“EMIGRANTES Y REFUGIADOS: HACIA UN MUNDO
MEJOR”
El cardenal
Antonio Maria Veglió, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes, junto con el arzobispo Joseph Kalathiparambil y el
Padre Gabriele F. Bentoglio presentaron en la Oficina de Prensa de la Santa
Sede el Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Emigrante y el
Refugiado que se celebrará el 19 de enero de 2014 y cuyo tema es “Emigrantes y
refugiados: hacia un mundo mejor”.
Ramón Antonio Pérez
@GuardianCatolic
Con
información de VIS
Ciudad del
Vaticano, 24 septiembre 2013 (VIS).- El
cardenal Veglió ha explicado que el primer mensaje del Papa Francisco para esta
Jornada se centra en el concepto de un mundo mejor; concepto que debe leerse en
el contexto del fenómeno de la globalización, con sus elementos positivos y
negativos.
Sobre este telón de fondo se perfila el fenómeno de la
movilidad humana que Francisco, citando a Benedicto XVI, define un “signo de
los tiempos”. “Me parece oportuno -ha dicho el prelado- recordar que ese
fenómeno llama la atención por la multitud de personas que lo protagonizan”.
ElCardenal Veglió ha recordado las cifras de las
Naciones Unidas, publicadas a primeros de septiembre, indicando que “232
millones de personas viven fuera de sus naciones de origen. Además, 740
millones son emigrantes internos, es decir los que se mueven dentro del
territorio de su país. En total, se estima que mil millones de seres humanos
viva la experiencia migratoria. Con referencia al conjunto de la humanidad,
esas estadísticas indican que alrededor de un séptimo de la población mundial
está tocada por la emigración y, en consecuencia, una de cada siete personas es
emigrante”.
Pero “a pesar de las dificultades y las situaciones
dramáticas, la emigración es una invitación a imaginar un futuro distinto,
donde se entrevé la creación de un mundo mejor...Una invitación que apunta al
desarrollo de la entera humanidad, de cada persona con su potencia espiritual y
cultural....Si pensamos que la cultura sea el conjunto de aspectos
espirituales, existenciales e intelectuales que caracterizan a una sociedad,
que comprende también los modos de vida, los derechos fundamentales, los
sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, podemos afirmar que toda
la existencia humana está llena de actitudes de encuentro y de acogida”.
A continuación el arzobispo Kalathiparambil ha
abordado el tema de la reinserción de los emigrantes, subrayando que “nadie
puede permanecer durante largo tiempo en una situación de emergencia, como la
de los campos de refugiados”. También se ha referido al aumento de casos de
refugiados que se insertan en zonas urbanas y, por lo tanto, son más difíciles
de individuar y de ayudar. Para ello se están poniendo a punto sistemas
innovadores que van desde los mensajes SMS sobre la distribución de ayudas, a
la posibilidad de conectarse a Internet, la creación de líneas telefónicas
específicas o la oportunidad de acceder a cartas de crédito. “Actualmente todo
esto ya sucede en Oriente Medio donde los refugiados sirios viven en campos de
prófugos, sobre todo en las zonas urbanas”.
“Por una parte se trata de garantizar un límite al
sufrimiento humano y por la otra de promover una vida digna ofreciendo, al
mismo tiempo, estructuras adecuadas, estabilidad y esperanza para el futuro.
Hay que decir también que han mejorado las normas mínimas internacionales, como
por ejemplo, las de entregas de alimentos, el alojamiento, la instrucción, la
asistencia sanitaria, la detención y la repatriación. Estas normas
internacionales, son de naturaleza cualitativa y, por lo tanto, universales y aplicables
en cualquier ámbito”.
Pero la acogida de los refugiados plantea también
problemas muy importantes. “Algunos países -ha proseguido el arzobispo- se
enfrentan con grandes sacrificios para responder a este fenómeno, como es el
caso de los más de dos millones de refugiados que viven en los países
colindantes con Siria, mientras en Europa, sobre todo en Suecia y Alemania dan
asilo a cincuenta mil refugiados sirios. Durante décadas millones de refugiados
(sobre todo afganos) se han establecido en Pakistán e Irán, como también cada
vez hay más refugiados en Etiopía, Sudán del Sur y Kenya. Al principio se había
previsto que la responsabilidad de estos refugiados se compartiese. En cambio,
en los acuerdos no se ha tenido en cuenta este aspecto y tampoco se sabe que
sucede con los refugiados durante y después de su solicitud de asilo. Como
consecuencia, durante muchos años los países que acogen a los prófugos pueden
contar sólo sobre sus propias fuerzas”.
