La familia en el «Documento de Aparecida»

Monseñor Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán, México

TEHUACAN, sábado, 18 agosto 2007 (ZENIT.org-El Observador).- Uno de los temas fundamentales del «Documento de Aparecida», surgido de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, es, sin duda, el de la familia en América Latina, llamado por Juan Pablo II, «el continente de la esperanza».
Participante en la V Conferencia y responsable de la Conferencia del Episcopado Mexicano para la Familia, el obispo de Tehuacán, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, analiza en las siguientes líneas, la presencia y el futuro de la principal célula de la sociedad, a la luz del «Documento» de dicha Conferencia.

El tema de la familia en el «Documento de Aparecida»
El tema de la familia aparece con amplitud en el «Documento de Aparecida», lo cual manifiesta la importancia que el mismo episcopado da a la familia en la pastoral, en concreto para cultivar la perspectiva de discípulos y misioneros de Cristo Jesús, a fin de que nuestros pueblos en Él tengan vida.
En dicho Documento se dice, como se ha expresado en variadas circunstancias, que «una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan directamente la institución familiar» (n. 432). Efectivamente, la realidad que vive América Latina y que se menciona en el Documento, de los números 33 a 100 –por ejemplo los cambios vertiginosos, el relativismo, la crisis de sentido, la globalización con sus diferentes matices, la ideología de género, la informática, los avances en la ciencia y la tecnología, todo lo referente a la ecología, la informática, el pluralismo religioso, por mencionar en este momento algunos de ellos- son rasgos que afectan de diversas maneras a la familia.
En este sentido, tiene especial significado lo que el Papa puntualiza sobre la familia en su discurso inaugural y que se cita en los números 114, 302 y 432: «La familia, ´patrimonio de la humanidad´, constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente... La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos.»
El Papa nos menciona la realidad de la familia en los pueblos latinoamericanos y caribeños, como «uno de los tesoros más importantes». Esto lo podemos constatar en los comentarios que hace buen número de Obispos norteamericanos, en el sentido de que con frecuencia las familias hispanas han renovado la vida de muchas parroquias.
Pero no se trata de echar sin más las campanas a vuelo, puesto que también hay muchos retos por afrontar en relación a la familia. Nos viene a la mente lo que el Papa Juan Pablo II decía: «Familia, sé lo que eres». O sea, familia, vive plenamente tu misión.
Por eso, con el Documento de Aparecida queremos reconocer a la familia como una «buena nueva», parte fundamental del Evangelio de Cristo Jesús, Quien es la Buena Nueva por excelencia del amor que Dios Padre nos tiene.
«Agradecemos a Cristo que nos revela que ´Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor´ (FC 11) y optando por vivir en familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de ´Iglesia Doméstica´» (n. 115).
Dios ama nuestras familias, no obstante tantos conflictos y divisiones en nuestra historia familiar. La oración en familia nos ayuda a superar muchos problemas, a sanar las heridas que nos hemos provocado y abre caminos de esperanza. Por otro lado, muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que ofrece la comunidad eclesial, que es familia de familias (cf. n. 119).
«En el seno de una familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios» (n. 118). Los sacramentos que se reciben y provocan fiesta familiar, son ocasión privilegiada para la formación en familia como discípulos misioneros de Cristo Jesús. Pero nos falta mucho por hacer para que la familia sea «primera escuela de la fe» (cf. nn. 302 y 303). Esto lo podemos ir logrando con pequeños y constantes pasos: por ejemplo ir enseñando a los pequeños las primeras oraciones; al ir a la iglesia, hablarles del significado de los ritos y de las imágenes; especialmente que en familia se participe en la Eucaristía dominical, también en familia orar antes de los alimentos y rezar el Rosario, para contemplar junto con la Virgen María el misterio de Cristo Jesús. Recuerde usted que la familia que reza unida, permanece unida.
El mismo Documento de Aparecida nos dice que «debe asumirse la preocupación por la familia como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia. [Por lo mismo] en toda diócesis se requiere una pastoral familiar intensa y vigorosa para proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura de la vida y trabajar para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados.» (n. 435).
Invito a usted a que el día de hoy cultivemos con acciones concretas la convocación del Papa Benedicto XVI, para que la familia sea «escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente». Este es nuestro gozo, ésta es nuestra responsabilidad.

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