Cesáreo Gil Atrio –un operario
diocesano que vivió en Venezuela- transita el camino a los altares con una
amplia obra en favor del laicado, la fundación de los cursillos de cristiandad
y su testimonio de oración, purificación y extremo sacrificio hacia el final de
sus días
Publicado el 28 de septiembre de 2022
Carlos Alex Piñero Rada y su esposa
María del Carmen Lustres de Piñero, tienen 17 años de haber experimentado el
“cursillo” que marcó sus inicios como católicos comprometidos. Inmediatamente
se vinculan al Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) que llegó a
Venezuela de manos del padre Cesáreo Gil Atrio en el año 1959.
El sábado 24 de septiembre, en la
catedral Nuestra Señora de Copacabana, Carlos y Maricarmen se unieron a la
celebración regional por los 26 años del “primer cursillo” en la Diócesis de
Guarenas. “El de hombres se realizó el 12 de septiembre y el de mujeres el 19
de septiembre de 1996”, es decir 37 años después de realizarse el primero de
toda Venezuela.
El cursillo cambió nuestras vidas
“El cursillo fue un encuentro que
cambió nuestras vidas para siempre”, dijeron para Aleteia.
Aunque ellos no conocieron al Padre Gil, agradecen a Dios porque su
trabajo ha cambiado la vida de miles de esposos, solteros y consagrados.
Ha sido un referente para muchos sacerdotes y el laicado venezolano en su gran mayoría, porque desde su vocación y testimonio de vida cristiana, nos ha enseñado que se puede llegar a ser santo haciendo el bien a muchas personas, dijo Maricarmen.
Informaron que fueron invitados a
ser parte –a nivel diocesano- de la causa de beatificación del “Padre Gil”
quien perteneció a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.
“Para nosotros es de mucha alegría que se haya iniciado la causa de beatificación”, agregó acerca del inicio de la causa de beatificación y canonización en su fase diocesana (Caracas), cuyo inicio estuvo a cargo del cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo.
Porras juramenta a miembros del
tribunal
En efecto, el 22 de septiembre, en la Villa Mosén Sol de El Marqués, en Caracas, ante el cardenal Baltazar Porras, la doctora Yarit Hurtado de Martín, “legítimamente constituida” en la vice postuladora”, solicitó “la apertura de la fase diocesana en el procedimiento sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios, el padre Cesáreo Gil Átrio”.
Hurtado de Martín entregó al administrador apostólico de Caracas, el “mandato procuratorio” o nombramiento como vice postuladora de la causa emanado de la postulación en Roma, a cargo de la doctora Silvia Mónica Correale, que llevó con éxito los procesos de los beatos Carmen Rendiles Martínez y José Gregorio Hernández.
El cardenal Porras juramentó a la
doctora Yarit de Martín, así como a los integrantes del tribunal que
investigarán la vida, obra y virtudes del Siervo de Dios.
El juez delegado es el presbítero Gerardino Barraccini, vicario de la santidad en la Arquidiócesis de Caracas, una instancia nacida a raíz de la beatificación del doctor José Gregorio Hernández Cisneros. La responsabilidad como promotor de justicia recayó en el sacerdote salesiano Fabián Padilla; mientras las tareas de notario actuario y notario adjunto las cumplirán Lilianne Alva de Ybarras y Dulce Santamaría, respectivamente.
Hizo Rosarios a la Virgen en su lecho de enfermo
La hoja de vida de Cesáreo Gil, cuya
lectura hizo el padre Antonio Abeijón, canciller de la Arquidiócesis de
Caracas, reveló a un sacerdote lleno de entusiasmo por las múltiples
actividades que realizó: su extenso trabajo con el laicado venezolano, la
fortaleza de las familias y la creación de los cursillos de cristiandad, sus
tres pilares fundamentales.
“Su determinada decisión de hacer la
voluntad de Dios y su afán por entender el reino de Dios, lo motivó a emprender
múltiples tareas, asumir riesgos, enfrentar retos, vencer dificultades para
presentarse a Dios con las manos llenas, porque siempre supo que no estaba
destinado a salvarse solo. Solo Dios sabe los dones y talentos que dio al Padre
Gil y que él, en su querer y obrar, multiplicó y sumó para su reino”, leyó
Abeijón.
“El Padre Gil apegado a la verdad,
puso su mayor empeño en dar a conocer y defender contundentemente el
pensamiento pontificio y la doctrina del magisterio de la iglesia para que
fuese comprendida por los dirigentes cursillistas y el laicado venezolano,
formado y comprometido”, dijo el padre Abeijón.
