El trabajo desplegado por
Cáritas y la Iglesia durante la última tragedia natural ocurrida en Venezuela,
indica que “la solidaridad se expresa concretamente en el servicio” y “puede
asumir formas muy diversas” como expresa el papa Francisco, en la encíclica
«Fratelli tutti» («Hermanos todos»)
Ramón Antonio
Pérez/Aleteia Venezuela
publicado el 12/10/20
Luis
Alberto Chamberlain Pérez se ordenó sacerdote el 21 de octubre del año 2000. Entonces
contaba 31 años y en él fluía el deseo de consagrar su vida para
servir a los más necesitados. Es decir, practicar la ley del amor que trajo
Jesús de Nazaret. Ocho años más tarde, la parroquia “Nuestra Señora de la
Esperanza”, en Maracay, estado Aragua, (Venezuela), se convierte en el destino
de Luis. Allí ha convivido, insertado en una dinámica de solidaridad, que
encontró su más alto nivel de expresión el pasado 9 de septiembre.
Aquél
día, junto a sus vecinos sentía cómo el apacible río El Limón comenzaba a bajar
con dureza desde el parque nacional “Henry Pittier”, acumulando en su caudal
riachuelos y quebradas, para arrastrar todo a su paso. No había equivocación,
la comunidad sería afectada como ocurrió en el año 1987. Él como integrante de
la iglesia en la zona, debía activarse.
Era
como si comenzara a vivir y explicar por adelantado la reciente encíclica Fratelli tutti del papa Francisco, interiorizando
que la solidaridad se tendría que expresar en forma real entre los afectados: “La
solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas
muy diversas de hacerse cargo de los demás”. (115). Su testimonio –escrito
y gráfico- enviado en exclusiva a Aleteia,
resalta el nivel de la fe puesta en Dios, así como en la unidad y solidaridad de
la iglesia, desplegada ante el evento natural.
“Desde
el primer momento en que supimos la gravedad de lo ocurrido en el sector La
Candelaria, atendido por nuestra parroquia, nuestra Cáritas parroquial “Santa
Laura Montoya”, con el apoyo de Cáritas diocesana, comenzó a organizar el
centro de acopio parroquial, para recibir las donaciones con las que después se
ayudaría a los afectados”, escribe Chamberlain, describiendo el inicio de la
acción humanitaria de la iglesia.
En la
medida en que las lluvias lo permitían se les unieron voluntarios, fieles de la
comunidad de “El Paseo” y otras personas que llevaban desayunos, almuerzos,
agua, ropa, lencería, calzado y algunas medicinas hasta la zona de afectación,
dijo el @padrechambers.
Sacerdotes llenos de barro y en servicio
“Durante
diecisiete días estuvimos de lleno en el lugar, visitando las casas y gracias a
la colaboración de algunos empresarios y comerciantes y muy a pesar de la
escasez de combustible y de gas doméstico, pudimos entregar más de 1800
raciones de comida, 340 litros de agua potable y más de 500 bolsas con
alimentos, ropa, lencería, calzado y artículos de aseo personal y del hogar”, dijo
el sacerdote nacido en Caracas, el 22 de febrero de 1969.
Aunque a la fecha de narrar su experiencia, asegura que la mayoría de las calles y casas, han sido limpiadas del barro y demás sedimentos que trajo la crecida del río El Limón, con lo cual se podría decir que ya la emergencia pasó, “no significa que dejaremos de acompañar a nuestros hermanos”, asegura Chamberlain.
“A partir de este momento las necesidades serán otras y como Iglesia nos preparamos para asistirlos y acompañarlos”, añadió.
Las
elocuentes imágenes recibidas, son testimonio concreto del trabajo que las
instancias de Cáritas diocesana y parroquial realizaron con mucho ahínco.
Especialmente, en la parroquia “Nuestra Señora de la Esperanza”, ésta ha sido
una “experiencia dolorosa y enriquecedora”.
“El palpar de cerca el dolor y llevar una palabra de aliento, metiendo literalmente los pies en el barro, para llegar al hermano que lo perdió todo”, dijo Chamberlain. “Compartir con personas de otras parroquias, credos, familias, fundaciones, empresas, comerciantes, líderes de comunidad, que trabajaban por ayudar a limpiar y por cubrir las necesidades básicas de los afectados, nos ayudó a ver con ojos de esperanza a nuestro país”.
La solidaridad del venezolano sigue viva
Considera
que “el
venezolano solidario sigue ahí, escondido bajo el velo de una crisis económica
que merma su poder adquisitivo”, lo que se traduce en mayor apoyo y
cercanía que nunca, “cuando ve al hermano sufriendo”. “La solidaridad implica
que nos olvidamos de nosotros mismos y sacamos valor del fondo de nuestro ser
(como el Buen Samaritano), para levantar al caído y sanar las heridas del que
está a la vera del camino”, expresó.
“Ha
sido edificante, sentir el apoyo de nuestro obispo (monseñor Parravano) y de otros
sacerdotes; de los grupos de apostolado; ver a los jóvenes de la Pastoral
Juvenil Diocesana o a un sacerdote limpiando barro en una casa de alguien que
quizás no conocían”, comentó.
“Ver a
los sacerdotes con los grupos de su parroquia llevando comidas; recibir los
donativos y organizar todo, nos hace ser más responsables, descubrir
líderes nuevos, abrir caminos, entrelazar corazones y hacer que caminen juntos
hacia un mismo ideal”, concluyó.
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