“No
somos, ni debemos creernos dioses o mesías; el que está por venir, Jesús el
Señor, es el auténtico salvador”, dijo el administrador apostólico de Caracas,
durante la eucaristía celebrada en jurisdicción de la nueva Diócesis de Petare
Caracas, 29 de noviembre de 2021
El cardenal Baltazar
Enrique Porras Cardozo, presidió el sábado 27 de noviembre, en la plaza Lino de
Clemente de La California Norte, la Misa de la Esperanza que desde el año 2018
promueve en la Arquidiócesis
de Caracas, como una manera de incentivar a la feligresía a
propiciar la recuperación de la esperanza durante el tiempo de Adviento.
Esta vez el propósito no estuvo únicamente destinado a darle la bienvenida a la Navidad; también fue una manera de agradecer a Dios por la erección de la nueva Diócesis de Petare.
“Esta
eucaristía rinde homenaje de gratitud a las comunidades de los arciprestazgos
de Petare y La California que forman parte de la recién creada diócesis de
Petare, dijo el Cardenal Porras en la homilía.
El Purpurado quien es el administrador apostólico de Caracas, expresó que a partir del año
2022, esta nueva diócesis del país, “comenzará una novedosa andadura como iglesia
particular autónoma bajo el pastoreo de Monseñor Juan Carlos Bravo, nombrado
por el Papa Francisco, obispo fundador de la diócesis 41 de Venezuela”.
Enseñó a los caraqueños, que “el Adviento es un tiempo para afinar el oído y
no dejarnos arropar por la alharaca de una navidad de luces y colorines, de
fiesta llena de egoísmos y placeres, pero hueca del amor y el afecto compartido”.
En consecuencia, los invitó para “abrirnos a los otros, a los que no conocemos
ni queremos, a los que nos han hecho desagradable la vida, a los de la acera de
enfrente, porque sin reconciliación y perdón, no hay futuro”.
El Poder ha torcido el derecho en Venezuela
En medio de la realidad que viven los venezolanos, el cardenal Porras no dejó de tener palabras de denuncias y al mismo tiempo alentar la esperanza. Así, sustentado en el Profeta Jeremías, predicó que el Señor es fiel a su palabra, y a su promesa:
En nuestro país el poder ha torcido el derecho y lo ha divorciado de la justicia y, esta distorsión ha generado una situación de incertidumbre y violación de los derechos humanos.
Su mensaje fue motivador para los ciudadanos a quienes instó a tomar parte en la realidad del país para superarla.
“Es tarea de los padres de familia, educadores,
personal de salud, profesionales, obreros, catequistas, y organizaciones de la
sociedad civil que día a día practican el bien para que la justicia y el
derecho se abracen y, podamos, reconstruir el Estado de derecho
que garantice la vida y la dignidad de todas las personas, especialmente de las
más vulnerables”.
La ceremonia fue
organizada por el padre Enrique Yanes, párroco de Nuestra Señora del Rosario
que forma parte de esta comunidad, y de acuerdo con la información recibida por
El Guardián Católico, asistieron al
menos 80 sacerdotes.
En la invitación,
el padre Yanes, motivó a que “como Iglesia celebremos la llegada del
Adviento y con él, la llegada de un tiempo mejor, amparados en Nuestro Señor
Jesucristo y en su Nacimiento que nos trae alegría y salvación a todos”.
Fue evidente la
alegría de los feligreses que, con cánticos propios de la Navidad, participaron
efusivamente durante toda la ceremonia.
A continuación, las palabras del
Cardenal Baltazar Porras…
HOMILÍA
EN LA APERTURA DEL TIEMPO DEL ADVIENTO, EUCARISTÍA DE LA ESPERANZA EN LA
ARQUIDIÓCESIS DE CARACAS Y DIÓCESIS DE PETARE, A CARGO DEL SR. CARDENAL
BALTAZAR PORRAS CARDOZO.
La
California norte, sábado 27 de noviembre de 2021.
Queridos
hermanos:
Por
cuarto año consecutivo, la víspera del inicio del hermoso tiempo del Adviento
nos reunimos, la feligresía de la Arquidiócesis de Caracas para renovar la
virtud de la esperanza que se nutre de la espera gozosa del nacimiento del
Redentor, recorriendo el fatigoso camino sembrado de escollos, pero con la
seguridad de ir en la dirección correcta buscando la verdad y el bien para
todos.
Esta
eucaristía rinde homenaje de gratitud a las comunidades de los arciprestazgos
de Petare y La California que forman parte de la recién creada diócesis de
Petare, que, a partir del nuevo año comenzará una novedosa andadura como
iglesia particular autónoma bajo el pastoreo de Mons. Juan Carlos Bravo,
nombrado por el Papa Francisco, obispo fundador de la diócesis 41 de Venezuela.
