Trabajadores de Petróleos de Venezuela recurren a la Iglesia para poder comer


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Ramón Antonio Pérez/Aleteia Venezuela 

Abr 04, 2019

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El señor Ely Martínez, de 58 años acude junto con algunos ex trabajadores de Petróleos de Venezuela (PDVSA) al colegio “San Antonio” que las Hermanas Franciscanas del Corazón de Jesús, regentan en Caracas, a escasos cien metros del Palacio de Miraflores, el centro de poder más emblemático de Venezuela. Junto a ellos comparten también unas 350 personas: niños, mujeres y hombres de todas las edades. Acuden todos los martes y miércoles para recibir una taza de sopa o algún otro plato que con amor, generosidad y sin esperar nada a cambio, les ofrecen las religiosas de esta congregación.
La “olla solidaria” es una iniciativa que surgió de Cáritas Venezuela en febrero de 2017 a través de la Campaña Compartir, como una manera de ayudar a las personas de escasos recursos al brindarles aunque sea una comida para sobrevivir; pero las religiosas ya hacían este trabajo como parte de su carisma hacia los más necesitados.
Desde muy temprano, se observa la presencia de los comensales que de manera muy ordenada hacen fila cerca del centro de enseñanza para recibir el banquete. “En ocasiones, los colectivos e integrantes de los consejos comunales de la zona, impedían que se hiciera esta fila en la calle porque según ellos daba una mala imagen del gobierno”, cuentan los que llevan más tiempo asistiendo a la comida comunitaria.
La mayoría de comensales proviene de diferentes lugares de Caracas después de caminar largos trayectos, sin importar las altas temperaturas propias de este tiempo de cuaresma. 
Recibimos con alegría el alimento que con amor nos ofrecen”, narran.

“Gracias a la Iglesia católica sobrevivimos”

Ely Martínez narró la aguda  situación por la cual atraviesa en estos momentos el sector laboral petrolero al que dijo pertenecer, especialmente los casi 6 mil trabajadores que se mantienen en conflicto con PDVSA Oriente. La empresa más importante de Venezuela se niega a pagarles los pasivos laborales y otros beneficios suscritos en un acta convenio firmada en el año 2002, cuando gobernaba Hugo Chávez Frías.
Detalló que cerca de 500 trabajadores decidieron dejar sus familias en el oriente del país para “mudarse” a la capital de la República, a fin de defender sus derechos contractuales conculcados por “el régimen socialista que no reconoce lo adeudado”.
Con voz resquebrajada y agotado por las interminables diligencias que ha desarrollado en los ocho meses que tiene viviendo en la convulsionada Caracas, reveló que tanto él como sus compañeros duermen en el piso de la Plaza La Moneda, detrás del Banco Central de Venezuela, soportando las bajas temperaturas nocturnas y la inseguridad.
“Durante 20 años dediqué mis mejores esfuerzos a la principal industria que generaba desarrollo económico y social a la población, y que hoy yace destruida por el poder de la bota militar que sólo da pérdidas, miseria y hambre a la población”, reveló a Aleteia.
Comentó con preocupación que uno de sus mayores sufrimientos es la obtención de la comida en la capital venezolana que con rudeza y como en el resto del país, “muestra la cara del hambre por todas partes”. Por ello, Ely agradece profundamente a la Iglesia Católica “por permitirnos cada martes y miércoles probar algo de bocado”.
“Nuestra situación económica se asemeja al resto de la población que vaga por las calles y avenidas en toda la geografía nacional, en búsqueda de alimentos y medicinas para  sobrevivir”, aseguró. Considera que su situación y la de sus compañeros “es consecuencia de la furia de un régimen que lo único que le importa es mantenerse en el poder, en perjuicio de la ciudadanía que una vez lo apoyó y que hoy le da la espalda”.

La alegría del prójimo sufriente

De manera ordenada, grupos de 20 personas van entrando al colegio para saborear el rico manjar cuyo aroma se percibe desde la calle, “desesperando a más de uno”. Ya dentro, en el salón Madre Ysabel, está servida la comida. Las religiosas se abocan a bendecir los alimentos que donan personas solidarias, con la acción social  y empresas privadas, de acuerdo a lo informado a Aleteia, por Itamar Perdomo.
Detalló que los padres y representantes de los alumnos, como los docentes de la institución, ayudan en la logística aportando los insumos (platos, cubiertos, vasos); el lavado de los utensilios de cocina, como también con la atención de las personas que acuden en la búsqueda de un plato de comida. 
Terminado el consumo, los invitados expresan un sonoro: “¡Dios se lo pague, por la deliciosa comida!”, a las religiosas.
La hermana Molly Castillo, integrante de esta congregación de religiosas venezolana fundada por la madre Ysabel Lagrange en 1880, expresó que “vale la pena vivir con alegría siempre”, al referirse a la emoción que emanaban de los rostros de ese prójimo sufriente que padece las consecuencias de la triste y angustiante realidad venezolana.
Castillo reflexiona y describe con el Salmo 94 de la Santa Biblia, la realidad venezolana vinculada a “los malos gobernantes” y que, en su parecer, ilustra la impunidad con que actúa la administración gubernamental actual. 
El texto sagrado dice lo siguiente:
“¡Dios vengador manifiéstate! ¡Imponte tú que juzgas a la tierra, dales su merecido a los soberbios! ¿Hasta cuándo Señor esos malvados triunfarán? Hablan mal, dicen insolencias, se jactan todos esos malhechores. Señor aplastan a tu pueblo, oprimen a tu familia. Asesinan a la viuda y al forastero, masacran a los huérfanos y dicen: el Señor no ve nada, el Señor de Jacob no se enterará. ¡Cuidado más estúpidos que cualquiera! Tontos ¿cuándo van a comprender? El Señor conoce los planes de los hombres y sabe que sólo viento son. Feliz el hombre que corriges Señor, y al que enseñas tu Ley. Le das calma en los días de desgracia mientras cavan la tumba del malvado, pues el Señor no rechaza a su pueblo, ni abandona a los suyos”.


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