A las puertas del periodismo, ¿opositor o chavista?

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¿Son todos los periodistas gente tarifada que escriben a favor de quien mejor les paga? ¿A cuántos periodistas doblegará el gobierno revolucionario de Venezuela? ¿A cuántos comprará la oposición?
Ramón Antonio Pérez

Caracas, 27 de junio de 2009. En Venezuela hoy es el Día del Periodista. Durante la mañana me encontraba en mi nuevo empleo en la gerencia de relaciones públicas y mercadeo de un famoso Centro Comercial en Guarenas; y más tarde en mi casa con mis dos hijos, mi esposa y mi perro. Reconozco que no fui a la marcha convocada por el Colegio Nacional de Periodistas porque esta vez las consignas no me emocionaron, y la cosa al parecer, se la “gozaron” de lo lindo, como siempre, los dirigentes políticos de ambos lados. Una marcha era de chavistas y la otra de opositores.
Creo que los festejos de nuestro “Día” han partido al gremio en bandos similares como se ha intentado partir el país. Nuestra profesión al igual que todo en Venezuela esta encallejonada: te marcan como “Periodista Chavista”, o te preguntan si eres “Periodista Opositor”. No obstante, en este día también recuerdo aquellos principios con los que me emocioné, cuando hace poco menos de cinco años defendía mi Trabajo de Grado para optar al titulo de licenciado en Comunicación Social.
¡Ná guará!
Si señor. Fue el 29 de marzo de 2005, a las 3:00 de la tarde, en la Universidad Católica Santa Rosa, de Caracas, mejor dicho, en el antiquísimo Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima, en el sector de Sabana del Blanco – La Pastora. Mejor recuerdo de esas instalaciones históricas la tienen quienes allí se han formado como sacerdotes católicos.
Les cuento que en mi espíritu estuvo el deseo de cumplir con ese requisito para presentarme orgullosamente ante la colectividad y ser llamado: “Periodista”. Al poco tiempo reconozco que a esa condición única no se circunscribe la superación de la defensa de un trabajo final de la carrera, y sí, al correcto ejercicio que más adelante se haga de la profesión.
Ciertamente, sólo el tiempo dirá si este redactor se convertirá en un periodista más de los tantos que tienen su título guindando en un rincón de la casa, tirado en el tiesto de la basura o que simplemente se fueron por otras vías y nunca ejercieron su profesión para convertirse en uno más del montón. También pudiera ocurrir que destaque por el fiel cumplimiento de los sanos conceptos teóricos y los fundamentos éticos aprendidos en la Universidad.
Contrario a lo anterior, destacaría por las contradicciones entre palabra y vida tal cual ocurre con algunos personajes que hoy ostentan el poder en Venezuela y que en otros tiempos eran banderas del periodismo. Colegas que años ha recalcaban sus denuncias en su etapa de fulgor periodístico, defendiendo con denuedo y en toda circunstancia los derechos humanos, especialmente de los más desvalidos así como los ataques a su profesión. Pero, ahora convertidos en políticos retóricos no quieren quitarse el calificativo de periodistas, y en nombre de esta profesión pontifican cual santurrones de una nueva religión política denominada chavismo.
Ellos como nadie aprovechan la palabra, para convertir a la profesión en un arma letal que secunda y justifica los peores desafueros que gobierno alguno haya realizado en Venezuela.
De este circo del periodismo revolucionario se pudiera nombrar a Desiree Santos Amaral, William Lara, Andrés Izarra y otros; sin embargo, donde más se evidencia la distorsión es en el ex Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela: José Vicente Rangel. Es el ejemplo más claro por el cual muchos jóvenes en la actualidad, seguramente, no quisieran ser periodistas. Él, “segundo” de Chávez, en otros tiempos con sus valientes denuncias produjo el castigo de uno de los presidentes más corruptos del país: Carlos Andrés Pérez. Pero cuando estuvo en el poder, presionó a los dueños de los medios de comunicación para defenestrar a los colegas que no le fueron afectos a cambio de publicidad, silencio y distorsión de las cosas que ocurren en Venezuela. Encima de ello, con su cara muy lavada se valió del cargo para darle sentido al concepto de autocensura con el cual el Gobierno quiere ocultar sus desaprobadas actuaciones.
Los principios no deberían tener antes ni después.
