El arzobispo
emérito de Caracas presidió una misa por los 25 años de la Diócesis de Puerto
Cabello, erigida el 5 de Julio del año 1994, abordando el hecho festivo de esta
iglesia; pero también, denunciando “la penuria social y económica” y la “violencia
política” que se vive en Venezuela
Ramón
Antonio Pérez // @GuardianCatolic
NdP
y Fotos: Diócesis de Puerto Cabello
Caracas, 10 de julio de 2019
El
cardenal Jorge Urosa Savino, bajo su condición de obispo de la Iglesia y ciudadano
venezolano, deploró y rechazó el asesinato del Capitán de Corbeta Rafael Acosta
Arévalo, “ocurrido bajo custodia de un organismo del Estado, es decir, bajo la
responsabilidad del Gobierno”, según expresó en la eucaristía que presidió el 5
de julio, en la catedral San José, con motivo de los 25 años de erección de la
Diócesis de Puerto Cabello, en Carabobo.
Denunció
que se escuchan insistentes denuncias de torturas crueles contra los presos
políticos en Venezuela, lo cual es una “responsabilidad de las autoridades
nacionales”, lo cual “debe cesar, y los responsables deben ser
castigados”. Igualmente “deploramos y rechazamos la agresión salvaje
contra el joven tachirense Rufo que fue agredido y perdió los dos ojos en una
represión a una manifestación pacífica”. “Esos crímenes deben ser
castigados y no se deben repetir”, señaló Urosa en relación a estos
hechos de violencia.
Aseguró
que la iglesia venezolana seguirá “defendiendo el derecho a la vida,
especialmente contra la criminalidad, que acaba con la vida de la gente para
despojarlos de sus cosas”; y también, continuará denunciando “la violencia
política, que ha causado tanto dolor”.
Solidaridad con los más
necesitados
Otro
aspecto que destaca en su mensaje es la necesidad de ser solidarios con los
venezolanos que están padeciendo grandes necesidades. “Tenemos que ser
solidarios con nuestros hermanos, especialmente con los más débiles y
necesitados”, dijo mencionado a los enfermos, a los niños, ancianos, y personas
en situación de indigencia.
“Una
solidaridad que nos lleve a ser generosos con lo poco que tengamos, para
aliviar el dolor y la angustia de los más necesitados”, expresó el arzobispo
emérito de Caracas.
¡NO AL ABORTO!
También llamó a “defender la vida ante la arremetida de los movimientos
abortistas y anti-vida, que promueven el asesinato de las personas débiles e
improductivas, como los niños no nacidos, o los ancianos y los enfermos
incurables”.
Bodas de plata de la Diócesis de
Puerto Cabello
Efectivamente,
la Diócesis de Puerto Cabello celebró el pasado 5 de julio sus 25 años de
erección canónica, con una misa de acción de gracias que presidió el cardenal
Jorge Urosa Savino, y concelebrada por el Obispo de Puerto Cabello, monseñor
Saúl Figueroa Albornoz, así como varios arzobispos, obispos invitados y el
clero diocesano.
De acuerdo con la información aportada por la oficina de
prensa de esta iglesia particular, Urosa agradeció a quienes hace 25 años, junto
a él participaron en la erección de esta diócesis.
“Para
mí, en particular, es un día de fiesta grande pues me correspondió, como
Arzobispo de Valencia, la hermosa misión y tarea de promover e impulsar y luego
preparar y concretar la erección de esta nueva Diócesis, para que así, nuestra
Iglesia en Venezuela y Carabobo se fortaleciera con una nueva Diócesis, la del
norte carabobeño, con los Municipios Puerto Cabello y Morón”, dice la homilía
remitida por la oficina de prensa diocesana.
Llevar a la evangelización a los
niños
Expuso
que desde 1950 la Iglesia venezolana ha experimentado un crecimiento
maravilloso: “se han creado 28 nuevas Diócesis o circunscripciones eclesiásticas en
todo el país”. Sin embargo, no dejó de manifestar el deseo de darle “una
mayor fuerza a la acción evangelizadora y pastoral de la Iglesia, respondiendo
al desafío que nos presentan, entre otras cosas, las dificultades de enseñar
nuestra religión en las Escuelas públicas”.
“Hace
algunos años, la Ley de Educación permitía enseñar nuestra fe en esas escuelas.
Ahora no es posible. Entonces hay que buscar la manera de llegar a esos niños
de nuestras escuelas que no están siendo evangelizados, para que conozcan a
Jesús, nuestro Salvador”.
