“Lo que me motivó fue la inclinación al silencio, la
oración y el recogimiento”, dice la monja de clausura tras conocerse en medios católicos y seglares la
celebración de sus Bodas de Oro en Venezuela
Trujillo, 13 de junio de 2022
Fotos Cortesía Diócesis de Trujillo
Las Bodas
de Oro de profesión religiosa de la Hermana María Virginia de Jesús es una
bella noticia que recorre los medios católicos y seglares, en Venezuela y otros
países. Se trata de una carmelita descalza que vive en los claustros del Monasterio
Sagrado Corazón de Jesús, en Altos de Escuque, estado Trujillo (Venezuela).
Tras conocerse la información de sus Bodas de Oro, la religiosa amplió para El Guardián Católico el motivo que la llevó a asumir una vida de clausura y entrega total a Dios.
Lo que me motivó fue la inclinación al silencio, la oración y el recogimiento. Me he sentido plenamente feliz en estos 51 años que he pasado en este Monasterio de Madres Carmelitas Descalzas, dice la monjita que el pasado 12 de junio, además, cumplió 79 años de edad.
También tuvo palabras de agradecimiento para sus compañeras de claustro, formadores y guías espirituales:
Gracias a las enseñanzas que he recibido de las formadoras y directores espirituales, que me han dado a conocer la espiritualidad de la Orden del Carmen, cuyo carisma de Nuestros Santos Padres, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, afianzaron mi vocación de vida contemplativa.
Destacó que “el ideal carmelita de la santificación de los sacerdotes y salvación de las almas, ha sido la meta durante mi vida religiosa”. Más adelante agregó: “el oficio principal de la carmelita es la oración y el sacrificio, inmolándose cada día en silencio, en el cumplimiento de sus obligaciones”.
Sus fechas más importantes
María Virginia
de Jesús, mencionó las fechas más importantes de su vida. Nació el 12 de junio
del 1943, en Maracaibo, estado Zulia, en la parroquia Santa Lucia. Los nombres
de sus progenitores fueron Eduardo Fuenmayor Overmam y Josefina Andrade de Fuenmayor.
Ambos de Maracaibo.
“Ingresé al Carmelo el 24 de mayo de 1971, en el Monasterio Sagrado Corazón de Jesús de San Pedro de los Altos, en el estado Miranda. Este monasterio fue trasladado al estado Trujillo en el año 1991, al Alto de Escuque”, dijo en la reseña. Tomó su hábito el 6 de junio de 1971 y realizó la profesión religiosa el 9 de junio de 1972.
Ante el requerimiento de si en la familia hubo otros consagrados que la motivaron a esta decisión, dijo: “tuve una prima religiosa
llamada Elizabeth Hernández Overmam, Lourdista que ya falleció”.
Citó a sus santos favoritos
La monja
de clausura también remitió tres frases de santos de quienes se ha fortalecido su vida carmelita. La primera, Santa Teresita del Niño Jesús,
de quien cita: “Mientras más hostia sea la carmelita, más
santos serán los Sacerdotes en el altar”.
La segunda frase es de Santa Teresa de Jesús: “Dichoso el corazón del enamorado, que sólo en Dios ha puesto el pensamiento”. Y, por último, menciona una frase de San Juan de La Cruz: “Olvido de lo creado, memoria del creador, atención a lo interior y estarse amando al amado”.
La noticia fue publicada en Aleteia
Uno de los
medios que ha dado importancia al hecho, ha sido el portal Aleteia, en su versión
española. El 13 de
junio de 2022 describieron que el obispo de Trujillo, monseñor
José Trinidad Fernández Angulo, presidió la misa en acción de gracias junto a un
grupo de sacerdotes.
50 años como
monja de clausura en Venezuela: «Siempre que necesito, Dios me auxilia»
La hermana María Virginia de Jesús
entendió su llamado a la contemplación “en la meditación de ese misterio de fe
y amor que solamente las almas enamoradas son capaces de encontrar”, dijo sobre
ella el obispo de Trujillo
Ramón Antonio Pérez - Aleteia Venezuela - publicado el 13/06/22
Un momento de especial felicidad se
vivió en el monasterio “Sagrado Corazón de Jesús” de la Orden Carmelitas Descalzas,
en Altos de Escuque, en Trujillo (Venezuela). La razón no es usual, una de sus
integrantes, la hermana María Virginia de Jesús, arribó a sus bodas de oro de
vida consagrada. Efectivamente, son cincuenta años consagrada y viviendo para
Dios en medio del claustro.
