral y espiritual, se respete la
dignidad de persona humana que en todos y cada uno de vosotros Dios ha
colocado. Entre el socialismo materialista y estatólatra, que considera al
individuo como una mera pieza en la gran maquinaria del Estado, y el
materialismo capitalista liberal, que no ve en el obrero sino un instrumento de
producción, una máquina valiosa, productora de nuevas máquinas en su prole,
está la doctrina eterna del Evangelio, que considera a cada uno de nosotros,
sin distinción de clases ni de razas, como persona humana, como hijo de Dios,
como base y fuente de todos los derechos humanos.”
Y
citando a Pío XII recordaba algo muy importante: “No es en la revolución, sino
en una evolución armónica donde está la salvación y la justicia. La violencia
nunca ha hecho más que derribar en vez de levantar; encender las pasiones en
vez de calmarlas; acumular odios y ruinas, en vez de hermanar a los
combatientes. Solo una evolución progresiva y prudente ...., guiada por las
normas cristianas de la justicia y la equidad, puede llevar al cumplimiento de
los deseos y de las honestas necesidades del obrero” (Pío XII, discurso del 13
de junio de 1943).
Conclusión
Mons.
Arias fue realmente un buen pastor a ejemplo de Jesucristo, que dio la vida por
sus ovejas. La muerte le sorprendió en labores pastorales, al regreso de la
inspección de las obras del Seminario que estaba construyendo cerca de
Barcelona.
Un
buen pastor al servicio de Venezuela, lleno de Dios, comprometido con el
ministerio recibido; inquieto, celoso y proactivo, trabajador y organizado,
incansable y desprendido, gran promotor del apostolado seglar, especialmente de
la Acción Católica. Un gran ejemplo para todos los obispos, sacerdotes,
religiosos y laicos comprometidos de hoy. Así fue nuestro XI Arzobispo, Mons.
Arias Blanco. ¡Que Dios lo tenga en su gloria!
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