El presente artículo tiene como finalidad aportar y aclarar también en
forma general, las mayorías de las respuestas del Papa Francisco en este tema
tan delicado, pero siempre en la línea del respeto y la comprensión y en
comunión con el Magisterio de la Iglesia
Publicado el 23 de noviembre de 2023
Al comienzo del mes de octubre del presente año 2023 circularon en las redes y en la prensa secular que el Papa Francisco dio puerta abierta para la bendición a las uniones entre personas del mismo sexo a consecuencia de las respuestas a cinco dubia (dudas en latín en plural) de cinco cardenales.
Lamentablemente
las respuestas del Santo Padre en este particular fueron mal interpretadas. En
realidad el Papa está en comunión con las enseñanzas de la Iglesia, y gracias a
Dios que en las redes hay canales católicos dirigidos por sacerdotes y laicos
con buena formación teológica y en fidelidad al Magisterio de la Iglesia que
han aclarados con base a la doctrina católica las palabras del Santo Padre.
Cuando se lee
con detenimiento las respuestas del Papa a los señores cardenales a la dubium
(duda en singular) sobre si la bendición a las uniones entre personas del mismo
sexo está de acuerdo con la Revelación y el Magisterio, el Santo Padre,
comienza su respuesta con la “letra a” afirmando lo siguiente:
“La Iglesia tiene
una concepción muy clara sobre el matrimonio: una unión exclusiva, estable e
indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos.
Sólo a esa unión llama "matrimonio". En este punto “a” el Papa refiere lo que
enseña la Iglesia: el Matrimonio es solamente entre un hombre y una mujer y
confirma lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1660:
La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos.
En el mismo punto “a”
menciona también: “Otras formas de unión
sólo lo realizan "de modo parcial y análogo" (Amoris laetitia 292), por lo cual no pueden llamarse
estrictamente "matrimonio". En este aspecto refiere aquellas parejas conformadas por un
hombre y una mujer que están en simple convivencia llamado también concubinato,
o casados solamente civilmente o los divorciados en nueva unión, el cual
contradicen el ideal del sacramento del Matrimonio, pero por ser miembros de la
Iglesia necesitan de atención pastoral.
Siguiendo la respuesta a la dubium en el “punto b” el Papa sigue afianzando: No es una mera cuestión de nombres, sino que la realidad que denominamos matrimonio tiene una constitución esencial única que exige un nombre exclusivo, no aplicable a otras realidades. Sin duda es mucho más que un mero "ideal".
En este
aspecto el Papa sigue afirmando que el Matrimonio no se aplica a otras
realidades, es decir, a otras formas de uniones, y deja claro que el sacramento
instituido por Cristo es solo entre un hombre y una mujer quienes se unen libre
y voluntariamente en el sagrado vínculo matrimonial prometiendo ante Dios en una celebración litúrgica el amarse,
respetarse y ser fieles en todo momento, de formar una familia y ser testimonio
del amor de Dios en la vida diaria.
En la “letra c” el Papa Francisco señala un aspecto
importante: “Por esta razón la Iglesia evita
todo tipo de rito o de sacramental que pueda contradecir esta convicción y dar
a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es”. En este
punto el Santo Padre nos enseña que
debido la grandeza del sacramento del Matrimonio, la Iglesia no realiza ningún rito o sacramental
a otras formas de uniones que no corresponde al plan de Dios entre ellos las
uniones entre personas del mismo sexo.
El “punto d” el Papa
Francisco menciona también algo importante: “No obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad
pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. La defensa
de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está
hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por
consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan,
excluyen.”
En este punto el Santo Padre afianza lo que enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2358: “Un número apreciables de hombres y mujeres presenta tendencias
homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación objetivamente
desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben
ser acogidos con respeto, compasión y
delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación
injusta.”
Estas palabras del
Catecismo ha sido una constante invitación del Papa Francisco en todo su
pontificado el de acoger con caridad, compasión y respeto a las personas
homosexuales, pero lamentablemente en muchas partes no se cumple esta invitación
y lo que hay son actitudes de rechazo como si fuéramos jueces que juzgamos,
condenamos y excluimos olvidándonos que ellos también tienen dignidad humana,
son hijos de Dios y miembros de la Iglesia por el Bautismo e invitados como
todos nosotros aceptar el plan de
salvación de Dios en sus vidas.
Recordemos que Cristo nos ama a todos sin excepción y con su Pasión,
Muerte y Resurrección redimió a toda la humanidad del pecado y por eso estamos llamados
a su plan de salvación que Él nos hace porque Dios ama a la persona, al hombre
pecador, pero no el pecado porque es una
falta y ofensa hacia Él.
