Cómo aprovechar este año de conversión personal, de
perdón y recibir las gracias del Jubileo
Hoy fiesta
de la Inmaculada el papa Francisco abre la Puerta Santa y con ella queda
inaugurado el Año Santo especial de la Misericordia, que durará hasta la
próxima fiesta de Cristo Rey en noviembre del año próximo.
¿Cómo
podremos aprovechar las gracias que Dios concede a través de la Iglesia en este
Año Santo especial?
El papa
Francisco, cuando convocó el Jubileo en su bula “Misericordiae Vultus” (MV) (El rostro de la
Misericordia), ha querido que este año fuera dedicado íntegramente a la Misericordia que Dios Padre, junto con
el Hijo y el Espíritu Santo, manifiesta
al hombre, a todos los hombres, creyentes o no. Todos los hombres han de tener
la oportunidad de conocer, en este Jubileo, la Misericordia de Dios, de un Dios
que perdona, que ama y que se desvive por sus hijos. Eso dependerá de nuestro
apostolado.
En este Año
Santo el Papa pide que nos arrepintamos de nuestros pecados para
poder gozar de la ternura de Dios Padre y de su gracia mediante la misericordia
que derrama sobre todos y
cada uno de los hombres. La Iglesia, Esposa de Cristo, dispensa estas gracias
mediante el sacramento de la reconciliación o penitencia, que será el punto
álgido de nuestra conversión interior.
Pero si Dios
lo perdona todo ¿dónde está la justicia divina? Si
Dios es amor, como dice San Juan (I Jn, 4, 8), si
Dios es como el padre del Hijo Pródigo que espera el arrepentimiento de su
hijo para hacerle una gran fiesta y perdonarlo, el
amor y la misericordia están por encima de la justicia, como ya dijo el papa san Juan Pablo
II, en su encíclica sobre la misericordia (Dives
in Misericordia, n. 4).
Y nos
preguntamos, ¿cómo podemos ver la Misericordia de Dios Padre? El Evangelio
afirma, y repite el Papa, que Jesús es el “rostro de la misericordia
del Padre” (MV,
n. 1). Tan grande es la Misericordia de Dios, que nunca se agota, pues siempre
está dispuesto a recibir nuestro arrepentimiento, siempre dispuesto a perdonar. Encontraremos
la Misericordia de Dios Padre yendo al encuentro con Jesús.
El Año Santo
nos pide que cambiemos de vida, que nos reconciliemos con Dios. ¿Cómo? En primer
lugar confesándonos, arrepintiéndonos de nuestros pecados, cumplir la
penitencia e ir a comulgar, rezando por el Papa y peregrinando
y atravesando la Puerta Santa abierta en nuestras catedrales. Iremos al
sacramento de la reconciliación o confesión como el Hijo Pródigo fue a su
padre, pidiéndole: “Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti. No merezco tu perdón…” (Lc, 15, 18-19), y el Padre celebrará
una gran fiesta en el cielo, pues en el cielo es más fiesta “para un pecador que se
arrepienta que por 99 justos que hagan penitencia” (Mt 18. 12-13).
Por otra
parte, como en todos los Jubileos, peregrinaremos hacia la Puerta Santa para
ganar las indulgencias plenarias o gracias especiales que concede la Iglesia en
el Jubileo, así como realizarvisitas
a los pobres, a los enfermos, a los deprimidos, a los presos.
Estas indulgencias las aplicamos para que se nos perdonen las secuelas de
nuestros pecados y para ayudar a las almas del purgatorio, tan deseosas de
nuestras oraciones. También podremos mejorar la convivencia con quienes están y
conviven con nosotros, en la familia y en el lugar de trabajo, acompañar a los
abuelos para que no se sientan solo, en fin, hacer la vida más agradable a los
demás y construyendo a nuestro alrededor un remanso de paz y alegría. También
viviremos el Año Santo con limosnas a los más necesitados. En
definitiva es vivir las obras de misericordia, acompañadas por un espíritu de
penitencia y de ayuno, especialmente
en Cuaresma y Semana Santa.
Los
sacerdotes ordinarios pueden absolver los pecados del aborto, y habrá también “misioneros
de la misericordia”, enviados
por el Papa a todas las diócesis para perdonar los pecados más gordos, más
ignominiosos, como matar por ganar más dinero, las mafias criminales y la
corrupción, especificado por el Papa en la bula mencionada.
Si buscamos
la Misericordia de Dios, la encontraremos, y con ella encontraremos a la Virgen
María, Madre de la Misericordia. El papa Francisco ha dicho que Dios, lleno de
Misericordia, nos espera en este año Santo para que podamos abrazarle, como el
Hijo Pródigo a su padre, y hallaremos la ternura de Dios que nos saldrá en el
camino, nos abrazará y nos dará su gozo y su paz.
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