Miércoles de Ceniza inicia la Cuaresma: “Tiempo de ayuno, penitencia, oración y limosna”

La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y culmina el Jueves Santo en la tarde con la Misa Vespertina de la Cena del Señor, dando inicio al Triduo Pascual hasta el Sábado Santo con la solemne Vigilia Pascual para luego celebrar su Resurrección durante el tiempo de Pascua. Este año 2024, la Cuaresma inicia el 14 de febrero

Pedro Reinaldo Bravo | El Guardián Católico
Publicado el 10 de febrero de 2024

Para la celebración de la Pascua, es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida que comienza el domingo de Resurrección y se celebrará durante 50 días hasta la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia nos prepara previamente con el sagrado tiempo de la Cuaresma. 

Será un lapso de 40 días de preparación, reflexión y de penitencia se conmemora el misterio de nuestra Redención: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en la Semana Santa.

La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y culmina el Jueves Santo en la tarde con la Misa Vespertina de la Cena del Señor, dando inicio al Triduo Pascual hasta el Sábado Santo con la solemne Vigilia Pascual para luego celebrar su Resurrección durante el tiempo de Pascua.

“Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”

En este año 2024. el Miércoles de Ceniza es el 14 de febrero y tiene como característica la imposición de la ceniza por parte del sacerdote, diácono u otro ministro autorizado por la Iglesia, en la frente de cada persona con las palabras “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” que recuerdan aquella frase del libro del Génesis: “Púes polvo eres, y al polvo volverás” (Gen 3,19); o también las palabras “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15) haciendo referencia al llamado de Cristo al inicio de su vida pública en el Evangelio de San Marcos.

Las cenizas que se usan para la liturgia de ese día provienen de las palmas bendecidas del Domingo de Ramos del año anterior y son bendecidas por el sacerdote al culminar la homilía en la Eucaristía o en la celebración de la Palabra que presida. Tiene como significado el recordarnos nuestra condición frágil, débil, pecadora y que en algún momento dejaremos este mundo terrenal y nuestro cuerpo sufrirá la descomposición en el sepulcro regresando al polvo. 

Por lo tanto, mientras estamos en la vida terrenal como iglesia peregrinante necesitamos de la gracia y misericordia de Dios, responder a su constante llamado de conversión, hacer penitencia y sacrificios por nuestras faltas, acercarnos al sacramento de la Confesión y empezar una nueva vida en la práctica de los valores cristianos.

Las cenizas representan el producto de la combustión, es decir, el contacto con la llama o fuego y tiene un significado de término o caducidad, como también de muerte, humildad y penitencia. 

Las palabras: “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”, que se dicen durante la imposición nos llama a la reflexión a no creernos que somos autosuficientes. 

Al mismo tiempo, nos recuerda que somos débiles y limitados y que algún día moriremos, y por lo tanto necesitamos del amor y la misericordia del Señor para responder a su plan de salvación y cumplir su voluntad en todo momento.

Las lecturas de la Palabra de Dios en la Misa de ese día son un llamado e invitación a la conversión, la oración y a la penitencia: en la primera lectura tomada del libro del profeta Joel refiere:

Esto dice el Señor: “Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto, enluten su corazón y no sus vestidos. Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia (Joel 2,12-13).

Con respecto al Salmo que es el número 51 (en la liturgia de la Iglesia es el número 50) es una hermosa oración donde reconocemos con sinceridad y humildad nuestros pecados y le pedimos perdón a Dios por nuestras faltas con sincero corazón.

En la segunda lectura, tomada de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios el apóstol nos exhorta: “En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Co, 5,20); y en el Evangelio tomada de San Mateo, Jesucristo da las respectivas indicaciones en cuanto a la oración, el ayuno, la limosna y la práctica del bien tanto en la Cuaresma como todos los días de nuestras vidas.

Día de ayuno y abstinencia

El Miércoles de Ceniza es también día de ayuno y abstinencia con la finalidad de hacer sacrificios como penitencia para acercarnos a Dios, lograr nuestro equilibrio para nuestro bien corporal y espiritual, nos ayuda a comprender la situación por la que viven muchas personas necesitadas y así practicar la caridad. 

Abstinencia.- La abstinencia lo deben realizar las personas en edades a partir de los 14 años hasta los 60 a no ser que por circunstancias médicas no puedan hacerlo y refiere en privarnos de los que realmente nos guste: dulces, café, carnes, tortas, etc. 

Ayuno.- Con respecto al ayuno lo deben guardan las personas con edades comprendida entre los 18 años hasta los 60 años a excepción también de las personas que en esas edades por motivos de salud no las puedan realizar y consiste en hacer una sola comida fuerte que puede ser el almuerzo, restringir el desayuno y la cena y no tomar y comer nada entre comidas durante el día solo tomar agua.

Que este tiempo de Cuaresma que se inicia con el Miércoles de Ceniza como preparación para la Semana Santa, sea un verdadero encuentro con Dios y aceptar su plan de salvación, y para eso debemos tener disposición de reconocer con humildad y sinceridad nuestras debilidades, miserias y errores para así tener una auténtica conversión.

Sea también un momento de dejar de todo lo que nos hace daño y nos aleja del Señor, de acercarnos con verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda al sacramento de la Confesión para recibir el perdón de Dios por medio de la absolución del sacerdote.

Que sea también una oportunidad para asistir y participar con devoción en la Sagrada Eucaristía donde Cristo se hace verdaderamente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en el pan y vino durante la consagración, se actualiza su sacrificio para la redención del mundo y se recibe al mismo Jesucristo en la comunión como alimento y fortaleza espiritual.

La Cuaresma es un momento especial para practicar la caridad a nuestro prójimo especialmente los pobres, enfermos y necesitados y vivir el Evangelio para que en la hora de nuestra muerte podamos estar en la presencia de Dios en la eternidad. 


 

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