El Padre Bentoglio ha concluido pasando revista a la
historia de esta Jornada, instituida durante el pontificado de Benedicto XV y
que se celebró por primera vez el 21 de febrero de 1915. Destinada en principio
a las diócesis italianas y más tarde a las frecuentadas por los italianos
emigrados a América, con la Constitución Apostólica Exsul Famille promulgada en
1952 por Pío XII, adquirió carácter universal. Hasta mediados del pasado siglo,
por tanto, se instaba los párrocos a “poner a punto estructuras de ayuda
adecuadas para la pastoral migratorio y se insistía en la solidaridad”. A
partir de los años 70 “la visión eclesiológica del Concilio Vaticano II se
reflejó también en la pastoral migratoria... El emigrante emerge como persona y
ciudadano sujeto de derechos y deberes y, de destinatario de las obras de
caridad cristiana, pasa a ser sujeto de evangelización y protagonista del
providencial plan de Dios del encuentro enriquecedor entre pueblos y de la
difusión del Evangelio. En fin, se consolidó la tradición de que el Papa
firmase el Mensaje anual para una Jornada que interesa a toda la Iglesia
católica y que abarcaba a los emigrantes y a los refugiados. Se comprende
perfectamente que se trata de una ocasión privilegiada para dar un enfoque
bíblico-teológico a la pastoral de la movilidad humana que tiene el ápice en
Jesús, el Salvador, extranjero en el mundo de los hombres, que prosigue su obra
de salvación a través de los extranjeros de hoy, emigrantes y refugiados”.
EMIGRANTES Y REFUGIADOS: HACIA UN MUNDO MEJOR
El primer mensaje del Papa Francisco para la Jornada
Mundial del Emigrante y el Refugiado, que se celebrará el 19 de enero de 2014
se titula: “Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”; un tema inspirado
en la esperanza de todas las personas de un futuro mejor en un momento
histórico en que los flujos migratorios constituyen el movimiento más grande de
personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos.
Publicamos a continuación
el texto integral del mensaje, fechado el 5 de agosto de 2013:
“Nuestras sociedades están experimentando, como nunca
antes había sucedido en la historia, procesos de mutua interdependencia e
interacción a nivel global, que, si bien es verdad que comportan elementos
problemáticos o negativos, tienen el objetivo de mejorar las condiciones de
vida de la familia humana, no sólo en el aspecto económico, sino también en el
político y cultural. Toda persona pertenece a la humanidad y comparte con la
entera familia de los pueblos la esperanza de un futuro mejor. De esta
constatación nace el tema que he elegido para la Jornada Mundial del Emigrante
y del Refugiado de este año: Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor.
Entre los resultados de los cambios modernos, el
creciente fenómeno de la movilidad humana emerge como un “signo de los
tiempos”; así lo ha definido el Papa Benedicto XVI. Si, por un lado, las
migraciones ponen de manifiesto frecuentemente las carencias y lagunas de los
estados y de la comunidad internacional, por otro, revelan también las
aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las
diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa
distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la
dignidad y la centralidad de todo ser humano.
Desde el punto de vista cristiano, también en los
fenómenos migratorios, al igual que en otras realidades humanas, se verifica la
tensión entre la belleza de la creación, marcada por la gracia y la redención,
y el misterio del pecado. El rechazo, la discriminación y el tráfico de la
explotación, el dolor y la muerte se contraponen a la solidaridad y la acogida,
a los gestos de fraternidad y de comprensión. Despiertan una gran preocupación
sobre todo las situaciones en las que la migración no es sólo forzada, sino que
se realiza incluso a través de varias modalidades de trata de personas y de
reducción a la esclavitud. El “trabajo esclavo” es hoy moneda corriente. Sin
embargo, y a pesar de los problemas, los riesgos y las dificultades que se
deben afrontar, lo que anima a tantos emigrantes y refugiados es el binomio
confianza y esperanza; ellos llevan en el corazón el deseo de un futuro mejor,
no sólo para ellos, sino también para sus familias y personas queridas.