Antes
de concluir la celebración religiosa, el vicario de pastoral, presbítero Cesar
Palavicini, leyó la Bendición Apostólica del Papa Francisco, y se hizo entrega
de la condecoración Diócesis de Puerto Cabello en sus clases: Emmo. Sr. José Alí
Cardenal Lebrún; Ilmo. Mons. Luis María Padilla e Ilmo. Mons. William Guerra y
se cantó el cumpleaños feliz.
Cardenal Urosa: “¡Gracias a Dios la
Iglesia vive, se renueva y crece!
A continuación Homilía en la celebración de los 25
años de erección de la Diócesis de Puerto Cabello, por el Card. Jorge Urosa
Savino, Arzobispo Emérito de Caracas. Puerto Cabello, 5 de julio de 2019.
¡Qué
alegría tan grande! queridos hermanos, estar congregados en esta Santa Iglesia
Catedral para celebrar, festejar y dar gracias a Dios por los dones recibidos
por la Iglesia y por Venezuela en días como hoy, 5 de julio. Expreso mi
gratitud a mi querido hermano, S.E. Mons. Saúl Figueroa Albornoz, 3er Obispo de
Puerto Cabello, por la gratísima invitación para acompañarlos a ustedes en esta
solemnidad tan significativa y presidir esta festiva y solemne Eucaristía. Está
con nosotros, participando también en esta gozosa solemnidad, el Primer Obispo
de esta querida Iglesia de Puerto Cabello y Morón, S.E. Mons. Ramón Linares
Sandoval, a quien saludo con gran afecto. Los invito a darle un caluroso aplauso.
Como
venezolanos festejamos hoy la firma del acta de nuestra Independencia, la
creación de Venezuela como Nación independiente, en 1811. Por este motivo damos
gracias a Dios y oramos con fervor por nuestra patria, para que podamos
resolver nuestros problemas pacíficamente. Y como católicos, especialmente los
del norte de Carabobo, conmemoramos llenos de alegría la creación de esta
querida Iglesia diocesana de Puerto Cabello hace 25 años. Para mí, en
particular, es un día de fiesta grande pues me correspondió, como Arzobispo de
Valencia, la hermosa misión y tarea de promover e impulsar y luego preparar y
concretar la erección de esta nueva Diócesis, para que así, nuestra Iglesia en
Venezuela y Carabobo se fortaleciera con una nueva Diócesis, la del norte carabobeño,
con los Municipios Puerto Cabello y Morón.
En
efecto. Por gracia de Dios, tuve el honor y el privilegio de comenzar mi
ministerio como Arzobispo de Valencia, que entonces abarcaba todo el territorio
de Carabobo, el 25 de mayo de 1990. Al poco tiempo, en 1992, una vez conocida
la realidad de la Iglesia en Carabobo, y la peculiaridad socio cultural,
económica, geográfica y religiosa de la costa, me pareció necesario dar una
mayor fuerza y vitalidad a la Iglesia en esta región. Y por eso, luego de oración
y reflexión, comencé a dar los pasos necesarios para la creación de la nueva
Diócesis. En primer lugar, hice las necesarias consultas con algunos Obispos,
entre ellos el porteño Cardenal José Alí Lebrún, y el también porteño Obispo
Auxiliar de Valencia en aquel entonces, y luego Obispo de San Felipe, mi
querido hermano Mons. Nelson Martínez Rust, quien había sido Vicario Episcopal
y responsable de la dirección pastoral de esta zona de la Arquidiócesis de
Valencia durante varios años. También consulté a los sacerdotes del norte
carabobeño, al Consejo presbiteral y al Colegio de Consultores de la
Arquidiócesis valenciana. Con ilusión y afecto, y buscando el bien espiritual
de los fieles de la costa carabobeña, presenté a las instancias
correspondientes, la Conferencia Episcopal Venezolana, y la Nunciatura
Apostólica, en ese entonces encabezada por S. E. Mons. Oriano Quillici, el
proyecto de erección de esa nueva y necesaria Diócesis.
Gracias
a Dios, tanto los obispos venezolanos, como la Santa Sede y el gran Papa San
Juan Pablo II, acogieron con beneplácito esa propuesta, y el 5 de Julio del año 1994, el
Santo Padre emitió la Bula “Sollicitus de spirituali” para erigir esta Diócesis
de Puerto Cabello. Ese 5 de julio de 1994, y el 15 de octubre siguiente, cuando se ejecutó la creación de la
Diócesis y Mons. Linares recibió la ordenación episcopal, fueron días de
gran alegría espiritual para mí, pues vi realizado el sueño de darle más vida a
la Iglesia en esta querida región de Carabobo. Por esa razón estamos aquí
reunidos hoy, con profunda júbilo y entusiasmo, para dar gracias a Dios. Los
invito a todos a exclamar en voz alta: ¡¡¡Gracias, Señor, Gracias!!!
