Xiomara Vallenilla narra la dura experiencia que vivió con su hija Carla, quien "falleció debido a la falta de medicamentos, insumos y personal calificado en uno de los hospitales más importantes del país", el Domingo Luciani, publica el portal Aleteia
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Xiomara Vallenilla Ortiz es una enfermera y abogada venezolana. Su refugio en Dios, y la lucha social que vive con ahínco, le han impedido que los arañazos sufridos durante los últimos 20 años, le ganen para el desánimo y la desesperanza. El último golpe lo recibió el 6 de octubre de 2018, cuando su hija Carla Vallenilla, de 32 años y madre de dos niñas, falleció como consecuencia de los daños neurológicos por hipoxia cerebral, en el hospital “Domingo Luciani”, un centro de referencia nacional que funciona en Caracas.
La joven mujer sufría de lupus, enfermedad inmunológica que le fue diagnosticada en 2015. Vallenilla Ortiz aseguró que en agosto de 2018, su hija se complicó con neumonía; se sumó la falta de medicamentos, personal especializado y equipos técnicos, que posteriormente le produjeron su muerte.
“El hospital carecía de medicamentos y los quipos necesarios”, dijo Xiomara en una asamblea de Voluntarios X Venezuela a la que se incorporó para trabajar por la ayuda humanitaria que llegaría el 23 de febrero, y que estaría destinada a más de 300.000 pacientes crónicos en situación vulnerable.
“Mi hija falleció hace cuatro meses en el hospital Domingo Luciani. Eso me partió el alma porque después que, como trabajadora de la salud, ayudé a salvar muchas vidas durante 25 años de servicio, la vida de mi hija fue imposible de salvar”, ratificó en conversación con Aleteia.
Contó que la odisea de su hija Carla comenzó, prácticamente, desde el mismo momento en que fue diagnosticada, recibiendo tratamiento con esteroides a los cuales era alérgica. Presentó reacciones adversas que fueron tratadas a su vez con quimioterapia y siguiendo un control con diferentes médicos.
La enfermera inició una campaña en las redes sociales para poder comprar Solumedrol, un fármaco escaso y muy costoso en Venezuela. “Este medicamento la aísla de la realidad por la reacción alérgica que sufre y al no poder encontrar las quimioterapias necesarias para combatirla”, afirmó.
Luego comenzaron a suministrarle Plaquinol, que la misma Xiomara le enviaba desde el extranjero. En 2018 tenía una buena reserva de este tratamiento pero su hija Carla se mostró solidaria con otros pacientes a quienes se les hacía imposible conseguirlos. “Contando con una reserva mínima, mi hija sufrió una infección respiratoria que obligó a su hospitalización en el Domingo Luciani”, señaló la profesional de enfermería.
RAP: ¿Xiomara por qué salió usted de Venezuela?
“Desde el año 2011, ante el desmejoramiento de las condiciones laborales y sanitarias del sector público de la salud, participé en varias protestas junto a mis compañeros del Domingo Luciani y otros centros de Venezuela. Para entonces ya percibíamos el deterioro en los hospitales y creíamos que una manera de exigirle al Gobierno que les prestara atención era protestando. Además, nuestro salario era y sigue siendo de los más bajos. Yo como profesional de la salud me sentía orgullosa de este hospital que es Tipo IV y junto a varios compañeros dimos la vida por este centro. Me siento lucianista”.
RAP: ¿Realizaron acciones concretas durante esas protestas?
“Sí. En abril de 2011, participamos en una huelga de hambre frente a la embajada de Brasil para llamar la atención acerca de nuestras exigencias; se entregaron documentos en varios organismos y se realizaron varias ruedas de prensa para denunciar la situación. Para ese momento la ministra de salud era Eugenia Sader. Simultáneamente en todo el país se sumaron los colegas de otros estados a la huelga de hambre. En mi caso, hice huelga de sangre, es decir, realicé la extracción de mi propia sangre para mostrar que estábamos dispuestos a ir más allá de la simple protesta. En esa ocasión sufrí una descompensación y tuve que ser retirada de la protesta y hospitalizada”.
