El
Arzobispo de Caracas alertó que en la sociedad “el desorden moral se ha ido
extendiendo” y “la contaminación amoral nos afecta
a todos”
Ramón Antonio
Pérez // @GuardianCatolic
Fotos: Seminario Santa Rosa de Lima
Caracas, 5 DE OCTUBRE 2016
“Ya
culminando el Año de la Misericordia, es bueno caer en la cuenta de que ser
testigos del Señor, para que el mundo crea y tenga vida es una hermosísima obra
de misericordia. Por esto todos los alumnos del Seminario deben
esmerarse para prepararse muy bien espiritual e intelectualmente a realizar esa
bellísima misión”.
El llamado lo
hizo el Cardenal Jorge Urosa Savino, el 3 de octubre, cuando dio inicio al año
académico 2016-2017 del Seminario Santa Rosa de Lima, con una Santa Misa que presidió
en compañía de sus obispos auxiliares, monseñores: Tulio Luis Ramírez Padilla, José
Trinidad Fernández Angulo y Enrique José Parravano Marino.
Además asistieron
los rectores de los seminarios “Santa Rosa de Lima” y “Redemptoris Mater”,
presbíteros Francisco Morales y César Hernández, respectivamente; el rector de
la Universidad Católica Santa Rosa, presbítero Carlos Alberto Boully Gómez; y
el cuerpo de profesores y alumnos de este centro de formación sacerdotal.
El Cardenal denuncia una sociedad paganizada
El arzobispo de
Caracas recordó que “vivimos en una sociedad paganizada,
materializada, donde el desorden moral se ha ido extendiendo, y en la cual se
ha perdido el sentido del pecado, y donde la contaminación amoral nos afecta a
todos”.
Por eso, invitó
a los jóvenes seminaristas a “estar conscientes de esa situación, y
abrazar con entusiasmo y alegría las enseñanzas de la moral cristiana, rechazar
con fuerza y constancia el pecado, acoger la doctrina de la ascética y la vida
espiritual, y profundizar y fortalecer su perseverancia en la virtud”.
Explicó la
importancia de vivir en el campo de la honestidad en general: “vivir de acuerdo
a la verdad; en el campo de la actitud cristiana ante el dinero, rechazar todo
tipo de codicia. También en el campo de la castidad, puesto que vivimos en un
mundo erotizado que promueve continuamente la transgresión del sexto
mandamiento”, dijo.
El Cardenal
Urosa denunció también a la Ideología de Género, destacando que su contenido es
falso y anticristiano.
“Vivimos en un mundo donde la corriente cultural llamada
ideología de género proclama la actividad sexual indiscriminada y sin límites,
como si no hubiera ley moral, como si el ser humano pudiera actuar sin líneas
morales. Esto es totalmente falso y anticristiano”, dijo en su homilía.
Seminaristas en las redes sociales
Los futuros sacerdotes
de la Iglesia arquidiocesana de Caracas, también han encontrado un importante medio
para dar a conocer sus actividades académicas y evangelizadoras a través de la
redes sociales, especialmente del Facebook, donde abrieron un perfil en nombre
del Seminario Santa Rosa de Lima.
“El
Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”, escribió el responsable del perfil, citando el Salmo 126, para apuntalar el inicio del año académico 2016-2017.
“El día de ayer
(03 de octubre) nuestro Seminario dio inicio a un nuevo año académico, donde
nos comprometimos a ser cada día mejores ciudadanos, mejores cristianos”,
dice la red social.
Hablan de la “grata
compañía de nuestro Arzobispo, el Sr. Cardenal Jorge Urosa y sus Obispos
Auxiliares, al igual que los distintos formadores y superiores de las casas
religiosas que se forman académicamente en nuestras instalaciones”.
Reseñaron que el
Arzobispo de Caraca invitó “a los estudiantes a practicar una obra de
misericordia fundamental, el estudio, puesto que, la preparación de los futuros
pastores es esencial para poder guiar sabiamente al pueblo de Dios que les será
encomendado”.
