A pesar de las escandalosas cifras “del pecado social y estructural”, la solidaridad impulsada por la iglesia, asociaciones civiles y empresas privadas, está salvando muchas vidas en Venezuela, reconoce el jesuita Alfredo Infante en conversación con Aleteia
Mar 06, 2020
“Los
venezolanos estamos sometidos a una dieta de hambre estructural”, dice
el sacerdote jesuita Alfredo Infante Silvera, director del Centro
Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco, una instancia creada en 2018 por el
cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, actual administrador apostólico de la
Arquidiócesis de Caracas. Lo señalaba en el boletín Signos de los Tiempos (Nº 48), que ésta instancia distribuye
entre grupos de opinión y medios de comunicación vinculados a la iglesia en
Venezuela.
“Recientemente
-editorializó Alfredo Infante- el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de la
Organización de Naciones Unidas publicó un informe sobre seguridad alimentaria
donde señala que 7.9% de la población en Venezuela (2.3 millones) está en
inseguridad alimentaria severa; y un 24.4% adicional (7 millones) está en inseguridad
alimentaria moderada”. “Basándose en el enfoque CARI, WFP estima que una de
cada tres personas en Venezuela (32.3%) está en inseguridad alimentaria y
necesita asistencia”.
Infante fue
contactado por Aleteia, en la búsqueda de sus razones para citar las
escandalosas cifras con las que los organismos multilaterales, en otros
momentos renuentes a aceptar lo que ocurría en Venezuela, ahora difunden que
efectivamente el país bolivariano está sumido en “inseguridad alimentaria” y
violación de los derechos humanos.
¿Qué es el ayuno estructural?
“Venezuela
se encuentra ante un pecado estructural –como en su momento lo denunció el
Documento de Puebla emanado de la III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano- con altos niveles de
precariedad y carencia que afectan a los ciudadanos”, fue los primero que dijo
este miembro de la congregación del papa Francisco.
“En
ese sentido, entran las cifras del informe de la ONU, pero también el tema del
agua que Caritas de Venezuela trabaja en esta Cuaresma, y por supuesto, la
salud con todas las dimensiones del sacrificio que ha significado para nuestros
hermanos. Es una situación de pecado que limita nuestras vidas a tal punto que
vivimos un ayuno estructural”.
Ratificó
que “este
ayuno estructural es el resultado de la implementación de facto de un modelo
político económico inviable que está matando de hambre a millones de
venezolanos”. “La situación ha sido agudizada por las
sanciones internacionales que, si bien no son las causantes directas de este
desastre humanitario, sí lo han profundizado, tal como lo señaló la ONG
Provea en una investigación publicada en mayo de 2019”, dijo.
“¿Qué
significa el ayuno en un contexto de pecado estructural donde millones de
venezolanos están desnutridos y mal nutridos, la mayoría se ha visto
obligada a reducir su calidad de vida y una minoría que está en el poder vive
en una burbuja a la altura de la élite del primer mundo?”, se preguntó. La respuesta
la encontró en el libro del profeta Isaías, “de donde –dijo- se
extrae una de las más contundentes explicaciones” sobre el ayuno.
“Este
es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del
yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no
desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida
se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria
del Señor”, citó del Antiguo Testamento.
Por
eso invitó a tener “clara conciencia de que nuestro ayuno” no tiene que ver con
la comida, sino con las actitudes que, tal como decía San Ignacio, “corrompen
al subjecto personal, comunitario y social”. “Es tiempo de identificar
aquellos movimientos internos que nos hacen daño a nosotros mismos y a los
demás, y buscar la ayuda necesaria para salir fortalecidos. Por la vida y la
convivencia, un ayuno así agrada al Señor”.
La solidaridad, una forma de practicar la limosna
El padre Alfredo
Infante también es rector de la red educativa san Alberto Hurtado que integran cinco
centros educativos en La Vega, un conjunto de barrios pobres hacia el suroeste
de Caracas, donde entre otros problemas atienden directamente el hambre que
agobia a la población infantil y adultos mayores, afianzados en alianzas
estratégicas.
“Gracias a la
solidaridad –esa forma de practicar la limosna en estos tiempos-, a las
alianzas estratégicas con empresas privadas, organizaciones y los vecinos de
estas barriadas, se han implementado
varios programas para que
les brinden atención alimentaria a más de 2250 niños, niñas y adolescentes. Gracias
a la solidaridad se están salvando vidas”, aseguró.
Finalmente, contó que las peticiones de sus vecinos durante la
misa del Miércoles de Ceniza y en el viacrucis del 28 de febrero, son un
reflejo de lo que se vive en cada familia.
“Por ejemplo, los niños pedían el regreso de los padres que
se marcharon buscando mejor calidad de vida en otros países; que la familia no
se disperse; que no se queden solos los niños; que la comida alcance para
todos; que se puedan encontrar los medicamentos. Fue algo muy fuerte y doloroso
que habla del ayuno estructural al que estamos sometidos”.
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