“La abuela del casco rojo” ha sido víctima de la represión en Venezuela, y
cuestiona que a Maduro le asignen una silla en el consejo de derechos humanos
de la ONU. “Está señalado de delitos de lesa humanidad”, dijo
El jueves 17 de
octubre, el gobierno de Nicolás Maduro festejaba “una nueva victoria de la
diplomacia bolivariana de paz”, esto, por la banca lograda en el Consejo de
Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, en Washington, que
le hará miembro de esta instancia entre 2020 y 2022. Ese mismo día, en Caracas,
dos mujeres de la tercera edad, apenas eran recordadas: Leida Brito Maneiro, de
61 años y su madre, Luisa Elena Maneiro Portugués, de 84 años. Ellas son víctimas
directas de la violación de los derechos humanos cometidos por el régimen socialista
que impera en el país suramericano.
En su vivienda
solo estaban acompañadas de Dios y San Miguel Arcángel. Aunque la más joven se
afianzaba en sus oraciones, hervía en el deseo de seguir luchando por la
democracia en Venezuela, pero también se enfocaba en un problema existencial: la
necesidad de conseguir medicamentos e insumos alimenticios para su progenitora.
En efecto, Luisa Elena está postrada en cama desde el año 2017, por
responsabilidad del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, Sebin, la
policía política de Nicolás Maduro.
Leida Brito Maneiro, conocida como “La abuela del casco rojo”, accedió a
conversar con Aleteia porque está convencida de que este ingreso del país petrolero
a uno de los escaños del consejo de los derechos humanos de la ONU, “no fue lo
correcto”. Venezuela fue elegida con 105 votos a pesar de ser criticada por las
ONG, varios países latinoamericanos y en informes emanados desde el mismo seno
de la organización.
“Me
parece que no fue lo correcto porque el gobierno de Venezuela tiene las manos
manchadas de sangre”, fue lo primero que dijo al ser consultada sobre
esta decisión. Recordaba así las muertes violentas del joven Neomar Lander, del
policía científico Oscar Pérez, del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo,
del concejal de Caracas Fernando Albán; y “una larga lista de ciudadanos venezolanos
que ha asesinado este régimen”.
Por tanto, la
luchadora social exigió a la ONU que “haga esa corrección porque me
parece inhumano cuando este gobierno está señalado de delitos de lesa humanidad”.
¿Quién es “La abuela
del caso rojo”?
Ella surge como
uno de estos personajes que sin tener militancia política se atrevieron a
enfrentarse sin miedo a los contingentes militares y policiales con los que el
gobierno ha masacrado las manifestaciones en Venezuela. Ella solo aspira hacer
valer las libertades políticas y civiles de los venezolanos. Trabajaba como
visitadora médica, pero a raíz de la “injusta detención” de Leopoldo López, en
2014, comenzó a asistir a las protestas de calles.
Explicó que un
joven manifestante en una de las tantas manifestaciones vividas, le regaló el
casco rojo para protegerse “de la lluvia de disparos, de perdigones y bombas
lacrimógenas que la Guardia Nacional Bolivariana lanzaba sin misericordia”.
Desde entonces, los estudiantes y los medios de comunicación la conocen como “La
abuela del casco rojo”.
En los cruentos
enfrentamientos suscitados en 2017, se le veía romper los piquetes represivos.
“En una marcha de los abuelos, en abril de 2017, la GNB nos atacó ferozmente, y
en un momento de rabia me atreví a arrancarle los escudos e increparles si era
que acaso no tenían familiares ancianos”, contó emocionada la abuela Leida
Brito.
En el casco
lleva colocadas once estrellas que representan a jóvenes caídos en las
manifestaciones exigiendo democracia para Venezuela. También lleva una cinta
negra como señal de luto, y la imagen de San Miguel Arcángel, a quien se
encomienda cada vez que sale a la calle a defender la vida.
Del mismo modo
lleva registrado “el número de días de lucha que mantiene la resistencia contra la bota
militar que nos gobierna”. De hecho, el día de la conversación con
Aleteia, el casco contabilizaba 909 días “de la dictadura”.
Su madre sufre ACV durante allanamiento
Al preguntársele
sobre la situación crítica de su madre, explicó que se encuentra postrada en
cama desde el 2017, “por haber sufrido un infarto
lacunar, que es un tipo de accidente cerebro vascular isquémico, caracterizado
por lesiones de pequeño diámetro no mayor de 15 mm producido por oclusión en el
territorio de distribución de las arterias perforantes del cerebro”,
explicó mostrando varios informes y récipes médicos.
“Esta situación le
impide realizar algún movimiento en su cuerpo, y apenas puede balbucear algunas
palabras para comunicarse con sus hijos. Los alimentos les son suministrados
por una sonda a través del estómago, ya que no puede masticar y tragar”.
María Luisa
sufrió este ACV como consecuencia de un allanamiento a su vivienda, ejecutado
por efectivos del Sebin, en contra de “La abuela del casco rojo”, por ser una
activista política que rechaza de manera frontal el régimen revolucionario
actual, y por participar activamente en las marchas convocadas por la
oposición.
Confesó que la
vida le cambió totalmente cuando su anciana madre cayó en cama, al enfrentar la
gravedad de su salud, y la imposibilidad económica para cumplir cabalmente el
costoso tratamiento y obtener los insumos médicos que requiere para su
restablecimiento. Leida tiene siete hermanos, pero en su mayoría son
discapacitados. Sólo cuenta con una hermana que trabaja y la ayuda con los
gastos domésticos y el costoso tratamiento.
¿CÓMO APOYAR? “Mi madre requiere con urgencia varios
medicamentos entre ellos Forcrim de 400 mg o Bactrom de 400 mg”, indicó a
Aleteia. Requiere pañales desechables, centros de cama, vitamina C, y proteínas
en polvo como Ensure. “Todo esto es muy costoso en Venezuela, y en algunos
casos no se encuentran. Cualquier ayuda económica que las personas de buen
corazón pueden hacer a través de la Cuenta de Ahorros Banco Mercantil: 01050080060080043267,
a nombre de Clarisa Brito Maneiro, C.I. 8.763.884”.
Hacia el final
de su conversación con Aleteia, Leida Brito dijo que le
duele profundamente la crisis actual en que se encuentra sumergida la población
venezolana. “La gente muere de hambre, de mengua en los hospitales por falta de
medicamentos y alimentos; y muchas personas huyen despavoridas a otras
latitudes en búsqueda de mejores condiciones de vida que en su propia nación no
las consiguen”. “Pero esto parece no verlo la ONU”.
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