La fundación que lleva su nombre está consagrada al servicio de los sacerdotes. Este 21 de mayo, Aleteia publicó un trabajo sobre el religioso mártir asesinado por las tropas nazis en Italia, el 6 de septiembre de 1944.
Ramón Antonio Pérez | May 21, 2019
Fotos: José Cohén
No deja de ser triste y doloroso para los familiares
de las victimas evocar los ya lejanos años que van entre 1939 y 1945: la
segunda guerra mundial. Entre el holocausto, las bombas atómicas y la guerra en
general, según algunas estimaciones superan los 100 millones de víctimas. En
Italia, como en Europa, también se vivía intensamente la guerra aunque para el
momento de ocurrir esta historia estaba a punto de finalizar. En medio de ese
fragor, sería común observar a pelotones de militares frente a indefensos rivales
dispuestos a fusilarlos sin contemplación alguna.
En uno de esos indefensos grupos estaban los religiosos
cartujos de La Farneta, a quienes en la madrugada entre el 1 y 2 de septiembre
de 1944, los soldados alemanes les invadieron el monasterio tras la sospecha de
resguardar a miembros partisanos de La Toscana. Entre esos prisioneros estaba el
Hermano Bernardo María, cuyo nombre
de pila era Andrés Salvador María del Carmen Montes de Oca Perera, un
venezolano natural de Carora, estado Lara, donde vino al mundo el 21 de octubre
de 1895.
Su martirio llegó exactamente el 6 de septiembre de
1944, cuando junto a doce hermanos cartujos y unos veinte prisioneros fueron
fusilados a la orilla de la carretera, en los alrededores de Massa, en Monte
Magno, Italia. En sus manos llevaba el Breviario litúrgico que
posteriormente permitió la identificación de sus restos, recordaba a casi 75 años de aquellos dolorosos hechos, Reyna Lara de Montes de Oca, casada con un
sobrino nieto del segundo obispo de la diócesis de Valencia (Venezuela).
“Allí murió el único venezolano mártir que fue
asesinado en la Segunda Guerra Mundial por defender la existencia”, dijo la también presidenta de la Fundación “Monseñor Salvador Montes de
Oca”.
Sus amores: la eucaristía, el sacerdocio y la Virgen
La organización fue creada en 2009 y desarrolla una obra social en beneficio
de los veinte seminarios diocesanos de Venezuela. La sede está ubicada en un
anexo construido en terrenos de su residencia que lleva por nombre “La Cartuja.
Se ocupa de ayudar en la alimentación, vestimenta y formación a los futuros pastores
de la iglesia católica. En su oficina yacen archivos con fotografías, cartas,
artículos de prensa y obras literarias que reseñan la vida y obra de monseñor
Montes de Oca.
“Nuestra fundación fue erigida en memoria de quien
consagró su vida a la santidad de los sacerdotes”, comentó Reyna, de
profesión bioanalista y apasionada por la historia.
La presidenta de la institución destacó los valores
humanos, cristianos de este hombre de fe que se enfrentó a capa y
espada contra la barbarie política durante la dictadura de Juan Vicente Gómez,
al defender la vida y los derechos humanos, especialmente de los desamparados y
perseguidos políticos. Eso le costó dos expulsiones de Venezuela, y el despojo
del cargo como prelado de la diócesis asentada en el estado Carabobo.
“Monseñor Montes de Oca me
ha llevado a desarrollar toda esta tarea investigativa para dar a conocer su
obra de santidad, de humanidad a los venezolanos, pues la gran mayoría
desconoce que contamos con un santo de nuestra iglesia, un obispo mártir en el
que debemos creer, y seguir su ejemplo de humildad y solidaridad con los que
más sufren”, enfatizó la señora Reyna durante la conversación. La mayoría de los integrantes que conforman la directiva de la fundación
son familiares del extinto prelado que trabajan incansablemente para dar a
conocer su legado de amor.
