El
Santo Padre animó a "continuar avanzando por este camino y a desarrollar todas
sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a prestar
a favor de la paz"
Ramón Antonio Pérez /
@GuardianCatolic
“El
mundo necesita reconciliación, en esta atmósfera de III Guerra Mundial por
etapas que estamos viviendo por etapas”, dijo el Papa Francisco, al presidente Raúl
Castro, momento en que también pidió a los gobernantes de Estados Unidos y Cuba
sigan avanzando en el proceso de normalización de relaciones, restablecidas el
pasado 20 de julio tras el acercamiento iniciado en 2014 gracias a su mediación.
“Desde
hace varios meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena
de esperanza: el proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos,
tras años de distanciamiento”, expresó en su corta intervención.
Indicó
que geográficamente, “Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos,
con un valor extraordinario como “llave” entre el norte y el sur, entre el este
y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los
pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí”.
A
continuación el mensaje completo del Papa Francisco
Distinguidas
Autoridades,
Hermanos
en el Episcopado,
Señoras
y señores:
Muchas
gracias, Señor Presidente, por su acogida y sus atentas palabras de bienvenida
en nombre del Gobierno y de todo el pueblo cubano. Mi saludo se dirige también
a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático que han tenido la
amabilidad de hacerse presentes en este acto.
Al
Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, a Monseñor Dionisio
Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la
Conferencia Episcopal, a los demás Obispos y a todo el pueblo cubano, les
agradezco su fraterno recibimiento.
Gracias
a todos los que se han esmerado para preparar esta visita pastoral. Quisiera
pedirle a Usted, Señor Presidente, que transmita mis sentimientos de especial
consideración y respeto a su hermano Fidel. A su vez, quisiera que mi saludo
llegase especialmente a todas aquellas personas que, por diversos motivos, no
podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el mundo.
Este
año 2015 se celebra el 80º aniversario del establecimiento de relaciones
diplomáticas entre la República de Cuba y la Santa Sede. La Providencia me
permite llegar hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles del
camino abierto por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a esta
Isla mis dos predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su
recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba. Hoy
renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga
acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus
preocupaciones, con libertad y con los medios y espacios necesarios para llevar
el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad.
Este
viaje apostólico coincide además con el I Centenario de la declaración de la
Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron
los veteranos de Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y
patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba
como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la historia
del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la dignidad de las
personas en las situaciones más difíciles y abanderando la promoción de todo
aquello que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es testimonio
visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano. En estos
días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y peregrino, para pedirle a
nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que
transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación.
Geográficamente,
Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor
extraordinario como “llave” entre el norte y el sur, entre el este y el oeste.
Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se
reúnan en amistad, como soñó José Martí, “por sobre la lengua de los istmos y
la barrera de los mares” (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de
América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Ese mismo fue el deseo de
san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a “que Cuba se abra con todas sus
magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba” (Discurso en
la ceremonia de llegada, 21-1-1998, 5).
Desde
hace varios meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena
de esperanza: el proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos,
tras años de distanciamiento. Es un signo de la victoria de la cultura del
encuentro, del diálogo, del «sistema del acrecentamiento universal… por sobre
el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos» (José Martí, ibíd.).
Animo
a los responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a
desarrollar todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están
llamados a prestar a favor de la paz y el bienestar de sus pueblos, de toda
América, y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero. (El mundo
necesita reconciliación, en esta atmósfera de III Guerra Mundial por etapas que
estamos viviendo, agregó Francisco).
Pongo
estos días bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los
beatos Olallo Valdés y José López Piteira y del venerable Félix Varela, gran
propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, para que
aumenten nuestros lazos de paz, solidaridad y respeto mutuo.
Nuevamente,
muchas gracias, Señor Presidente.
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