Cardenal Urosa Savino: “Semana Santa no es semana de tristeza”


CARDENAL UROSA durante la toma de posesión de monseñor TULIO RAMÍREZ como obispo de Guarenas el 6 FEB 2021 - @GuardianCatolic
El arzobispo emérito de Caracas, Considera que la Semana Santa “es el triunfo de Nuestro Señor Jesucristo sobre el demonio, el pecado, la muerte y el mal”

Caracas, 30 de marzo 2021.- “En Semana Santa la Iglesia, nosotros los cristianos, celebramos con gran piedad y fervor “el misterio pascual”, es decir, los hechos y actos maravillosos de Cristo que nos alcanzan la misericordia de Dios, el perdón de los pecados y la redención”, dice el cardenal Jorge Liberato Urosa Savino en sus reflexiones:

Pascua de Resurrección
Cristo triunfa sobre la muerte y el mal
Meditación de Semana Santa

Hoy, Domingo de Ramos, iniciamos la Semana Santa. Al celebrar en estos días el misterio pascual de Cristo, la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, su pasión, muerte y gloriosa resurrección, estamos llamados a unirnos a Él. Especialmente en medio-de y a pesar-de los sufrimientos, incomodidades, penurias y angustias de esta nefasta pandemia. La meditación de los eventos que marcaron la culminación de la vida y misión de Nuestro Señor nos llevarán a amarlo cada vez más, a agradecerle, e imitarle, para unirnos con Él en su triunfo pascual sobre la muerte el Domingo de resurrección.

En Semana Santa la Iglesia, nosotros los cristianos, celebramos con gran piedad y fervor “el misterio pascual”, es decir, los hechos y actos maravillosos de Cristo que nos alcanzan la misericordia de Dios, el perdón de los pecados y la redención. Y que nos permiten mirar siempre la vida, a pesar de los problemas, a pesar de nuestras limitaciones y pecados, con serenidad, esperanza y paz.

Los conmovedores eventos de nuestra redención nos sobrecogen por su dramatismo, por la manifestación de la grandeza de Cristo, su valentía, serenidad, fortaleza, su amor a su Padre celestial y su amor a nosotros sus hermanos, por quienes dio la vida. Él, que es Dios, se encarna, se abaja hasta nuestra condición humana, se hace semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, y se somete incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Así lo describe San Pablo en el capítulo 2 de su Carta a los Filipenses. Por eso Dios lo exaltó y lo glorificó, y le dio el nombre que está sobre todo nombre, el de Señor, que es decir, Dios, para que todos nosotros lo adoremos, lo amemos y tengamos los mismos sentimientos que él tuvo. (Cfr. Fil 2,5-11)

En estos días los oficios sagrados nos ponen en contacto con Jesús Nazareno, que carga con la cruz para darnos ejemplo y esperanza; que el jueves santo se entregó por nosotros en la Ultima Cena, representación simbólica de su muerte al ofrecerse como el nuevo sacrificio pascual y como alimento para la vida eterna; y, sobre todo el viernes santo, cuando conmemoramos su muerte redentora en la cruz. En ellos estamos llamados a acoger en nuestros corazones con mayor amor a Jesús Salvador. Y a imitarlo, en la entrega de nuestras vidas a Dios. A llevar la cruz de todos los días. A dejar a un lado cualquier pecado, a ir por el camino de la santidad y de la perfección cristiana, para alcanzar así también, unidos a Cristo, el premio de la vida eterna.

Porque la Semana Santa no es semana de tristeza. Ella comienza con la entrada gloriosa de Cristo a Jerusalén, y culmina con su triunfo sobre el mal y sobre el pecado, sobre el demonio y la muerte, con su gloriosa resurrección al amanecer del domingo de gloria. La Pascua, la Semana Santa, es el triunfo de Nuestro Señor Jesucristo sobre el demonio, el pecado, la muerte y el mal.

CONCLUSIÓN

Por eso, aunque no podamos participar presencialmente en los oficios litúrgicos, hagámoslo a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, y con nuestros misales o devocionarios.

Vivamos intensamente estos días de religiosa meditación, e identifiquémonos con Jesús, nuestro Divino Salvador, para llevar nuestras cruces diarias y así alcanzar también la gloria de la resurrección. Imitemos a nuestra madre amorosa María Santísima., la Dolorosa, que lo acompañó al pie de la cruz, para gozar con él al abrazarlo ya resucitado el Domingo de Pascua.

Y oremos más intensamente en nuestros hogares, personalmente y en familia, para asimilar cada vez mejor, y vivir a fondo las grandes enseñanzas de la Pascua: muerte y gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Cardenal Jorge L. Urosa Savino



 

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