Otty Aristizábal era un sacerdote entregado a la comunidad.
Antes de celebrar aquella misa en el santuario de Betania, estaba atormentado
por una profunda crisis de fe; sin embargo, el milagro eucarístico le devolvió
el entusiasmo por su vocación al sacerdocio
Ramón Antonio
Pérez - Aleteia Venezuela
publicado
el 11/06/21
Los sacerdotes y demás consagrados no dejan de sufrir las mismas
debilidades del laicado. La intensidad del trabajo evangelizador y el
compromiso social en favor de los más desfavorecidos, en no pocas ocasiones les
generan cansancio físico y agotamiento espiritual. Muchas veces son crisis que
le generan el deseo de abandonarlo todo.
Esto experimentaba,
aunque internamente y en silencio, el padre Luis Otty Ossa Aristizábal, antes del
8 de diciembre de 1991. En
esa ocasión le correspondió presidir la misa durante una vigilia con motivo del
día de la Inmaculada Concepción en el santuario de Betania, una zona montañosa entre
Cúa y San Casimiro (Miranda), en Venezuela.
Pudo haber sido la última misa de su vida sacerdotal. Marcharse
de Venezuela donde fue ordenado en 1969 e iniciar un camino hacia lo
desconocido, estaba en sus atormentados pensamientos. Monseñor Pío Bello
Ricardo (1921 - 2003), para el momento obispo de Los Teques, conocedor de la
crisis que experimentaba el sacerdote, le autorizó a tomar un “año sabático”.
Si regresaba a Venezuela, “volverían a hablar” de su situación.
Sin embargo, en la vigilia de aquella noche ocurrió algo extraordinario
mientras presidía la misa: la hostia consagrada comenzó a sangrar al
ser colocada en la patena. Desde entonces el padre Otty Aristizabal
quedó marcado con el milagro eucarístico de Betania, el primero reconocido en
Venezuela y uno de los más impresionantes del mundo.
La
Eucaristía lo rescata de la crisis
Fernando Carreño Larios, músico católico venezolano y
residenciado en Colombia, detalla parte de esta experiencia en las redes
sociales de Paz y Bien Music. Fernando conoció y se hizo amigo de Otty Aristizabal,
celebrante y testigo principal del hecho portentoso.
“Yo había escuchado algo referente a un milagro eucarístico que había
pasado allí”, describe Fernando mediante sonido de voz al ser
contactado por Aleteia para que hablara de este testimonio. Pertenecía al
ministerio de música y, junto a su novia Elizabeth “Nenita” Ferrer (hoy en día
su esposa), con frecuencia visitaban el santuario de Betania.
Allí cantaban en las misas y apoyaban en la evangelización
que el padre Otty Aristizábal que, como rector del santuario, dirigía a los
peregrinos que acudían al lugar donde la iglesia reconoce la cuarta aparición
mariana del mundo: María Virgen y Madre Reconciliadora de Todos los Pueblos,
ocurrida inicialmente el 25 de marzo de 1976.
En una de sus visitas, Fernando conversó con el padre Otty acerca del milagro eucarístico, ocurrido el 8 de diciembre de 1991. El joven músico le preguntó: “¿Padre cómo es eso de un milagro eucarístico que pasó aquí?”. El sacerdote le dice: “¡Claro! Me pasó a mí. Me pasó a mí. Espérame que termine la misa y te hablo de ello. Luego me senté al lado de él, allí mismo en el altar del santuario y me contó”, describe para Aleteia.
“Me dijo que estaba sufriendo una crisis de fe”. Debido a ello, estaba dispuesto a dejar el sacerdocio y marcharse de Venezuela. “Ya había hablado con el Obispo y este le dijo que tomara un año sabático y al regresar volvían a hablar de su situación. Eso se lo dijo el Obispo como para que no se apartara de una vez, porque su crisis era tan fuerte que Otty decía: ¡Ya no quiero más!”, ratifica Carreño Larios.
El milagro de la Hostia Sangrante en Venezuela
El hecho extraordinario del 8 de diciembre de 1991 ha sido
publicado hasta en dos ocasiones en el portal Aleteia: “Esta hostia
eucarística fue filmada sangrando y latiendo como un corazón en llamas” (17/06/19) y “Venezuela: 27 años
del milagro eucarístico en el santuario de Betania” (09/12/18). También ha sido referido en otros trabajos,
pero hasta ahora no se había conocido la situación interna vivida por el
celebrante principal.
