Macky Arenas, en nombre de los 26 premiados por la Conferencia Episcopal Venezolana, expresó que el periodismo “es un apostolado”
Oct 20, 2017
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“Si bien es cierto que comunicar es un oficio es también un don. Un don que debe ser cultivado, prodigado y compartido con humildad, respeto y apego a los valores que inspiran nuestra profesión. Valores que, al fin y al cabo, es su defensa la que confiere sentido a nuestro paso por este mundo”.
Estas palabras fueron pronunciadas por la periodista venezolana y colaboradora de Aleteia, Macky Arenas, la noche del 18 de octubre durante la gala del Premio Monseñor Pellín, cuya XV edición fue entregada por representantes de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Macky Arenas durante su intervención en el Premio Monseñor Pellín. Foto: Marco Antonio Pérez Jiménez |
Arenas recibió por segunda ocasión la estatuilla del “Pellín”, siendo distinguida en esta ocasión como Personaje de Televisión del Año, lo cual le valió el honor de dirigir un mensaje en nombre de los demás periodistas premiados.
Su mensaje fue coincidente con el lema: “Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos” que marcó al premio después del receso de doce años. En esta ocasión, además, se estableció una mención especial dedicada al Papa Francisco, para honrar a quienes contribuyeron a mostrar al Santo Padre de una manera positiva.
El periodismo no es divismo
Los ganadores del Premio MOnseñor Pellín 2017 posando en familia. Foto: Marco Antonio Pérez Jiménez |
“El premio Monseñor Jesús María Pellín no es sólo una distinción, sino que, al evocar a ese gran valor del periodismo y de la Iglesia, nos invita también a emular sus virtudes”, expresó Macky Arenas, responsable del portal Reporte Católico Laico.
Dijo que este venezolano nacido en Caracas el 22 de octubre de 1892, y que llegó a ser director del diario La Religión, el decano de la prensa nacional, “tenía una clara conciencia de que el periodismo es modelaje, lo cual implica una forma de liderazgo y, por lo tanto, un compromiso muy serio, alejado del divismo y la superficialidad”.
Macky Arenas estimó que el periodismo, “al mismo tiempo que es una profesión es, también, una vocación pero quizá, ante todo, un apostolado. Tiene algo de religioso en el sentido más amplio de la palabra, pues requiere de entrega y capacidad de sacrificio”.
Amparada en palabras del periodista y escritor polaco Richard Kapucinsky (1932-2007), pronunció que quien ejerce esta profesión “Debe ser, primero que nada, buena persona…las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
Cerró expresando su admiración y respeto por sus colegas periodistas, “no solo por su coraje y persistencia en este combate duro, pero hermoso, sino porque, comunicando buenas o malas nuevas, poseen una cualidad que se empina por sobre todas las tentaciones en contrario: son, sobre todo, buenas personas”.
Premian la lucha contra el hambre
Ramón Antonio Pérez recibe el Premio Monseñor Pellín 2017. Foto: CEV. |
Otro de los premiados fue Ramón Antonio Pérez, también colaborador de Aleteia y director del blog El Guardián Católico.
Se le reconoció con el Trabajo Periodístico Pastoral del Año, debido al reportaje: “Venezuela: ¿Un sacerdote multiplica los panes en plena crisis?”, publicado en este portal y referente a las “Ollas solidarias” que realizan diariamente en la Iglesia “San Francisco de Asís” de El Tocuyo, estado Lara, al occidente de Venezuela.
“Tuve la oportunidad de compartir con colegas periodistas, hermanos en la fe e integrantes de movimientos de apostolado, así como con algunos de los obispos y sacerdotes que asistieron a estas premiaciones”; refirió en su perfil de Facebook.
Por su parte, el cardenal Baltazar Porras Cardozo, durante una de las entrevistas previas a la entrega, manifestó que “con la XV edición del Premio Monseñor Pellín, queremos reconocer y estimular las manifestaciones de alta calidad artística, de contenido ético y de valores cristianos, difundidos a través de los medios de comunicación social”.
A continuación, el discurso completo de Macky Arel Premio Monseñor Pellín:
Lo
primero que debemos celebrar –y no sólo por el honor que hemos recibido esta
noche- es el regreso del Premio que coloquialmente llamamos en nuestro medio
“El Pellín” sino también porque, el que siempre ha sido considerado el galardón
más prestigioso, vuelve para reconocer nuestro trabajo en momentos muy
difíciles para el ejercicio del oficio de comunicador. Este premio,
insospechable de ser influenciado por preferencias de ningún tipo ni
compromisos políticos o ideológicos, se otorga al ejercicio responsable de
comunicar.
Si
bien es cierto que comunicar es un oficio es también un don. Un don que debe
ser cultivado, prodigado y compartido con humildad, respeto y apego a los
valores que inspiran nuestra profesión. Valores que, al fin y al cabo, es su
defensa la que confiere sentido a nuestro paso por este mundo.
Para
ninguno de nosotros es ajeno el reto que día a día tenemos que enfrentar para
llevar adelante esta tarea. Hay riesgos que acechan desde el pantanoso terreno
de leyes y normativas difusas pero drásticas, hasta las presiones de todo orden
que buscan desmoralizar a quienes no nos está permitido, no obstante,
claudicar.
No
faltan, por supuesto, las incomprensiones acicateadas por la comprensible
frustración de quienes quisieran ver gladiadores donde sólo hay profesionales
empeñados en persistir y servir a la verdad. En un esquema de libertades, la
relación con el poder es más fluida aunque nunca está cómodo con nosotros.
