Durante
su mensaje, el arzobispo de Caracas recordó que los pastores “están llamados a
entregarse con ardor apostólico por el bien de todos los fieles y especialmente
de los pobres”
Ramón Antonio Pérez //
@GuardianCatolic
Caracas, 9 de julio de 2016.- “Con entusiasmo,
-monseñor Enrique Parravano-, se entregará a anunciar la Palabra de Dios; a
evangelizar a los pobres con la palabra y el testimonio; a santificar el
servicio como guía y pastor del pueblo de Dios en unión de los otros obispos
auxiliares de Caracas y conmigo, formando así un equipo fraterno y compacto de
servicio episcopal”.
De esta manera
describió el cardenal Jorge Urosa Savino, las tareas que asumirá el nuevo obispo
auxiliar de Caracas, monseñor Enrique José Parravano Marino, tras recibir la
ordenación episcopal por la imposición de sus manos, durante una ceremonia que
presidió este 9 de julio en el Templo Nacional Don Bosco de Altamira.
Espíritu de pobreza evangélica
El arzobispo de
Caracas destacó las cualidades del nuevo prelado venezolano quien se ha formado
en la Congregación de Don Bosco, y goza de una “gran simpatía, liderazgo y don
de gente”.
En tal sentido,
mencionó “su espíritu de unidad y bondad al servicio del pueblo de Dios en la
Iglesia de Caracas por muchos años”, además de “estar adornado de muchas otras
virtudes y cualidades”.
Recordó que “los
obispos estamos llamados a entregarnos con ardor apostólico por el bien de
todos los fieles y especialmente de los pobres”.
En continuidad
con su voz de pastor y profeta, denunció la situación de Venezuela, en la que “vivimos
una situación vergonzosa, de padecimientos, escasez y encarecimiento progresivo
y permanente de alimentos, medicinas y de muchos otros artículos de primera
necesidad”.
Retomando la
personalidad de su nuevo obispo auxiliar, el cardenal Urosa resaltó los más de
treinta años de vida sacerdotal de monseñor Parravano, quien nació en Turmero
el 8 de noviembre de 1955 y fue consagrado sacerdote el 14 de enero de 1984,
por monseñor José Vicente Henríquez.
Templo abarrotado
Entre los
asistentes estuvo como invitado especial, monseñor Luis Antonio Secco, obispo
de Willenstad (Curazao), quien junto a monseñor Fernando Castro Aguayo, obispo
de Margarita, acompañó al cardenal Urosa durante la ceremonia. Parravano ocupará
la Zona Pastoral Este de Caracas.
Cabe mencionar
que esta ordenación se cumplió en el marco de la centésima sexta asamblea
ordinaria de la Conferencia Episcopal Venezolana; y sus integrantes en pleno,
asistieron a la ceremonia. De igual modo asistió un gran número de sacerdotes,
religiosos y religiosas de la congregación Salesianos de Don Bosco, encabezados
por el provincial Francisco “Pancho” Méndez, quien hizo la petición del mandato
apostólico.
La asamblea tuvo
una nutrida presencia del clero caraqueño, seminaristas y laicos. Asistieron el
alcalde de Chacao, Ramón Muchacho y su señora esposa; así como el embajador de
Italia, Silvio Mignano, entre otras personalidades.
Al final de la
ceremonia, monseñor Parravano agradeció a sus hermanos salesianos, al
episcopado, a sus familiares y amigos; y de manera especial al cardenal Urosa y
al Papa Francisco por este nombramiento.
Reconociendo a sus ovejas
Tuvo referencia
especial para el nuncio apostólico de Su Santidad en Venezuela, monseñor Aldo
Giordano, quien al comienzo de la ceremonia leyó el “mandato papal” mediante la
cual el Santo Padre lo nombró obispo titular de Isola y auxiliar de Caracas.
Finalmente, portando
su báculo pastoral, su mitra y anillo, realizó un recorrido al templo, saludando
y reconociendo a sus ovejas como nuevo obispo auxiliar de Caracas, iniciando
así, su etapa de pastor en medio de una Iglesia caraqueña que lo recibió con
alegría en el Año Jubilar de la Misericordia.