¿QUÉ ESTAMOS CELEBRANDO?
Para
vivir más intensamente esta sagrada liturgia conviene reflexionar brevemente
sobre lo que estamos celebrando. Hoy, aquí, celebramos la vida y acción de la
Iglesia en Carabobo y en Venezuela. Celebramos nuestra fe viva en Jesucristo y
nuestra unión a él como miembros de su pueblo santo; estamos festejando nuestra
pertenencia a la Iglesia, en concreto, la existencia y vida de esta gran
comunidad eclesial, la Diócesis de Puerto Cabello y Morón, pueblo de Dios y
Cuerpo de Cristo. Como miembros de esta Iglesia diocesana, de la Iglesia
católica, reconocemos, confesamos, proclamamos a Jesús, Nuestro Dios y Señor,
con fe viva e intensa, como el Mesías, como “el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mt
16): “el camino la verdad y la vida, “el pan vivo bajado del Cielo” (Jn 6), “el
Rey de reyes y Señor de los señores” (Ap.).
El
Concilio Vaticano II en el Decreto sobre el Ministerio de los Obispos, define
la Diócesis.- también llamada Iglesia local o Iglesia particular – como “una
porción del pueblo de Dios que se confía aun Obispo para que la apaciente con
la cooperación del presbiterio, de forma que, unida a su pastor y reunida por
él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una
Iglesia particular, en que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que
es una, santa, católica y apostólica” (CV II, Decreto sobre el Ministerio
pastoral de los Obispos,11).
Al
conmemorar la creación de esta joven diócesis, celebramos y festejamos nuestra
existencia como comunidad eclesial, como Iglesia local, que es parte de la
Iglesia Universal, el pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo. Es una fiesta del
pueblo católico de la costa carabobeña, y de toda Venezuela.
Queridas
hermanas y hermanos: La Diócesis de Puerto Cabello son ustedes, los fieles de
estas ciudades, pueblos, playas y campos del norte de Carabobo, de todas las
Parroquias. Son ustedes, los laicos agrupados en movimientos y asociaciones y
cofradías, son los sacerdotes que colaboran con el Obispo diocesano en la
atención de las comunidades, son los religiosos y religiosas que aquí anuncian
a Jesucristo y lo hacen presente con su labor pastoral. Todos Ustedes, junto
con los sacerdotes, religiosos y Obispos estamos felices por celebrar la
existencia de esta Iglesia diocesana viva y activa.
En
esta solemne y festiva Santa Misa hemos escuchado unas lecturas que indican el
espíritu, la actitud que debe movernos ahora y siempre: la proclamación de fe
que Pedro hace de Jesucristo: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo”. Y
antes, el relato de los Hechos de los Apóstoles describiendo la hermosa vida de
las primeras comunidades cristianas: los fieles unidos en torno al Señor, en la
escucha y proclamación de la Palabra de Dios, en la celebración de la
Eucaristía y con estrecha unión solidaridad fraterna. Ese es el modelo que
nosotros hoy, en toda la Iglesia, aquí en la costa carabobeña y en toda
Venezuela, hemos de seguir.
Los
fieles católicos tenemos que sentir vivamente y proclamar con gozo y valentía
nuestra fe, ese don maravilloso de la verdad revelada por Jesucristo, de que
Dios nos ama y está con nosotros, que estamos llamados a vivir para siempre,
que tenemos como madre amorosa a la Virgen María, madre de Dios, que recibimos
la ayuda de Dios en los sacramentos. Y como San Pedro, estamos llamados a
tener, vivir y proclamar nuestra fe. Y a participar activamente en la vida de
nuestras comunidades cristianas, en las parroquias, como hermanos, practicando
nuestra santa y positiva, benéfica y luminosa Religión, participando
activamente en la Eucaristía todos los domingos y fiestas de guardar, y
viviendo unidos y solidarios fraternalmente.
LA IGLESIA VIVE, SE RENUEVA Y
CRECE
Hoy,
mis queridos hermanos, estamos aquí congregados fraternalmente para dar gracias
a Dios por los beneficios recibidos. Dios ha sido generoso con nuestra Iglesia
en Venezuela y en Carabobo. Por eso podemos decir que la Iglesia en Venezuela,
a pesar de muchas dificultades de todo orden, gracias a la acción del Espíritu
Santo, vive, se renueva y crece.
