*Padre José Andrés Bravo*
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Dios a los zulianos nos ha
regalado esplendidos sacerdotes, diversos en sus pensamientos y en sus
acciones, pero unidos en la fe cristiana y en la gracia de la consagración
sacerdotal que se traduce en la práctica en un amor profundo y una fidelidad
sincera a la Iglesia y al pueblo. Una vez un periodista le preguntó a un líder
político sobre lo que más le ha sorprendido durante su recorrido por los
barrios de Maracaibo y por los pueblos del Zulia. El líder le contestó que en
cada comunidad, especialmente en los lugares de mayor miseria, siempre se
destaca el liderazgo espiritual y social del sacerdote. Los testimonios le dan
la razón.
Nuestros sacerdotes son
inquietos y creativos en el servicio pastoral de las comunidades. Poseen un
gran sentido de responsabilidad ante sus superiores y frente a las comunidades.
Con una gran sensibilidad por los problemas sociales, preferencialmente, por
los que más sufren necesidades. Muchas veces, esa sensibilidad le salta en el
interior y se expresa en el exterior en denuncias fuertes contra los poderosos.
Otras muchas veces, también saben apoyar y acompañar a los que son solidarios y
generosos con los necesitados, ayudando a fortalecer las obras sociales de la
Iglesia.
Integran su piedad, su
religiosidad popular, su compromiso sacramental, su atención a los grupos de
apostolado seglar, su dedicación a la orientación espiritual, con sus
iniciativas en obras sociales en el ámbito de la educación (especialmente, en
la capacitación para el trabajo), en atención a los indigentes, a los niños
abandonados, a los ancianos, a los jóvenes atrapados en los vicios.
En todo lo que a un
sacerdote zuliano identifica, el padre Eleuterio Segundo Cuevas Pereira
sobresale. Podemos calificarlo por su excelencia en la competencia, honestidad
y responsabilidad. Por su amor a la Iglesia y su amor a su pueblo. A él, pues,
le rindo un homenaje de agradecimiento después de haber dejado en la Basílica
de Chiquinquirá un legado espiritual y social de gran relieve. Quienes reciben
la nueva responsabilidad en la labor pastoral de la Parroquia Nuestra Señora de
Chiquinquirá y San Juan de Dios, se encuentran con una comunidad de comunidades
porque se empeñó en crear y fortalecer los sectores, formarlos en la doctrina
del Evangelio de Jesús y de la Iglesia, enseñándoles a participar como
evangelizadores y siendo solidarios con los más necesitados.
A este sacerdote insigne lo
trajo Dios al mundo en el seno de una humilde y devota familia cristiana que se
fundó con el matrimonio de sus amados padres Eleuterio Ramón Cuevas Quintero y
Ana Ubal Pereira de Cuevas, en la Mene Mauroa falconiana. De un salto se
convierte en zuliano puro. Su mentor primero es el padre David Hernández,
párroco de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción, su Comunidad Cristiana
de origen.
No pasaba desapercibido en
ningún lado. Su vida apostólica fue intensa en la Legión de María, donde se
desempeñó como dirigente activo y entregado. Organizador de eventos pastorales
como laico legionario. Lo escuchaban y obedecían con agrado porque sus palabras
y acciones eran orientadas al servicio de su comunidad. La Peregrinatio pro
Christi, que realizaba el Movimiento de la Legión de María bajo la consigna de
servir a Cristo tal como si fuera su madre quien le sirve, actividad
evangelizadora por excelencia, hizo del padre Eleuterio un auténtico líder, un apóstol con entusiasmo
y fuerza, forjó ahí su vocación sacerdotal.
El Centro Vocacional de la
Arquidiócesis de Maracaibo, iniciativa inédita y renovadora de Mons. Roa Pérez
y los sacerdotes zulianos, lo acoge para su discernimiento vocacional. Pasa a
seguir sus estudios de secundaria en el Seminario Menor de Caracas bajo la
rectoría de otro gran pastor venezolano, hoy obispo emérito de Calabozo, Mons.
Helímenas Rojo. Estudia filosofía y teología con gran éxito en el Seminario
Interdiocesano Santa Rosa de Lima, de nuestra capital. Debo testimoniar, con
toda responsabilidad, que la vida del padre Eleuterio en el Seminario fue de
servicio comunitario en muchos ámbitos. Se destacó como responsable de diversas
actividades comunitarias, especialmente en la liturgia. Organizador y
perseverante, cumplía con eficacia sus tareas para el bien de todos. Es decir,
se proponía realizar algo y lo lograba eficazmente. Esta habilidad lo
acompañará durante toda su vida sacerdotal.
