De niño jugaba a ser sacerdote y llegó a ser el Segundo Cardenal de Venezuela


Foto: @GuardianCatolic // Cardenal Lebún - Salón del Palacio Arzobispal de Caracas

Ramón Antonio Pérez | Mar 21, 2019


José Alí Lebrún Moratinos es el protagonista de esta interesante historia de vida. Su fecha de nacimiento coincide con una de las festividades más importantes de la iglesia católica: 19 de marzo, Día de San José, el padre adoptivo de Jesús de Nazaret. 
“José Alí” como era conocido entre familiares y amigos, nació exactamente hace un siglo en Puerto Cabello, estado Carabobo (Venezuela). Con el tiempo se convirtió en el segundo cardenal de Venezuela y décimo tercer arzobispo de Caracas.
A decir del cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, “entregó el cayado pastoral en cumplimiento de la norma canónica en 1995, y hasta su muerte el 21 de febrero de 2001 vivió con la serenidad del deber cumplido, y de haber sido un siervo fiel y bueno”. 
Consideró propicio el centenario de su nacimiento para “orar por él, de pedirle que interceda por nosotros y por esta Venezuela a la que tanto amó y sirvió”, apuntó.
El administrador apostólico de Caracas, lo recordó en nombre de la iglesia y del pueblo venezolano, describiéndolo como “un pastor excepcional”, según dijo en el marco de la conmemoración. 
Su bonhomía, lo hizo constructor de la paz, del entendimiento, de la bondad que le brotaba a borbotones por todos los poros, destacó en su mensaje.
La catedral metropolitana de Caracas fue el lugar escogido para la ceremonia religiosa. Además de Porras, estuvieron el cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo emérito de Caracas; y el nuncio apostólico de Su Santidad en Venezuela, monseñor Aldo Giordano.
Varios familiares y amigos del cardenal Lebrún ocuparon los primeros asientos del imponente templo; entre ellos su hermana, Nelly Lebrún, dos años menor que el sacerdote que, en 1980, se convirtió en el segundo purpurado de la iglesia venezolana.

Jugaba a ser sacerdote

José Alí fue un niño bondadoso. Siempre manifestó su vocación para seguir a Dios y convertirse en sacerdote, y jugaba con la idea de celebrar una misa, confesó la señora Nelly a Aleteia, luego de culminada la celebración religiosa en el Día de San José.
La dama, con 98 años de edad, y una sonrisa a flor de labios, aportó varios datos para conocer más la personalidad de su hermano mayor, el primogénito del hogar Lebrún Moratinos. 
Contó que era muy cariñoso y servicial con sus padres y sus cuatro hermanos que lo admiraban por la inmensa fe que profesaba a Dios, Jesús y María.
Por su parte, Froila Lebrún, sobrina del homenajeado, dijo que fue un hombre muy cariñoso, amable, espiritual y le gustaba leer la Santa Biblia. 
Era un hombre tranquilo y no confrontaba con nadie. Fue muy familiar con su gente y con el prójimo que lo buscaba para pedirle algún consejo, indicaba. 
Detalló que sus hermanos le regalaron siete sobrinos a quienes el cardenal Lebrún amó hasta el final de sus días.
Froila contó que un día el hermano mayor de su mamá, Rosa Alesia, le confesó: 
De no ser sacerdote, a José Alí le hubiese gustado ser marinero o periodista; sin embargo, a pesar de que no fue periodista, en su labor pastoral siempre estuvo vinculado con los medios de comunicación social y eso lo complacía enormemente.
Cora Baralt que vivió cerca del hogar de los Lebrún Moratinos, también lo recordó. 
Cuando hacía visitas pastorales prefería comer con la gente sencilla, y no le gustaba acudir a los grandes banquetes que lo invitaba la alta sociedad de entonces, dijo.

Cardenal Porras: “José Alí no buscaba los honores”

Aunque el cardenal Porras, también arzobispo de Mérida, dedicó gran parte de su homilía a resaltar el significado de la solemnidad vinculada al Día de San José, enfatizó trazos de la vida de su “maestro y amigo”. Al respecto consideró: 
La mejor herencia que nos dejó el Cardenal Lebrún fue su testimonio de vida.
Recordó que de los agustinos recoletos “recibió las aguas lustrales del bautismo, y sirvió como atento monaguillo dentro de los Hermanos de la Salle con quienes compartió los rudimentos del saber y de la fe, de su efímera experiencia seminarística en la Caracas de los techos rojos a la ya definitiva en el Seminario de Valencia”.
Con ellos forjó en su niñez, adolescencia y primera juventud, su rica personalidad en medio del agitado mundo sociopolítico de finales de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez y los inicios de una democracia en ciernes. 
Los signos de los tiempos y los de Dios se unieron para dotarlo de las virtudes que más tarde desparramó con generosidad y sencillez, expresó en la catedral caraqueña.
Indicó que a la muerte de monseñor Gregorio Adam, lo sucedió como cuarto obispo de Valencia, estado Carabobo por disposición del papa Juan XXIII, poco antes del inicio del Concilio Vaticano II, en 1962, al que asistió a sus cuatro sesiones. Diez años estuvo en Valencia desde 1962 hasta 1972 cuando el Papa Montini lo designó arzobispo coadjutor del Arzobispado de Caracas del que tomó posesión como titular en 1980.
Muy emotivo, Porras resaltó que la mejor herencia que dejó el cardenal Lebrún fue su testimonio de vida. 
Tengo la satisfacción y el honor de haberlo tenido como mi maestro y mi amigo en los años en que él me confió ser rector del Seminario San José de El Hatillo, y haber recibido de sus manos la ordenación episcopal.
Comparó la actuación del fallecido arzobispo, con los tiempos actuales al mencionar: “en estos tiempos recios en que vivimos”, su ejemplo es una lección permanente de cercanía con la gente. 
Desprendido de todo lo que tenía, lo compartía con gusto y sin que nadie lo notara. Para él la unidad y la concordia estaban por encima de cualquier otro postulado. Sabía perdonar con largueza, consolaba al afligido y tendía la mano al que erraba. Su humildad le brotaba con tal naturalidad que parecía imperceptible.

Intercede por Venezuela

Para los tiempos que vivimos hacer memoria del cardenal Lebrún es vernos en un libro abierto para saber cómo actuar en situaciones complejas, reflexionó Porras. 
La justicia y la verdad, la transparencia y la honestidad fueron virtudes que practicó en forma heroica, y ser en estos momentos hoja de ruta para comportarnos como verdaderos hijos de la fe que heredamos de nuestros mayores.
Durante la rueda de prensa, el cardenal Porras anunció que en memoria de José Alí Lebrún Moratinos se inició la construcción del Centro Pastoral y de Acogida que llevará su nombre, y donde funcionarán diversos servicios arquidiocesanos para bien de toda la comunidad. 
Finalmente, agradeció a Dios “por haber regalado a esta tierra de gracia” un pastor con olor a oveja. 
Es hora de orar por él, de pedirle que interceda por nosotros y por esta Venezuela a la que tanto amó y sirvió.

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