En el Complejo
Ferial de Barquisimeto, el próximo 11 de febrero, esperan reunir más diez mil
personas, con motivo de la Jornada de oración por la salud y sanación de los
enfermos
Ramón Antonio
Pérez // @GuardianCatolic
Barquisimeto, 05 FEBRERO 2017
La iglesia de Barquisimeto se suma a la Jornada
de Oración por la salud de los enfermos el venidero 11 de febrero de 2017,
festividad de Nuestra Señora de Lourdes, celebración que fue instituida el 13
de mayo de 1992 por San Juan Pablo II; y cuyo tema para este año propuesto por el Papa
Francisco, presenta el asombro ante las obras que Dios realiza, con la
expresión: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…”. (Lucas
1, 49)
El padre Jesús Salvador Lárez Rodríguez,
responsable de la pastoral de la salud en la arquidiócesis de Barquisimeto,
estado Lara, destacó parte del mensaje del Papa Francisco para la Jornada, indicando
que la misma “constituye una ocasión para prestar especial atención a la
situación de los enfermos y de todos los que sufren en general”.
“Es una llamada dirigida a los que se
entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y
voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de
acompañar a los hermanos enfermos” dijo citando a Francisco.
Informó que la ceremonia central de la
iglesia larense será este 11 de febrero, en el coliseo del Complejo Ferial de Barquisimeto,
donde “habrá una jornada de sanación, bendición y oración por la salud de todos
los enfermos, esperando reunir unas diez mil personas.
Programa
de la jornada en Barquisimeto
Primeramente, destacó que la actividad comienza
a las 8 de la mañana con la posibilidad de que los asistentes reciban el
sacramento de la Confesión. A las 9 de la mañana será el momento para la
Adoración ante el Santísimo Sacramento “para implorar a Dios no solo por nuestras
enfermedades físicas, sino también síquicas y espirituales”, añadió.
Luego a las 10 de la mañana será la misa
concelebrada, en la cual, además, se administrará y la Unción de los enfermos a
aquellas personas que tengan enfermedades graves o requieran este sacramento
según las disposiciones de la Iglesia, detalló el sacerdote. En todo momento habrá animación musical.
Donar
medicamentos e insumos médicos
Informó que la invitación está dirigida especialmente
al personal que labora en los centros de salud públicos, privados, asilos y
casas asistiendo a los pacientes, detalló.
También a los funcionarios de Protección
civil, Bomberos, Cruz Roja y voluntariados, además de los estudiantes de
medicina, enfermería y otras especialidades quienes serán bendecidos en un
momento especial de la celebración litúrgica.
El presbítero espera la presencia de los
ministros extraordinarios de la comunión y ministerios de la misericordia, quienes
apoyan la misión de los sacerdotes en la asistencia espiritual de los convalecientes.
Igualmente, recomendó “llevar medicamentos e
insumos médicos para los necesitados y las medicinas de uso personal para bendecirlas”.
Durante la visita número 161 de la
Divina Pastora a la ciudad de Barquisimeto, -cuyo
Itinerario todavía en proceso-, el padre Lárez coordinó la vinculación
con los medios de comunicación, ocasión que ha servido para distribuir entre los
devotos de esta advocación de la Virgen María, un tríptico relativo al Sacramento de la Unción de los Enfermos.
“Es un sacramento de alivio y salvación”,
dice el padre Lárez. “Debemos perder ese tinte tétrico, concepto
que muchos tienen de este sacramento de esperanza”, enseña desde esta
pastoral. De allí que los define como “un sacramento en el que Cristo alivia y
conforta al cristiano que comienza a encontrase con su enfermedad, vejez o
peligro de muerte”.
A continuación el mensaje del
Papa Francisco:
El asombro ante las obras que Dios realiza:
«El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49)
«El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49)
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo 11 de febrero se celebrará en toda la Iglesia y,
especialmente, en Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema: El asombro ante las obras que Dios
realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49). Esta
Jornada, instituida por mi predecesor san
Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera
vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión
para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los
que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se
entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y
voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de
acompañar a los hermanos enfermos. Además, esta celebración renueva en la
Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte
esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a
los que sufren, a los excluidos y marginados (cf. Juan Pablo II, Motu proprio Dolentium
hominum, 11 febrero 1985, 1). Los encuentros de oración, las liturgias
eucarísticas y la unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las
reflexiones sobre temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en
aquellos días en Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese
servicio.
