La
Misa Crismal del Jueves Santo fue ocasión para que el presbiterado de la
Iglesia de Caracas, renovara sus promesas sacerdotales ante más
de 2.500 feligreses que llenaron la Catedral Metropolitana
Ramón Antonio Pérez /
@GuardianCatolic
Caracas, 24 de marzo de 2016.-
“Los
sacerdotes estamos llamados a ser instrumentos vivos de la misericordia de Dios,
sumo y eterno. Es un honor extraordinario, porque el sacerdocio es una vocación
bellísima, y es una responsabilidad la que tenemos cada uno de nosotros”.
Este fue el mensaje central del cardenal Jorge Urosa Savino, durante la Misa Crismal
del Jueves Santo en la Catedral de Caracas, a la que concurrieron unas dos mil quinientas
personas, no dejando espacios vacíos y haciendo más imponente a la Iglesia
Madre de Venezuela.
Urosa
destacó que el presbítero “no es un simple y piadoso agente social de
paz, convivencia, consuelo religioso y misericordia”, sino instrumento
de la “acción sacerdotal sobrenatural, salvífica y redentora de Jesucristo, único
modelo a imitar”.
“La misa
de los Sacramentos”, como el Purpurado definió a esta fiesta de la iglesia,
permitió la bendición de los santos óleos que utilizarán durante todo el año
para conferir el bautismo, confirmaciones, unción de los enfermos, bendición de
las iglesias y la ordenación sacerdotal. Además, en ella, los consagrados renovaron las
promesas sacerdotales y lucraron las indulgencias del Año Jubilar de la
Misericordia.
Procesión frente al Libertador
Simón Bolívar
Serían
las 8:45 de la mañana, cuando desde el Palacio Arzobispal de Caracas, comenzaron
a organizar una larga procesión encabezada por seminaristas, diáconos y más de
cien sacerdotes que llegaron desde las diferentes parroquias de la iglesia arquidiocesana
junto a los obispos auxiliares, monseñores: Jesús González de Zárate, Tulio
Luis Ramírez Padilla y José Trinidad Fernández.
También
les acompañaban Nicolás Bermúdez Villamizar, obispo auxiliar emérito de
Caracas; el misionero salesiano, monseñor José Ángel Divasson, ex vicario
apostólico de Puerto Ayacucho, “quien ahora vive en Caracas”; y monseñor
Georges Kahhale Zouhairati, exarca apostólico de los Griegos Melkitas en
Venezuela.
Los
transeúntes que por primera vez observaban esta procesión previa a la Misa
Crismal de los Jueves Santos en la capital de Venezuela, consideraban estar
viendo “algo impensable” en una cuadra “reservada” desde hace más de tres
lustros para la actividad oficialista. Pero no. “No es así”, aclaraba uno de
los sacerdotes. “Todos los años, los sacerdotes nos revestimos en el palacio arzobispal,
y desde aquí salimos hacia la catedral. La sacristía es muy pequeña para tantos
sacerdotes”, aseguró.
La
procesión sacerdotal, -resguardada por dos filas de jóvenes vinculados a las
brigadas de orden y disciplina de la Catedral Metropolitana de Caracas, de la
Basílica Santa Teresa y de la parroquia San José de Chacao-, transitó por el centro de la Plaza Bolívar
desde donde la imponente figura ecuestre del Libertador de la Patria, parecía agradecer
el paso de los sacerdotes católicos, esos que en su época, tantas veces visitó
y apoyó.
En
la “Puerta Santa” de la Catedral se sumaría el cardenal Urosa Savino. Junto al
Deán del Capítulo, monseñor Adán Ramírez Ortíz y sus canónigos, presbíteros: Juan
Carlos Silva y Alexander Mendonça, saludaba efusivamente y daba la bienvenida a
sus hermanos del clero caraqueño.
El ministerio de música de la Comunidad
Carismática Católica “Jesús Fuente de Agua Viva”, dirigido por Jhon Gómez, con
alegres cantos animó esta inolvidable Misa Crismal.
El ardor pastoral de los hombres
de Dios
El
cardenal Urosa explicaba las cualidades que debe marcar la
vida de un sacerdote: “tener un corazón lleno de amor, de bondad, amabilidad,
generosidad, servicialidad”. “No puede ser una persona dura,
inmisericorde, soberbia, fría, calculadora, seca, ajena e indiferente a las
necesidades de los demás”, se escuchó decir, luego de citar palabras parecidas
pronunciadas por el papa Francisco
“Por
eso el
sacerdote debe ser una persona animada por un intenso celo apostólico, un
intenso ardor pastoral, que lo lleve a realizar grandes tareas pastorales por
la salvación de las almas”, añadió.