Igualmente se abocan a recabar fondos a través de la
venta de libros que se han escrito de su biografía, para costear los gastos que
conlleva el proceso de documentación para su beatificación, la cual fue introducida en la Congregación para la Causa de los Santos, el 23 de octubre
de 2015, por el Cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de Caracas,
junto al arzobispo de Valencia, monseñor Reinaldo Del Prette Lissot.
Destacó que en mayo de 2016, el Vaticano declaró a
monseñor Montes de Oca como Siervo
de Dios, y posteriormente en marzo de 2017, se instaló
solemnemente el tribunal de su causa para dar inicio a la etapa diocesana del
proceso de su beatificación.
Desde el año 2001, Reyna está dedicada a sustanciar
toda la información generada a través de las cartas escritas por el mártir venezolano,
y los testimonios de las personas que lo conocieron, “para ir alimentando la causa, y subirlo
muy pronto a los altares”. La mujer le lanzó unas flores al “médico de los
pobres”, el primero de esta lista de espera. “Esperamos que esto ocurra,
después que se cristalice la beatificación del doctor José Gregorio que tiene
mucho tiempo esperando por este regalo de Dios”.
En este ínterin Reyna aprovechó para comentar que por
primera vez, el Vaticano recibe un milagro bien documentado del Doctor José
Gregorio Hernández; y afirmó estar muy segura que muy pronto se anunciará por
fin su beatificación. “Porque el pueblo lo pide, lo clama a gritos,
especialmente ante la dura crisis en que vivimos”, sostuvo.
Volviendo a su tío abuelo político, agradeció profundamente
al cardenal Porras por el apoyo que ha recibido en el proceso de la causa de
monseñor Montes de Oca. Sin embargo, consideró pertinente señalar que como
consecuencia de la situación país, se ha frenado en gran medida la divulgación
de la memoria y obra de este insigne prelado.
Reveló su temor que el actual régimen se vea reflejado
en la férrea lucha que actualmente mantiene la dirigencia opositora en defensa
de los derechos humanos, especialmente de los presos políticos, como el que
desató el gobierno de Juan Vicente Gómez contra el obispo de Carora.
“No
queremos que el proceso de beatificación de monseñor Montes de Oca se politice,
y sea rechazado por la Santa Sede”, dijo.
De acuerdo con los datos de historiadores venezolanos,
monseñor Salvador Montes de Oca desciende de una de
las familias más antiguas de Carora y la más extendida entre sus habitantes.
Sus progenitores, Andrés Montes de Oca Zubillaga y Rosario Montes de Oca Perera,
fueron cristianos rectos y practicantes, y anhelaban tener un hijo sacerdote
para reforzar la muy larga e ilustre tradición de la familia en la que se
cuenta con más de 100 sacerdotes. Fue el penúltimo vástago de los cinco hijos:
Rafael Andrés, Ignacio, Carmen e Isabel María religiosa de la Congregación
Siervas del Santísimo Sacramento.
Reyna precisó que el 14 de mayo de 1922 se convirtió
en el obispo más joven de la época, situación que no era del agrado de mucha
gente, especialmente vinculada al ámbito religioso, y político lo cual despertó
envidias en su alrededor, tejiendo intrigas e injusticias en su contra que lo
condujeron al destierro, y después a su trágica y mártir muerte. “Era una
‘piedra en el zapato’ para el régimen de Juan Vicente Gómez, especialmente
cuando alzaba su voz de protesta por la libertad y el respeto de los presos
políticos”, recordó la presidenta de la fundación monseñor Montes de Oca.
Fiel defensor del matrimonio
Su actuación decidida a favor de la libertad, su
frontal posición frente a los abusos cometidos por parte de altos funcionarios,
su enfrentamiento con la política del gobierno en asuntos referidos con la
Iglesia, especialmente cuando aprobó una Pastoral sobre el matrimonio
eclesiástico, en 1929, en la época en que el gobernador de la ciudad se había
divorciado de su esposa y tenía intenciones de contraer nuevamente matrimonio,
provocó su primera expulsión del país el 11 de octubre de 1929.