Carreño comentó que el padre Otty Aristizábal le dijo que
casi deja caer la Hostia por la impresión de ver cómo brotaba la sangre. “Volvía,
la veía y decía: ¡Esto es increíble!”. Las personas, sorprendidas por el hecho, preguntaban: “¿Padre qué pasó?”.
Algunos llegaron a pensar que se había herido las manos, pero se comprobó que
no fue así.
Esa noche la Hostia fue reservada y al día siguiente cuando
la volvieron a ver, todavía estaba sangrando. Luego, con el tiempo, el Obispo
ordenó que se le hicieran algunos estudios a la Hostia. El sacerdote le dijo al
inquieto músico venezolano: “Era sangre
del miocardio del tipo AB positivo, y el hombre al que pertenece la sangre,
está vivo”.
En una descripción oficial del padre Otty Aristizábal, explica
en detalles lo ocurrido:
“Partí la Hostia en cuatro
partes. Cuando miré el platillo, no podía creer lo que veían mis ojos: Vi
una mancha roja formándose en la Hostia y de ella comenzaba a emanar una
sustancia roja, de modo similar a la manera que sale la sangre por una
perforación. Después de la Misa, tomé la Hostia y la protegí en el
Santuario”.
“Al día siguiente, a las
seis de la mañana, observé la Hostia y encontré que la Sangre era fluida y
luego empezó a secarse. Sin embargo, hasta hoy, todavía luce fresca.
Asombrosamente, la Sangre está solamente por un lado, sin pasar al otro lado a
través de la excesivamente delgada Hostia”.
Los estudios confirmaron que la sangre del sacerdote no
coincidía con la del milagro eucarístico ocurrido en Betania aquel 8 de
diciembre. En cambio, sí provenía del interior de la Hostia y coincidían con la
de otros milagros eucarísticos acaecidos en varias partes del mundo: “Predomina
el tipo de sangre AB positivo y el tejido de un corazón vivo”.
¿Quién
era el padre Otty Aristizábal?
El padre Luis Ossa Otty Aristizábal nació el 2 de agosto de
1932, en Manzanares, Caldas, Colombia. Se graduó de sociólogo y economista en
la Universidad Nacional de Bogotá. Inicialmente ingresó al seminario de los
Padres Sulpicianos de Manizales a los 25 años, donde estudió filosofía y
teología.
En 1967 llegó a Venezuela y vivió con los padres Benedictinos
en la Abadía de San José durante tres años, lapso en el que culminó su
formación teológica en el Seminario Santa Rosa de Lima en Caracas. Luego se
incardina en la Diócesis de Los Teques; y con 37 años de edad fue ordenado
sacerdote en Guarenas, el 4 de octubre de 1969.
Escribió más de 20 libros sobre importantes temas sociales:
la pobreza, las drogas, la juventud, educación, familia y la violencia contra
la mujer, entre otros. Nunca fue catalogado como un “padre de sacristía”,
porque siempre trabajó insertado dentro de las comunidades, posiblemente,
influenciado por sus estudios de sociología y economía.
El padre Otty Aristizábal se jubiló en marzo del año 2014 luego
de permanecer durante 30 años como rector del Santuario de Betania. Falleció el
26 de mayo de 2015, muchos años después que la experiencia personal vivida con
el milagro de la Hostia sangrante, el 8 de diciembre de 1991, le permitió
renovar su opción sacerdotal para siempre.
La enseñanza de esta historia…
Si bien, el milagro es lo más importante de esta historia,
lo que internamente vivía el sacerdote hasta ahora no había sido conocido. Debe
entenderse como una gran enseñanza en medio de la tormenta personal que
atravesaba. No hubo año sabático pero la
vida espiritual y el compromiso sacerdotal del Padre Otty salieron fortalecidos.
Para Fernando Carreño Larios, la enseñanza es válida para la
Iglesia y quienes están fuera de ella. “Cada vez que estemos cansados, como
perdiendo la fe, recurramos a la Eucaristía que es el Cuerpo verdaderamente
vivo que está ahí, presente, para renovar fuerzas y continuar”, apuntó
el destacado músico católico de Venezuela.
Monseñor Pío Bello asignó la custodia del milagro eucarístico a la catedral de Los Teques. Pero en virtud del incremento de número de peregrinos y la insuficiente logística para recibirlos, la otorgó definitivamente a las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús. La Hostia sangrante permanece en la Capilla de Adoración Perpetua en Los Teques.
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