Sí
mis queridos hermanos. Desde 1950 la Iglesia venezolana ha experimentado un
crecimiento maravilloso. En estos años se han creado 28 nuevas Diócesis o
circunscripciones eclesiásticas en todo el país. Esto significa que Venezuela
está bien atendida pastoral y religiosamente; que en cada Estado hay, al menos,
una Diócesis y en varios estados, como Carabobo, dos, es decir, contamos con 28
comunidades agrupadas organizadas fraternalmente unidas y atendidas pastoral,
espiritual y culturalmente por los Obispos, sucesores de los apóstoles,
consagrados al servicio de Dios y al servicio del pueblo en cada entidad
eclesial.
La
Iglesia en la costa carabobeña también ha experimentado un crecimiento
estupendo: ha aumentado el número de parroquias, y el número de sacerdotes; se
han creado el centro de Pastoral Mons. William Guerra, el Centro de formación
Cardenal José Alí Lebrún, y el Centro de diagnóstico Mons. Ramón A. Linares. Se
han ordenado 11 sacerdotes, y muchísimos fieles han recibido los dones del
Señor a través de los sacramentos, y han podido recibir y escuchar la Palabra
de Dios anunciada por los sacerdotes y los Obispos de esta iglesia local. Por
todos estos beneficios espirituales, queridos hermanos, demos gracias a Dios,
pues nuestra Iglesia vive, se renueva y crece. Por esa razón digamos de nuevo:
Gracias, Señor, gracias!
CELEBRACIÓN Y COMPROMISO: EL LEMA
DE LAS BODAS DE PLATA
Su
Excelencia Mons. Saúl Figueroa, digno Obispo de esta querida Iglesia porteña,
ha sugerido acertadamente un hermoso lema para estas fiestas de las bodas de
plata diocesana y el correspondiente Año Jubilar: “Hacia una Diócesis más unida a
Cristo en la Comunión, en la Misión, la solidaridad y la vida”. Nuestra
celebración no es solamente para tener una hermosa Misa, sino para agradecer a
Dios los dones recibidos, y para recordar a quienes han trabajado durante estos
años por nuestra Iglesia: S.E. Mons. Ramón Linares, aquí con nosotros; Mons.
Ramón Viloria, fuera del país en actividades pastorales, Mons. Nelson Martínez,
Obispo Emérito de San Felipe, gran promotor de esta Iglesia de la costa; y
todos los sacerdotes, religiosos y religiosas que aquí han dado gloria a Dios
con sus vidas, al servicio del pueblo costeño. Pero sobre todo, estas Bodas de
Plata de la Iglesia diocesana deben imprimir nuevo impulso a la vida eclesial en
estas tierras y en estas comunidades.
Como
propone Mons. Figueroa: Una Iglesia más unida a Cristo. Nuestro Señor
Jesucristo es el centro, la fuente, la gloria y el gozo de la vida de la
iglesia, de nuestra fe, de nuestra existencia cristiana. Estar cada vez más
unidos a Jesús, nuestro divino Salvador, el pan de vida, la luz del mundo.
Recordemos lo que nos dice el Señor: “El que me sigue no camina en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida” (8,12).
“Unidos
a Cristo en la comunión”: es decir en la unión con Dios, viviendo de acuerdo a
su Palabra, que es palabra de vida y de felicidad. Recordemos lo que nos dice
el Señor en otra ocasión: “Felices serán los que escuchan la Palabra de Dios y
la cumplen” (Lc 11, 28). La comunión fraterna, superando las barreras, las
diferencias, viviendo fraternalmente como hermanos, participando activamente en
la vida de las Parroquias y comunidades cristianas, en las asociaciones,
cofradías y movimientos apostólicos. Es muy importante que se intensifique la
unidad eclesial, el afecto al Obispo, el afecto a los sacerdotes, la unión
entre fieles, sacerdotes, religiosos y el Obispo diocesano, que es el
representante de Cristo en medio de ustedes. No debe haber nunca discordia no
conflicto. Y siempre hay que superar las diferencias que pueda haber, con
espíritu de caridad, de comunión y de fraternidad.