La segunda ocasión que sale al exilio ocurre cuando lo
acusan de tener amoríos con una joven en 1934, acusación remitida a la entonces
Sagrada Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios de la Santa
Sede. Esta calumnia unida a su delicado estado de salud culminará con su
renuncia a la Mitra valenciana, y es cuando decide ser religioso en la
Congregación de los Sacramentinos.
Reyna de Montes de Oca evocó lo que reseñó el cardenal
Baltazar Porras, en su obra Camino a los Altares, que como “sacramentino”
junto a largas horas de oración tuvo una intensa vida apostólica, predicando
retiros en diversas localidades en Italia, unido a una intensa vida de
contemplativo eucarístico. El 8 de diciembre de 1939 hizo su profesión solemne
como miembro de la Congregación del Santísimo Sacramento, y era conocido para
algunos con el nombre del Padre Montes.
Durante los años más duros de la guerra le escribió a
su papá (1942), a quien le narró algunas restricciones que tenía en la alimentación;
sin embargo, le acotó que “todavía se consigue lo necesario, y la Divina
Providencia no faltará”. Consideró que “no
está mal sufrir un poco para pagar un poco por los pecados de mi vida”.
Reseña el purpurado venezolano que el 19 de septiembre
de 1941 había sido nombrado Maestro de Novicios de la Congregación
Sacramentina. Volvía como superior y formador al mismo sitio donde pocos años
antes había hecho su noviciado. En su inquieto espíritu no podía detener el
llamado a una vida más tranquila y serena para dedicarla enteramente a la
oración y el trabajo. Por tanto, decide dejar la vida de sacramentino e
ingresar a una cartuja, última etapa de lo que fue su vida marcada siempre por
la cortedad del tiempo y de la velocidad indetenible del llamado interior.
El 5 de septiembre de 1942 ingresó a la Cartuja de la
Farneta, situada en las inmediaciones de la ciudad de Lucca, un hermoso paraje
campestre, propicio para el recogimiento y el retiro del mundanal. Reyna describió
que en La Cartuja se llamaba Bernardo María, y le escribió a su
padre de quien no tenía noticias desde hace más de un año por motivos de la
guerra. Le comunicó su integración a la congregación.
“A su progenitor le confesó que fue muy feliz durante
los 8 años que estuvo con los Superiores Sacramentinos. Igualmente le narró la
vida dura y austera que llevaba en La Cartuja y pidió utilizar la misma celda
en la que estuvo el doctor José Gregorio Hernández”. Indicó también que el
hermano Bernardo María lavaba pisos, hacía oficios en la cocina y rechazaba los
privilegios como sacerdote.
En el fragor de la guerra
Desde finales de 1943, la situación política italiana,
la guerra y el avance de los aliados agravaron la vida de los habitantes de las
regiones circunvecinas de Lucca. La afluencia diaria de prófugos de las
ciudades bombardeadas, en particular de Pisa y de Livorno que quedaron privadas
de todo. Familias enteras hambrientas provocó en Los Cartujos de Farneta una
actitud de máxima caridad y de asistencia a estos recién llegados, y a la
población circundante. Lo que se producía en los predios del monasterio y en
los campos de los vecinos eran distribuidos entre la población que llegaba a
sus puertas.
La condición de “territorio neutral” del monasterio
respetado hasta el momento por las tropas alemanas, lo convirtió en refugio de
perseguidos políticos, judíos, jóvenes que huían del alistamiento forzado o de
la deportación. Todos eran alojados o escondidos en las dependencias aledañas
al convento. Los que se refugiaban en el recinto vestían en ocasiones el hábito
monacal para pasar desapercibidos cuando llegaban los convoyes militares que
espiaban la zona.
El monasterio estaba compuesto de 16 padres y 19
hermanos, de los cuales más de la mitad eran italianos. El prior y el maestro
eran suizos, Montes de Oca venezolano y el sacristán español, entre otros. La
noche trágica del 1 y 2 de septiembre, como es habitual en la vida de una
cartuja, cerca de la medianoche los monjes se levantan para los rezos
habituales. Una patrulla de unos veinte soldados alemanes de la SS, todos muy
jóvenes, entraron en el monasterio arrestando a todos cuantos encontraban en los
muros. Fueron pocos los que lograron huir y salvar sus vidas.
