Miles
de personas se dieron cita en la Plaza de la Revolución, en La Habana deseosos
de escuchar las palabras del Sucesor de Pedro, del Papa Francisco en lo que es
uno de los actos más importantes de su visita a la Isla.
En
la Plaza de la Revolución, en la misma que rinde homenaje a la revolución
cubana, el Papa Francisco quiso hablarles de otra revolución, la del servicio,
mostrando que “el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne,
siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción.
Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que
se sirve a las personas”.
La
homilía del Papa Francisco estuvo centrada en el Evangelio del domingo en el
que los discípulos discuten sobre quien es el más importante. “¿Quién es el más
importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas
etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a esta pregunta,
está grabada en el corazón”, comenzó el Papa Francisco, que añadió: “La
historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de como se responde a
esta pregunta”.
Para
contestar a esta pregunta, el Papa Francisco ofrece la lógica y el estilo de
Jesús “logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando
«las respuestas esperadas» o lo aparentemente establecido”.
En
su respuesta es simple: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás,
no que se sirva de los demás”, añadió el Papa, que mostró cómo Jesús “les
trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en
el compromiso concreto con el prójimo, es decir, sirviendo”.
Ahí
es donde radica la verdadera revolución, la que el Papa Francisco ha querido
traer a Cuba, la del Evangelio de hoy: el servicio. Papa Francisco poco a poco
fue explicando en que consiste este servicio: “Servir significa, en gran parte,
cuidar la fragilidad. Cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra
sociedad, de nuestro pueblo”.
“Ser
cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de
sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos”, añadió el obispo de
Roma: “el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes,
deseos de omnipotencia ante la mirada concreta a los más frágiles”.
Ante
este servicio, el Papa alertó de las tentaciones del «servicio que se sirve»:
“Jesús nos dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor
de todos». No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos
cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada
transformadora a la que nos invita Jesús”.
Finalizó
su homilía hablado del pueblo de Cuba: “un pueblo que tiene heridas, como todo
pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza,
porque su vocación es de grandeza” y les hizo una invitación: “quiero
invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus
hermanos”.
“No
los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se
desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos
testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas
partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii gaudium, 276.278)”, concluyó
el Papa, con una frase lapidaria: “Quien no vive para servir, no sirve para
vivir”.
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