Publicado el 24 de enero de 2022
Los jesuitas de Venezuela recuerdan el corto pero precioso momento de formación y el impacto que dejó entre ellos, el recién beatificado sacerdote salvadoreño Rutilio Grande García. La consulta refiere esa parte importante de su noviciado, aunque sin entrar en detalles.
La razón es sencilla: todos sus “connovicios”
fallecieron y “normalmente la documentación de cada jesuita descansa en los archivos
de la Provincia de origen”.
Lo que no quedará oculto es el relato del martirio que lo condujo hacia la santidad. El impactante hecho está recogido tempranamente en “Praxis del martirio ayer y hoy” (1977).
Es un
resumen del martirio que hombres y mujeres “han sufrido en América Latina
como consecuencia de sus opciones de fe”, explican los autores de la obra.
Vale adelantar que los mártires latinoamericanos
citados sufrieron por diagnosticar la realidad a la luz de la fe; por asumir un
compromiso liberador en favor de los más necesitados; reunirse comunitariamente
como iglesia de Dios; ser miembros de las comunidades eclesiales de base;
participar en asambleas menores, círculos bíblicos, grupos de oración,
encuentros de reflexión, grupos de la familia de Dios, etcétera.
El libro asume el concepto de
martirio como “expresión del amor a Dios por quien uno se deja quitar la vida y
con cuyo amor sabe soportar el dolor de semejante privación, no necesita
contener siquiera la testificación como intención expresa del mártir; sin
embargo, el efecto sobre los hombres es el testimonio” (Sacramentum Mundi IV).
Los hechos del 12 de marzo de marzo
de 1977
“El Padre Rutilio Grande García,
sacerdote jesuita, nacido en la población salvadoreña de El Paisnal, fue
asesinado el sábado día 12 de marzo de este año, junto con dos acompañantes que
viajaban en su mismo vehículo, don Manuel Solórzano, de 72 años, y el joven
Nelson Rutilio Lemus de 16 años”, se describe en la página 33 del libro.
El relato indica que más o menos a
las cinco y media de la tarde del sábado, el padre Grande salió de Aguilares en
su vehículo. El jesuita iba a celebrar la misa. “A una distancia de dos
kilómetros de Aguilares, ya en medio de cañales el Safari fue emboscado y se
produjo el atentado que costó la vida instantáneamente a sus tres ocupantes”.
“El padre Rutilio Grande y sus dos
acompañantes fueron sorprendidos por la espalda y acribillados a balazos, por
personas desconocidas; para perpetrar este crimen se usaron balas de alto
calibre, que traspasaron las láminas y asientos del carro que manejaba el
citado sacerdote, haciendo impacto mortal en los cuerpos de las tres víctimas”,
se lee.
La narración de estos hechos deja sin aliento a quienes se acercan por primera vez a la iglesia. Las comparaciones con los primeros tiempos del cristianismo son inevitables.
Surge
entonces el convencimiento: la práctica del mensaje de salvación y amor
de Jesucristo es contraria a la violencia del signo que sea. De ello no
quedan dudas.
Monseñor Romero: “Es una labor que
estorba a muchos”
La lectura de estos episodios de la
iglesia contemporánea de Latinoamérica, sigue con la aclaratoria de monseñor
Oscar Arnulfo Romero y Galdámez. Él también fue asesinado el 24 de marzo de
1980, y tras varias décadas, el papa Francisco aprobó la beatificación del arzobispo
de San Salvador, ceremonia que se cumplió el 23 de mayo de 2015, y luego su
canonización, el 14 de octubre de 2018.
En su aclaratoria sobre la muerte del padre Rutilio, monseñor Romero escribió:
Que los móviles del vil asesinato del párroco de Aguilares no son los mismos que provocan un crimen vulgar. La verdadera causa que motivó su muerte es la intensa labor pastoral de tipo concientizador y profético que el referido párroco desarrollaba en todos los ámbitos de su parroquia. El Padre Grande, sin lastimar y violentar a sus fieles en la práctica de su religión popular, fue formando lentamente una verdadera comunidad de fe, de esperanza y de amor entre ellos; haciendo conciencia de su dignidad de personas, de sus derechos fundamentales propios de todo hombre y también de su promoción humana.
