La
emergencia humanitaria impulsa a muchas personas a buscar alternativas para
superar las dificultades en Venezuela. La historia de un pintor de Caracas
refleja esta lucha y el deseo de seguir viviendo…
Dic 07, 2019
David Ochoa
Oropeza, de 75 años de edad, es un ejemplo de tesón y esperanza. Su habilidad
de pintor lo considera un regalo de Dios, y es el paraguas que lo hace cruzar la
tormenta, sin sucumbir. La condición de inmovilidad no es motivo para rendirse.
Todos los días, David se las ingenia para conseguir el pan que sacie su hambre
física, y así tener fuerzas para enfrentarse las vicisitudes de la vida en un
país marcado por la crisis.
El hombre de esta
historia solo cuenta con una pierna. Parte de su extremidad izquierda la perdió
tras sufrir accidentalmente una cortadura que luego se vio afectada por la
diabetes que sufre. “Me la tuvieron que amputar para poder ganarle una primera
batalla a la muerte. Pero doy gracias a Dios que estoy vivo”, dijo al contar
para Aleteia parte de su vida.
Todas las
mañanas, David sale de su residencia ubicada en el sector de San Luis (Cotiza),
al noreste de Caracas, donde vive alquilado. “Tengo que buscar la vida, a estas
alturas no debo rendirme. Dios me ayuda a no rendirme jamás”, argumenta. “La
creación pictórica es el oficio al que me he dedicado en cuerpo y alma desde
los 18 años”, dijo con alegría.
Sentado en su
silla de ruedas se dirige a un costado de la plaza La Candelaria, entre las
esquinas de Alcabala y La Cruz de Caracas. Se ubica frente al edificio
“Doscerodos”, desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Allí, el
encuentro con “la musa de la creatividad y la belleza” es una realidad que luego
se va plasmando en sus obras.
En un porrón de
cemento que sirve como una improvisada mesa, coloca el instrumental de trabajo:
tijeras, cartulina, pintura acrílica y sus pinceles que no son otra cosa que
unos cartones con los cuales moldea las figuras que va estampando, ya sean
litografías, cuadros, tarjetas y carpetas para guardar documentos.
Entre la afición y la necesidad
El pintor David Ochoa Oropeza en foto de Lisandro Casaña. |
Algunas personas
que transitan por el lugar, lo miran con indiferencia; otras observan sigilosas
el trabajo creador de este hombre. Por un largo rato se entrega a la fantasía,
a la imaginación. El hambre, los sufrimientos, el desempleo y la inseguridad
pasan a un plano inexistente. Solo prevalece el artista en su mundo; el hombre
sencillo y creativo; el pensador y el soñador que luego plasma la belleza en
medio de la ciénaga venezolana.
Regresando de su
mundo de sueños y fantasías, toca tierra y confiesa que se dedica a pintar por
hobbie, pero también por necesidad. “La vida en Venezuela está muy costosa, hay
que trabajar muy duro para poder comer. Cada vez que sube el dólar los precios
de los bienes, servicios y la comida se elevan, y la gente vende con mucha
especulación”.
UN TALENTO DE DIOS. Actualmente David
no tiene pareja y sus hijos viven fuera de Caracas. “No se ocupan de mí, por
tanto, me veo en la obligación de salir a la calle para buscar mi propio
sustento, que lo consigo a base de mi condición de pintor que es lo que me
gusta hacer. Un talento que Dios me ha dado y que siempre he practicado”,
indica.
Muy orgulloso de
su trabajo, afirmó: “mis obras son originales, no me copio de nadie para hacer
mis pinturas, simplemente me dejo llevar por la inspiración, lo que el corazón
me dicta”. No obstante, comentó que la técnica pictórica de sus tarjetas y
litografías es de China. Se lo enseñó un artista de esa nación asiática en una
visita que hizo a Venezuela.
También ha dado
talleres de pintar con “cartoncitos”, como los que él utiliza para plasmar su
creatividad en las cartulinas que exhibe con mucha alegría. De hecho, ante la
llegada de la temporada más linda del año como es la navidad, mostró al público
varios modelos de las tarjetas que elabora para que sean adquiridas.
¿La gente le
compra sus obras?, preguntó Aleteia. La respuesta del pintor
urbano tuvo un tinte de esperanza: “Hay días buenos para la venta, como otros que
son muy malos, pero nunca me desanimo, si no, ya estuviera derrotado”. Las
tarjetas de navidad tienen un valor de 20 mil bolívares, y las carpetas para
guardar documentos oscilan entre 20 a 25 mil.
En presencia de
Aleteia, plasmó una litografía que fue culminada en casi cinco minutos donde
evocó la naturaleza llena de mariposas y pajaritos. Finalmente, dijo que como
venezolano aspira “que la crisis socio política se resuelva para que haya
empleo y paz”.
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