Por tales motivos hay
que tener en cuenta que aceptar el plan de
Dios es cumplir sus mandamientos, vivir el Evangelio y seguir las enseñanzas de
la Iglesia y estos incluyen a nuestros
hermanos con tendencias homosexuales y el Catecismo de la Iglesia Católica en
su numeral 2358 señala lo siguiente: "Estas
personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son
cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que
pueden encontrar a causa de su condición".
En el numeral 2359 del
mismo Catecismo hace la siguiente invitación: “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante
vínculos de dominios de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia
sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección
cristiana.”
Todo bautizado estamos
llamados a la castidad según nuestro estado de vida sea en el matrimonio, en la
virginidad, soltería y célibe consagrado y teniendo como modelo a Jesucristo, y
la castidad es de acuerdo al Catecismo
en su numeral 2337: … “la integración lograda de
la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su
ser corporal y espiritual.” En este
aspecto cuando
comprendamos el valor que tenemos como personas e hijos de Dios, de respetar
nuestra dignidad, el sanar las heridas cuando las hay y aceptemos el plan de salvación de Dios entonces
se valorará y se vivirá con convicción la virtud de la castidad.
En el “punto e” de la respuesta a la dubium señala lo siguiente:
Por ello la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio. Porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor.
Este “punto e” es el que ha dado malas interpretaciones debido a la redacción, pero si se lee con
cuidado encontramos que en ningún momento el Papa Francisco está abriendo la
posibilidad a la bendición a las uniones entre personas del mismo sexo. En este
particular hay que recordar la respuesta que dio el Dicasterio para la Doctrina
de la Fe el 22 de febrero de 2021 a una dubium sobre si la Iglesia puede
impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo, y la respuesta con
aprobación del Papa Francisco fue ,la siguiente: ” Entre las
acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los
sacramentales, «signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por
medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual,
obtenidos por la intercesión de la Iglesia.”
Más adelante señala:
“Al género de los sacramentales
pertenecen las bendiciones, con las cuales la Iglesia «invita a los hombres a
alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a hacerse dignos,
con la santidad de vida, de su misericordia»
Posteriormente refiere
el dicasterio: …”cuando se
invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita…que aquello
que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la
gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y
revelados plenamente por Cristo Señor.”
Seguidamente
menciona: “Por este motivo no es lícito
impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican
una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble
de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida),
como es el caso de las uniones entre
personas del mismo sexo.”
Al leer esta
nota del dicasterio y compararla con las respuestas del Papa a los señores
cardenales encontramos que no hay contradicción porque la bendición es un
pedido de auxilio para vivir conforme al plan de Dios, por lo que la Iglesia
puede dar la bendición a la persona homosexual individualmente como persona o a
grupos de personas con esta tendencia solo como personas e hijos de Dios, pero jamás se puede dar la bendición a las
uniones entre personas del mismo sexo por ser una falta a Dios. Por lo tanto se
puede bendecir a la persona o grupo de personas, pero nunca al pecado la cual
incluye los actos homosexuales porque como
señala el Catecismo en el numeral 2357: “son
intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran al acto
sexual el don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad
afectiva y sexual No puedes recibir aprobación en ningún caso.” Hay que
mencionar con caridad que la inclinación homosexual no es pecado, pero el acto
homosexual si es pecado porque no
está acorde al plan de Dios y por eso el
llamado de la Iglesia el vivir la
castidad.
En el penúltimo punto
correspondiente a la letra “f” menciona: “Por
otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son
moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de
"pecadores" a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad
pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad
subjetiva (Cf. San Juan Pablo ll, Reconciliatio
et Paenitentia, 17).”
Una vez más el
Santo Padre Francisco nos invita a la caridad pastoral hacia las personas con
atracción al mismo sexo y de acogerlos con respeto porque también tienen dignidad, son amados por Dios y están llamados
a la santidad y ninguno de nosotros somos jueces para rechazarlos y reprocharles
que son pecadores porque todos nosotros sin excepción cometemos errores y faltas
en nuestras vidas por nuestra fragilidad humana.
Por tales
motivos recordemos las palabras de Jesús a quienes querían apedrear a la mujer
que fue sorprendida en adulterio: “Aquel
de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.” (Jn. 8, 7),
y más adelante le dice a la mujer: “Mujer,
¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contesto: “Ninguno, señor”. Y
Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.” (Jn.
8,10-11).
Así como Cristo
no condenó a la mujer adúltera, pero la exhortó a no seguir viviendo en el
pecado, de igual manera Dios nos llama el no condenar a nadie y a no vivir en
el pecado, y por eso nos invita a la conversión y a recurrir a la oración, a
los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía, llevar una vida de acuerdo
al Evangelio, y seguir las enseñanzas de la Iglesia para llegar a la santidad en
la cual todos sin excepción y eso incluye a nuestros hermanos con atracción al
mismo sexo estamos llamados para un día alcanzar la gloria celestial.
1 Comentarios
Excelente artículo hermano, que Dios te bendiga.
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