La Iglesia celebra este 21 de noviembre la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo ¿Sabes de qué se trata?

La festividad se celebra el último domingo del año litúrgico que dará paso al tiempo de Adviento. Fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 como una respuesta ante el secularismo

Pedro Reinaldo Bravo
Caracas, 20 de noviembre de 2021

El domingo 21 de noviembre de 2021 es la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo cerrando la Iglesia el año litúrgico después de haber reflexionado sobre su vida y mensaje con esta celebración en que se recuerda y reflexiona sobre su realeza y majestad y así reconocer que Cristo reina en el cielo, en la tierra y también en los hombres que están dispuestos en abrir sus corazones a Él para amarlo, cumplir su voluntad divina y vivir conforme al Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia.

La festividad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI en su encíclica Quas Primas promulgada el 11 de diciembre de 1925 en el transcurso del Jubileo ordinario del Año Santo celebrado en ese año faltando pocos días para su finalización, estableciendo para su celebración el último domingo de octubre antes de la festividad de todos los santos.

Posteriormente  con la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, el 14 de febrero de 1969 San Pablo VI en  su carta apostólica Mysterii Paschalis, aprobó las normas universales del año litúrgico y el nuevo calendario romano general y trasladó esta fiesta para el último domingo del año litúrgico con el nombre de solemnidad de Jesucristo Rey del Universo  para darle un sentido más escatológico a la perspectiva de la Parusía, es decir, la segunda venida de Cristo al final de los tiempos  y que se tendrá en cuenta durante el tiempo litúrgico del  Adviento.

El motivo por el que el Papa Pío XI establece esta festividad a la realeza de Cristo  lo refiere en su encíclica antes mencionada debido: “al  llamado  laicismo con sus errores y abominables intentos”, las cuales son: la negación por parte del hombre y de la sociedad al imperio de Cristo sobre las gentes,  la negación a la Iglesia fundada por el mismo Redentor del mundo de enseñar y guiar a todos los pueblos el camino a la  felicidad eterna que es Cristo Jesús. 

Ante del poder civil de querer someter a la Iglesia a sus conveniencias por parte de los gobernantes y de sustituir la religión católica a una religión  con sentimientos solamente humanos, es decir,  el alejarse y negar a Jesucristo cayendo en un ateísmo y secularización con las consecuencias lamentables que sufre el ser humano y la sociedad.

Antes estas circunstancias Pío XI nos enseña que Cristo es verdaderamente Rey porque reina en las inteligencias, en las voluntades y en los corazones de los hombres que permiten que Él sea el centro de sus vidas y siguen y cumplen con convicción sus normas y designios. También refiere que en el Antiguo Testamento nos habla de la majestad del Redentor como en el libro del profeta Isaías el cual señala: 

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz. El imperio crece con él y la prosperidad no tiene límites, para el trono de David y para su reino: Él lo establece y lo afianza por el derecho y la justicia desde ahora y para siempre” (Is 9, 5-6).

Otro cita importantes es del Nuevo Testamento donde también hablan de su  realeza  entre ellas cuando el arcángel Gabriel  anuncia a la Santísima Virgen que iba a ser la Madre del Redentor y le refiere: “le dará el Señor Dios el trono de David, su padre y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33).

San Juan en el libro del Apocalipsis nos dice: “y de parte de Cristo Jesús, el testigo fiel, el primer nacido de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra” (Ap 1,5), más adelante dice: ”En el manto y en el muslo lleva escrito este título: Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19,16),

El mismo Jesucristo en varias oportunidades habló acerca de su realeza como por ejemplo en el anuncio  del juicio final: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de gloria, que es suyo” (Mt 25,31), al responder a Poncio Pilatos cuando éste le preguntó si era rey: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). Esto le confirma  al gobernador romano: “Tú lo has dicho: yo soy Rey” (Jn 18,37); y en su aparición en Galilea antes de ascender al cielo diciéndoles a sus discípulos: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” ( Mt 28,18).

También  el Papa Pío XI nos enseña el fundamento de la  realeza de Jesucristo el cual se  funda en la unión hipostática, es decir, cuando Cristo sin dejar su divinidad asumió nuestra condición humana menos en el pecado para anunciar el Evangelio e invitando a la conversión. Cuando llevó a cabo la obra de la redención del mundo con su pasión y muerte en la cruz salvando al hombre de la esclavitud del pecado, y por estas grandes obras para la salvación de la humanidad. Nuestro Señor tiene verdadera  potestad  en el cielo, en la tierra, en los hombres y en la sociedad donde reina con poder, amor y justicia.

Por tales motivos Jesucristo es verdadero Rey, pero su reino es espiritual el de los valores del Evangelio, el cual el hombre debe vivir en todo momento mediante una auténtica conversión a Dios y al mismo tiempo siguiendo a Cristo, negándose a sí mismo y cargando la cruz (cf. Mt 16, 24). 

Por eso Jesús anuncia la verdad porque nos conduce por el verdadero camino para llegar a su reino de amor, y como bien le dijo a Poncio Pilatos: “Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad y para esto he nacido y he venido al mundo, y todo el que está al lado de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37). 

También Nuestro Señor es Rey en lo temporal ya que el Padre le confió el poder sobre las cosas creadas extendiendo su reino a todos los hombres de la tierra sin excepción. Y es Rey de todas las personas y de los pueblos y naciones porque la salvación y la felicidad está en seguir con convicción sus designios y mandatos y reconociéndolo como Rey y Señor de manera pública como privada.

El reconocer a Jesucristo como Rey implica vivir el Evangelio en cada instante  de  nuestra vida terrenal y al dejar que reine verdaderamente en nuestros corazones. Nuestra existencia tendrá sentido y al mismo tiempo el Señor  nos conducirá a una vida más digna, humana y donde prevalezca en las familias y en la  sociedad la justicia, la paz, el progreso y los valores cristianos. Por eso el aceptar su majestad es cumplir  su voluntad y mandatos las cuales nos guían a la verdadera felicidad y  salvación.

Que la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo nos haga tomar conciencia de aceptar en nuestros corazones su realeza para ser personas dignas en todo momento. De vivir nuestra condición de bautizados en el mundo; de colaborar para la extensión de su reino en la tierra, de salir al encuentro con el prójimo y así en la hora de nuestra muerte gozar de la presencia de Cristo junto con el Padre y el Espíritu Santo en su reino celestial por toda la eternidad.

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