Estas tres funciones (triplex munus), y las
potestades subsiguientes, expresan el ministerio pastoral en su ejercicio (munus
pastorale), que cada Obispo recibe con la Consagración episcopal. Por esta
consagración se comunica el mismo amor de Cristo, que se concretiza en el
anuncio del Evangelio de la esperanza a todas las gentes (cf. Lc 4,
16-19), en la administración de los Sacramentos a quien acoge la salvación y en
la guía del Pueblo santo hacia la vida eterna. En efecto, se trata de funciones
relacionadas íntimamente entre sí, que se explican recíprocamente, se
condicionan y se esclarecen”. Hasta aquí las enseñanzas
de San Juan Pablo II.
a continuación la homilía completa del cardenal Urosa Savino:
“EN TU PALABRA ECHARE LAS REDES”
Homilía en la ordenación episcopal de S.E. Mons. Enrique Parravano Marino, sdb, Obispo Auxiliar de Caracas. Templo de San
Juan Bosco, Caracas, 9 de julio de 2016;
+Jorge L. Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de Caracas
Con profunda fe, piedad y alegría, en esta ceremonia que se remonta a los inicios mismos
de la Iglesia, vamos a conferir el carácter episcopal a Mons.
Enrique Parravano, salesiano, a quien el
Papa Francisco ha querido nombrar Obispo
Auxiliar de Caracas. Expreso mi gratitud al Santo Padre por haber escuchado mi petición y haber nombrado a otro
Obispo Auxiliar para cooperar con mis hermanos Obispos Auxiliares y conmigo en
la atención pastoral de esta populosa, compleja y exigente
Iglesia Arquidiocesana de Caracas. Mil gracias también al Excmo. Sr. Nuncio Apostólico, S.E. Mons.
Aldo Giordano, por haber apoyado mi iniciativa.
En esta ceremonia
invocaremos al Espíritu Santo para que derrame abundantemente su gracia sobre nuestro
hermano Enrique, y lo unja espiritualmente con la fuerza de Cristo,
configurándolo a Él, sumo y eterno sacerdote en el grado episcopal Así continuará
entre nosotros la misión pastoral encomendada por Nuestro Señor Jesucristo a
los apóstoles y a sus sucesores a través
de la historia, los Obispos, legítimos y auténticos pastores de la santa
Iglesia de Dios.
LA MISION
EPISCOPAL
Conviene, por supuesto que consideremos con atención la excelsa
misión que el Señor encomienda al nuevo Obispo, en unión con todos los Obispos
de Venezuela y el mundo. Para ello, voy a recordar aquí las enseñanzas del Papa
San Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Pastores Gregis sobre el
ministerio y vida de los Obispos ( n 9).
Dice el Santo Pontífice: “El Evangelio según san Lucas narra que Jesús dio a
los Doce el nombre de Apóstoles, que literalmente significa enviados,
mandados (cf. 6, 13). En el Evangelio según san Marcos leemos también que Jesús
instituyó a los Doce «para enviar los a predicar» (3, 14… Este primer envío
(cf. Mt 10, 5; Mc 6, 7; Lc 9, 1-2), alcanza su plenitud en
la misión que Jesús les confía, después de la Resurrección, en el momento de la
Ascensión al Cielo. Son palabras que conservan toda su actualidad: «Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo» (Mt 28, 18-20). Esta misión apostólica fue confirmada
solemnemente el día de Pentecostés con la efusión del Espíritu Santo.
En el texto del Evangelio de san Mateo, se puede ver
cómo todo el ministerio pastoral se articula según la triple función de
enseñar, santificar y regir. Es un reflejo de la triple dimensión del servicio
y de la misión de Cristo…
REMA MAR
ADENTRO
Mis queridos hermanos: En esta piadosa y a la vez festiva
Eucaristía hemos escuchado la
proclamación del relato de la pesca milagrosa (Lc 5, 1-11). A pesar del
desaliento de Pedro y sus compañeros, Jesús les anima a remar
mar adentro y a echar las redes para pescar. Pues bien: superando su estado de ánimo, Pedro escucha la palabra de Jesús, cree en él y le dice confiado: “En tu palabra, Señor,
echaré las redes”. Y en respuesta a su fe y confianza, nos dice el evangelista,
Jesús lo premió con una pesca tan abundante que casi se rompían las redes.
El lago de Galilea fue más tarde escenario de otro hecho prodigioso del Señor: el dominio
total de Cristo sobre la tempestad (Lc 8, 22-25). Ambos milagros nos revelan el poder del
Señor, y nos dan confianza, optimismo y esperanza en tiempos de aguas tormentosas
como los que vive el mundo actualmente:
corrientes secularistas, enemigas de Dios, quieren sacarlo de la vida de los
seres humanos, de la sociedad, y reducirlo a una mera expresión clandestina y
despreciada de religiosidad personal. En esa corriente antireligiosa, el blanco
más atacado, especialmente en Europa, es el Cristianismo y especialmente la
Iglesia Católica, pues nuestra Iglesia
llama a los seres humanos a superar con la ayuda de Dios sus propias
limitaciones, y a vivir una vida moral de elevación, de control personal, de
rechazo de la violencia, de la adoración del becerro de oro, del libertinaje sexual y de los vicios. Nuestra doctrina moral es considerada por esa corriente como un ataque
a la libertad humana, por lo cual la
rechazan, y nos atacan: por la fortaleza institucional y carismática de la
Iglesia, y por su coherencia y empuje
apostólico.