Constreñidos por la ausencia del Estado de Derecho y las más elementales garantías,
debemos apelar a la inteligencia y la habilidad para no ceder nuestro derecho a
comunicar, tal y como lo hicieron quienes nos precedieron. Ellos lograron, con
prudencia, discernimiento y cabeza fría, traspasar las barreras del silencio a
lo largo de gobiernos de fuerza y llegaron a ver la aurora de la libertad, con
su prensa intacta, para servir a la democracia por más de 40 años. Esa misma
democracia que inoculó una cultura refractaria a la sujeción y que es la que
hoy viene resistiendo sin rendirse.
El
premio “Monseñor Jesús María Pellín” no es sólo una distinción, sino que, al
evocar a ese gran valor del periodismo y de la Iglesia, nos invita también a
emular sus virtudes. Él tenía una clara conciencia de que el periodismo es
modelaje, lo cual implica una forma de liderazgo y, por lo tanto, un compromiso
muy serio, alejado del divismo y la superficialidad.
Y
es que el periodismo, al mismo tiempo que es una profesión es, también, una
vocación pero quizá, ante todo, un apostolado. Tiene algo de religioso en el
sentido más amplio de la palabra, pues
requiere de entrega y capacidad de sacrificio. No en balde, ese gran periodista
y escritor polaco que fue Richard Kapucinsky – muchos lo consideran el mejor
cronista del siglo XX- ofreció una de las más simples pero acabadas
definiciones del buen periodista: "Debe ser, primero que nada, buena
persona…las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Y sostenía otra
cosa que tiene mucho sentido en este mundo que se nos ha vuelto tan
mercantilista, donde dinero y poder parecen conspirar para acabar hasta con las
buenas noticias: Remataba Kapucinski, “cuando se descubrió que la información
era un negocio, la verdad dejó de ser importante”.
La
inclinación y el fervor de la Iglesia por la comunicación está en su genética.
El mandato es propagar la buena nueva y eso ha venido haciendo rigurosamente
desde su fundación. Jesucristo, el gran comunicador, dejó huella indeleble con
sus “Bienaventuranzas”, tal vez el más breve discurso de la historia, el famoso
Sermón en el Monte en la orilla noroeste del Mar de Galilea, en Israel. Apenas
ocho bienaventuranzas centradas en la humildad y el amor al prójimo para ser
bienaventurado, frente a la imposición y la fuerza. Hace más de dos mil años se
probó que ni la estridencia ni la extensión de un discurso garantizan calidad
ni contundencia en el contenido. Si sacamos la cuenta, cada bienaventuranza
cabe en 140 caracteres.
Comunicar
–y ahora más que nunca con el desarrollo de las redes sociales- tiende a prescindir de lo superfluo. Pero de nosotros,
profesionales de la comunicación, depende lo que se preserve como sustantivo.
Antonio Cova, nuestro querido y recordado profesor en esta universidad,
insistía en algo que jamás olvidaremos: “A preguntas pertinentes, respuestas relevantes”.
El
Papa Francisco puntualizó ante los periodistas que lo acompañaron en el vuelo
que lo llevó a Sri Lanka y Filipinas: “Cada persona no solo tiene la libertad,
sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común”. Y es que,
si las tareas que realizamos no sirven para mejorar nuestro entorno, la
pregunta pertinente es: en función de qué trabajamos, entonces? Creo que todos
tenemos muy clara la respuesta relevante: nuestro deber es servir a la Verdad.
Quiero
agradecer por partida doble esta noche: al jurado, el estímulo que recibir este
premio significa en medio de tanta incertidumbre y no pocos desengaños. Sabemos
que hay inescrupulosos que embarran el periodismo con patrañas, con
manipulación y mentira, con cálculo, con alma planfletaria y espíritu de
pasquín. No conocen límites y una pizca de poder puede embriagarlos hasta el
punto de creerse dueños sin coto del tiempo y las frecuencias. Como todo el
mundo, pasamos momentos de decaimiento y frustración pero, ya conocen el mandato,
el show debe continuar, hay que levantar los corazones y seguir, así que estos
reconocimientos nos renuevan en la esperanza y el compromiso.
Me
permito aprovechar la ocasión para agradecer, igualmente, a nuestros obispos,
por su valentía en la denuncia, por su orientación y por inspirarnos siempre a
trascender por encima de miserias y mezquindades. El país los siente tan
venezolanos, dolientes y sufrientes como cualquiera y ese acompañamiento,
inteligente y solidario, es digno de las jornadas más gloriosas que la Iglesia
venezolana ha cumplido al lado de este pueblo desde que aquél aguerrido
barinés, al servicio de Dios y de la Independencia, al que contamos entre los
próceres de la emancipación, Mons Ramón Ignacio Méndez, firmó el Acta de
Independencia fechada el 5 de julio de 1811 en representación del pueblo de
Guasdualito.
Agradezco,
igualmente, el honor de haber podido dirigir estas palabras en nombre de estos
compañeros a los que admiro y respeto, no solo por su coraje y persistencia en
este combate duro, pero hermoso, sino porque, comunicando buenas o malas
nuevas, poseen una cualidad que se empina por sobre todas las tentaciones en
contrario: son, sobre todo, buenas personas.
Muchas gracias!
Con lo más rico de la música tradicional venezolana, arrancó el evento, cuyo "opening", estuvo a cargo de la agrupación artística Danzas Baile y Estilo, indicó la Conferencia Episcopal. |
El cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, en nombre del Episcopado venezolano, tuvo unas palabras para motivar el trabajo de los periodistas, especialmente en estos tiempos de la Venezuela actual. |
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