“Su gran obra fue y sigue siendo el
haber iniciado, impulsado y dirigido el Movimiento de Cursillos de Cristiandad
en Venezuela, y desde Venezuela, en el mundo”, acotó. Esa inmensa labor
apostólica obtuvo la bendición de los cardenales José Humberto Quintero y José
Alí Lebrún Moratinos, más la aprobación y estímulo de la Conferencia Episcopal
Venezolana.
Correale: “En concepto de santidad”
De acuerdo con el perfil biográfico,
la abnegación del Padre Gil fue evidenciada heroicamente en los últimos años de
su vida. “Afectado por varias dolencias, intervenciones quirúrgicas, la
enfermedad de Parkinson diagnosticada y medicada en 1992, agudizada en 1995 y
viviendo episodios extremadamente difíciles hasta 1997”, refirió Antonio
Abeijón.
En el año 1997, alternaba períodos
de lucidez y ofuscamiento que los testigos y acompañantes describen como
“momentos en On” o en “Off”, sin embargo, ofrecía esta situación “como
dádiva de amor y sacrificio a Dios por la santificación de las almas”.
Más adelante cita palabras del
propio Gil Atrio:
“Estas horas de oscuridad, de
silencio y de absoluta incapacidad hasta para pensar deben servirme para
purificar mis pecados y para colaborar con Jesús en la salvación de las almas.
Rezo Rosarios a la Virgen porque eso es lo que puedo hacer”.
Motivó al cardenal Porras a escribir
El administrador apostólico de Caracas habló del proceso, informando que no es fácil, pero se cuenta con muchos devotos a nivel nacional que ya están rezando para que todo avance.
Consideró importante que el inicio de la causa se haya producido a casi dos
meses y medio del que se le abrió al padre Sebastián Gayá en Madrid, considerado el fundador del MCC. En mayo pasado, con motivo del centenario del nacimiento del padre
Gil Atrio adelantó algunas informaciones sobre el inicio de esta causa que
ahora se materializa.
Su vida y su obra han despertado en muchos de nosotros el anhelo de tenerlo como modelo y sostén de nuestras cuitas y dolores, de nuestras ilusiones y proyectos, dijo Porras en el templo parroquial dedicado a “María Madre de la Iglesia”, en El Marqués.
El Purpurado venezolano habló de la motivación que recibió del Padre Gil para escribir su primer libro:
Yo tuve la dicha recién ordenado sacerdote, de ser nombrado asesor de los cursillos de cristiandad y entrar en contacto con él, rememoró Porras al lado de Nora de Albarrán, secretaria ejecutiva de la comisión para la causa de beatificación.
“Fue quien me incentivó a
escribir mi primer libro”, dijo con orgullo Porras, expresando que ha
escrito más de cincuenta obras. “Se lo debo, en buena parte a su tesón conmigo;
a las muchas veces que también en público me decía que si no era capaz de hacer
algo. Y hay que ver lo que uno es capaz de hacer a través de la pluma
(escritura)”.
Miembro de una familia levítica
Un detalle en la vida del Padre Gil
fue que perteneció a una “familia levítica”, como el cardenal Porras suele
llamar a aquellas “iglesias domésticas” donde existen varios miembros que
entregaron sus vidas al servicio de Dios como clérigos o religiosos.
El perfil biográfico recuerda que
nació en la provincia de Orense (España), el 14 de mayo de 1922 y sus padres
Ovidio Gil Sousa y María Átrio Calvo tuvieron doce hijos.
Para sacar adelante una familia tan numerosa, los esposos Gil Atrio, campesinos de clase media y profundamente cristianos crearon en ella un clima constante de laboriosidad, de esfuerzo y lucha por la superación personal y familiar.
Más adelante precisa lo siguiente:
De este ramillete de hijos que Dios les dio, salieron cuatro sacerdotes: Manuel, Ignacio, Cesáreo y Camilo; una religiosa, Concepción; dos señoritas, Emilia y Carmen, y cinco padres de familia: María, José Benito, Tomás, Isaac y Odilo. Cesáreo fue el penúltimo hijo, y recibió el sacramento del Bautismo un día después de su nacimiento, el día 15 de mayo de 1922, en la Iglesia de San Miguel de Espinoso, Diócesis de Orense.
Cesáreo Gil llegó a Venezuela el 3
de abril de 1959. Logró que el 20 de agosto de 1959, se efectuara en Caracas el
primer cursillo con 25 laicos, un sacerdote, un hermano de La Salle y un lego
dominico. El 27 del mismo mes se efectuó el de mujeres, y con ello se cumplió
la condición del Arzobispo Arias Blanco de que "los cursillos fueran
pensados para la pareja”.
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