Además,
refirió “el carácter específicamente soteriológico, religioso, sacerdotal, del
presbiterado, cuyas funciones llegan a su culmen precisamente en el ejercicio
del culto y sobre todo de la Eucaristía, a través de los cuales se comunica la
gracia salvífica de Cristo a su pueblo santo”, según fundamentó del Papa
Emérito Benedicto XVI.
Fortalecer la catequesis
Si
bien las palabras del cardenal Urosa fueron muy amplias y abarcaron casi la totalidad
de la acción pastoral de la Iglesia en Caracas, hizo especial énfasis en la catequesis,
especialmente la que se le brinda a los niños en los colegios. “Nosotros
tenemos que ver cómo vamos a hacer para llevar adelante la enseñanza en la fe,
la catequesis a los muchachos y muchachas que no las pueden recibir en algunos
colegios públicos”.
Finalmente,
en unión de sus obispos auxiliares, el arzobispo de Caracas, felicitó a los
integrantes del clero capitalino los animó “a seguir adelante, unidos, con
entusiasmo, con alegría esperanza, aún en medio de circunstancia adversas de
diverso orden”. Con un caluroso aplauso tributado por la feligresía cerró su
mensaje en esta fecha.
A continuación la homilía del
cardenal Urosa Savino durante la Misa Crismal:
CRISTO SACERDOTE MISERICORDIOSO
Homilía en la
Misa Crismal del Año de la Misericordia,
24 de marzo de 2016, + Jorge Urosa Savino, Cardenal
Arzobispo de Caracas
Con
inmensa y serena alegría en medio de la Semana Santa, celebramos hoy esta Misa
del Sacerdocio salvífico de nuestro Señor Jesucristo. Esta celebración, es
también la Misa de la Iglesia como instrumento de salvación y factor de unidad
de en medio de un mundo fracturado, y es también la Misa de los Sacramentos,
que son el contacto inmediato de la misericordia salvífica de Dios con los
seres humanos.
Llenos
de profunda fe en la misión sacerdotal de Jesucristo realizada por él mediante
su entrega sacrificial en su pasión y muerte, para luego manifestar el triunfo
sobre la oscuridad y la abominación del mal mediante la resurrección, nos
congregamos hoy en esta S. Iglesia Catedral Metropolitana los sacerdotes y
diáconos y fieles de esta Iglesia
Arquidiocesana de Caracas para festejar la obra salvífica del Señor, para
festejar nuestra realidad como Iglesia, para llenarnos de alegría por la
presencia en la iglesia de la obra de Dios a través de los sacramentos. Lo
hacemos en este Año de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco para poner
de relieve la inmensidad de la bondad infinita de Dios hacia la humanidad
pecadora, y para que, acogiendo en nuestros corazones los dones de su
misericordia, el perdón, la sanación, la gracia santificante, seamos también
cada uno de nosotros misericordiosos como el Padre celestial.
Jesucristo,
nos dice el Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Año de la
Misericordia, es el rostro de la
misericordia de Dios. Y, precisamente, El manifiesta la misericordia de Dios
en su ofrenda sacrificial y misericordiosa por la salvación del mundo: para la
redención de los pecados de la humanidad, para el perdón del pecador, para
aliviar el dolor y la pena de los que sufren.
El
sacerdocio de Cristo, mis queridos hermanos, afirmado de manera clarísima por
el autor de la Carta a los Hebreos, (He, 3-5) consiste precisamente en la
unción de la humanidad de Jesús por el Espíritu Santo para que se ofreciera
como redención por la vida del mundo, para obtener el perdón de los pecados de
la humanidad caída. El sacerdocio de Jesús es la oblación de su vida, de su
carne, para que el mundo viva. El sacerdocio de Jesús es la entrega de la vida
del Buen pastor, para que las ovejas vivan. Se trata de la actitud religiosa,
oblativa, amorosa, filial de Jesús con respecto al Padre celestial, para
manifestar al mundo la misericordia de su Padre celestial. Precisamente Dios
Padre envía a su hijo a la humanidad caída para que con su amor misericordioso
la redima y la levante a la excelsa condición de hijos de Dios.
