Ramón Antonio Pérez - publicado
el 30/12/20
El trabajo lo hemos publicado en Aleteia, con la intención de que el grito de la ayuda solicitada se haga más fuerte:
¿Conoces el rostro concreto del Niño Jesús durante la Navidad en Venezuela?
La Navidad recuerda que no se puede vivir sin brindarles amor y ternura a los más frágiles y necesitados: a los niños. Muchas personas afianzadas en la fe que enseña a Dios hecho hombre en el Niño Jesús, emprenden obras de caridad que jamás hubiesen imaginado.
Es la reciente
experiencia de Wilmer Hidalgo, un misionero laico vinculado a la Congregación
de Jesús y María (mejor conocidos como Padres Eudistas) en Venezuela.
Este 24 de diciembre, Wilmer, quien en las redes sociales se hace llamar “Tucusito” y se define como “católico, esposo y papá”, tuvo un intenso “cara a cara” con el Niño Dios, encarnado en la realidad de Venezuela.
Una linda nena de 9 meses, con talla y peso de un bebé de un mes. Cara somnolienta. Solo 4 kilogramos, fue la breve y elocuente descripción que hizo de la frágil niña que visitó junto a otros misioneros eudistas.
Son cinco niños huérfanos que están al cuidado
de la “hermanita mayor” de apenas 12 años. Aunque viven junto a sus
abuelos en un barrio pobre al este de Caracas, en las “Minas de Baruta”, su
historia no ha dejado de tocar a muchas personas.
Wilmer fue contactado desde Aleteia y reafirma cada uno de los párrafos publicados en Twitter con la inquietante historia. Su llamado es urgente: “¡Ayúdenos a salvar a esta bebé!” que es como decir: “¡Salvemos a todos estos niños venezolanos!”.
Es historia real, esto no es cuento
“Ayer 24 de diciembre (2020) con una amiga y un
seminarista, acompañamos al padre Franklin Echenique (…) a llevar unas
donaciones a una comunidad en la zona de las Minas de Baruta”, escribió
inicialmente en la cuenta @WAHM28. “No tenía ni la menor idea de lo que
viviría”, adelanta en su primer hilo. Al llegar los esperaban Yeraldine
Álvarez una conocida colaboradora de la zona y de la iglesia; su hermana y
otras personas.
Tucusito explica que sus acompañantes tenían
varias bolsas con donaciones que llevarían a esa comunidad. “Bajamos las que
traíamos y se unieron ambos”. La hermana de “Yeral” se quedó en la carretera
cuidando las donaciones. “Nosotros bajamos en el vehículo a su casa, dejamos
carros, teléfonos, carteras. Esas cosas que creemos son de valor”, narró.
Al llegar organizamos y distribuimos la carga entre los seis. Observé cinco regalos, envueltos delicadamente, pensé eran muy pocos para una comunidad, pensó Wilmer.
La barriada de esta historia
Hidalgo describe el apiñado barrio caraqueño
donde vivió su experiencia de Navidad. Eran las 11 de la mañana y el grupo tomó
una calle que se hacía “cada vez más estrecha”.
“Bajamos y había mucha gente, carros, motos,
música a alto volumen, barberías mínimas, los barberos full de trabajo y la
gente preparándose para el 24D. Ya algunos estaban celebrando”, dice con algo
de sorpresa el tuitero y misionero eudista.
“Abajo nos esperaba una señora muy alegre. Se
notó enseguida cuánto amor tenía con el padre Franklin. Salimos de la calle y
entramos a una escalera angosta, sin sol”, añade.
“Subíamos, cruzábamos, ya éramos siete personas, parábamos, descansamos. Los que bajaban, debían esperar que le diéramos paso. Muchas rejas a los lados de la escalera, daban seguridad a las pocas casas de cada vereda. Bajamos y subimos, hasta que la señora llama a una persona”.
Niña de nueve meses y solo 4 kilogramos
Luego, un niño de ocho años, aproximadamente,
abre la reja y los guía a la última casa de esa vereda, donde los esperan dos
señoras y un señor. “Una casa limpia y linda. Nos ofrecen agua, hacer un
juguito. La señora nos presenta y nos reciben con mucho cariño”. “Luego
le presentan al padre cinco niños”, ratifica uno de los hilos
publicados.
“La menor es una linda nena de 9 meses,
con talla y peso de un bebé de un mes. Cara somnolienta. Solo 4 kilogramos.