La
vigorosa presencia de la Iglesia en esta nueva circunscripción, fruto del
trabajo de muchos, creyentes sinceros acompañados de hombres y mujeres de buena
voluntad, se verá fortalecida con el aporte solidario de todos para que la fe
cristiana sea motor del caminar juntos, sacerdotes, religiosas, diáconos,
laicos, al que nos llama el Papa y la dinámica de la iglesia latinoamericana.
Que el Dulce Nombre de Jesús, niño chiquitico y bueno que despierta la ternura
y el afecto, junto a la compañía de tantas advocaciones marianas sean los
ángeles custodios de esta nueva realidad eclesial. Hoy, día de la Medalla
Milagrosa estamos llamados al milagro cotidiano de lo sencillo y humilde que
transforma la vida y el entorno en el que vivimos haciendo florecer la sonrisa
y la fraternidad.
Las
lecturas del primer domingo del Adviento nos advierten de la urgencia de estar
preparados, para que el Señor, al llegar, nos encuentre vigilantes y no nos
excluya de su Reino. Esta vigilancia, es decir, el estar atentos a la realidad
tiene dos polos que no pueden ni deben separarse. Jesús nos lo dice con el
lenguaje de una parábola: sabemos leer el tiempo porque vemos la higuera que
está a punto de darnos su fruto, pero no sabemos, mejor no atinamos a
relacionarlo con la otra cara de la realidad: qué exigencia tiene para con el
prójimo, con los otros, con la sociedad, si decimos que la fe mueve todos los
resortes de la vida.
“No
resistiría a los embates del tiempo, -ni estaríamos a la altura de lo que se le
pide a un cristiano en el hoy de nuestra patria-, una fe católica reducida a
bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción
fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a
una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de
principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la
vida de los bautizados. La mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida
cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero
en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos
toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que ‘no se comienza a ser cristiano
por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva'”. El adviento es un tiempo para afinar el oído
y no dejarnos arropar por la alharaca de una navidad de luces y colorines, de
fiesta llena de egoísmos y placeres, pero hueca del amor y el afecto
compartido, primero con los seres queridos y cercanos, para abrirnos a los
otros, a los que no conocemos ni queremos, a los que nos han hecho desagradable
la vida, a los de la acera de enfrente, porque sin reconciliación y perdón, no
hay futuro.
El
Eclesiastés nos alerta que "Todas las cosas tienen su tiempo, todo lo que
está debajo del sol tiene su hora". No hay mejor tiempo que el adviento
para darle vigor a nuestros cuerpos fatigados. Con ánimo creativo, asumiendo
las dificultades y contrariedades como oportunidades para avanzar, es el camino
correcto para crecer. El adviento es peregrinación, como los profetas que desde
siglos tuvieron la certeza de que el Mesías esperado, la verdadera navidad,
nacería con el seguimiento al que encontrarían recostado en un pesebre. Juan el
Bautista, nos enseña que cada uno de nosotros, que cada institución fabricada
por los hombres, no son la meta. Fue él, y nosotros debemos serlo también, los
que abramos los caminos del Señor y allanemos la senda. No somos, ni debemos
creernos dioses o mesías; el que está por venir, Jesús el Señor, es el
auténtico salvador. María, encinta no duda en trasladarse hasta su prima Isabel
para atenderla en el parto esperado. José y María, no se echaron a llorar
porque no encontraban puesto en la posada para que naciera su hijo. En un
establo, al calor de unos animales y al refugio de una cueva, nació el
redentor. ¿Qué nos dice, a qué nos invita, entonces, este tiempo de adviento?
Lo
primero, la convicción de que el Señor es fiel a su palabra, a su promesa (Jr
33,14-16). El profeta anuncia el momento en que del tronco seco de Jesé surgirá
un retoño nuevo, un brote de David, que hará reinar la justicia y el derecho.
En nuestro país el poder ha torcido el derecho y lo ha divorciado de la
justicia y, esta distorsión ha generado una situación de incertidumbre y
violación de los derechos humanos. Es tarea de los padres de familia,
educadores, personal de salud, profesionales, obreros, catequistas, y
organizaciones de la sociedad civil que día a día practican el bien para que la
justicia y el derecho se abracen y, podamos, reconstruir el Estado de derecho
que garantice la vida y la dignidad de todas las personas, especialmente de las
más vulnerables.
Jeremías
nos dice que es un retoño, nuevo, tierno, signo de Dios. Por eso, aunque
estemos muchas veces frustrados porque el restablecimiento de la justicia y el
derecho, no ha sido fácil, la palabra de Dios nos abre a la esperanza, para que
contemplemos el retoño, que nos invita a confiar y contemplar la justicia y el
derecho que brotan del tronco envejecido de nuestros corazones, cansados y
afligidos. La práctica del bien, como al profeta, nos irá educando la mirada
para contemplar el retoño y mantener viva la esperanza, confiados en que “Dios
es nuestra justicia”.