“Me siento muy agradecida con el
Señor a pesar de mi indignidad”, dijo la carmelita descalza según la nota
recibida por Aleteia, desde la vicaría de medios de la diócesis de Trujillo.
El padre José Magdaleno Álvarez,
responsable de esta instancia dijo que la celebración fue el jueves 8 de junio.
Cuatro días después, el domingo 12 de junio, la hermana cumplió 79 años de
vida.
“Siempre que necesito, Dios me
auxilia. Si me siento mal enseguida voy al Santísimo para pedir su ayuda… y Él
me da paz”, explicó la monja en su encuentro con el obispo de Trujillo,
monseñor José Trinidad Fernández Angulo, sacerdotes y familiares que la
acompañaron en el festejo.
La hermana también confesó: “Dios
es mi gran amigo, mi esposo porque nosotras nos desposamos con el Amado; en
todas las necesidades yo acudo a Él”.
Feliz y sonriente
La hermana María Virginia de Jesús
tiene como nombre de pila Trina Elena Fuenmayor Andrade. Según la información
recibida es hija de Eduardo Fuenmayor y Josefina Andrade de Fuenmayor, y nació
en Maracaibo, estado Zulia, el 12 de junio de 1943.
Hizo sus primeros votos religiosos
el 9 de junio de 1972 en San Pedro de Los Altos, estado Miranda, donde estaba
anteriormente la fundación. “Aquel monasterio fue trasladado a las montañas trujillanas
en el año 1992”, describe la información aportada por el padre Magdaleno
Álvarez.
La religiosa se mostró en todo
momento sonriente y feliz. Además, dijo “sentirse sorprendida porque no se
esperaba tanto”.
“Me siento muy contenta de ver a mis
familiares porque no sabía que venían; pero también, lamento la ausencia de
algunos sacerdotes que por motivos de salud no pudieron acompañarme”.
La monja, que es morocha con un
hermano, también agradeció cariñosamente la presencia del obispo, sacerdotes, familiares
y amistades que le acompañaron y tributaron un momento de oportuna alegría.
La misa a través de una rejilla
La misa fue celebrada en la capilla
del monasterio por monseñor José Trinidad Fernández Angulo, obispo de la
Diócesis de Trujillo. En esta capilla las religiosas comparten la eucaristía
desde el interior del monasterio desde un salón con rejilla llamado coro, que
mira al altar mayor.
“Las rejas del Carmelo están ahí, no para protegernos del mundo, sino
para atraer el dolor y las necesidades del mundo, a la soledad del alma con
Dios”, dice un letrero frente a las rejas. La frase es de Santa Teresa
Benedicta de la Cruz, cuyo nombre judío antes de la conversión, consagración
como carmelita descalza y martirio por parte de los nazis, fue Edith
Stein.
Con sus típicos hábitos, las
carmelitas descalzas acompañaron a María Virginia que estaba colocada al centro
de ellas con una corona de flores sobre su cabeza. El obispo habló de la fiesta litúrgica del día, en esta vez dedicada a
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y de la vida religiosa contemplativa.
El misterio de la contemplación
“Compartimos con ella la alegría
y la gratitud”, dijo el prelado en referencia a la hermana María Virginia
de Jesús. “Pedimos a Dios que su vida de entrega sea testimonio para muchas
vocaciones a la vida contemplativa. Así como Jesucristo, Sacerdote y Pastor,
manifiesta sus sentimientos por todos nosotros, así los consagrados manifiestan
sus sentimientos que adornan la vida de la Iglesia a través de los votos de
pobreza, castidad y obediencia”, dijo Fernández Angulo.
“Estamos llamados a ser místicos en
la contemplación de cada día y en la meditación de ese misterio de fe y amor
que solamente las almas enamoradas son capaces de encontrar. Es esa la manera como nuestra querida
hermana ha deseado vivir y como Dios le ha permitido llegar a celebrar estos
cincuenta años” dijo el obispo de Trujillo.
Después se hizo la renovación de los votos de la hermana María Virginia de Jesús. Sus compañeras de monasterio entonaron un himno en latín que se acostumbra en esta ocasión, mientras dos religiosas, una a cada lado, vertían sobre la consagrada pétalos de rosas. Entre los barrotes de la contemplación, se observaron lágrimas de júbilo que rodaban por las mejillas de la emocionada religiosa.
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