La niña mayor de 12 años. Cuando llegamos cargaba a la bebé con una habilidad
de madre experta. El padre Franklin habla con cada niño”.
El sacerdote eudista toma a la bebé en sus brazos
y la acuna; le habla, le canta y eleva una oración por ella. “Le canta, le
ora”, enfatiza Tucusito quien para ese instante ya tenía un nudo en la
garganta. “Bendice a cada niño por su nombre, pregunta edades. Pide los
regalos que traíamos y le entrega a cada niño un regalo”.
Tucusito confirmó a Aleteia algo que le llamó la
atención en aquella visita: “No hay alegría en sus rostros”. Eran
rostros tristes o fríos. Tal vez, como la mayoría de los niños venezolanos.
Luego el Padre se detiene, se levanta, pregunta el nombre de la mamá de los niños y dirige una oración por su descanso eterno”. “La madre de los niños falleció hace un mes, acotó en posterior conversación con Aleteia, Yeraldine Álvarez, también contactada…
Pregunta el nombre del niño que falleció (con
parálisis infantil en abril pasado) y realiza otra oración para su descanso
eterno. “Luego hace un responso por sus almas. Mi silencio ahoga mi
llanto”, dice Wilmer en la conmovedora historia.
El sacerdote pide a la abuela agua bendita, pero
“no hay en casa”. La que llevaron, se quedó en la casa de las hermanas que los
recibieron al llegar al barrio. “Pide agua natural, la bendice, ora y bendice
el hogar, la familia, la estructura, las paredes y a cada miembro de la familia
y a todos los presentes”, amplía Tucusito.
Conmovido con la experiencia
Tucusito cae en cuenta de que las bolsas de
comida son todas para la abuela. “Nunca pensé vivir esto y menos un 24 de
diciembre. La señora que nos dirigió a la casa, le pide al padre, y a
la niña, a la hermanita mayor, que conversen, que se desahogue, que suelte lo
que siente. Se separan del grupo y hablan”. Ya tiene una idea de lo que ocurre
a esta familia.
“Pensé que llevaríamos regalos a una comunidad,
no fue así. Todos se despiden, me quedo de último y le doy a la niña, la
hermana mayor, un abrazo fuerte e infinito. Le digo que la volveré a ver”,
escribe. La experiencia le reafirma un mayor compromiso.
“Al salir no noté escaleras, subidas ni bajadas,
no sentía bulla ni gente. No noté barberías, ni carros, ni motos, no escuchaba
música. Era solo yo y mi pensamiento. No sabía qué hacer, pero algo tenía que
hacer. Pedí a Dios discernir cómo ayudarles”, dice.
“Toda la tarde tuve un fuerte dolor de cabeza,
en la noche, después de la misa, le comentó al padre (Franklin Echenique) mi
idea y me dijo que lo haga”. Luego llamó a Yeraldine y estuvo de acuerdo. Más
tarde escribió en Twitter en búsqueda de ayuda para estos niños.
¿Cómo ayudar a este Niño Jesús?
“No tengo experiencia en esto, pero estoy a la
orden. Cualquier sugerencia, será bienvenida”. Indica que para poder ayudar a
estos niños necesitan: pediatras, nutricionistas, psicólogo infantil, proteínas
de alta calidad, medicinas, vitaminas, ropa, zapatos, pañales, juguetes,
comida, aseo personal, toallas, lencería, cobijas....
En este momento, la abuela está con los niños en
Los Valles del Tuy (estado Miranda), visitando unos familiares por el fin de
año y regresarán en enero. “Esta información me la da Yeraldine que es la
activista en la comunidad. Por ahora estoy a la orden para recolectar”, explica
a Aleteia. “Estaré actualizando cualquier información por esta vía”.
“Mi disponibilidad sería llevar a la familia
donde sea necesario o a cualquier institución o fundación que les pueda ayudar
o si algún profesional o activista social quiere conocer de primera mano”. De
momento no publicará fotos, pero dice que serán Yeraldine y la Congregación de
Jesús y María, a través del padre Franklin (Echenique) los contactos formales,
que darán la información a quien lo requiera.
“¡Ayúdenos a salvar a esta bebé!” ruega Tucusito en su cuenta de Twitter @WAHM28. Allí también espera ser contactado para dirigir el apoyo necesario hacia estos niños venezolanos que, una vez más y de forma concreta, hablan del Niño Dios encarnado en la Navidad.
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