“Estas acciones me afianzaron la buena relación con mis compañeros de trabajo, pero también me llevó a ser mal vista por las autoridades sanitarias. Creamos una asociación civil para proveer de alimentos a mis compañeros pero debido a la crisis la idea no fructificó. Además, lo que recibía de salario ya no me alcanzaba para nada y me obligó a salir del país en 2016. Primero viví en Suiza y luego en España, desde donde ayudaba a mis hijas y nietas. Regresé en agosto de 2018. Quise venir a buscar a mi hija Carla y a mis nietas para llevarlas a España porque conseguí una ayuda humanitaria de un organismo internacional para poder salvarla. Sin embargo, mientras llegaba a Venezuela, Carla había sido internada en el Domingo Luciani”.
RAP: ¿Qué sensación le dio regresar a su lugar de trabajo y ver que su hija era atendida en medio de condiciones tan críticas?
“Sentí mucho dolor e impotencia. Yo, como profesional de la salud, me sentía orgullosa de este hospital que es Tipo IV, es decir, uno de los que se supone está entre los más excelentes del país. Ahora lo encuentro en el piso y me consigo que no hay personal porque todos han emigrado. Además, el régimen de Nicolás Maduro incorporó a los MIC (Médicos Integrales Comunitarios), personas que ni siquiera saben manejar un parámetro de ventilación mecánica; que no están preparados ni formados para atender casos de salud”.
“Mi hija Carla presentó un paro respiratorio y ni siquiera sabían practicarle un RCP (Reanimación Cardio Pulmonar). Sin embargo, debido a que yo estaba allí pude hacerlo. Nadie la quería entubar hasta que hizo un daño neurológico por una hipoxia cerebral. Pasó a reanimación, un servicio donde faltan médicos, insumos, equipos y donde mueren muchas personas porque en ese lugar donde se trabaja con las uñas. Luego fue reingresada a terapia intensiva donde le quitaron todas las indicaciones y los cuidados. Entonces comenzó a desmejorarse nuevamente. Allí estuvo hasta el 6 de octubre cuando muere”.
RAP: ¿Usted hizo la denuncia? ¿Qué hará ahora cuando su hija puede considerarse una víctima más de esta crisis humanitaria?
“Sí. Presenté la denuncia ante el director del hospital. Pero con la situación de mi hija vi muchas cosas que me reservo de comentar públicamente para exponerlas ante instancias de los derechos humanos. Son cosas que no debieron pasar. ¿Cómo es posible que en el caso de mi hija haya tenido que comprar sangre para reponerle la hemoglobina que le llegó a 6 y no se conseguía en el Banco de Sangre del hospital? ¿Cómo es posible que haya recorrido varios bancos de sangre para conseguirla? ¿Por qué una bolsa de sangre cuesta 50 dólares? ¿Cómo hacen las personas que no tienen dinero para comprar medicamentos a precios internacionales?”.
“Por supuesto que decidí quedarme a luchar por mi país, para ser voluntaria y llegar a todos los ciudadanos que nos necesitan en esta emergencia humanitaria. En Venezuela hay muchos pacientes con altos niveles de desnutrición, con tensión alta y diabetes; que han sufrido accidente cerebro vascular, incapacitados en sus viviendas. Pacientes que no tienen pañales desechables y se están muriendo de mengua sin medicamentos y sin insumos porque en Venezuela no hay nada. Realmente, ver morir en la emergencia a muchos pacientes por falta de medicamentos es muy duro”.
Como cierre de esta entrevista, Xiomara Vallenilla Ortiz comentó que ella es, además, sobreviviente de la tragedia ocurrida en el estado Vargas, en diciembre de 1999. Está convencida que “con la fe puesta en Dios todopoderoso y con el esfuerzo personal, los malos momentos se van superando”.
“¡Bendito sea Dios!”, dijimos tras escuchar su historia y cerrar esta conversación con Aleteia.
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