Situándome ya desde ahora espiritualmente junto a la Gruta
de Massabielle, ante la imagen de la Virgen Inmaculada, en la que el Poderoso ha hecho obras grandes para la redención de la humanidad,
deseo expresar mi cercanía a todos vosotros, hermanos y hermanas, que vivís la
experiencia del sufrimiento, y a vuestras familias; así como mi agradecimiento
a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de
salud repartidos por todo el mundo, trabajan con competencia, responsabilidad y
dedicación para vuestro alivio, vuestra salud y vuestro bienestar diario. Me
gustaría animar a todos los enfermos, a las personas que sufren, a los médicos,
enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en María, Salud de los enfermos, a
aquella que es para todos los seres humanos garante de la ternura del amor de
Dios y modelo de abandono a su voluntad; y a que siempre encuentren en la fe,
alimentada por la Palabra y los Sacramentos, la fuerza para amar a Dios y a los
hermanos en la experiencia también de la enfermedad.
Como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. La
humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa
Señora», la miraba como se mira a una persona. Estas sencillas palabras
describen la plenitud de una relación. Bernadette, pobre, analfabeta y enferma,
se siente mirada por María como persona. La hermosa Señora le habla con gran
respeto, sin lástima. Esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un
ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas
que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable
y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a
veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así.
Bernadette, después de haber estado en la Gruta y gracias a
la oración, transforma su fragilidad en apoyo para los demás, gracias al amor
se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por
la salvación de la humanidad. El hecho de que la hermosa Señora le pida que
rece por los pecadores, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo
llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de
modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de
Cristo. A Bernadette, María le dio la vocación de servir a los enfermos y la
llamó para que se hiciera Hermana de la Caridad, una misión que ella cumplió de
una manera tan alta que se convirtió en un modelo para todos los agentes
sanitarios. Pidamos pues a la Inmaculada Concepción la gracia de saber siempre
ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a veces
incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don que
compartir con los demás.
La mirada de María, Consoladora
de los afligidos, ilumina el rostro de la Iglesia en su compromiso diario
en favor de los necesitados y los que sufren. Los frutos maravillosos de esta
solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad son
motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en
obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la
humanidad fuera redimida. La solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de
María, es la expresión de la omnipotencia misericordiosa de Dios que se
manifiesta en nuestras vidas ―especialmente cuando es frágil, herida, humillada,
marginada, sufriente―, infundiendo en ella la fuerza de la esperanza que nos
ayuda a levantarnos y nos sostiene.
Tanta riqueza de humanidad y de fe no debe perderse, sino
que nos ha de ayudar a hacer frente a nuestras debilidades humanas y, al mismo
tiempo, a los retos actuales en el ámbito sanitario y tecnológico. En la
Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar una nueva motivación para
colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el
medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la
integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto
de las cuestiones de bioética, la protección de los más débiles y el cuidado
del medio ambiente.
Con motivo de la XXV Jornada Mundial del Enfermo, renuevo,
con mi oración y mi aliento, mi cercanía a los médicos, a los enfermeros, a los
voluntarios y a todos los consagrados y consagradas que se dedican a servir a
los enfermos y necesitados; a las instituciones eclesiales y civiles que
trabajan en este ámbito; y a las familias que cuidan con amor a sus familiares
enfermos. Deseo que todos sean siempre signos gozosos de la presencia y el amor
de Dios, imitando el testimonio resplandeciente de tantos amigos y amigas de
Dios, entre los que menciono a san Juan de Dios y a san Camilo de Lelis,
patronos de los hospitales y de los agentes sanitarios, y a la santa Madre
Teresa de Calcuta, misionera de la ternura de Dios.
Hermanos y hermanas, enfermos, agentes sanitarios y
voluntarios, elevemos juntos nuestra oración a María, para que su materna
intercesión sostenga y acompañe nuestra fe y nos obtenga de Cristo su Hijo la
esperanza en el camino de la curación y de la salud, el sentido de la
fraternidad y de la responsabilidad, el compromiso con el desarrollo humano
integral y la alegría de la gratitud cada vez que nos sorprenda con su
fidelidad y su misericordia.
María, Madre nuestra,
que en Cristo nos acoges como hijos,
fortalece en nuestros corazones la espera confiada,
auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos,
guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro,
y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes.
que en Cristo nos acoges como hijos,
fortalece en nuestros corazones la espera confiada,
auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos,
guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro,
y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes.
Os aseguro mi constante recuerdo en la oración y os imparto
de corazón la Bendición Apostólica.
8 de diciembre de 2016, Fiesta de la Inmaculada Concepción
Francisco
1 Comentarios
Hola Amigos.
ResponderEliminarMi nombre es Albino Vera. Soy secretario de Prensa del Obispado de Formosa, Argentina.
Soy amigo y compañero de la Universidad del padre Jesús Salvador Larez Rodrigue. Quisiera, de ser posible, tomar contacto con él. Les envío mi correo: albinovera1952@gmail.com
Comentarios de Nuestros Visitantes
Agradecemos sus comentarios, siempre en favor de nuestra Fe Cristiana Católica y de manera positiva. Si considera válido su comentario para ser publicado, se agradece no usar una cuenta anónima o desconocida.