EL SACERDOCIO MINISTERIAL
En
esta Eucaristía de Semana Santa en la
cual festejamos el sacerdocio de Cristo, festejamos también la participación de
los sacerdotes del nuevo testamento en el Sacerdocio del Señor. Pues eso es el
sacerdocio ministerial cristiano: instrumento de la misericordia de Cristo
sumo y eterno sacerdote. La participación en el sacerdocio de Cristo por
parte de los Obispos y presbíteros es, precisamente, participación de la
existencia plena y total del presbítero y del Obispo en la actitud sacerdotal
sacrificial y misericordiosa de Jesús. Nuestra configuración con Cristo sumo y
eterno sacerdote mediante la acción del Espíritu Santo es específicamente configurarnos plenamente, existencialmente,
religiosamente con Cristo misericordioso que se ofrece al padre celestial en el
leño de la cruz por la salvación del mundo.
Por
eso el sacerdote, como nos lo recuerda constantemente el papa Francisco, está
llamado a ser misericordioso como el padre, está llamado a tener los mismos
sentimientos de misericordia de Jesús para con el pecador arrepentido, para con
la persona extraviada, para con el hijo pródigo. Por eso el sacerdote debe
tener un corazón lleno de amor, de bondad, amabilidad, generosidad, servicialidad.
No puede ser una persona dura, inmisericorde, soberbia, fría, calculadora, seca
ajena e indiferente a las necesidades de los demás.
Pero
además, por estar configurados a Cristo sacerdote redentor del mundo, el
presbítero y el obispo está llamado a ejercer la misericordia de Dios, de
manera especial en la práctica de las obras espirituales de misericordia, es
decir, de la acción pastoral y religiosa de la salvación, del llamado a los
hombres a la conversión. Nuestra misericordia, que debe manifestarse en la
caridad viva hacia los pobres, debe, sobre todo manifestarse en la acción
pastoral, religiosa, de santificación, de evangelización, de enseñanza de la
esplendorosa verdad de Cristo. Por eso el sacerdote debe ser una persona
animada por un intenso celo apostólico, un intenso ardor pastoral, que lo lleve
a realizar grandes tareas pastorales por la salvación de las almas.
Este
aspecto religioso y sacrificial del sacerdocio ministerial que va unido misterio
de Cristo Buen Pastor lo subrayó el papa Benedicto XVI en clave sacerdotal en
su homilía del Domingo del Buen Pastor, el
29 de abril de 2012. Destacó el carácter específicamente soteriológico,
religioso, sacerdotal, del presbiterado, cuyas funciones llegan a su culmen
precisamente en el ejercicio del culto y sobre todo de la Eucaristía, a través
de los cuales se comunica la gracia salvífica de Cristo a su pueblo santo.
El
tema del Buen Pastor necesita, pues, ser completado en la línea de lo enseñado
por el Papa Benedicto en la homilía ya señalada. Cristo se ofrece al Padre
celestial, da la vida por sus ovejas, para su redención, su salvación, ofrece
su vida por muchos, entrega su cuerpo y su sangre para la salvación del mundo,
para que el mundo viva (Jn 6,51; Jn 17,2). El presbítero, el sacerdote, está
llamado no sólo a seguir y acompañar al pueblo, sino a dar la vida en oblación
religiosa a Dios por la salvación de los fieles, como hizo Jesús. Y a entregar
al pueblo fiel los dones del Señor a través de la Liturgia, especialmente los
sacramentos y, sobre todo, la Eucaristía. Esa es la misión que recibieron los
Apóstoles y que los Obispos y presbíteros continúan, como mensajeros,
representantes del Buen Pastor.- Sumo Sacerdote, Jesucristo.
El
ambiente secularizado de nuestra sociedad actual, especialmente en Occidente,
en el cual están sumergidos nuestros jóvenes candidatos al sacerdocio, hace
necesario que estos rasgos del ministerio sacerdotal, del presbiterado, es
decir, el aspecto específicamente religioso, que exige una intensa vida de fe y
unión con Dios, sean bien destacados en la formación sacerdotal. El presbítero
no es un simple y piadoso agente social de paz, convivencia, consuelo religioso
y misericordia, sino instrumento de la acción sacerdotal sobrenatural y
salvífica, soteriológica y redentora de
Jesús, Buen Pastor, Sumo y eterno Sacerdote.
En
este contexto se debe entender también la caridad pastoral, verdadera alma del
ministerio presbiteral: es la entrega sacerdotal, por la salvación el mundo, de
la propia vida del sacerdote a Dios, a la Iglesia a los fieles (pg. 32) Y entender a Cristo
como Buen Pastor y sumo sacerdote al mismo tiempo.
