El Misterio de Dios es la realidad de su ser que se revela dándose en un amor extremo en el sacrificio de la Cruz.
En el Viernes Santo, el día
del amor grande, la Iglesia nos invita a la oración y a la reflexión. Se trata
del arte espiritual de la contemplación. Frente al Misterio maravilloso de Dios
que se dona total, libre y amorosamente, nos disponemos a consentir con el
silencio respetuoso del asentimiento.
Más que hablar, debemos
callar. No un silencio indiferente o traidor, sino el de la mirada penetrante
de la fe que descubre en las Escrituras lo que se revela más allá de las
letras.
Dejar que el Misterio se
siembre en nuestro interior para transformarnos y así poder gozar de la
salvación que nos ofrece Jesús crucificado. Porque el Misterio de Dios es la
realidad de su ser que se revela dándose en un amor extremo en el sacrificio de
la Cruz.
Es amando como Dios se da a
conocer, también es amando como nosotros lo conocemos, porque Dios es Amor:
Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios; todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es Amor. Dios ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a Él. (Jn 4,7-9).
Entregando al Hijo, nos ama
a nosotros y nos adopta como sus hijos amados. Este es el Misterio que da
sentido al Viernes Santo.
Publicado el 15 de abril de 2022
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