¿Qué supone la creación de un “mundo mejor”? Esta
expresión no alude ingenuamente a concepciones abstractas o a realidades
inalcanzables, sino que orienta más bien a buscar un desarrollo auténtico e
integral, a trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos, para
que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha
entregado. El venerable Pablo VI describía con estas palabras las aspiraciones
de los hombres de hoy: "Verse libres de la miseria, hallar con más
seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar
todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de
situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una
palabra, hacer, conocer y tener más para ser más".
Nuestro corazón desea “algo más”, que no es
simplemente un conocer más o tener más, sino que es sobre todo un ser más. No
se puede reducir el desarrollo al mero crecimiento económico, obtenido con
frecuencia sin tener en cuenta a las personas más débiles e indefensas. El
mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona, si
la promoción de la persona es integral, en todas sus dimensiones, incluida la
espiritual; si no se abandona a nadie, comprendidos los pobres, los enfermos,
los presos, los necesitados, los forasteros; si somos capaces de pasar de una
cultura del rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida.
Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero
de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son
obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo
deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”. Es
impresionante el número de personas que emigra de un continente a otro, así
como de aquellos que se desplazan dentro de sus propios países y de las propias
zonas geográficas. Los flujos migratorios contemporáneos constituyen el más
vasto movimiento de personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos. La
Iglesia, en camino con los emigrantes y los refugiados, se compromete a
comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar
sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen,
tránsito y destino de los movimientos migratorios.
Al mismo tiempo que animamos el progreso hacia un
mundo mejor, no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la
pobreza en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación,
marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto
de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales
elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan
muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza. Para huir
de situaciones de miseria o de persecución, buscando mejores posibilidades o
salvar su vida, millones de personas comienzan un viaje migratorio y, mientras
esperan cumplir sus expectativas, encuentran frecuentemente desconfianza,
cerrazón y exclusión, y son golpeados por otras desventuras, con frecuencia muy
graves y que hieren su dignidad humana.
La realidad de las migraciones, con las dimensiones
que alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada
de un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una
cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión. Es
importante la colaboración a varios niveles, con la adopción, por parte de
todos, de los instrumentos normativos que tutelen y promuevan a la persona
humana. El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: "Esta
política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los
países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de
adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos
ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los
derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las
sociedades de destino". Trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda
recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar
barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes a
afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que
están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto
protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las
dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este
momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y
emigración.
Es importante subrayar además cómo esta colaboración
comienza ya con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores
condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no
sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto
de la dignidad humana. Crear oportunidades de trabajo en las economías locales,
evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de
estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades.
Por último, mirando a la realidad de los emigrantes y
refugiados, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo
mejor, y es el de la superación de los prejuicios y preconcepciones en la
evaluación de las migraciones. De hecho, la llegada de emigrantes, de prófugos,
de los que piden asilo o de refugiados, suscita en las poblaciones locales con
frecuencia sospechas y hostilidad. Nace el miedo de que se produzcan
convulsiones en la paz social, que se corra el riesgo de perder la identidad o
cultura, que se alimente la competencia en el mercado laboral o, incluso, que
se introduzcan nuevos factores de criminalidad. Los medios de comunicación
social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos
compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas,
en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también describir
la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría. En esto se necesita
por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados,
el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación
–que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”- a una actitud que ponga
como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un
mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. También los medios de comunicación
están llamados a entrar en esta “conversión de las actitudes” y a favorecer
este cambio de comportamiento hacia los emigrantes y refugiados.