En estas circunstancias, ¡qué bueno es escuchar las
palabras de Cristo a Pedro! El las
dirige hoy a cada uno de nosotros, al nuevo Obispo, Mons. Parravano, a los Obispos de toda Venezuela, a los sacerdotes y
religiosos, a todos los fieles de la Iglesia. ¡Remen mar adentro! Con
fuerza y esperanza, cumpliendo cabalidad la misión que Jesús encomendó no sólo
a los apóstoles, sino a toda la Iglesia, a todos los creyentes y bautizados. ¡Remen mar adentro!, anuncien el Evangelio a pesar de los ataques,
a pesar de la indiferencia religiosa, a pesar de las tendencias que van en
contra de la moral cristiana, en contra del matrimonio y de la familia. Rememos
mar adentro y proclamemos la inmensidad
del Amor de Dios y el destino excelso del hombre creado a su imagen semejanza,
con entusiasmo, con amabilidad y creatividad, con el testimonio y el ejemplo,
pero también con la Palabra clara y explícita, como lo pide el Papa Paulo VI en
la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi.
OBISPOS
MISERICORDIOSOS
A remar mar
adentro, con la nueva responsabilidad episcopal, está llamado nuestro hermano Enrique. Para ello está muy bien capacitado, pues tiene una estupenda
formación en la Congregación de los salesianos de Don Bosco, en la cual ha ejercido varios e importantes
oficios, y además tiene una larga trayectoria pastoral de más de treinta años
de vida sacerdotal, con su simpatía, liderazgo y don de gentes, con su espíritu de piedad y
su bondad al servicio del pueblo de Dios, durante muchos años en nuestra
Arquidiócesis de Caracas, y está adornado de muchas otras virtudes y cualidades.
Con entusiasmo se entregará a anunciar la Palabra de
Dios, a evangelizar a los pobres con la palabra y el testimonio, a santificar a
los fieles, y a servir como guía y pastor del Pueblo de Dios, en unión con los
otros Obispos Auxiliares y conmigo, formando así un equipo fraterno y compacto
de servicio episcopal a los fieles caraqueños.
A los Obispos de la Iglesia nos
toca una ardua labor, que hemos de realizar unidos como hermanos, con gran
caridad y ardor pastoral, con espíritu
de servicio y de pobreza evangélica. Con
generosidad hemos de ser “misericordiosos
como el Padre” tal como nos lo pide el Papa Francisco en este Año de la
misericordia. Debemos entregarnos con ardor apostólico al bien de todos los fieles y especialmente
de los pobres.
Este llamado al corazón de los Obispos es más apremiante
hoy en Venezuela, cuando vivimos una situación de desabastecimiento, escasez y
encarecimiento de alimentos, medicinas y
muchos otros artículos de primera necesidad. Los Obispos hemos de ser misericordiosos viviendo la
opción preferencial no exclusiva ni excluyente por los pobres, al
servir con amor a nuestros hermanos más pobres, ayudándolos en sus necesidades
materiales, y defendiendo sus derechos. Y, sobre todo, hemos de ser
misericordiosos al socorrer a nuestros hermanos en sus necesidades
espirituales, proclamando con valentía y claridad la Palabra de vida y salvación
de Jesucristo, nuestro Divino Redentor,
y dándole mayor fuerza a la enseñanza de la fe, a la catequesis, en nuestras
parroquias y escuelas. Como pastores y líderes religiosos estamos llamados a enriquecer a los fieles con los Sacramentos, los dones y la gracia de Dios
para su salvación y su felicidad en esta vida y en la eternidad. Y a hacerles
sentir la cercanía de Jesús, nuestro Divino Salvador, razón de nuestra inmensa
y dulce esperanza.
CONCLUSIÓN
Prosigamos ahora, mis queridos hermanos nuestra sagrada
ceremonia. Oremos por nuestro
hermano Enrique con afecto y fervor para que el Señor lo haga un digno y
entusiasta sucesor de los apóstoles, y lo fortalezca, anime y sostenga en esta nueva misión a la cual El mismo lo ha
llamado.
Encomendémoslo especialmente a la maternal protección de
María Santísima de Coromoto, María Auxiliadora, para que ella, que es madre de
misericordia, lo bendiga e interceda ante el Señor para que le conceda un episcopado santo, fecundo y feliz. Amén.
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