Y
en esta línea se entiende la hermosura y la importancia de la acción específicamente
sacramental, santificadora del Presbítero: su labor anunciando el evangelio, su
labor enseñando la catequesis; su trabajo como ministro del sacramento el
bautismo y de la eucaristía, en fin su labor como confesor que en nombre de
Cristo ofrece el perdón misericordioso de Dios al pecador arrepentido. Valoremos,
pues, mis queridos hermanos la labor sacererdotal como instrumento de la
misericordia de Dios, que nos ha llamado a ser instrumentos personales de Cristo sacerdote
misericordioso de la salvación y la restauración de la humanidad caída.
LA FIESTA DE NUESTRA IGLESIA DE
CARACAS
Esta
Misa, decía al inicio, es también la Misa, LA FIESTA de la unidad de la Iglesia
diocesana, en este caso, de nuestra Iglesia particular de Caracas. Hoy le damos
gracias a Dios por la vida de nuestra Iglesia, que viene de atrás, de la
erección del Obispado de Venezuela con sede en Coro en 1531, de su traslado a Caracas
en 1637, y de su elevación como Arquidiócesis de Caracas en 1803. Una Iglesia
adornada con grandes dones espirituales, cono lo fue su vitalidad en tiempos de
la Colonia, con los grandes conventos de dominicos y franciscanos, con su Seminario
y la Pontificia Universidad de Santa Rosa de Lima. Con las pruebas terribles de
las guerras de independencia primero y de la guerra federal después; con la
actuación de hombres extraordinarios que luego de los ataques anticlericales y
modernistas de la época guzmancista promovieron el resurgimiento de la vida cristiana
y especialmente de la vida consagrada en caracas, con varias Congregaciones
religiosas femeninas, animadas por grandes sacerdotes como el P. Santiago Machado,
José Manuel López, José Manuel Giménez, Calixto González, Mons. Juan Bautista
Castro y muchos más, que fueron determinantes en la renovación de la Iglesia en
Caracas a fines del siglo XIX Una Iglesia adornada por las virtudes de ese extraordinario
ejemplo de vida cristiana que es el Venerable Dr. José Gregorio Hernández y por
Congregaciones religiosas como las Hermanitas de los Pobres, las Agustinas de
la Madre María de San José, las Siervas del Santísimo, las Franciscanas del
Sagrado Corazón de Jesús, las Catequistas de Lourdes, las Carmelitas de Madre
Candelaria, y las Siervas de Jesús más recientemente. Por todo eso, le damos
gracias a Dios. Y lo bendecimos por la vitalidad de nuestra Iglesia local, a
pesar de la escasez de vocaciones, pero fortalecida por obras como el Diario La
Religión, Fe y Alegría, nuestros Seminarios, la Universidad Católica Andrés
Bello, nuestros Institutos de educación superior, las Escuelas Católicas, nuestras Parroquias, Radio
Fe y Alegría, Radio María, etc. Demos gracias a Dios por los insignes
Arzobispos del siglo XX como Mons. J.B. Castro, Mons. F. Rincón González, Lucas
Guillermo Castillo, Mons, R Arias Blanco, y los queridos Cardenales Quintero,
Lebrún y Velasco, de gratísima memoria todos. Demos gracias a Dios por tantos hombres
y mujeres de virtudes que encontramos en todas nuestras parroquias. ¡Sintamos
gran afecto y cariño por nuestra Iglesia, por nuestro presbiterio, por nuestras
obras! Y contribuyamos a su crecimiento y desarrollo.
FELICITACIONES A LOS PRESBITEROS
Como
todos los años quiero expresar en este día del Sacerdocio de Cristo y de
nuestro sacerdocio ministerial mi reconocimiento, afecto y felicitación a todos
los sacerdotes, tanto los diocesanos como los religiosos que integran el
presbiterio de Caracas. Gracias, queridos hermanos, por su entrega a Dios, por
su abnegación en el trabajo ministerial, en medio de tantas dificultades y
penurias, agravadas especialmente en los últimos años. Con mis queridos
hermanos Obispos Auxiliares los bendigo
y los animo a seguir adelante, unidos, con entusiasmo, con alegría esperanza,
aún en medio de circunstancia adversas de diverso orden. Y pido a nuestros
queridos feligreses, presentes esa mañana en nuestra Santa Iglesia Catedral Metropolitana,
que les expresen su afecto y respaldo con un caluroso aplauso.
CONCLUSION
Prosigamos,
nuestra celebración, queridos hermanos. En ella nuestros presbíteros renovarán
sus compromisos sacerdotales. Piamos a Dios que los bendiga en la fidelidad, en
la alegría el compromiso, en la firmeza de la
entrega optimista, generosa y alegre a Dios, como Cristo sacerdote
misericordioso, por la salvación de las almas. Y que la Virgen de Coromoto los
bendiga siempre. Amén.
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