Ojo. Y no es que sean unos santos de mi devoción, pero contrarios a JVR se encuentran los casos de Patricia y Rafael Poleo, Napoleón Bravo, Ybeyise Pacheco, Marta Colomina... y muchos más…, por solo mencionar a los más conocidos, quienes por ser consecuentes con los principios del periodismo, ahora están colocados en la lista de perseguidos por el régimen al cual todavía sirve el colega de José Vicente Hoy.
También están los casos de otros periodistas en quienes se han cumplido las amenazas de cárcel y muerte, mientras otros también están a punto de ingresar a los calabozos o a las tumbas, por informar asuntos que a muy pocos no les conviene se conozcan. Otros con más suerte, fuimos despedidos de la Administración Pública por no compartir la citada religión del chavismo. Así de simple.
En este contexto se encuentra otro aspecto que también llama a la reflexión. Para algunos son de mayor peso que lo mencionado anteriormente, porque implica el deseo de recuperar con dignidad, el tiempo y dinero invertido en la formación universitaria para hacerse de una profesión con la cual se supone mejorará la calidad de vida de los aspirantes a periodistas. Pero una fuente de trabajo no requiere fidelidad más allá de lo social y profesionalmente exigible.
Por tanto, es de preguntarse: ¿La carencia de un trabajo conducirá a doblegar los principios aprendidos en la Familia y reforzados en la Universidad? ¿Son todos los periodistas gente tarifada que escriben a favor de quien mejor les paga? ¿A cuántos periodistas doblegará el gobierno revolucionario de Venezuela? ¿A cuántos comprará la oposición?
La realidad del país está plagada de ejemplos atroces de los desafueros cometidos por el Gobierno en contra de los Comunicadores Sociales, no sólo en las oficinas y medios de comunicación públicos, sino también alargando sus manos y tentáculos hasta los medios privados. A quien se le descubra contrario al régimen o que haya firmado solicitando revocar al Presidente, se le ataca y arremete con saña. Es una realidad.
De igual manera, algunos medios de comunicación privados no retribuyen con un pago justo a sus periodistas, y hasta desconocen la condición gremialista del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y del CNP. ¡Ahhhh….! El sentido del comercio informativo priva más que la justicia social o laboral. En este sector también hay muchas cosas por decir: periodistas despedidos, contratos colectivos sin cumplirse, salarios miserables y un largo etcétera, tan parecido al del cuestionado chavismo.
En ese sentido, este redactor asume que la praxis de la profesión periodística es también un ejercicio de valentía, honestidad, mucho coraje y cierta “peladera de bolas” para quienes no tuvieron la fortuna de nacer en cuna de oro o bajo el abrigo de un nombre famoso. El periodista venezolano está llamado a reforzar los derechos que intentan ser suprimidos tanto por un gobierno que elegido democráticamente se torna cada vez más perverso, como por unas Empresas Informativas de sólo buscan el interés económico y conducir el control del poder.
La moral revolucionaria y la moral capitalista tratan de torcer legalmente principios en los cuales sus prohombres actúan de manera contraria. Un hecho noticioso equivale a cinco cuñas publicitarias o igual cantidad de propagandas del gobierno. Decoro, reputación, honor e intromisión a la vida privada, pudieran ser los puntos de justificación para llevar a muchos periodistas venezolanos a la cárcel en un futuro no muy lejano.
Allí están las amenazas de modificar todas las leyes vinculadas con el derecho de informar y a estar bien informado, especialmente la Constitución y la Ley del Ejercicio del Periodista.
Ya estimaba que después de la defensa del Trabajo de Grado que me graduó de “periodista”, el verdadero acto de grado se está cumpliendo con los hechos y la fidelidad a las posturas que les garanticen a los ciudadanos pensar y estar informados libremente. Un derecho que está por encima de los deseos de los gobernantes y empresarios, quienes se creen con el derecho de esconderle las verdades al colectivo.
A las puertas del periodismo se ha llegado, ahora el deber es atravesarlas. Cada quien sabrá si es para agruparse en la oposición o para cuadrarse con el gobierno de turno, porque al parecer, en este momento no existe medio (mitad) alguno en el que todos tengamos espacio.

A su salud, Colega.

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