La señora Reyna, con ojos llenos de lágrimas, refirió que
el ejemplo de serenidad y acompañamiento de quienes se
encontraban con ellos fue un bálsamo en medio de la tragedia, y se
distinguieron entre ellos el Padre y Maestro Dom Pío Egger y Don Bernardo
Maria, compartiendo la oración, la atención hacia los más débiles, quitándose de la boca, la mísera ración para dársela a quien más lo necesitaba.
“Lo único que llevaban consigo eran unos libros
litúrgicos”, comentó. “Pasaron ocho días en cautiverio experimentando la peor
tragedia de su vida. Su humildad y amabilidad atraía la simpatía de quienes lo
rodeaban y se les acercaba”.
Destacó también que su fe inquebrantable a Jesús Sacramentado logró que muchos ateos y judíos se convirtieran. “En medio de sus sufrimientos todo lo ofrecía por la santificación de los sacerdotes a quienes amaba como a su propia vida”, agregó.
Destacó también que su fe inquebrantable a Jesús Sacramentado logró que muchos ateos y judíos se convirtieran. “En medio de sus sufrimientos todo lo ofrecía por la santificación de los sacerdotes a quienes amaba como a su propia vida”, agregó.
El fatídico final llegó el 6 de septiembre, cuando
doce hermanos cartujos y unos veinte prisioneros fueron fusilados a la orilla
de la carretera, en los alrededores de Massa, en Monte Magno. Con voz
resquebrajada reiteró: “allí murió el único venezolano mártir que
fue asesinado en la Segunda Guerra Mundial por defender la existencia”.
La historiadora indicó que la identificación de los
cadáveres fue fatigosa y muy dura porque los cuerpos de los fusilados fueron
enterrados en fosas comunes en toda la región de Toscana. En enero de 1947 son
identificados los restos de monseñor Montes de Oca, a través de estudios de
ADN, de su dentadura con el cráneo y los huesos de la cadera. Con algo de
sorpresa comentó que entre los restos del “Obispo mártir”, encontraron una
hojita de su breviario, y una placa con el número 13 que correspondía con la
celda habitada por el hermano Bernardo María, en La Cartuja.
El 11 de junio de 1947 llegó a La Guaira un barco que
trajo los restos de monseñor Montes de Oca, siendo recibido por representantes
del clero y diversos sectores de la vida nacional. El 13 de ese mismo mes fueron
trasladados a Valencia, y llevado en hombros por la población hasta la Catedral
Metropolitana donde fue sepultado en el baptisterio.
La presidenta de la fundación aspira que en su beatificación, el cuerpo de Monseñor Salvador Montes de Oca, sea enterrado en la capilla del Santísimo Sacramento del Altar como era su sueño y su devoción de toda la vida.
La presidenta de la fundación aspira que en su beatificación, el cuerpo de Monseñor Salvador Montes de Oca, sea enterrado en la capilla del Santísimo Sacramento del Altar como era su sueño y su devoción de toda la vida.
OBSERVACIÓN: A este trabajo se le hizo una corrección en la fecha de muerte de Fray Bernardo María (Monseñor Montes de Oca) ya que fue el 6 de septiembre de 1944, y no el 10 como equivocadamente se había escrito originalmente. Gracias.
3 Comentarios
Señora Reina Lara de Montes de Oca, me permito hacerle una corrección fraterna, el siervo de Dios Monseñor Salvador Montes de Oca está enterrado en el presbíterio de la Catedral de Valencia y su lápida dice que la defunción es el 06 de septiembre,no el 10, saludos cordiales y unidos en oración.
ResponderEliminarGracias. Corrección aceptada y hecha en la publicación....
EliminarQue hermosa la historia de la vida y hasta el día de su muerte,sinceramente me conmovió este relato.Amo mi Iglesia católica.ya es un Santo para todos.
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