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y comentaron el inicio del Año Académico:
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A continuación el mensaje íntegro del Cardenal Jorge
Urosa Savino:
“Seréis mis testigos”
Inauguración del año académico
del Seminario Santa Rosa de Lima, 3 de octubre de 2016,
+Jorge L. Urosa Savino, Cardenal
Arzobispo de Caracas
Llenos
de esperanza y con profunda fe en la acción del Espíritu de Dios estamos celebrando esta santa Eucaristía. En
ella invocamos la luz y la fuerza del Espíritu Santo sobre los formadores, los profesores,
los alumnos y el personal auxiliar de nuestro Seminario de Santa Rosa de Lima,
al comenzar este nuevo año académico. Yo personalmente hoy recuerdo emocionado el
20 de septiembre de 1959, cuando movido por la llamada del Señor, inicié mi período
de formación sacerdotal en este querido Seminario.
TESTIGOS DEL
SEÑOR
Acabamos
de escuchar el pasaje de los Hechos de los Apóstoles en la cual el Señor
encomienda a sus apóstoles la bellísima misión de ser “sus testigos hasta los confines de la Tierra” (Cf. Hc 1, 8). Es
bueno recordar que Jesús había dedicado gran parte de su tiempo a formar a sus apóstoles,
sus discípulos predilectos. Los llamó a “estar con él para enviarlos a predicar”
(Mc 3,14); los envió a anunciar su reino, les encomendó la misión de perdonar
los pecados (Jn 20, 23); los fortaleció con su ejemplo y con la enseñanza de
sus misterios; les dio el privilegio de recibir por vez primera su cuerpo y su sangre
(Mt 26, 26-28), y los convirtió en testigos de su resurrección. Todo ello para
que, fortalecidos en Pentecostés por el
Espíritu Santo, ellos anunciaran a sus contemporáneos su presencia viva y su acción salvadora, e instituyeran
luego herederos de su misión apostólica y misionera, para que la luz de Cristo
se proyectara sobre todos los mujeres y hombres del mundo hasta el fin de los
tiempos.
Ya culminando el Año de la Misericordia, es bueno
caer en la cuenta de que ser testigos del Señor, para que el mundo crea y tenga
vida (Cf Jn 3,16) es una hermosísima
obra de misericordia. Por esto todos los alumnos del Seminario deben esmerarse para
prepararse muy bien espiritual e intelectualmente a realizar esa bellísima
misión.
En esta línea hemos de tener en cuenta las
exigencias de los Obispos latinoamericanos y del Caribe en el documento de
Aparecida:
“El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos:
que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del
Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra
de Dios, de la Eucaristía y de la oración; de presbíteros-misioneros; movidos
por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y
a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda
comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y
laicos; de presbíteros-servidores de la vida: que estén atentos a las
necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de
los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad. También de
presbíteros llenos de misericordia, disponibles para administrar el sacramento
de la reconciliación! (A 199).
Pues
bien: para prepararlos a realizar la misión apostólica de ser testigos de
Cristo, para ser discípulos de Jesús, para
estar con él y luego ser enviados a predicar, nuestro Seminario los recibe, queridos
muchachos. Ustedes han venido acá movidos por el deseo de consagrar sus vidas a
Dios. Consagrarse a Dios es seguir al Señor, imitándolo y configurándose a Él, ser
sus discípulos y sus testigos, es decir, vivir y dar la vida en testimonio de que Jesús
es realmente la fuente de agua viva (Jn 4 10-14), el Camino la Verdad y la Vida
( Jn 14, 6), el Salvador del mundo
( Fil 3, 20), el Rey de Reyes y Señor de
los Señores ( 1Tim 6,15), nuestro gran Dios y Salvador (Tit 2, 13).
ESCUCHAR Y
CUMPLIR LA PALABRA DE DIOS
Por
eso, el Seminario más que un centro de formación académica, - que lo es, y de
primera categoría -, es una comunidad espiritual, religiosa, para formar discípulos
de Jesús. Una comunidad de hombres que quieren conocerlo más, compenetrarse con
El, vivir de acuerdo a su Palabra, que es Palabra de vida eterna. Es una
comunidad de aprendizaje, de crecimiento en las virtudes, las teologales, la
fe, la esperanza y la caridad; y las cardinales: prudencia, justicia, fortaleza
y templanza. El Seminario es un espacio, un tiempo y una comunidad donde,
dirigidos y guiados por hombres virtuosos y preparados, ustedes están llamados
a consolidar su vivencia de la fe y su conducta cristiana, y en primer lugar,
como actitud fundamental, en a escucha y cumplimiento de la Palabra viva del Señor,
de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios.