En
la primera carta de Tesalonicenses se nos recuerda la eclesialidad de nuestra
fe, la eclesialidad de la esperanza, la práctica del bien y la búsqueda de la
justica y el derecho, implican la construcción de un nosotros, un nosotros
fundado en el amor, capaz de poner a un lado los protagonismos, los intereses
particulares, las rivalidades que nos fragmentan como sociedad. Es lo que Pablo
llama bajos instintos, bajas pasiones, que, cuando nos dominan, destruyen la
convivencia y los esfuerzos por superar situaciones inhumanas como las que
vivimos. Nos recuerda San Pablo, que la verdadera eclesialidad se basa en el
amor mutuo, por eso, nos invita a crecer más y más en el amor mutuo, porque,
mientras no entendamos que la corresponsabilidad que nace del amor es una
fuerza transformadora, difícilmente podremos construir el futuro que soñamos.
Por
eso, el evangelio nos invita a cuidarnos de nosotros mismos, porque si no
trascendemos nuestros intereses egoístas, podemos matar el retoño del que nos
habla Jeremías, y así, nos volvemos torpes y cerramos las posibilidades de
liberación. Es hora pues de “levantar la cabeza” y confiar que se “acerca la
liberación” y dejar que el retoño de Jesé, “justicia y derecho” renazca en
nuestro país, en el corazón de cada venezolano. Las bellas tradiciones
religiosas venezolanas, fueron, son y deben ser, nuestros mejores aliados para
unir la alegría, la fiesta serena, el compartir sin fronteras, producto de la
fe que se expresa en los aguinaldos, en el pesebre, en las posadas, en la mesa
familiar con hallacas y dulce de lechosa, en las Paraduras del Niño, en los
Reyes Magos, camino a la luz del dos de febrero, para que podamos descansar en
paz como el anciano Simeón.
¿Qué
señales de esperanza y de liberación ofrezco a las personas y al mundo? El
evangelista pone en boca de Jesús estas palabras de ánimo y paz. Viene Jesús,
¡qué alegría! ¡qué liberación! La humanidad puede pasar por sufrimientos, mi
vida personal puede tener problemas y contratiempos. Nada de eso tiene la
última palabra. Lo decisivo para cada uno de nosotros es el tiempo que nos toca
vivir, que es la preparación inmediata al encuentro personal con Jesús. Nos
invita a tener ánimo, a levantar la cabeza, a no mirar a otro lado ante las
necesidades, alegrías y sufrimientos de las personas que nos rodean, a
comprometernos a hacer posible, digna y feliz la vida de todos. Esperar la
venida liberadora de Jesús nos compromete a vivir el presente liberándonos y
liberando.
Los
ejemplos que pone Jesús siguen siendo actuales. Cada persona sabe qué le embota
la mente y el corazón y le impide tener desplegada la antena hacia los valores
del Espíritu, hacia la auténtica felicidad. ¿La pereza? ¿la rutina?, ¿la
incoherencia?, ¿el pesimismo?, ¿el infantilismo? ¿el conformismo?, ¿el
autoengaño? ¿el egoísmo?, ¿el consumismo?, ¿la insolidaridad? No te conformes
con lo que no llena ni enciende tu corazón. Es tiempo de dar las mejores
noticias. A tu alrededor necesitan una palabra amable, un gesto de amistad, un
ideal que ilusione, una mano tendida, un entusiasmo que renueve, un amor
desbordante. Lo nuestro es creer en un futuro de plenitud, sin evadirnos del
presente, manteniendo viva la esperanza, que ilumina y trasciende todo lo que
toca.
Como
el cardenal Pironio, auténtico latinoamericano, hombre de raíces profundas, de
memoria anclada en el dinamismo de la historia como un Kairos, tiempo fuerte de
salvación, tiempo de trabajo, prueba, purificación y esperanza. En el camino de
la misma Iglesia, hubo, hay y habrá luces y sombras. Nos descubrimos iguales en
la necesidad, aunque distintos en las posibilidades. Recordemos tantos ejemplos
de gente buena y noble que, en medio de sus ocupaciones, otea el tiempo de
salvación que nos ofrece el adviento. Concluyamos cantándole a María, nuestra
madre santísima con esta estrofa de uno de nuestros más bellos aguinaldos: “Oh
Virgen pura, brillante flor, de nuestras penas, de nuestras penas, calma el
dolor. Oh Virgen pura, reina del cielo, madre de Dios, de tus amados, de tus
amados, oye la voz. Madre querida, madre de amor, de nuestras penas, de
nuestras penas, oye el clamor. Y torna en lluvia, de bendición, la voz que
exhala nuestro dolor”. Amén.
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