Unidos
todos en la Misión, pide Mons. Figueroa: en la Misión de la Iglesia, que es la
evangelización, el anuncio de Jesús, y el establecimiento de la comunidad
cristiana en todas partes. El Señor Obispo los está invitando, queridos
hermanos, a una actitud actividad y acción evangelizadora, misionera, de
“Iglesia en salida”, que vaya a todas partes, a las periferias, como dice el
Papa Francisco, para llevar nuestro gran tesoro a la gente: los dones de
Cristo: su Palabra de salvación, la fe que ilumina, fortalece y consuela. Se
trata de darle en esta querida tierra del norte de Carabobo, una mayor fuerza a
la acción evangelizadora y pastoral de la Iglesia, respondiendo al desafío que
nos presentan, entre otras cosas, las dificultades de enseñar nuestra religión
en las Escuelas públicas. Hace algunos años, la Ley de Educación
permitía enseñar nuestra fe en esas escuelas. Ahora no es posible. Entonces hay
que buscar la manera de llegar a esos niños de nuestras escuelas que no están
siendo evangelizados, para que conozcan a Jesús, nuestro Salvador, la luz del
mundo, el camino la verdad y la vida, y puedan llegar a unirse a Él por la fe y
los sacramentos. Fortalecer la acción misionera: Se trata de
intensificar la acción apostólica y pastoral, los servicios religiosos en todas
las parroquias y comunidades, haciendo llegar a los fieles los dones de Dios,
con actividades religiosas, con la celebración de los sacramentos, con las
actividades apostólicas.
Más
unida a Cristo en la solidaridad fraterna. Estas Bodas de Plata diocesanas
deben dar impulso a una Iglesia, prosigue Mons. Figueroa. Esto es muy
importante, dadas las circunstancias de penuria social y económica que estamos
viviendo en todas partes en el país. Tenemos que ser solidarios con nuestros
hermanos, especialmente con los más débiles y necesitados, sobre todo los
enfermos, los niños, los ancianos, los indigentes. Una solidaridad que nos
lleve a ser generosos con lo poco que tengamos, para aliviar el dolor y la
angustia de los más necesitados.
Y
una Iglesia más unida a Cristo en la defensa de la vida, defendiendo el derecho
a la vida, especialmente contra la criminalidad, que acaba con la vida de la
gente para despojarlos de sus cosas, la violencia política, que ha causado
tanto dolor. En esta línea, como Obispo de la Iglesia y como ciudadano
venezolano, deploro y rechazo con fuerza el asesinato del Capitán de Corbeta
Rafael Acosta Arévalo, ocurrido bajo custodia de un organismo del Estado, es
decir, bajo la responsabilidad del Gobierno. Lamentablemente se escuchan insistentes denuncias de torturas crueles
contra los presos políticos. Esa es responsabilidad de las autoridades
nacionales, y debe cesar, y los responsables deben ser castigados. Y deploramos
y rechazamos la agresión salvaje contra el joven tachirense Rufo que fue
agredido y perdió los dos ojos en una represión a una manifestación pacífica.
Esos crímenes deben ser castigados y no se deben repetir. Tenemos también que
defender la vida ante la arremetida de los movimientos abortistas y anti-vida,
que promueven el asesinato de las personas débiles e improductivas, como los
niños no nacidos, o los ancianos y los enfermos incurables.
CONCLUSIÓN
Mis
queridos hermanos: prosigamos nuestra sagrada celebración. En este 5 de Julio,
día de nuestra Fiesta Nacional, demos gracias a Dios por los beneficios
recibidos por Venezuela en nuestra vida independiente, y pidamos al Señor que
nos de la fuerza y la luz para resolver pacíficamente nuestros graves
conflictos actuales.
Agradezcamos
a Dios el inmenso don de la fe cristiana y católica que hemos recibido, para
tener la luz de la vida en nuestros ojos del alma, y para gozar de la
participación de la divina naturaleza, por la gracia santificante que recibimos
en el Bautismo y en los sacramentos.
Démosle
gracias a Dios por habernos llamados a ser miembros de nuestra santa Iglesia
católica, el pueblo de Dios, el pueblo de la vida y de la felicidad, el pueblo
de la esperanza y de la alegría de estar con Dios, en las buenas y en las
malas. Démosle gracias a Dios por estar unidos a Cristo, y pidamos al Señor que
todos, especialmente los fieles de esta Iglesia particular de Puerto Cabello,
de la costa carabobeña, estemos cada vez más unidos a Jesús, nuestro Salvador,
en la comunión, en la misión, en la solidaridad y en la defensa y promoción de
la vida.
Que
Dios bendiga a todos los fieles de esta Iglesia diocesana, a su Obispo, a los
religiosos y religiosas, a sus laicos catequistas y a quienes participan en las
asociaciones, cofradías y movimientos apostólicos. Que Dios nos conceda a toda
la alegría de la felicidad y la salvación eterna. Invoquemos siempre para esto
la protección y patrocinio amoroso de nuestra madre celestial, la Santísima
Virgen María. Que Dios nos bendiga! Amen.
Viva Jesucristo, Viva la Virgen de Coromoto, Viva la
Iglesia, Viva Venezuela!
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