Es decir -agrega san Oscar Romero- el padre Rutilio Grande llevaba una labor de promoción humana integral.
Esta labor eclesial posconciliar ciertamente no es agradable para todos, porque despierta la conciencia de las personas. Es una labor que estorba a muchos; y para terminar con ella, había que liquidar a su promotor. En nuestro caso, al Padre Rutilio Grande”, dice en La praxis del martirio ayer y hoy.
Así lo ve el superior de la compañía
de Jesús
Volvamos a los tiempos actuales. El
padre Arturo Sosa, venezolano y actual superior general de la Compañía de
Jesús, en carta a sus compañeros el 3 de enero de 2022, describe a Rutilio Grande como “un
religioso cercano, abnegado y cariñoso”.
Agrega que fue un jesuita de dimensiones humanas y religiosas insospechadas. “En su debilidad encontró su grandeza. La mayor parte de su vida transcurrió en el silencio y la humildad de quienes se van haciendo paso a paso compañeros de Jesús”, dice Sosa.
La población campesina, de la que él mismo era parte y a la que sirvió con dedicación en su servicio pastoral, halló en él un religioso cercano, abnegado y cariñoso, ordenado presbítero para compartir la vida con la comunidad de los seguidores de Jesús que dan testimonio de la Buena Noticia, dice la carta.
En su carta, Arturo Sosa deja una
frase que resume lo sufrido por el padre Rutilio Grande: “Si bien para el P.
Rutilio, su equipo y sus estrechos colaboradores, comprometidos desde su fe en
la lucha por la justicia del evangelio, estaba muy clara la distinción entre el
trabajo pastoral y la militancia político-partidista, para las minorías que
sintieron amenazado su poder, Rutilio era percibido como un obstáculo a
remover”.
Sosa confirma que en 1945 Rutilio “entró
en el Noviciado en Los Chorros, cerca de Caracas (Venezuela), y pronunció sus
votos como religioso en 1947”.
Una anécdota de su paso por
Venezuela
En el antiguo Noviciado de San José
Pignatelli en Los Chorros, fue donde el venezolano Samuel Petit (fallecido el 11
de marzo de 2011) coincidió en su formación con Rutilio, indicó para Aleteia el
jesuita Alfredo Infante. “El Hermano Petit contaba de Rutilio, que era
una persona muy tímida y devota; conservadora en el sentido religioso”.
“De hecho, cuando Petit se enteró de la vida pública de Rutilio en El Salvador después de su ordenación sacerdotal porque trabajaba con los campesinos y cumplía aquella misión tan importante que le llevó al martirio, se maravillaba de las cosas grandes que hace Dios con las personas”.
Petit decía con jovialidad: “¡Pero si este muchacho es muy
tranquilo y no mata ni una mosca! ¡Pero chico, mira todas las cosas tan grandes
que Dios puede hacer con uno!”, recordó Infante.
“Es decir, Rutilio a lo largo de su
vida fue un hombre de fe y que Dios con su palabra y su espíritu le fue
guiando, y él se dejó guiar hasta llegar a ese momento crucial de entregar su
vida”, asume como una de sus grandes enseñanzas del mártir salvadoreño.
La Iglesia católica en El Salvador
beatificó el sábado 22 de enero a Rutilio Grande García junto al también
sacerdote franciscano Cosme Spessotto, quien murió a consecuencia de disparos
mientras oraba frente al altar de su parroquia. Con ellos suben a los altares los
dos acompañantes de Rutilio: Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus.
La conclusión ante toda esta
experiencia es certera: todos fueron asesinados por odio a la fe y la justicia.
Ahora interceden desde el cielo; y con gran devoción también son recordados
desde Venezuela cómo mártires de la iglesia y del cristianismo.
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