Por:
Alfredo Infante sj*
Caracas, 22 de marzo de 2018
El
pasaje del evangelio de Juan, nos presenta un diálogo entre Jesús y los judíos
que han creído en él. Como Jesús no es populista, ni busca seguidores sin ton
ni son, les aclara que creer es un camino discipular de búsqueda personal y
comunitaria de la verdad. Discípulo es
quien escucha la palabra y la discierne para hacerla vida, praxis, en la
búsqueda de la verdad. Creer no es,
pues, un acto mágico. Es un camino en el cual el principio y fundamento es la
dialéctica palabra-oído.
Como
decía el teólogo jesuita Karl Rahner ser discípulo es, sobre todo, ser «oyente
de la Palabra». Y, como apunta la carta a los
Hebreos (4,12-23) «La palabra de
Dios es viva y eficaz» y acogida con fe, ilumina la consciencia y el corazón
para discernir y hallar la verdad y sólo «La verdad nos hace libres».
Por
eso, Jesús insiste: «si permanecéis en mi palabra». No basta un sí
efervescente, una búsqueda momentánea, se trata de permanecer. Él conoce
nuestro corazón, nuestra inconsistencia, sabe que en medio de las adversidades
de la vida, nos distraemos, nos dispersamos, nos desligamos de él y descuidamos
la búsqueda de esa verdad que nos hace libres. Esa verdad la encontramos en él,
es él, y su paso discernido en cada momento histórico es lo que el Concilio
Vaticano II ha definido como «discernir los signos de los tiempos».
Pero
esta afirmación de Jesús es tremendamente controversial para los judíos que
están queriendo seguirle, porque ellos tienen autoconciencia de que por el
hecho mismo de ser judíos son hijos de Abraham y Moisés, y, en consecuencia,
personas libres. Jesús les confronta desde dentro porque él también es judío, y les aclara que ser hijo
de Abraham no es un derecho adquirido por la pertenencia de una raza o nación,
sino que tal legado se adquiere por la
decisión personal de vivir de fe.
Vivir
de fe es la gracia de reconocer que
todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre, y ésta es la verdad que nos
revela Jesús; verdad que es buena noticia y nos hace libres pero que entra en
conflicto con los intereses de los poderes del mundo y, también; con muchos
dinamismos de muerte al interno de nuestro corazón. Su palabra nos libera y nos
da vida.
Hoy,
en nuestro país, entre tanta palabra hueca, palabrerío, y entre tanto dinamismo
que atentan contra la vida, la dignidad y la fraternidad, necesitamos abrirnos
y acoger la palabra que nos libera, discernir los signos de los tiempos, y
construir y hallar la verdad que haga relucir nuestra dignidad de hijos y
hermanos. No es fácil. Necesitamos la unión de propósito para rehabilitarnos y
liberarnos como país.
Tenemos
que anteponer el país a los intereses individuales y de grupos, y éste es un
camino arduo de conversión. Hay un 75% de descontento al régimen que ha
destruido al país. Pero es un 75% fragmentado y atrincherado en su parcela.
Necesitamos
trascender nuestras parcelas, encontrarnos no con nuestra pseudo verdad, sino
con la verdad del país, que ésta nos atraiga, nos una, y nos ayude a superar
los egos que nos llevan al despeñadero.
*Oremos*
Señor, danos sabiduría para discernir y hallar la verdad que nos hace libres, y
nos libera de nuestras mezquindades y egolatrías.
*Sagrado
corazón de Jesús, en vos confío*
Parroquia San Alberto Hurtado.
Parte Alta de La Vega.
Caracas-Venezuela.
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