Quiero
insistir en este carácter religioso, formativo, del Seminario como comunidad de
crecimiento en la virtud, de aprendizaje para los discípulos, que quieren
seguir a Jesús y compenetrarse con El. Sin duda, los alumnos que aquí están,
todos ustedes queridos muchachos, han recorrido ya un buen trecho en el camino
del discipulado, pero tienen por delante un largo proceso espiritual para
fortalecer su vida cristiana, para ser hombres probados, de virtud sólida, de
firmeza en el seguimiento de Cristo, para ser sus testigos. Recordemos que el
Señor nos dice: “si Uds. me aman, guardarán mis mandamientos” (Jn 14, 15).
PRACTICA DE LAS
VIRTUDES
Esto
es importante recordarlo, pues vivimos en una sociedad paganizada, materializada,
donde el desorden moral se ha ido extendiendo, y en la cual se ha perdido el
sentido del pecado, y donde la contaminación amoral nos afecta a todos. Por
esto, los jóvenes seminaristas deben estar conscientes de esa situación, y abrazar
con entusiasmo y alegría las enseñanzas de la moral cristiana, rechazar con
fuerza y constancia el pecado, acoger la doctrina de la ascética y la vida
espiritual, y profundizar y fortalecer su perseverancia en la virtud.
Especialmente
esto es importante en el campo de la honestidad en general: vivir de acuerdo a
la verdad; en el campo de la actitud cristiana ante el dinero, rechazar
todo tipo de codicia. Y en el campo de la castidad, puesto que vivimos en un mundo
erotizado que promueve continuamente la transgresión del sexto mandamiento.
Vivimos en un mundo donde la corriente cultural llamada ideología de género
proclama la actividad sexual indiscriminada y sin límites, como si no hubiera
ley moral, como si el ser humano pudiera actuar sin líneas morales. Y esto es
totalmente falso y anticristiano.
Ante
esta realidad, la formación al sacerdocio implica el conocimiento de las virtudes,
y la práctica fiel de ellas, con entusiasmo y conciencia moral limpia y clara.
No se puede aspirar a ser otro Cristo, a ser testigos del Señor, a
configurarnos a Cristo igual en todo a nosotros menos en el pecado, si vivimos
una vida moral defectuosa, si no cumplimos los Diez mandamientos de la Ley de
Dios.
Por
esto el Seminario debe guiar a los alumnos tanto teórica como experimentalmente
en la práctica de las virtudes, y exigir la vivencia de las mismas como requisito
fundamental para permanecer en esta comunidad.
En
esta línea nos dice el Concilio Plenario de Venezuela:
“El
seminario debe formar al sacerdote diocesano, a imitación de Cristo pobre, casto
y obediente, para aceptar el dejar todo por el Reino (Cf. Mc 10,28), seguirle a
Él como lo único necesario (Cf. Lc 10,42), oyendo sus palabras (Cf. Lc 10,39) y
dedicándose con solicitud a los intereses de Cristo (Cf. 1 Co 7,32), todo lo
cual se concreta en la vivencia de los consejos evangélicos” (Cf. PDV 29-31.50). (CPV 188).
CONCLUSIÓN
Mis
queridos hermanos: La mayor testigo, la mejor discípula de Jesús fue su Madre Santísima,
la Virgen María. Imitémosla en el cumplimiento de la palabra de Dios, en el
cumplimiento de los Diez Mandamientos, en el amor total a Jesucristo, para
crecer como hombres de fe, para configuraros realmente a nuestro Buen Pastor. Para
ser, como él, buenos sacerdotes para la
salvación de la humanidad. Y por eso me dirijo a ella: En tus manos amorosas,
Madre santa de Coromoto, coloco este nuevo año académico, intercede por todos
los que integran esta hermosa comunidad del Seminario, para que vivan a fondo
la estupenda vocación de ser testigos de Jesús, para que el mundo crea (Jn
17,21). Amén.
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