Pienso también en cómo la Sagrada Familia de Nazaret
ha tenido que vivir la experiencia del rechazo al inicio de su camino: María
"dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en
un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada" Es más, Jesús,
María y José han experimentado lo que significa dejar su propia tierra y ser
emigrantes: amenazados por el poder de Herodes, fueron obligados a huir y a
refugiarse en Egipto. Pero el corazón materno de María y el corazón atento de
José, Custodio de la Sagrada Familia, han conservado siempre la confianza en
que Dios nunca les abandonará. Que por su intercesión, esta misma certeza esté
siempre firme en el corazón del emigrante y el refugiado.
La Iglesia, respondiendo al mandato de Cristo "Id
y haced discípulos a todos los pueblos", está llamada a ser el Pueblo de
Dios que abraza a todos los pueblos, y lleva a todos los pueblos el anuncio del
Evangelio, porque en el rostro de cada persona está impreso el rostro de
Cristo. Aquí se encuentra la raíz más profunda de la dignidad del ser humano,
que debe ser respetada y tutelada siempre. El fundamento de la dignidad de la
persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase
social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creados a
imagen y semejanza de Dios y, más aún, en el ser hijos de Dios; cada ser humano
es hijo de Dios. En él está impresa la imagen de Cristo. Se trata, entonces, de
que nosotros seamos los primeros en verlo y así podamos ayudar a los otros a
ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser
afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y
amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la
construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más
solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de
acuerdo con el Evangelio. Las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de
nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad,
preanunciada en el misterio pascual, una humanidad para la cual cada tierra
extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera.
Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la
esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que
en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar
la solidaridad fraterna y el calor de la amistad. A todos vosotros y a aquellos
que gastan sus vidas y sus energías a vuestro lado os aseguro mi oración y os
imparto de corazón la Bendición Apostólica”.
EL CARDENAL TAURAN EN EL ANIVERSARIO DEL CONGRESO DE
LÍDERES DE LAS RELIGIONES MUNDIALES Y TRADICIONALES EN KAZAJISTÁN
El cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del
Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, viajó a Kazajistán, el 20 de
septiembre, invitado por Kairat Mami, Presidente del Senado de la República de
Kazakistán y Jefe del Secretariado del Congreso de los Líderes de las
Religiones Mundiales y Tradicionales, para participar en el X aniversario de
dicho Congreso. El cardenal ha encontrado también a representantes de la
Iglesia local.
La Santa Sede participa en
las jornadas europeas del patrimonio
La Santa Sede participa también este año en la
Jornadas Europeas del Patrimonio, una iniciativa común del Consejo de Europa y
de la Comisión Europea a la que se adhieren 50 estados del continente. La
Jornada se celebra el domingo 29 de septiembre.
La temática general es “Las imágenes de la fe en el
patrimonio europeo” y en la elaboración del programa han colaborado el
Pontificio Consejo para la Cultura y los Museos Vaticanos. En ocasión de la
Jornada la entrada a los Museos Vaticanos será gratuita.
Actos Pontificios
Ciudad del Vaticano, 24 septiembre 2013 (VIS).- El
Santo Padre ha nombrado:
-Monseñor Bernard A. Hebda, hasta ahora obispo de
Gaylord (EE.UU) como arzobispo coadjutor de Newark (superficie: 1.328;
población 3.089.000; católicos: 1.427.000; sacerdotes: 774; religiosos: 1076;
diáconos permanentes: 184), en Estados Unidos.
-Monseñor Raúl Martín, hasta ahora auxiliar de Buenos
Aires (Argentina) como obispo de Santa Rosa (superficie: 143.440; población
348.000; católicos: 172.600; sacerdotes: 38; religiosos: 75), en Argentina.
-Monseñor Pietro Maria Fragnelli, hasta ahora obispo
de Castellaneta (Italia) como obispo de la diócesis de Trapani (superficie:
1.089; población 208.216; católicos: 207.000; sacerdotes: 103; religiosos: 212;
diáconos permanentes: 17), en Italia.
Nuevo Presidente del Consejo Pontificio de Laicos
-En el Pontificio Consejo para los Laicos ha
confirmado como Presidente al cardenal Stanislaw Rylko; como Secretario al
obispo Josef Clemens, hasta el final de sus períodos de cinco años en curso.
Asimismo ha confirmado, hasta el 31 de diciembre de 2013, a los miembros y consultores
del mismo pontificio.
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