Eleuterio es ordenado
sacerdote el 14 de agosto de 1982. Es Mons. Domingo Roa Pérez quien lo recibe y
consagra. Entre el padre Eleuterio y el Arzobispo existió un vínculo de
confianza y amor. El pastor le reconoció siempre sus extraordinarias cualidades
y depositó en él una hermosa confianza, a la que el padre Eleuterio le fue fiel
hasta el momento de la partida al cielo del amado Arzobispo. Mons. Roa fue para
él y para todos los sacerdotes un maestro y un gran pastor, enseñaba con
autoridad porque lo hacía con la palabra y el testimonio de vida. Esa fue la
mejor escuela del padre Eleuterio. Ahí aprendió a ser sacerdote, amar a la
Iglesia tanto como al Pueblo de Dios.
Su servició pastoral lo
realiza con un orden admirable. Su organización administrativa y pastoral, su
atención a los grupos de apostolado, su cuidado al templo, su creación de obras
sociales, su generosidad a los más necesitados, atención a los enfermos y el
esmero de una liturgia digna del misterio divino, especialmente en los sacramentos.
Cultiva grandes e
importantes amistades en los diversos ambientes de la sociedad, orientándolas
hacia el servicio a los demás en comunión con la Iglesia Católica. Así ha sido
siempre, como párroco en las humildes Parroquias San Juan Bautista en la Urbanización
San Francisco, el Buen Pastor en la Urbanización Cuatricentenario y en la
Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria en la Urbanización San Jacinto. Así
es también como Director General del Instituto Niños Cantores del Zulia y como
uno de los mejores párrocos de la Basílica Nuestra Señora de Chiquinquirá. Más
de treinta años de un servicio sacerdotal digno de nuestra admiración y
respeto.
Quiero hacer especial
mención a su gestión sacerdotal como Director del Instituto Niños Cantores, en
situaciones muy difíciles, pero, confiando en Dios, por amor a su Iglesia,
colocando todas sus capacidades y valorando esta excelente obra que nació por
la iniciativa sacerdotal de otro gran zuliano, Mons. Gustavo Ocando, a quien
respetó en condición de fundador, aún cuando el padre Eleuterio sólo recibió
desprecio a su trabajo por parte de sus mismos beneficiados.
Sin embargo, la mayoría
reconoce sus esfuerzos, sus acciones, sus esmeros por un buen servicio
educativo. Es Mons. Roa Pérez quien le enseñó el inmenso valor cristiano de la
educación. Este servicio sacerdotal por la educación lo ha expresado antes en
San Jacinto como una Escuela Parroquial Artesanal y en el apoyo que desde el
principio le ha brindado a las Escuelas Arquidiocesanas, fundadas por Mons. Roa
Pérez.
Promotor de nuevos templos y
capillas, capellán de hospitales y del mundo castrense, asesor espiritual de
movimientos de apostolado. Pero, con un gran entusiasmo, competencia y
diligencia, ejerce la grave responsabilidad que nuestro Arzobispo Mons. Ubaldo
Santana le asignó con la dignidad de Vicario Episcopal para la Vida Consagrada.
Que yo recuerde, el padre Eleuterio desde joven seminarista siempre manifestó
un gran respeto y amor a las Religiosas y Religiosos. Su atención, con mayor
fuerza, en los momentos de mayores dificultades, en situaciones de conflictos,
su presencia generosa y solidaria, no se hace esperar.
Padre Eleuterio, hermano
sacerdote, amigo y compañero de camino desde el Seminario, no soy quien para
juzgar tu vida consagrada ni tu obra pastoral y social. Sólo quiero expresarte
públicamente mi respeto y agradecimiento porque has sido un servidor fiel. Personas
como tú, creativas y eficientes, siempre encuentran juicios contradictorios,
unos te condenan y otros te santifican. Yo te valoro y respeto como un ser
humano excelente que sirve a Dios, a su Iglesia y a su Pueblo. Sigue tan
solidario y generoso como siempre lo has sido con tus hermanos sacerdotes
menores, necesitados de tu apoyo. Yo sólo te pueblo ofrecer mi agradecimiento y
mis oraciones, lo que solo pueden ofrecer los pobres del mundo.
**Pbro. MSc. Andrés Bravo
Director del Centro de
Estudios de Doctrina y Praxis Social de la Iglesia
Universidad Católica Cecilio
Acosta
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