Mi nuevo Tiempo de Adviento - La oración trae como premio la sanación y la esperanza

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El inicio del Calendario Litúrgico de mi Iglesia Católica me encuentra en un momento de sequía espiritual, intelectual; de ideas vagas y proyectos a futuro que pudieran ser muy peligrosos si no pongo el freno a tiempo. Pareciera que lo pasado se quiere ir, y arrastrarse consigo todo lo que de Dios me ha acompañado desde mi entrega hace ya unos cuatro años cuando me reencontré con el Señor. Es un momento de peligro en el que se confunden "lindas" propuestas en los recodos del camino, pero que en el fondo presiento están llenas de lejanía de Dios, y con respeto, digo que no las quiero. Son sueños truncados que sirven de alimento a las pasiones que el enemigo no deja de crear para confundir las partes. Es una fe adormecida que se intercala con intenciones personales distintas a las de Dios. En fin, una desazón en el compromiso cristiano que ha sido el único norte en la entrega a través de este medio de comunicación. No otra. Por ello, una vez más, recurro a la palabra y al aliento de hombres fortalecidos en Dios, ya que me encuentro en una etapa de vacío personal, de dudas y tropiezos. Quiero reanimar mi vida y mi espíritu a partir de las palabras del Padre Hoyos, leídas recientemente en su Blog, no para satisfacer las premuras que en lo personal existen y que ciertamente se fundamentan en la salud física o material, sino para fortalecer la esencia espiritual que a fin de cuentas es lo que importa para la Vida Eterna. Espero que en mi Adviento la presencia de Cristo, una vez más me ayude a superar, lo que por mis propias fuerzas no soy capaz de resistir. Amén. RAP.  

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La oración trae como premio la sanación y la esperanza


Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos

Hemos comenzado con alegría y abriendo nuestros corazones a la preparación en oración y reconciliación a la llegada y nacimiento del ser más extraordinario de la historia: Cristo Jesús en el tan esperado Tiempo Litúrgico de Adviento.

El Tiempo de espera, de preparación, el tiempo de aceptar el gran regalo de Dios en su propio hijo significa estar listos con los brazos abiertos y extendidos en lo alto para recibir al Rey Divino, al Salvador del Mundo. No es un personaje cualquiera es el mismo Dios humanizado que vienen a traernos con su propia mano generosa la esperanza y su luz divina.

Es por eso que todos los creyentes preparemos con gozo y fortalecemos nuestra fe para abrir a lo grande las puertas de nuestros corazones al Divino Niño. El Papa Benedicto XVI nos dice que la mejor escuela de la esperanza es la oración: “cuando ya nadie me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar Él pudo ayudarme”.

La persona que ora, reza y alaba nunca esta totalmente sola, aunque se vea relegada a la extrema soledad, no podemos ignorar que nuestro destino final no es una tragedia, sino la meta luminosa que guía la vida: nuestro encuentro pleno con Jesús, cuando nos llame a vivir para siempre en su presencia. Cuando te concentras en una oración y en un dialogo sincero con Cristo Jesús ayudará de una forma indirecta a cargar los sacos pesados que llevan en los hombros muchas personas en su diario vivir con quejas y lamentos, tristezas, resentimientos o enfermedades… pero a través de la presencia de Jesús hay sanación y en las oraciones hay respuestas que alivian y refrescan el alma.

Es por eso que con la oración bien hecha tu vida rota puedes coserla, tu vida infeliz puedes hacerla feliz. Tu vida infiel puedes convertirla en fiel. Tu vida mental enferma, dependiente, cargada, tienes la oportunidad de sanarla, independizarla y liberarla. Tu vida sin ilusiones, sin metas y sin riesgos es posible inyectarle sentido, propósitos, novedad. Porque lo que hoy en día más necesitan la personas es disfrutar y vivir en una buena oración.

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